El disconformismo entre nosotros es casi total. Diría que hasta la demasía. No se trata de adscribir a una u otra bandería política. A todos nos une la sensación de que imperiosamente debemos producir cambios, pero no de cualquier naturaleza, sino transformadores. Paradójicamente, cualquier intento de introducir reformas suscita formidable resistencia, comenzando por quienes enarbolan las consignas supuestamente más progresistas. No quiero ni debo exagerar, pero podría sostenerse una incongruente ecuación: a más declamación progresista, más obstrucción a los cambios.

Hay que terminar con la impunidad, la matriz de la sistémica corrupción que nos saqueó desde hace añares, agudizada en los últimos doce años y medio. Pues, las leyes del arrepentido, de extinción de dominio y de imprescriptibilidad de los delitos de esa abyecta tipificación están trabadas en el Senado. Volteretas para eludir su sanción.

Debemos inhumar a la papeleta electoral de cada partido, tan propensa a su fraudulento hurto, al voto cadena y otras irregularidades. Tan costosa, tan anacrónica, pero no obstante emergen voces que quieren posponer el voto electrónico para…las calendas griegas. Ni siquiera aceptan la boleta papel única como tienen Santa Fe y Córdoba. La oposición a este cambio la encabezan los ‘progresistas’ que pretenden que sigamos sufragando como en 1912.

Tenemos que reorganizar el Servicio de Inteligencia que ha devenido en una red cloacal, carísimo y absolutamente inútil o, peor, nocivo. Sin embargo, no atinamos a crear una eficiente y modélica Agencia de Investigaciones Criminales, disociada de la Inteligencia. A pesar de las notorias inepcias de la ex SIDE, ahora AFI, al votarse en el Senado la anuencia para los nombramientos de sus dos jefes inexpertos hubo virtualmente consenso total, incluida la sorprendente abstención del Frente para la Victoria. En este caso abstenerse es convalidar.

Es menester reformar el sistema educativo, el universitario, el tributario, el de salud, el judicial, el de los planes asistenciales, el económico – que pide a gritos trabajo de calidad, más productividad, mejor logística, incentivos a inversiones de riesgo. El país padece de un centralismo patológico, pero es mínimo lo que se hace para modificarlo. Las adicciones ganan terreno y sufrimos de un millón y medio de jóvenes ni-ni, ni trabajan ni estudian ¿Promoción del empleo joven? No porque podría conspirar contra conquistas laborales ¿Es una ‘conquista’ no tener empleo…? Cualquier pretensión de empezar a reformar choca frontalmente con los intereses creados. A la hora de cambiar casi todos los protagonistas sectoriales se sacan el antifaz y exhiben su rostro conservatista. Añoran más de lo que se ilusionan. Ojos en la nuca, siempre mirando al pasado. El futuro parece además de lejano, ajeno.

Todos estamos contestes en que la seguridad de las personas y sus bienes requiere una gran Política de Estado y grandes cambios. Más allá de unas cámaras adicionales, nuevos patrulleros o modificaciones cosméticas, el sistema sigue brindándonos algo horrible: estamos todos con el Jesús en la boca, rogando que no nos toque sufrir un acto criminal. ¿Cambios a fondo? ¡Para nada! Ni siquiera existe un plan y objetivos.

Sabemos que necesitamos planeamiento estratégico para superar esa tendencia enfermiza a vivir al día realizando parches y ‘soluciones’ de corto alcance y baja mira ¿Sabe alguien quién se está encargando de esos planes de largo aliento?

Se anunció el Plan Belgrano Norte para pagar la deuda histórica con el norte fundador de la Patria ¿Se avanzó acaso con la canalización del Bermejo? ¿Ya están marchando las represas en el río Tarija para proveer energía limpia al Norte y a Bolivia? ¿Barranqueras opera a pleno? ¿El FFCC Belgrano Cargas circula por buenas vías llevando mercancías a los puertos en un sistema multimodal de transporte? Apenas se completa un acueducto chaqueño que espera su ejecución hace treinta años ¿El gasoducto? Mejor ni mentarlo.

Volvemos – y bien – nuestros ojos al Pacífico, pero ¿cómo está nuestro MERCOSUR? ¿Está en ejecución el túnel de Las Leñas? ¿Podremos ganar mercados en el Lejano Oriente si aún tenemos trabas para el comercio interno y con el propio tambaleante Mercosur?

Si transportar bienes desde Salta al puerto de Rosario o de Buenos Aires sale más caro que el flete a Rotterdam, ¿qué cambios estamos haciendo para revertir esa desopilante situación?

Estas líneas son una exhortación a poner en vigencia la consigna de que ante los problemas, rápidas soluciones, con la mente abierta y las ideas frescas y sobre todo lo más nuevas e innovadoras de que seamos capaces. Los pensamientos envejecidos son como los árboles secos que no sólo no dan el verdor de sus hojas, sino que tampoco siquiera dan sombra.

La ideología es un molde que encorseta. Las ideas, en contraste, son estimulantes para la acción. Hasta ahora, dicho con total franqueza, en nombre de la justicia social hemos construido una sociedad con 33% de pobres, 35% de trabajadores no registrados, 12 millones de empleos de bajísima calidad – y por ende de magros salarios-, una infraestructura relativamente peor que la de los tiempos de Agustín P. Justo, plagados de problemas, con montañas de asignaturas pendientes.

El progreso de verdad hoy se llama reformas por doquier. Los intereses creados deben ceder a los grandes intereses por crear. Es mucho más lo que debemos innovar que lo que hay que conservar.