Cuando me pidieron que escribiera algunas líneas sobre el Día de la Lealtad, lo primero que hice fue revisar declaraciones de años anteriores, para evitar incurrir en reiteraciones. Pero rápidamente me di cuenta de que la lealtad tiene algo de tozudo, de insistente, de reiterado, de mantenido en el tiempo. La lealtad nace de la convicción. Mi lealtad con el peronismo nace en la necesidad de justicia por la experiencia de la injusticia.

Nuestra lealtad es con la Patria, con el movimiento y con las personas, en ese orden de prelación, y veo en las ambiciones personales uno de los principales escollos a la lealtad.

Pero la lealtad no significa cerrazón, la lealtad en el movimiento justicialista es una lealtad abierta a todos los hombres y mujeres de buna fe, no se trata de una lealtad sectaria. Perón sostenía que Todas las fuerzas son utilizables en nuestro movimiento si son nobles y leales y todos los hombres serán bienvenidos si vienen con lealtad y con sinceridad a servir bajo nuestra bandera que no es otra que la celeste y blanca.

Ahora, debo señalar que me sorprendió apreciar una contradicción evidente en mi discurso. El año pasado hablaba de que mi lealtad era con este modelo, y ahora debo decir que mi lealtad es con ese modelo.