En tiempos de balances de la era kirchnerista, el Congreso funciona como el mejor termómetro de los vaivenes políticos que atravesó el Gobierno en sus 12 años de gestión. En la línea de tiempo K, el Parlamento tuvo picos de actividad, vivió períodos amesetados y caídas bruscas. Fue protagonista en muchos casos, y pasado por alto en otros. Supo permanecer dormido y trabajar a ritmo acelerado. Más de una vez, contrarreloj.

A lo largo del ciclo que culminará el próximo 10 de diciembre, el Gobierno manejó los tiempos del Congreso según las circunstancias políticas. Cuando los números no ayudaban, el ritmo parlamentario se desaceleró de manera notoria. Y, cada vez que tuvo la mayoría, el oficialismo no pestañeó en su afán de sacar todas las leyes necesarias para garantizar la gobernabilidad.

Semanario Parlamentario hizo un relevamiento sobre la cantidad de sesiones en ambas cámaras durante el primer semestre de cada año, de 2003 a 2015. El conteo abarcó los meses de enero a julio, momento del receso, e incluyó las sesiones ordinarias, las extraordinarias que tuvieron lugar en febrero, las informativas y las especiales.

La primera mitad del año 2006 fue, por lejos, la más activa en el Palacio Legislativo, con un total de 35 sesiones (18 en la Cámara de Diputados y 17 en el Senado). Como contracara, el primer semestre más apagado fue el de 2009, con apenas 8 sesiones en total, de las cuales 3 fueron en Diputados y otras 5, en la Cámara alta.

Con apenas echar un vistazo, es fácil advertir la diferencia abismal que hay entre ambas cámaras. El Senado supo ser mucho más dinámico en la etapa kirchnerista, donde a las sesiones hay que sumar los tribunales de enjuiciamiento. En cambio, Diputados adoptó en general un andar más pausado, con debates que se repartían en varios días, pero que en rigor formaban parte de la misma sesión.

El conflicto con el campo, la derrota en las elecciones legislativas de 2009 y el renacimiento en 2011 fueron sólo algunos de los acontecimientos que marcaron al kirchnerismo y repercutieron en el trabajo en los recintos, tanto a favor como en contra.

Los números año a año

Néstor Kirchner asumió el 25 de mayo de 2003, única vez durante esta etapa democrática en la que sólo se votó para presidente. Por entonces las legislativas nacionales no se hacían de manera unificada, sino conjuntamente con las elecciones de gobernadores, a lo largo de todo el año. De hecho, hubo comicios legislativos repartidos entre los meses de abril, agosto, septiembre, octubre y noviembre. Con tantos turnos electorales a la vista, era lógico que la actividad legislativa no acaparara la atención, y apenas hubo 19 sesiones en el primer semestre del año. El Senado aventajó fuerte a la Cámara de Diputados, con 15 sesiones contra 4. El kirchnerismo, que entonces era sólo Partido Justicialista, se manejaba con los diputados y senadores heredados del duhaldismo. El mayor hito de 2003, y uno de los más relevantes de la gestión K, fue la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que llegó comenzando la segunda parte del año.

En 2004, el Congreso sesionó 10 veces más que el año anterior (13 en Diputados y 16 en el Senado), con debates de alto tenor como el de las “leyes Blumberg” y la derogación de lo que se consideró como la “Ley Banelco”. Con amplia mayoría y el aval del PJ y la UCR, el Parlamento derogó la norma impulsada por el Gobierno del entonces presidente Fernando de la Rúa, ligado al pago de coimas en el Senado. Poco tiempo después, entre abril y agosto, el Parlamento sancionó las polémicas modificaciones a los códigos Penal y Procesal Penal, por las cuales se endurecieron penas y el régimen de libertad condicional, se amplió la competencia de la Justicia Federal y se reglamentaron los servicios de comunicaciones móviles.

