El #1A obró como bisagra para el Gobierno, que cambió el chip
Por José Angel Di Mauro. A partir del respaldo otorgado en una marcha que no convocó, pero que alentó, y el aporte de encuestas que lo impulsaron a ir contra los sindicalistas, el Presidente modificó su actitud para retomar el centro de la escena.

Cuando los precavidos advierten que todavía falta mucho para las elecciones -a pesar de mediar apenas 4 meses hasta las PASO- podrían exhibir como justificativo de su prevención las sensaciones imperantes de una semana a la otra. Porque mientras la anterior existía todo un conglomerado que imaginaba el abismo cercano para la administración de Cambiemos, en apenas días esa sensación mutó radicalmente. La bisagra fue, obviamente, la respuesta que tuvo la convocatoria del #1A. A partir de esa reacción ciudadana cambiaron los ánimos en el gobierno, pero sobre todo se modificó la mirada de sectores que venían exhibiendo una mezcla de indiferencia y descreimiento. La oposición, también, se ve obligada a recalcular.
Precisamente en este mismo espacio anticipamos la semana pasada que en el gobierno percibían un cambio de clima generado por la sobreexposición kirchnerista exteriorizada en las últimas semanas. En efecto, las cinco marchas masivas del mes de marzo tuvieron un fuerte tinte opositor, prevaleciendo en ellas el kirchnerismo duro: la de la CGT, la Marcha Federal docente, la de las CTA, incluso la del Día de la Mujer, y por supuesto la frutilla fue la del 24 de Marzo. Además del récord de piquetes de ese mes -más de 500 en todo el país-, todo generó como reacción las marchas del 1° de abril, donde la consigna más coreada fue “no vuelven más”, réplica previsible del grito de guerra K “vamos a volver”.
Un ejercicio contrafáctico de previsible resultado permitiría imaginar un escenario crítico para el gobierno tras el paro
general, si la convocatoria del 1° de abril hubiera sido magra, o directamente no hubiera existido. Pero fue lo que fue y el ánimo infundido pudo percibirse de inmediato en el semblante presidencial que se vio en las redes sociales con el breve video que Presidencia difundió inmediatamente después de las marchas, ese en el que se abrió una nueva e insólita grieta por el choripán.
Con ese ánimo arrancó el Presidente la semana de su primer paro en contra, y mostró las cartas el mismo lunes, cuando en el Salón Blanco de la Casa Rosada habló de su disposición a enfrentar a las mafias. Abarcó a todos los sectores, pero atinadamente los observadores hicieron especial hincapié en las “sindicales”. Precisamente entre sus invitados había dos sindicalistas con los que se fotografió especialmente. Dos días después, Macri recibió en Olivos a altos directivos de Mercedes Benz, que anunciaron un nuevo plan de inversión en nuestro país por 150 millones de dólares. El Presidente se mostró con el responsable mundial de Vans de la empresa alemana y el titular del SMATA, Ricardo Pignanelli, que para la foto de rigor puso “cara papal”, atento a la inconveniencia de exhibir sonrisas junto al mandatario en vísperas del paro.
Si bien existió siempre la sensación de que la CGT iba al paro no muy convencida, obligada por el asedio sufrido en la marcha del 7 de marzo, desde el entorno presidencial alertaron sobre un fuerte fastidio de Macri por la medida de fuerza. Pareciera dispuesto a endurecer sus posturas frente a los sindicalistas, alentado pudo saberse por una encuesta que mostró un alto porcentaje de rechazo al paro y el resultado de la pulseada con los gremios docentes. Si bien el año pasado pareció auspiciar la unificación cegetista, hoy el gobierno abogaría, sino por la división de la central obrera, por avanzar con negociaciones sectoriales. “Cada sector vive la salida de la crisis de manera diferente y es así como deben atenderse sus reclamos y nuestros pedidos”, explicó a este medio un funcionario.
Convencidos de que la realidad social se percibe más en las redes que en “los microclimas del círculo rojo”, en el gobierno celebraban que el hashtag #YoNoParo se impusiera sobre el #ParoNacional. Así las cosas, le adjudicaban la masividad de la medida de fuerza enteramente al acatamiento total del transporte.
