Llamó la atención que el mismo día de la elección porteña, el PRO trasgrediera la premisa que se había impuesto en los días previos: esa que establecía la inexorabilidad del balotaje. Por experiencia previa, por lo que anticipaban las encuestas y porque esta vez no era su principal espada la que defendía el color amarillo, no podía esperarse que el candidato propio superara las marcas alcanzadas por Mauricio Macri en 2007 y 2011. Por eso sorprendió que pasado el mediodía comenzaran a circular informes sobre bocas de urna que parecían querer instalar la idea de que Horacio Rodríguez Larreta se impondría en primera vuelta, o alcanzaría una diferencia indescontable.

Fuentes del propio macrismo apuntan al consultor Jaime Durán Barba, quien habría asegurado temprano, en base a sus datos, que el candidato del PRO alcanzaría el 54% de los votos. Fue la génesis del clima de triunfalismo que con el rápido avance del escrutinio se fue apagando, generando cierto clima de decepción a la hora del festejo. Mal para el ecuatoriano, al que una larga lista de dirigentes hacen cola para pasarle facturas, llegado el momento. Mal para el PRO, si esa es la calidad de los pronósticos de quien sus críticos reconocen que conoce como nadie al electorado porteño, pero poco al del resto del país, por lo que ponen en duda su estrategia “purista”. Y si le erró así con los porteños…

Saben los macristas que el 45,6% alcanzado por su candidato no era suficiente para bajar a Martín Lousteau de un balotaje, cuando ese mano a mano con el PRO fue el objetivo planteado por el economista durante toda su campaña. Admiten que, para bajarlo, Rodríguez Larreta debió haber llegado al 49%; tal vez hubiera alcanzado con el 48, pero con menos puntos no era esperable que el candidato de ECO se rindiera. Especulaban, sí, con que los radicales que financian la campaña del joven economista lo hicieran desistir de una nueva elección, pero eso no sucedió. Se advierte, sí, una retracción de recursos en el candidato opositor, que de todos modos apuesta a las entrevistas como principal y económico elemento de difusión.

Por lo pronto esta semana le rindió la polémica que se dio en torno a las presiones para que renunciara al balotaje. Pasados dos días, desde la cima del PRO se bajó la orden de abocarse al balotaje y dejar de lamentar tener que ir a una nueva elección, pues eso terminaba favoreciendo al rival. Es verdad que las presiones que denunció Lousteau para que se bajara de la segunda vuelta no vinieron de la dirigencia macrista. Más bien fue lo que el propio jefe de Gobierno definió en su momento como el “círculo rojo”; pero en su favor habrá que reconocer que fueron similares a las presiones que el propio Macri soportó del mismo sector para arreglar con Sergio Massa.

Ese fue uno de los argumentos que se usó estos días para criticar al líder del PRO respecto de una supuesta incapacidad para sumar aliados, entendiéndose que el exministro de Economía bien podría haber formado parte del mismo espacio. No es así, pues fue el macrismo el que primero tentó a Martín Lousteau para ser candidato junto a Gabriela Michetti para el Senado, en 2013. Fue la segunda opción: primero habían hablado con Roberto Lavagna.

Lousteau terminó inclinándose por acompañar a Rodolfo Terragno en la interna de UNEN, en la que esa lista salió segunda, detrás de Elisa Carrió y “Pino” Solanas. “Dije varias veces que yo soy socialdemócrata y que estaría en el espacio que se abriera a las PASO. Todas las conversaciones con mi amiga Gabriela (Michetti) fueron en ese sentido”, expresó entonces Lousteau, quien dicen que podría haberse integrado de haber habilitado el PRO internas que no estaba dispuesto a dar con extrapartidarios. Al sumarse a la propuesta de UNEN, Lousteau dijo que estaba “en el lugar, desde el punto de vista ideológico y desde el punto de vista metodológico, donde me corresponde estar”.

Con la defección de UNEN, los referentes de los partidos que integran el espacio multifacético ECO admiten en privado que Lousteau juega para sí mismo -de ahí el reproche macrista de que “no sabe jugar en equipo”-, y que los votos que pueda obtener en el balotaje serán la plataforma para sus planes políticos futuros. No una victoria el domingo, que es impensada. No solo porque así lo anticipen las encuestas, que a una semana del comicio le daban una ventaja de entre diez y doce puntos al PRO; bastará con que uno de cada tres votantes de la izquierda no voten a ECO, y uno de cada cinco del FpV tampoco lo haga, para que Rodríguez Larreta se imponga. No es él quien debe llegar al 50%, sino Lousteau el que tiene que remontar la cuesta.

El fastidio macrista por no poder desentenderse aún de la definición porteña fue adjudicado al deseo de Mauricio Macri de abocarse de lleno al Conurbano en estas últimas semanas previas a las PASO, alternando con visitas al interior del país. Con el balotaje en la agenda inmediata, debió matizar “timbreos” en el Gran Buenos Aires con actividades en la Capital Federal.

Con todo, tal vez las quejas sean exageradas, pues la segunda vuelta le ha dado al PRO otras dos semanas de centralidad que no deberá compartir con el kirchnerismo. Y si todo marcha como se supone, su líder podrá concitar toda la atención en los festejos del 19 de julio, quedándose con el protagonismo exclusivo en la que será la última elección, a tres domingos de las PASO.

Tal vez sirva para consolidar un clima electoral que va cambiando semana a semana. Hasta antes del “superdomingo” venía madurando la idea de que “Scioli ya ganó”. Los resultados de esa jornada, con sonoros traspiés kirchneristas en cuatro de las cinco elecciones, alcanzaron para desdibujar ese concepto.

Habiéndose cerrado así el cronograma electoral previo a las PASO, quedaron a la vista números suficientes como para sacar conclusiones. Es lo que hizo la consultora Giacobbe & Asociados, que observó que realizadas once elecciones, el kirchnerismo se impuso en solo cuatro. De esos distritos, el más grande es Salta, con un peso electoral del 2,90%. En los tres distritos más importantes donde se votó, Córdoba, Capital Federal y Santa Fe, que concitan un cuarto del padrón general, el FpV salió tercero.

Habiendo votado ya el 41,85% de la población, sobre un total de 9.206.897 votos emitidos, 2.927.451 fueron para el Frente para la Victoria. Esto es, un 31,79%, lo que lleva a razonar que de momento la realidad parece alejar la posibilidad de un triunfo del oficialismo en primera vuelta, como se intenta instalar.