Al año siguiente llegó un nuevo turno electoral, y con él las fracasadas negociaciones que terminaron en la ruptura entre el duhaldismo y el kirchnerismo. La pelea entre ambos sectores fue evolucionando con gestos y medidas, ante la perplejidad de propios y extraños, hasta desencadenarse abiertamente en lo que el ya por entonces vocero ultrakirchnerista Carlos Kunkel definiría como “la madre de todas las batallas”. Así fue como el duhaldismo terminó postulando a Hilda “Chiche” Duhalde y a José María Díaz Bancalari para el Senado, mientras que el Frente para la Victoria apostó a la primera dama, Cristina Fernández, y a José Pampuro, el hombre que dos años y medio antes había convencido a Duhalde de postular a Néstor Kirchner para sucederlo.

¿Qué pasaba mientras tanto en el Congreso? Se registraba una elevada cantidad de sesiones: 31, casi la marca más alta. Fueron 9 en Diputados y 22 en el Senado, que batió el récord de la era K en ese primer semestre. Cabe recordar que en ese entonces el recinto de la Cámara alta fue escenario del juicio político al exintegrante de la Corte Suprema de Justicia Antonio Boggiano, el último en irse del viejo Máximo Tribunal. Ese año el debate protagónico fue el de la reforma del Consejo de la Magistratura, que sería ley en 2006. La ley impulsada por la entonces senadora Cristina Kirchner redujo de veinte a trece el número de consejeros y otorgó mayoría de siete miembros a los representantes políticos -seis legisladores y un representante del PEN-.

Las elecciones de 2005 se hicieron de manera unificada, el 23 de octubre. El kirchnerismo, que compitió entonces como Frente para la Victoria, terminó venciendo al duhaldismo en la provincia de Buenos Aires por un 43,04% contra 15,17%. Consiguió entonces 18 diputados sobre 35, mientras que el duhaldismo logró 6. El resto se distribuyó entre la oposición propiamente dicha.

Con este nuevo escenario, el kirchnerismo se aseguraba una bancada propia de casi 110 diputados y sumando los “transversales” reunía 122 legisladores -7 menos del quórum-, con lo cual, con el respaldo de algunos radicales que respondían a los gobernadores de la UCR, no necesitaban acuerdos con el duhaldismo para aprobar leyes clave. Representantes de esa fuerza no tardaron en pasarse en masa al kirchnerismo, que designó como presidente del bloque al santafesino Agustín Rossi, rompiendo la tradición de que quien ocupara ese cargo fuera un legislador con cierta antigüedad.

Como no podía ser de otra manera, la prosperidad numérica aceleró el ritmo parlamentario y 2006 se convirtió en el año con más sesiones en el primer semestre. De un total de 35, 18 se celebraron en la Cámara de Diputados y 17 en el Senado. El debate más relevante de ese período fue sin dudas el tema de los famosos “Superpoderes”. El oficialismo se alzó con la Ley 26.124 que habilitó al jefe de Gabinete a administrar el Presupuesto sin la necesidad del aval parlamentario, lo que redujo la competencia del Poder Legislativo. El objetivo esgrimido era el de “garantizar la gobernabilidad y aumentar la capacidad de respuesta del Estado frente a una crisis”.

El año 2007 hubo una baja notoria en la cantidad de sesiones en ambas cámaras, con 13 en Diputados y sólo 8 en el Senado (un total de 21). El turno electoral se abalanzó sobre el Parlamento, donde no hubo debates relevantes, al menos en la primera mitad de ese año.

“Quórum propio holgado”, fue la frase para definir la situación que se le quedaba servida al oficialismo a partir de ese 10 de diciembre, y con la que contaría la flamante presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su Gobierno. Amén de contar también con el respaldo de 19 de los 24 gobernadores, el Frente para la Victoria podía gozar a partir de la renovación parlamentaria de una Cámara baja con un interbloque que reunía más de 145 legisladores. En el Senado, quedó a tres bancas de tener los dos tercios: consiguió en esas elecciones 16 de las 24 bancas que se renovaron, con lo que tenía un mínimo de 45 escaños.

