Por José Angel Di Mauro. El Gobierno decidió hacer nuevas modificaciones. Sorprendió la salida de Melconian, no tanto la de Chain. El presidente está obsesionado por la obra pública y demanda a su equipo “resultados”.
Lo dejó claro el Presidente en uno de los últimos reportajes concedidos el año pasado: podía haber más modificaciones en su equipo. De hecho, acababa de hacer dos, de peso: Isela Constantini y Alfonso Prat-Gay, en ese orden. En rigor, los cambios habían arrancado con el vicecanciller Carlos Foradori, y con él se fue la secretaria de Relaciones Económicas Internacionales de ese ministerio, Cristina Boldorini.
En los primeros días de enero le tocó al número 2 del Ministerio de Salud, Néstor Pérez Baliño, y el miércoles pasado se fueron el secretario de Obras Públicas Daniel Chain y el titular del Banco Nación, Carlos Melconian, un cambio este último más sonoro, conforme el peso de su nombre.
En el caso de Chain, el cambio tiene relación directa con la decisión firme del gobierno de impulsar fuertemente la obra pública en este año electoral. El funcionario desplazado era un amarillo puro que conocía a Macri desde los tiempos de SOCMA y estuvo con él desde los inicios del macrismo en el poder, que reivindica haber hecho mucha obra en la Ciudad durante sus 8 años. Tema discutible -recordar los 10 kilómetros de subte anuales prometidos en la primera campaña-, y además la Nación es otra cosa. Al gobierno le quedó claro que la experiencia del primer año no era auspiciosa para las expectativas puestas en el presente, de ahí que decidiera dejarle las manos libres a Rogelio Frigerio, ministro del Interior, pero también de Obras Públicas y Vivienda, y que es de los funcionarios que en el primer año cumplieron con los objetivos.
En el gobierno tienen varias explicaciones para justificar la demora en la obra pública. A la hora de citar la herencia, recuerdan que la anterior gestión paró las obras meses antes de irse y hacía tiempo que había dejado de licitar; destacan también las deudas de las que debieron hacerse cargo a partir de asumir. Y en cuanto a las causas propias, admiten un cuidado extremo a la hora de firmar contratos: conforme los antecedentes, hay reticencia a firmar papeles. Reconocen también cierta impericia. Lo cierto es que a Chain le achacan no haber ejecutado una parte importante del presupuesto anterior, y una mora extrema en la puesta en marcha de las obras. Una señal de que Frigerio será el encargado de manejar eso a partir de ahora es que nadie reemplace al secretario de Obras Públicas.
En el caso de Melconian, el hombre que se quería quedar, su salida sorprendió a propios y extraños. En un primer momento se pensó en un portazo de quien se había imaginado ministro hasta que, en el tramo final de la campaña, primó el espíritu gradualista y quedó en lista de espera. Y que por eso habría tomado como un desplante la designación de Nicolás Dujovne. Pero el propio fanático racinguista se encargó de dejar claro que lejos estuvo él de decidir su partida. Sí de provocarla, evidentemente, por no ocultar sus críticas a pesar de las advertencias que le habían hecho.
Con todo, al irse ratificó su adhesión al macrismo y se reivindicó como un soldado de la causa. Ergo, queda en carrera para las legislativas. Podría postularse por Capital Federal, como hizo en 2007, cuando compitió sin éxito por el PRO para senador, aunque precisamente en ese distrito no se descarta que pueda participar Alfonso Prat-Gay, su contracara; es más probable entonces que lo tengamos a Melconian en las listas bonaerenses -su discurso llano puede ser más práctico allí-, participando de la madre de todas las batallas.
En su lugar asume Javier González Fraga, una señal para los socios radicales, y una muestra de la vigencia de Ernesto Sanz, cada vez más presente en las reuniones de coordinación que organiza el equipo presidencial. Pero si de señales hablamos, estos cambios exteriorizan en primer lugar -como confirmó el propio Melconian-, la intención de garantizar la “homogeneidad en el equipo”, y certifica la autoridad del trípode conformado por Marcos Peña y sus dos vice, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, en quienes el Presidente ha delegado la mayor autoridad. El que avisa no traiciona, y eso es lo que había dicho el propio Macri en diciembre pasado, en su última reunión de gabinete ampliado, en la que además de pedirle “resultados” a todo su equipo, definió a Peña, Lopetegui y Quintana como “mis ojos y mi inteligencia”. Y por si no quedó claro, enfatizó: “Cuando ellos piden algo, lo estoy pidiendo yo”.
