Pocas veces se da tan crudamente que el gran ausente de un evento pasa desapercibido. Y como estamos hablando del cierre de listas para las PASO del 9 de agosto, debemos aclarar de entrada que obviamente no nos estamos refiriendo a la Presidenta de la Nación, que mantuvo el suspenso hasta los últimos minutos del sábado, cuando se concluyó que finalmente no sería candidata al advertir que era el excanciller Jorge Taiana el que ostentaba el número 1 en la lista nacional del FpV para el Parlasur.

La falta de experiencia ante esa elección que pocos alcanzan a interpretar generó la omisión. Por primera vez se elegirán 43 parlamentarios del Mercosur, a razón de uno por distrito (24) y 19 de otra lista en función del resultado que cada partido obtenga a nivel nacional, determinado a través del sistema D’Hont. Dicho de otro modo, cada boleta tendrá el nombre de un titular y dos suplentes correspondientes al distrito donde uno vota, y además 19 nombres de la lista nacional ofrecida por el frente o partido. Al tope de esa última nómina que es la que figurará en todo el país se estimaba que podría estar Cristina Kirchner, descartada el viernes su candidatura a diputada al conocerse que el primer lugar de la lista bonaerense sería ocupado por el ascendente “Wado” de Pedro.

En la confusión del cierre de listas, se tardó en advertir que Taiana sería candidato nacional y no del distrito porteño, donde es legislador. En definitiva, esa confirmación fue la señal de que la Presidenta no sería finalmente candidata a nada.

Pero es obvio que no nos estamos refiriendo a Cristina. El gran ausente del que hablamos es una de esas figuras del gobierno que quedaron fuera de las listas y, por lo tanto, el 10 de diciembre volverá al llano. Como la Presidenta. No, como ella no…

No fueron tantos los que quedaron fuera, pues al observar las listas oficialistas vemos que están llenas de futuros exfuncionarios. Comenzando por el poderoso secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zannini, que sorprendió a propios y extraños -parece que más a los propios- al ser designado vice de Daniel Scioli; o el citado secretario general de la Presidencia, “Wado” De Pedro, que irá a Diputados, con destino presidencial. Hay más exministros, como el de Economía, Axel Kicillof, y el de Planificación Federal, Julio De Vido, ambos con futuro en el Congreso, igual que el titular de la ANSeS, Diego Bossio. También están los ministros Agustín Rossi y Teresa Parodi, y el jefe de la Inteligencia, Oscar Parrilli, todos preparándose para ir al Parlasur.

Las listas están llenas de segundas líneas -o no tanto-, como el secretario de Seguridad, Sergio Berni -otra vez senador provincial, cargo que aún ostenta pero está de licencia-; el viceministro de Desarrollo Social, Carlos Castagnetto, o el secretario de Transporte, Alejandro Ramos, que serán diputados nacionales.

Pero hay omisiones, ministros que se quedaron sin nada. Es el caso del de Justicia, Julio Alak; la de Seguridad, María Cecilia Rodríguez; el de Turismo, Enrique Meyer; la de Producción, Débora Giorgi; el canciller Héctor Timermann, y los de Educación, y de Ciencia y Tecnología, Alberto Sileoni y Lino Barañao, respectivamente. Tampoco figuraron Carlos Casamiquela (Agricultura), Daniel Gollan, ni Alicia Kirchner. Ni Florencio Randazzo, claro está, por obvias razones.

Pero hay otro que se ha quedado sin nada y es al que nos referimos puntualmente. El hombre que figuró con Cristina al tope de la boleta de las elecciones de 2011, aquellas del inolvidable 54%: Amado Boudou. El vicepresidente fue el gran ausente de este cierre de listas, no porque se esperara otra cosa, sino porque las expectativas abiertas cuando se lo designó establecían otra cosa muy distinta para cuatro años después. Porque hoy el vicepresidente de la Nación ocupa un rol muy gris, escorado como está por las causas judiciales que avanzaron sobre él como contra ningún otro funcionario, y que amenazan con tenerlo en el banquillo más temprano que tarde.

Cuando la Presidenta lo eligió, en 2011, acababa de pelear palmo a palmo la candidatura para la Jefatura de Gobierno, que por decisión presidencial fue para Daniel Filmus. Cristina lo reservó para ser su compañero de fórmula, deliberadamente pensando en 2015. El entonces ministro de Economía era una figura ascendente en el firmamento K, ponderada como pocos pública y periódicamente por la Presidenta, como hoy lo hace con el también ministro de Economía Axel Kicillof. No perdía ocasión Cristina de recordar que Boudou había sido el ideólogo de la recuperación de las AFJP, argumento que también usaron luego muchos kirchneristas para justificar los embates judiciales contra el vice. Boudou había establecido una muy buena relación con los sindicatos, encabezados por la CGT que entonces era una sola y lideraba el todavía amigo Hugo Moyano. Su horizonte político era amplio.

Por eso Cristina pensó en él, pues no es verdad que los Kirchner jamás se hayan preocupado por la sucesión. Cuando Néstor estaba vivo, esa cuestión estaba saldada con la alternancia matrimonial; cuando el santacruceño falleció, su viuda pensó en su sucesión al elegir Boudou. Pues está claro que de no haber estallado las causas judiciales que enterraron el futuro político del vicepresidente, el hombre hubiera seguido un derrotero que muy posiblemente ahora lo tuviera instalado en la grilla presidencial.

¿Exagerado? Para nada, si tenemos en cuenta que cuando CFK lo eligió, tenía una carrera ascendente: joven, bien parecido, carismático y rockero, fue un buen complemento en la campaña presidencial 2011. Si hasta lo elogiaba el consultor de Macri, Jaime Durán Barba, quien lo definió entonces como “un típico elemento de este nuevo peronismo que ha gestado la Presidenta”.

Designándolo a él, a quien consideraba leal -y no ha dado muestras en la adversidad de haber modificado esa “virtud”-, Cristina Kirchner no solo tenía alguien para contraponer a Daniel Scioli, sino que se aseguraba algo que ningún otro candidato podía darle: por haber sido vicepresidente desde 2011, no tendría reelección en 2019.

Pero la historia cambió, y Amado Boudou debió conformarse con ver el cierre de listas por la tele, seguramente con un dejo de nostalgia por lo que no pudo ser.