Pero rápidamente sobrevino la guerra con el campo, que tuvo secuelas fuertes en ambas cámaras. El oficialismo comenzó a perder diputados y los transversales se le fueron casi todos, comenzando por el vicepresidente Julio César Cleto Cobos. La historia es conocida: a cuatro meses de asumir la presidencia, Cristina dictó la famosa resolución 125, que dispuso un régimen de retenciones móviles para la soja, el trigo y el maíz, y que desató un durísimo conflicto con las entidades agropecuarias, marcando un antes y después en la historia kirchnerista. Ante el fracaso de las negociaciones y los fallos judiciales que declararon inconstitucional la medida -por tratarse de una facultad delegada-, el Gobierno envió un proyecto al Congreso con la intención de legitimar la resolución. La iniciativa logró ser aprobada por Diputados pero fracasó en el Senado con el voto “no positivo” de Cobos.

El primer semestre de 2008, el Congreso realizó apenas una sesión menos que el año anterior: fueron 20, entre 12 del Senado y 8 de Diputados. La segunda mitad del año llegarían tres de las leyes insignia del kirchnerismo: la estatización de Aerolíneas Argentinas, la de las AFJP, y la Ley de Movilidad Jubilatoria.

El kirchnerismo decidió entonces adelantar las elecciones de 2009 al 28 de junio, usando como argumento la crisis internacional. El resultado de esas elecciones en las que participaron Néstor Kirchner y testimoniales como Daniel Scioli y Sergio Massa, arrojó una derrota del oficialismo, que entonces decidió imprimirle a la segunda mitad del año una vertiginosidad legislativa que contrastó con el primer semestre, marcado por el clima electoral. En este período, el menos productivo de estos 12 años de gobierno, hubo sólo 8 sesiones (5 en el Senado y apenas 3 en Diputados). Tras el receso de invierno, el kirchnerismo envió al Parlamento todas las normas que necesitaba aprobar, como la Ley de Medios, en medio de la guerra con el Grupo Clarín, y la de Reforma Política, que instaló las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). También consiguió sancionar de cara a 2010 la reapertura del canje de deuda, habilitando la suspensión temporaria de la Ley Cerrojo. El oficialismo logró alzarse con estos trofeos antes de quedarse sin mayoría en diciembre.

En Diputados, el bloque oficialista quedó reducido a 97 miembros, mientras que en el Senado perdió el quórum propio, ya que sólo triunfó en 3 provincias de las 8 que renovaban bancas. Así, el bloque oficialista que lidera el rionegrino Miguel Ángel Pichetto perdió cuatro miembros, de los doce que puso en juego en estas elecciones legislativas, que marcaron una histórica derrota para el matrimonio K.

En este contexto, 2010 fue un año sin demasiadas sesiones, pero con recordados debates. De enero a julio hubo 20 encuentros del pleno, 10 en cada cámara. A mitad de año, el Congreso aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario, para habilitar la unión entre personas del mismo sexo. Fue tras una ardua discusión tanto dentro como fuera del Palacio Legislativo, y se trató de la única ley que votó Néstor Kirchner como diputado. Meses después llegó la ley del 82% móvil para los jubilados, impulsada por la oposición y luego vetada por la presidenta. El año culminó con la polémica por el Presupuesto 2011, el único que no vio la luz por ley del Congreso. Las negociaciones no prosperaron por falta de acuerdo entre un kirchnerismo que era minoría y una oposición esquiva nucleada para ese entonces en el “Grupo A”. El Gobierno prorrogó por decreto el texto del año anterior, pero la disputa quedó grabada.