Las medidas adoptadas con quienes no parecieron entender esta aseveración van en ese sentido. Y la búsqueda de resultados parece haberse transformado en otra obsesión del Presidente, que bajó la misma línea en esa dirección el miércoles pasado, en el almuerzo que mantuvo en Tres de Febrero con catorce intendentes del Conurbano pertenecientes al PRO.
Por resultados pregunta cada semana Quintana cuando tiene ante sí a los funcionarios del gobierno que pasan por la Jefatura de Gabinete para rendir cuentas. Nuevo en la política, el exdueño de Farmacity sabe no solo de economía y los interrogatorios se convierten en verdaderos exámenes. El exCEO ha aprendido política rápido y tiene el reconocimiento incluso de la oposición, donde lo consideran “el más peronista del gobierno de Cambiemos”. Esto dicho a modo de elogio.
Hace bien el gobierno en preocuparse por generar por sí mismo las condiciones que le permitan revertir la adversidad que no logró dominar en su primer año. Porque está claro que las inversiones, pronosticadas otrora como “una lluvia”, tardarán en llegar si llegan, sobre todo en un mundo como el que ha nacido a partir del viernes. Previendo lo que viene, el gobierno salió a colocar deuda y terminó haciéndolo por 7.000 millones de dólares, más de lo que estimaba inicialmente. Fue al 6,3% promedio, pero por un bono a 5 años de 3.250 millones pagará una tasa de 5,625%; son de las más bajas de la historia para la Argentina en una colocación de deuda, lo que llevó a la decisión de ampliar la emisión, aunque también influyó la presunción de que en tiempos de Trump se puede complicar la colocación de deuda. Mejor aprovechar ahora.
El discurso inaugural de la era Donald Trump no dio para alentar expectativas positivas, más bien lo contrario. Los que esperaban un moderado cambio de discurso ahora que es presidente, se encontraron con un hombre que pareciera seguir en campaña. Tuvo un tenor fundacional, nacionalista y populista, más parecido al de un líder latinoamericano. El flamante presidente se garantizó una relación hostil con el Congreso al anunciar que “nosotros le sacaremos el poder a Washington y se lo devolveremos al pueblo”. Le faltó usar la palabra “empoderar”.
Presentes como en todo traspaso presidencial civilizado, lo escuchaban Barack Obama y una fila detrás Hillary Clinton, las figuras demócratas a las que apostó la administración macrista. El gobierno argentino estuvo representado por su embajador, Martín Lousteau; ni siquiera viajó Susana Malcorra, que no se cuidó de ocultar su decepción cuando las urnas confirmaron la derrota de Hillary. Tampoco fue Macri, quien hace tiempo había adelantado que este año no estaría en Davos, tal vez para liberar la agenda y reservarse para ir a Washington. Pero no ganó Clinton.
El que sí estuvo en la asunción fue Sergio Massa, que el año pasado a esta altura andaba con Macri por Davos. El líder del Frente Renovador se encargó de difundir que viajaba invitado por Rudolph Giuliani, quien será funcionario de Trump. Massa busca mostrarse cercano al exalcalde de Nueva York, referente de la “tolerancia cero”, y así difundió fotos de un encuentro del que también participaron el senador provincial Jorge D’Onofrio y la diputada nacional Graciela Camaño, supuestamente para tratar temas relacionados al desarrollo en materia seguridad, y un programa que permita aumentar mecanismos en el uso de tecnologías para prevención en seguridad, tal cual la gacetilla que luego su equipo se ocupó de difundir. No exhibió fotos suyas en la asunción.
Seguro de que la seguridad estará al tope de las demandas en el distrito donde piensa competir, el tigrense quiere seguir mostrándose como referente en la materia. Es lo que a su vez mueve al gobierno a plantear debates como el de la reforma penal juvenil y el ingreso de extranjeros, sobre todo, que piensa modificar por decreto. La misma vía utilizada para reformar la Ley de ART, un tema que, como la ley de primer empleo que le frenaron en el Congreso y quiere sacar por DNU, le interesan sobremanera.