Pero amén de la contundencia de la medida de fuerza, en el gobierno se conformaban con ganar al menos la batalla de la opinión pública. Y ahí el taxista Omar Viviani brindó un servicio invalorable, similar al de Hebe de Bonafini el 24 de Marzo, con su arenga a “dar vuelta los coches” que no adhirieran al paro. Otro aporte hizo la izquierda, sumándose contra la voluntad cegetista para quedarse con el protagonismo realizando piquetes con la búsqueda de máxima de revivir el 26 de junio de 2002. Lograron que se pusiera en marcha el protocolo antipiquetes, que en Panamericana se puso en acción tras largas horas de negociación y cuando el bloqueo había cumplido su objetivo de impedir el paso de automovilistas para ir a trabajar.
En Gobierno ponderaban el resultado del operativo, y la ministra Patricia Bullrich ganó puntos ante el Presidente, que la felicitó. El día antes, en la Ciudad de Buenos Aires la apuesta a la cautela por parte de Horacio Rodríguez Larreta había sufrido un duro golpe con la vuelta de los piqueteros con rostros tapados y palos en la mano copando el centro. Erróneamente las autoridades porteñas se habían ilusionado imaginando que las marchas del sábado, que entre otras cosas rechazaban los piquetes, hubieran servido para llamar a la reflexión a las organizaciones sociales. Con todo, el día del paro al menos una marcha que quiso salir desde el Obelisco terminó fracasando, y los manifestantes que quisieron llegar hasta el “Mini Davos” en el Hotel Hilton, no pudieron entrar a Puerto Madero.
“Qué bueno que estemos todos aquí trabajando”, fue el irónico comentario con el que inauguró ese foro un Macri que a partir del sábado busca recuperar el centro del ring y, sobre todo, manejar la agenda. De todos modos, lejos están de alinearse todos los planetas y cotidianamente debe enfrentar “ruidos” que alteran el panorama. Pasó el lunes, con la sorpresiva renuncia de Martín Lousteau a la embajada en Washington, para participar de las próximas legislativas en el distrito original del PRO. El Presidente exhibió su espíritu zen luego de que el economista le diera la noticia, pero el que perdió la compostura fue el jefe de Gabinete, que ya ha mostrado en el Congreso que cuando se lo propone puede ser muy áspero. Como primera consecuencia, a Lousteau le firmaron el “check out” inmediato de la embajada; lo que viene será que no habrá Cambiemos en la Ciudad.
Para la confrontación todo parece muy claro en el oficialismo porteño. Si Carrió no encabeza la lista, será Diego Santilli el que lo haga, y apuntalarían su figura con alguien muy cercano a Lilita, la santacruceña Mariana Zuvic. En el primer caso, se descontaría una abultada victoria de la líder de la CC; en el segundo, Durán Barba tiene encuestas que garantizarían la victoria del actual vicejefe de Gobierno, que esperaría contar con algún incentivo extra para emprender la patriada. ¿Malas noticias para Emilio Monzó?
Pese al fastidio que les genera la situación, en el macrismo tomaron el tema con calma y una fuente trazó una comparación entre Lousteau y Sergio Massa: “La ansiedad les juega en contra”, describió, para recordar luego que “todos se quedan con que Horacio (Rodríguez Larreta) le ganó por apenas 2 puntos, pero eso fue en el balotaje y con el voto kirchnerista empujando a ECO. En primera vuelta Martín quedó a 20 puntos”. En efecto, el resultado de entonces fue 45,56% contra 25,47%.
Si bien Lousteau le planteó a Macri su deseo de ser jefe de Gobierno como el hoy presidente lo fue, en el macrismo tienen otro deseo para el exministro: que acumule derrotas en la ciudad como Daniel Filmus.
En el radicalismo están entusiasmados con tener a Lousteau de su lado. Aunque no todas las voces en el partido centenario celebran su actitud: Facundo Suárez Lastra comentaba el mismo lunes la falta de tacto del exministro por alterar con su actitud un momento de celebración del oficialismo, tras la marcha del sábado. “Podía haber esperado al menos dos días”, le reprochó en público.
Quien suena entonces para enfrentarlo en la Ciudad, Elisa Carrió, le agregó un problema al gobierno al llevar a un grado extremo su enfrentamiento con el presidente de la Corte. Su pedido de juicio político, apurado por la carta documento en la que Ricardo Lorenzetti la intimó a retractarse, no tiene posibilidades de prosperar en el Congreso, y pone al oficialismo en una situación incómoda, cuando planeaba en realidad dedicarse de lleno en esa comisión a embestir contra la procuradora Alejandra Gils Carbó.