En 2011 el Parlamento se mantuvo en su letargo con 12 sesiones, entre 4 de Diputados y 8 del Senado. Todo cambió después de las elecciones de ese año, donde el famoso 54% de los votos dejó a la presidenta más que fortalecida, con amplia mayoría en ambas cámaras. Esa victoria resonante hizo que bloque del FpV llegara a 115 miembros en la Cámara baja, y alrededor de 22 diputados aliados. El Senado, en tanto, quedó con un bloque oficialista de 32 miembros, más 6 aliados permanentes y uno ocasional. Números más que favorables para un bloque de legisladores que no dudó en levantar la mano toda vez que el Poder Ejecutivo envió un proyecto de ley. De hecho, ese fue el origen del mote de “escribanía” que se ganó el Parlamento por parte de la oposición, impotente al no poder avanzar con ningún proyecto propio. La mayoría K se impuso como una muralla y una vez que se renovó la representación parlamentaria, el Poder Ejecutivo impulsó dos jugosos proyectos: la Ley “antiterrorista” y la declaración de “interés público” para la producción, distribución y comercialización de papel para diarios, monopolizada por Papel Prensa.

Al año siguiente, el Congreso marchó a paso firme y elevó la cantidad de sesiones del primer semestre a 20 (nuevamente 10 en cada cámara). El kirchnerismo impuso su ritmo y consiguió sancionar otra de las banderas de este Gobierno, como lo fue la expropiación de YPF. Sin dudas, la ley impulsada por el Poder Ejecutivo que dispuso la reestatización del 51% de las acciones de Repsol en la petrolera quedará en la memoria colectiva como uno de los grandes logros del kirchnerismo. La iniciativa fue sancionada con amplio apoyo de la oposición en el marco de una jornada histórica que tuvo lugar entre el 2 y 3 de mayo en el recinto de la Cámara de Diputados. Ya para la segunda mitad del año, el Congreso se abocó al debate por el voto joven, optativo a partir de los 16. En la Cámara baja, la sesión terminó con un fuerte escándalo que puso en riesgo la votación, protagonizado por el camporista Andrés “Cuervo” Larroque. Otras de las leyes de particular interés para el Gobierno fue entonces la expropiación de la ex Ciccone Calcográfica, en medio del escándalo que aún hoy salpica al vicepresidente Amado Boudou.

Llegó 2013 y el kirchnerismo volvió a perder las elecciones legislativas. Le quedó una bancada de diputados de 118 integrantes, con 14 aliados más o menos permanentes. El Senado, en tanto, terminó con un bloque K de 32 miembros, más 8 aliados.

El Congreso sesionó entonces 18 veces en la primera mitad del año, con 6 debates en Diputados y 12 en el Senado. El año parlamentario arrancó temprano, con la sanción del cuestionado memorándum de entendimiento con Irán por la causa AMIA, que el kirchnerismo se aseguró antes de los comicios. Pero el objetivo más codiciado de la presidenta, a partir de fallos adversos al Gobierno, era la mentada reforma judicial, el debate que marcó el año. Fueron 6 leyes para “democratizar” el Poder Judicial. La principal, para la elección popular de los integrantes del Consejo de la Magistratura, fue declarada inconstitucional, lo que significó una dura derrota para el kirchnerismo.

Ya en 2014, con una mayoría más ajustada, el Frente para la Victoria mantuvo al Congreso trabajando con 16 sesiones, de las cuales 10 fueron en el Senado y 6, en Diputados, siempre contando hasta el mes de julio. El Poder Ejecutivo volvió a inundar el Congreso de proyectos y el Frente para la Victoria se guardó para la segunda mitad del año el plato fuerte: la sanción del nuevo Código Civil y Comercial, que comenzó a regir hace apenas una semana. Las reformas son relevantes para la vida cotidiana de los argentinos y tienen que ver con la agilización de los trámites de divorcio y adopción y la creación de sociedades unipersonales, entre otras cosas. El debate recorrió el país con audiencias públicas, aunque se estancó en el Congreso a partir de la asunción del papa Francisco. Otras de las leyes sancionadas en 2014 fueron la Ley de Pago Soberano, el paquete destinado a los consumidores (que incluyó la reforma a la Ley de Abastecimiento), la Ley Argentina Digital y el pago a la española Repsol por la expropiación del 51% de las acciones de YPF en 2012.

