Festejaron todos. Al fin y al cabo nada es definitivo y de cara a lo que viene, lo primero es cuidar las formas, atendiendo a que hoy mismo se pone en marcha la campaña electoral para octubre. “Ahora viene el bueno”, señalaba ayer un dirigente opositor. Verdad a medias, pues minimiza el resultado de las PASO tiene una incidencia plena sobre la elección definitiva.

Festejaron todos, pero no fueron los mismos festejos. No fue el mismo el del kirchnerismo, que se ocupó de marcar territorio de entrada, cuando con bastante anticipación se ocupó de instalar la sensación de una amplia victoria de Daniel Scioli en estas PASO. Deliberadamente instalaron un número superior a los 10 puntos -12-, con la intención de establecer una distancia que ponga a su candidato a tiro de ganar en primera vuelta, la obsesión del oficialismo.

Pero festejaron también en Cambiemos. Para cuidar las formas, como hemos dicho. Porque les correspondía por haber salido segundos. Y porque al día de hoy son los que más chances tienen de aguar la celebración del Frente para la Victoria en octubre.

Y festejaron en el massismo. Tenían motivo, pues si bien hace exactamente un año confiaban estar a esta altura preparándose para gobernar la Argentina, hoy tienen expectativas más moderadas y se conforman con certificar que no están fuera de carrera, como se había diagnosticado cuando se produjo el éxodo de dirigentes en el Frente Renovador. Palpitaban los días previos a estas PASO la posibilidad de hacer una muy buena elección bonaerense y la realidad les dio la razón. Al cabo, el porcentaje alcanzado los mantiene en el podio, como una fuerza competitiva y eso fue lo que celebraron.

Así como el kirchnerismo trató de imponer la sensación de victoria arrolladora, el massismo buscó hacer lo propio con “el final de la polarización”. La realidad se verá al cabo de lo que fue sin dudas el escrutinio más lento de la historia democrática desde 1983.

El gobierno había buscado curarse en salud advirtiendo sobre las demoras que tendría el conteo de votos, por la gran cantidad de listas que competían, y por el agregado de dos nuevos rubros, como son los correspondientes a parlamentarios del Mercosur. Como excusa resultó curiosa, ya que el problema de la cantidad de listas en competencia se daba solo en algunos distritos, pero la demora fue general. En la ciudad de Buenos Aires, donde ya se votó en tres oportunidades en lo que va del año, pasada la medianoche no se había llegado a escrutar siquiera el 40%. Se dirá que allí se había aplicado el sistema de boleta electrónica, pero eso fue en las dos últimas elecciones; en la primera -las primarias porteñas-, el conteo también fue largo, pero nunca tan lento como estas PASO nacionales.

De hecho, pasadas seis horas y media del cierre de los comicios, el escrutinio nacional no había llegado al 25%. Si tanto engorro implicaba agregar dos rubros más a la elección, como es la del Parlasur, debería haberse pensado en hacer una elección exclusiva para esos cargos. De hecho, el Mercosur acordó que en el futuro la elección de esos mercodiputados se haga simultáneamente en todos los países miembros.

Pero esa es otra cuestión para el futuro. El presente tiene relación directa con los guarismos de esta elección. Si las PASO prácticamente no implicaban competencia interna alguna entre las fuerzas participantes -en todos los casos a nivel presidencial los ganadores eran previsibles-, el eje central pasaba por verificar los porcentajes que cada sector obtendría. Y a la hora de los mensajes, cada uno de los principales candidatos lo ignoraba a ciencia cierta.

Salvo Daniel Scioli, que insistió en los 12 puntos de ventaja que esgrimió desde temprano el kirchnerismo, ni Macri, ni Massa, hicieron referencia a porcentajes. El líder del PRO trató de enmendar en su mensaje el discurso fallido de la noche del balotaje. Y sobre todo, se dedicó a realzar el papel de sus competidores. Tiene sentido: más allá del purismo del PRO en el que tanto se hizo hincapié durante la campaña, hoy necesita como nunca cada punto que fue a manos de sus aliados Ernesto Sanz y Elisa Carrió, que Margarita Stolbizer espera con los brazos abiertos.

Massa, por su parte, reiteró parte del discurso que enarboló durante su campaña, ensalzó al aliado al que acababa de vencer en la interna -José Manuel de la Sota, cuyo discurso difundido por TV “pisó” con su propio mensaje-, le dio un espacio protagónico a Felipe Solá -que mucho favor le hizo durante la campaña y al que apuesta para octubre-, y mandó un mensaje al resto de la oposición, ya no para armar una estrategia conjunta para enfrentar al kirchnerismo, sino para debatir, con el objeto de recuperar en ese marco el espacio que necesita para darle el zarpazo a Macri y arrebatarle el segundo lugar. No le será sencillo.

Daniel Scioli, por su parte, habló bien tarde, pasada la medianoche, sin salirse de su libreto. Insistió con su discurso y se refirió a sus rivales como “circunstanciales adversarios”. Tomará el porcentaje obtenido este domingo como el piso para octubre. Y para entonces le apuntará en principio al voto peronista que pueda obtener entre los que votaron a De la Sota, los de Rodríguez Saá, y sobre todo los que apostaron a Massa.

Párrafo aparte merece la interna bonaerense, tal vez la más interesante de estas PASO, que se definía voto a voto, si bien de entrada se hablaba de una notoria diferencia a favor de Aníbal Fernández.

El triunfo del jefe de Gabinete era uno de los datos más celebrados por la oposición, que especula con el lastre que Aníbal Fernández, su imagen negativa y la denuncia mediática con la que carga desde hace una semana, puedan generarle al candidato presidencial.