Los gravísimos hechos ocurridos recientemente Jujuy y Tucumán nos obligan a reflexionar y a no dejarlos pasar por alto. No podemos hacer como que en nuestro país nada pasa, no podemos negar la muerte y la violencia que enlutan y ensucian una vez más a un proceso eleccionario, la muerte enluta y ensucia una vez más a la democracia de nuestro país.

No podemos permitirnos volver a tener un país donde los muertos tienen más vida que los vivos, un país en descomposición donde vemos a diario como se rompe el tejido social, donde vemos perplejos la dominación por parte de los narcotraficantes en las distintas “zonas liberadas” de las provincias; un país donde algunos gobiernos provinciales no son parte de la solución a los problemas, sino parte del problema. Gobiernos que confunden y confundieron lo público y lo privado y ahora le suman a la corrupción política la impunidad ante las irregularidades en un acto eleccionario bañado de violencia. Por eso el nuevo desafío a pasar en las próximas elecciones es la legalidad del acto eleccionario.

Se ha producido en el pueblo, en especial el tucumano, una saturación emocional de indignación que ha generado nuevamente el descreimiento de la gente. Tucumán despertó a gritos desesperados al ver como ardían las urnas conteniendo sus voluntades. Los que siguen dormidos y en un mundo de relatos de fantasía, equivocados en el uso del poder, son los gobernantes, los candidatos que siguen dando como respuesta única al descontento del pueblo, la represión descontrolada y el deslindar responsabilidades atribuyéndoselas unos a otros.

Esto sucede además en una provincia donde la riqueza (que algunos poderosos ostentan casi con orgullo) contrasta con la pobreza extrema y me atrevería a decir endémica de la mayoría del pueblo, que quiere una real democracia.

Espero que este camino se enderece de cara a Octubre, que no sigamos rifando la democracia que tanto nos costó conseguir, que la educación nos salve como país.

De momento me quedo con la imagen de la gente noble saliendo a las calles, en paz pero también en disidencia, no queriendo vivir más en un territorio bipolar donde todos son culpables y nadie a la vez.

Para finalizar hago un llamado a los movimientos sociales de la comunidad internacional y a los demócratas del mundo, para que pongan todos los ojos y enciendan las alarmas hacia el proceso electoral argentino, en los casos donde se quiera seguir avanzando con planes de desestabilización y manipulación de los procesos electorales provinciales y nacionales.

No tengamos miedo: que las urnas hablen, que digan la verdad al pueblo.