Por José Bielicki. Se cumplieron el fin de semana 85 años del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen.
Podríamos señalar que hay una fecha para el comienzo de la decadencia de la democracia argentina. No es generalmente fácil determinar el momento exacto de los cataclismos políticos y en especial de la magnitud de lo que se desencadenó ese día fatídico del 6 de septiembre de 1930.
Pero en este caso la caída del gobierno de Hipolito Yrigoyen sí determina el claro comienzo de la depredadora acción del fascismo criollo, encarnado en una camarilla militar liderada por el General José Félix Uriburu.
La mezcla de los intereses económicos externos, las oligarquías nacionales y el pensamiento totalitario de los militares de la época, marcaron a fuego cómo se destruyo el magnífico proceso, claramente nacional, popular y progresista iniciado en 1916.
La obra activa y reparadora del tercer gobierno radical, que afectó los intereses señalados, nos puso en la difícil situación en que después de 85 años no hemos podido cambiar el rumbo y consolidar una democracia, segura, racional, con división de poderes y justicia social real. En cambio, hoy vivimos en una realidad autoritaria, corrupta, fraudulenta, anticonstitucional e invasora de los otros poderes.
