Quien quiera verlo en la web, podrá observar la foto de un joven ingeniero, Mauricio Macri, firmando el contrato de la escandalosa estafa a los vecinos de Morón, junto al intendente lopezreguista Juan Carlos Rousselot.

Si no fuera suficiente, podríamos buscar el diario La Nación del 23 de febrero de 2001, y encontrarnos con el procesamiento de Mauricio Macri, por el juez penal económico, el doctor Carlos Liporace: evasión fiscal y contrabando de autopartes, en su condición de gerente general de la empresa Sevel Argentina.

Este hombre de negocios, que con sus empresas privadas se dedicó a vaciar al Estado nacional, nos quiere convencer hoy que es un abanderado de la importancia del Estado sobre la economía.

Con sus antecedentes, no es posible creerle. Su cambio de discurso es atribuible, indudablemente, a las recomendaciones de su gurú de marketing electoral, el ecuatoriano Durán Barba, que desprecia la inteligencia del pueblo argentino.

Será nuestro pueblo, justamente, el que le pondrá límite a tanto cinismo e hipocresía de un jefe de Gobierno que deja la Ciudad de Buenos Aires convertida en un gran campo de negocios y endeudada en dólares, y cuyos vencimientos la ciudad no podrá afrontar en tiempo y forma, como el propio Rodríguez Larreta reconoció, aceptando que deberá tomar más deuda para pagar la deuda.

La ideología del endeudamiento con caída de la inversión social, remiten al esquema del pensamiento más rancio del neoliberalismo en la Argentina.

Esa y no otra, ha sido la razón por la cual el jefe de prensa del gobierno porteño, Miguel de Godoy, ha intentado censurar al periodista Roberto Navarro -con quien nos solidarizamos plenamente-, que puso al desnudo el pensamiento de los gurúes Broda, Melconian y Espert, del que se nutre Mauricio Macri.

El divorcio entre el hecho y la palabra, ha dicho Hernández Arregui, es “la verdadera manifestación del neoliberalismo en la Argentina”. Y define a Mauricio Macri.