Por José Castillo. A propósito de la difusión de los primeros datos del remozado Indec sobre la desocupación, el autor advierte sobre ciertas mentiras sobre el tema del Gobierno actual y el anterior, aprovechando el descalabro estadístico.
Se acaban de conocer los nuevos números del Indec sobre el mercado de trabajo. Al segundo trimestre de este año el desempleo ascendía al 9,3%, lo que implica, para los 31 aglomerados urbanos tomados en cuenta en la muestra, 1.165.000 desocupados. Inmediatamente se desató la polémica. Desde el kirchnerismo se salió a plantear que eso reflejaba un aumento astronómico de la desocupación desde el 5,9% (valor registrado por el Indec al tercer trimestre de 2015, último dato informado) o a lo sumo desde el 6,6% (valor al segundo trimestre del año pasado). El gobierno respondió explicando que los viejos datos del Indec no eran confiables, y que por lo tanto lo que se estaba haciendo era un “sinceramiento estadístico”, negando de ese modo cualquier crecimiento sustancial de la tasa de desempleo en 2016.
La verdad no está en ninguna de las dos afirmaciones. Ciertamente, como en tantos otros indicadores, la intervención de Guillermo Moreno en el Indec provocó un falseamiento de los números denunciado profusamente por los propios trabajadores del organismo. Los valores del mercado de trabajo no fueron ajenos. En este caso la trampa estadística consistió en reducir artificialmente la tasa de actividad, para así generar un porcentaje menor de desocupados, más digerible “políticamente”. Así, dicha tasa al tercer trimestre de 2015 se informaba en 44,8%, mientras que ahora se ubica en el 46%. No hay ninguna explicación para semejante salto, más allá del evidente falseamiento de los números en los últimos años.
El gobierno de Macri se aprovechó de este descalabro estadístico para sostener la afirmación de que no hubo una fuerte aceleración del desempleo en estos meses. También rotundamente falso. La propia base de datos de Seguridad Social de la AFIP registra en los primeros cinco meses de 2016 una reducción de 97.219 trabajadores formales. En una economía que posee un empleo no registrado (léase trabajo en negro) del 33,4%, y con una dinámica donde se pierden con más rapidez puestos informales que en blanco, resulta hasta conservador el número de 200.000 nuevos desocupados en 2016.
Resumiendo: si comparamos los datos del Indec “kirchnerista” con los actuales, se habrían perdido 400.000 puestos de trabajo. Si tomamos datos más realistas y ajustamos los valores, la real disminución es de 200.000. En todos los casos, un número catastrófico para un semestre.
Este es el real resultado de la suma de despidos en el sector público, de la recesión que afecta a todos los rubros de la actividad privada, de la apertura importadora, del incremento del costo financiero y también del evidente fracaso (burla sería la palabra más correcta) en que se convirtió el “compromiso” de no despedir que firmaron los empresarios con el presidente Macri.
Si a la desocupación del 9,3% le sumamos el 7,7% de la “subocupación demandante” (gente que trabajó menos horas de las que quiere y busca otro trabajo) y el 3,5% de la “no demandante” (gente que trabajó menos horas de las que quiere, pero no busca otro trabajo), tenemos un 20,5% de la Población Económicamente Activa con serios problemas de empleo. Estos valores proyectados al total de la PEA, suman 5,3 millones de trabajadores. Podemos afirmar entonces que una de cada cinco personas en edad de trabajar tienen serios problemas de inserción laboral: o no consigue trabajo o lo que consiguen no les alcanza para satisfacer sus necesidades de ingreso y requieren de otro trabajo para completar su jornada laboral, que no encuentran. Si a esto le agregamos el ya citado tercio de trabajadores en negro, tenemos completo el panorama “negro” para la clase asalariada en la Argentina.
Frente a esta realidad, se revela como falsa la afirmación oficial de un par de meses atrás: efectivamente hay una situación de emergencia ocupacional que debe ser reconocida y frente a la que hay que actuar. La prohibición de suspensiones y despidos, junto con la reapertura de las paritarias como base para reactivar el consumo, serían las dos medidas urgentes a tomar. Claro que el gobierno macrista sigue apostando a otra cosa: a una hipotética lluvia de inversiones, que requerirían para hacerse presentes de un descenso del costo laboral y un disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Y, aunque el gobierno no lo reconozca, estos números de desempleo le son funcionales a ese objetivo.
Profesor e Investigador de la UBA – Miembro del EDI (Economistas de Izquierda) y de la Sociedad de Economía Crítica (SEC)