Una vez luego llegó 2015, el último año del período cristinista, con una de las marcas más bajas en materia de sesiones. En un año electoral donde el oficialismo se juega la permanencia del modelo, la cantidad de debates parlamentarios no fue la más elevada, pero la relevancia política de los temas tratados hizo que todas las miradas se posaran en el Congreso. Hasta ahora fueron 5 las sesiones en la Cámara de Diputados y 6 en el Senado, es decir, un total de 11. Tal como señaló Parlamentario en su edición anterior, el bloque kirchnerista priorizó proyectos sobre justicia, como las leyes para implementar la reforma del Código Procesal Penal, entre ellas la polémica Ley de Subrogancias. La muerte del fiscal Alberto Nisman, que convulsionó al país, desencadenó un llamado a sesiones extraordinarias en febrero para debatir las reformas en el área de Inteligencia del Estado. Luego se coló en el Parlamento la situación del longevo juez de la Corte Suprema de Justicia Carlos Fayt, y la vacante producida en el Máximo Tribunal a raíz de la partida del juez Eugenio Zaffaroni. El pliego de quien fuera propuesto como su sucesor, Roberto Carlés, no prosperó en el Senado. Pero no todo fueron debates que enfrentaron a oficialismo y oposición. Las leyes más importantes, como la estatización de los ferrocarriles y la movilidad de las asignaciones familiares, salieron con acuerdo de casi todos los bloques políticos.

Imaginar el escenario político del año próximo despierta una serie de preguntas, en un Congreso donde difícilmente un partido político tenga la mayoría. ¿Volverá a quedar paralizado el Parlamento, tal como sucedió durante la vigencia del Grupo A? ¿Será el ámbito por donde pasen todas las decisiones de Gobierno? ¿Seguirán primando los proyectos del Poder Ejecutivo? Sea como fuere, el Congreso en épocas del kirchnerismo quedará registrado como un nuevo capítulo en la historia política argentina.

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A la espera de Aníbal

Durante el primer semestre de 2014, el entonces jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, acudió 4 veces al Congreso (2 a Diputados y 2 al Senado). De hecho, fue el ministro coordinador que más veces asistió al Parlamento para dar su informe de gestión de manera periódica, según lo que manda la Constitución Nacional. Como contracara, Aníbal Fernández, quien ahora ocupa el cargo, no concurrió a ninguna de las dos cámaras en lo que va de 2015.

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Según pasan los días

La cantidad de sesiones no es el único indicador para demostrar el ritmo que el kirchnerismo le impuso al Congreso, sobre todo en el último tiempo. Un detallado informe de la Fundación Directorio Legislativo contabilizó la cantidad de días que tarda un proyecto hasta convertirse en ley de acuerdo a su procedencia.

El conteo se realizó sobre el primer semestre de este año y las conclusiones a las que se arribó fueron:

– Los proyectos del Poder Ejecutivo se sancionaron en prácticamente la mitad del tiempo que las iniciativas elaboradas por legisladores: 234 contra 443 días.

– Entre las propuestas realizadas por diputados y senadores, las del oficialismo fueron las que más rápido se convirtieron en ley. En promedio, un expediente presentado por el Frente para la Victoria o bloques aliados demoró casi un año en ser sancionado (345 días).

– Los proyectos que más tardaron en aprobarse fueron aquellos en los que legisladores oficialistas y opositores unificaron propuestas presentadas por espacios de distinto color: demoraron casi el doble (1.136 días) que las elaboradas por diputados y senadores opositores (566 días).