Acerca de las declaraciones de Moreno, comparando al actual gobierno con una dictadura que arrojó cuerpos desde los vuelos de la muerte, no hay nada que agregar; lo dicho por el ex funcionario, carece de cualquier sustento. No vale el tiempo de nadie razonarlo siquiera.

La economía, y nos preocupa, está tan estacionada como en 2015, acaso más, con una importante caída de demanda de consumo, y sobre todo en la clase media. Continúan los subsidios sociales, uno NO se animaría a reducirlos. Este gobierno los ha incrementado y extendido.

Según consultoras prestigiosas, el gobierno continúa con una alta aceptación. Pero la paciencia es un elemento cortoplacista, y al gobierno, se observa, le falta “seguridad futura”. Sobre todo dentro del mismo Cambiemos, ya que viven incomunicados entre ellos, y comunican hacia la sociedad, vertical y horizontalmente peor.

Las tarifas han pasado a ser un contundente elemento de manejo desprolijo, y como si fuera poco, hasta pecan de insolidarias. Hogares, Pymes, Clubes, los bolsillos en definitiva. Se trata de un gradualismo que debió ser sobre todo lo que expresa, gradual, cosa que no ocurrió. Aranguren ha demostrado ser un buen empresario para la necesidad de otras etapas, cuando tuvo el valor de decir lo que pocos decían. Pero hoy aparece como un funcionario frío, incapaz de comprender realidades evidentes. Esa es la mirada que lo cubre sin llegar a cuestionarlo demasiado, una mirada lánguida que proviene no solo de sectores precarizados a los que se subsidió con algo más, sino de la clase media, donde precisamente descansa aun, la confianza en el gobierno.

Cuando un ministro sale a decir de otro “es un buen funcionario”, las dudas se apilan. Mejor no aclarar.

Hubo medidas acertadas que debieron tomarse, incluido el blanqueo de capitales, independientemente del cómo y de quienes. Pero hasta que los dólares ingresen, y habrá un respiro por la liquidación en breve del sector agropecuario con la suba de comodities, como la soja, la inflación, desacelerada, pero inflación al fin, sigue siendo lo más preocupante en todos. La espera de inversiones ensancha lo temporal, y una vez que ingresen, muchos sabemos que el derrame sin políticas de estado, es cuestionable y dudoso. De allí, que el túnel de Gabriela Michetti, fue toda una metáfora de absoluto sincericidio, se trata de un futuro poco asegurado para el mismo gobierno a este tranco y en el corto plazo. Falta gas, importamos de cada vecino, no llegan dólares que además bajan por una necesaria competitividad, y sobran pesos, que no valen nada.

Para la renovación de las bancas del congreso a nivel nacional y provincial redefiniendo diputados y senadores, la mitad de diputados para el período 2017/2021, y 24 senadores para el período 2017-2023, no falta tanto. Antes aún habrá elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, y uno augura que se pueda votar en las internas de un solo partido, sin tener que mezclar el voto con otros partidos. No falta mucho, están a la vuelta de la esquina, consigamos o no la boleta electrónica y la necesaria Reforma Electoral.

Y me preocupa que el gobierno tenga una excesiva tranquilidad acerca de temas que la sociedad no tiene.

Hay gestión, sin dudas, faltan logros. Y los aciertos económicos, no aparecen. Estamos atentos a la llegada de la inversión, como un amigo que va perdiendo cada vuelo.

Para fines de 2017, el gobierno sin posibilidades desde ahora de obtener mayoría se encontrará con otro dilema, evitar que la oposición le gobierne desde el Congreso.

Y estamos en ese momento en que gremios y sindicatos, por la base cortan rutas y calles, y por lo alto, se interesan en cargos que hace un tiempo no imaginábamos. Y jueces que necesariamente tienen que intervenir en tema Tarifas con respaldos municipales, es decir, político. Se han privilegiado hogares, y está bien, pero con empresas paradas nadie gana. Como decirlo, estamos ante un momento de absoluta desprolijidad gubernamental.