Muchas veces tendemos a pensar que la democracia tiene que ver con ir de vez en cuando a elegir a nuestros representantes, que con ir a votar cumplimos con nuestro “deber cívico”. Si así fuera, con la multiplicación de elecciones que ha surgido luego de la reforma política, con algunas jurisdicciones donde los ciudadanos habrán ido a votar hasta 5 veces (cuando antes era sólo una); podríamos afirmar que estamos más democráticos que nunca, que hemos evolucionado.

Sin embargo esa mirada, que tiene sus adeptos, es muy superficial. Tal es así que los niveles de apatía y no participación del proceso electoral siguen siendo muy altos. Eso debería hacernos pensar que algo anda mal.

Tan importante como ir a votar, es saber a quiénes estamos votando, y por qué.

Estoy convencida de que la introducción de los debates electorales, en consonancia con lo que sucede en buena parte del mundo –incluso en América Latina- sería una gran contribución a la calidad de nuestra democracia y de nuestras instituciones.

Eso es aún más necesario en nuestro tiempo de gran primacía del marketing político y de la imagen, que con tanta genialidad Giovanni Sartori define como “viodeopolítica”. En su libro “Homo Videns: La sociedad teledirigida” afirma que el homo sapiens, un ser caracterizado por la reflexión, por su capacidad para generar abstracciones, se está convirtiendo en un homo videns, una criatura que se guía por la imagen. Pasamos de la primacía de la palabra y la razón, a la primacía de la imagen y la emotividad.

Es por eso que hoy pareciera importar más la imagen de los candidatos (real o creada por medio del marketing), que sus propuestas, su trayectoria y su historia de gestión.

Este fenómeno no es ajeno al poder de los medios masivos, que como bien sabemos son empresas que tienen sus propios intereses, y que por lo tanto forjan una alianza con aquellos candidatos que responden a ellos, o que les proveen las millonarias cifras necesarias que la publicidad y el marketing demandan. En estas últimas elecciones el resultado ha sido la instalación de sólo tres candidatos y la cuasi polarización de la elección. La teoría de la Agenda Setting de McCombs y Shaw, que podría resumirse en la capacidad que tienen los medios de comunicación de dar mayor relevancia a ciertos temas que a otros y de influir en la percepción de su audiencia, ayuda mucho a comprender éste fenómeno y debería servirnos de alerta. Según estos teóricos, “Los medios no nos dicen qué pensar, sino EN QUE pensar”. Podemos comprobar que previo a las PASO los medios del “círculo rojo” tal vez trataran –en aras de la credibilidad- de disimular sus simpatías, pero fue evidente que hablaban mayoritariamente de sólo tres candidatos y relegaban a la mayoría casi a las notas de pié de página.

Ante éste fenómeno, la introducción de los debates sería una forma muy apropiada de aprovechar y potenciar la mediatización en la que hoy vivimos en pos de la calidad de nuestra democracia. Sería una oportunidad para valerse del poder de los medios para transmitir no sólo imagen y emotividad (de los candidatos que pueden pagarla), sino también reflexión y propuestas; y de todos los candidatos, en condiciones de igualdad.

No debemos olvidarnos de dónde y cómo nació la democracia, para descubrir parte de su esencia: hace casi dos mil quinientos años en la Grecia clásica, en la plaza pública, mediante el debate y reflexión de ideas y propuestas que tenían por objeto mostrar el mejor curso de acción para el bien común.

Quizá otra de las razones más importantes para realizar estos debates es la percepción generalizada de que en esta campaña no se mostraron propuestas y cursos de acción para resolver los principales problemas de la gente: las imágenes de “continuidad” y “cambio” repetidas hasta el hartazgo, lejos están de ser suficientes para que la ciudadanía pueda elegir la opción que prefiere.

Espero que el debate programado para el 4 de octubre próximo sea la ocasión para utilizar los aspectos positivos de la mediatización, dotándola de debate, contenido, propuestas y despierte en el electorado un renovado interés de utilizar las urnas como la expresión de sus convicciones, intereses y sueños por una Argentina mejor.