Por Agustín Álvarez Parisi

– ¿Cómo funciona la Unión Vitivinícola Argentina con su sede en Mendoza?

– Es un ente nacional de todas las cámaras del sector, luego nos agrupamos en la Corporación Vitivinícola Argentina, que es un ente público no estatal que se crea para administrar un plan estratégico al 2020. Así que, en general la industria tiene distintas pertenencias, pero la representatividad en este tema son pocas porque estamos todos representados en una sola.

– ¿En qué situación se encuentra hoy la industria del vino?

– La industria del vino es una industria que hoy está pasando por dificultades, algunos que son endógenas, propias como toda actividad agrícola, como las malas cosechas que suben mucho los precios y a su vez los precios perdieron competitividad en los mercados externos e internos, pero también somos de alguna manera víctimas de situaciones que son exógenas del sector, como es el tipo de cambio.

Como usted sabe, el tipo de cambio para las economías regionales es un tema muy importante, porque viene muy retrasado, no de ahora, sino desde el 2011 que la vitivinicultura viene de perder fuerza, cuando veníamos creciendo a dos dígitos. Aun así, la industria vitivinícola sigue teniendo una cantidad importante de litros dentro del mercado, mucho menos de lo que tenía antes, pero todavía es importante, y a nivel internacional el malbec argentino, los vinos argentinos, siguen siendo prestigiosos, y siguen teniendo una posibilidad de crecer en el mundo.

– ¿Cómo es la competencia interna con otras bebidas?

– Evidentemente nosotros estamos tratando de adaptarnos a los nuevos tiempos, que es competir en el mercado interno con enormes compañías multinacionales, de las cervezas, de las gaseosas, de las aguas. Para que se dé una idea, en la Argentina hay tres mil marcas de vino y hay 800 bodegas. Cuando uno analiza el sector de las gaseosas o las cervezas, es una o dos compañías con varias marcas. Entonces en ese mundo, el de las bebidas, donde hay una gran inversión en marketing, inversiones de compañías multinacionales, la industria se tiene que adaptar.

– ¿En el mercado exterior con que países compite Argentina?

– Y a nivel externo tenemos que competir con países muy aceitados en logística, en costos, como son los países europeos o Estados Unidos, Chile, Australia y Nueva Zelanda, entonces nuestra postura es cómo volver a hacer crecer al sector, y para eso hemos trabajado en la reforma tributaria, con muchos legisladores de diversos partidos, incluso del oficialismo que entendieron, y logramos empezar un camino que creemos que se tiene que profundizar, que es el de diferenciar el vino de otras bebidas, porque tienen tres características muy fuertes: tienen valor agregado, distribución territorial y mano de obra intensiva. Cosa que no tiene ninguna de nuestras bebidas sustitutas.

Tributariamente, en el mundo, hay que ver las experiencias de Francia, de España, de Australia, diferencian fuertemente a las bebidas sustitutas del vino, porque el vino es un producto en general de bandera.

– El Congreso aprobó la Reforma Tributaria donde se fijaron los gravámenes para vinos, cervezas, gaseosas. ¿Están conforme con lo aprobado?

– Sí, nosotros lo logramos. De alguna manera en la última reforma tributaria, creemos que hay que profundizarlo mucho más, y también tuvimos los embates, obviamente de los lobbys de las bebidas multinacionales, que van a Davos, a Nueva York, o están permanentemente con un ejército de gerentes y CEOs comunicándose con legisladores o políticos, tratando de que se bajara lo que el Parlamento había decidido.

– ¿Específicamente sobre qué gravamen?

– El sector cervecero. Quieren volver a bajarlo, no quieren respetar lo que estableció el Parlamento. Y bueno, hacen todo tipo de lobbys, en ese sentido estamos atentos, porque creemos que no aplican, porque son empresas que han crecido fuertemente, que han crecido tanto en volumen, como en facturación, y no corresponde aplicarles ningún tipo de exención porque no están ni en una crisis, ni son una economía regional, no es aplicable de ninguna manera.

– ¿Dónde está la fuerza del sector vitivinícola?

– La fuerza del sector vitivinícola está en las provincias, en sus legisladores, en sus gobernadores, en el ámbito político y territorial, que se refleja en el Parlamento nacional, y esa es nuestra fortaleza. Por eso, permanentemente estamos atentos a estas cosas; y creemos que como, por ejemplo, Chile, que ha tomado la vitivinicultura como una actividad a promocionar, ni hablar de los europeos que gastan miles de millones de euros todos los años en promoción externa e interna porque les modifica el paisaje. La vitivinicultura genera pueblos, genera regiones, genera industria, valor agregado. Nuestras etiquetas, nuestras marcas tienen valor, la marca argentina en el mundo ha ganado un prestigio.

– ¿Qué necesita el sector para mejorar?

– Para que las condiciones macroeconómicas mejoren en el futuro, estamos pidiendo al Poder Ejecutivo aumentar los reintegros de la exportación del sector. Estamos pidiendo baja en los costos logísticos, estamos tratando de que toda la potencialidad que tiene el sector que, no es que pide subsidios, que pide ayuda, simplemente que lo dejen crecer, y que tengamos las mismas políticas que tienen otros países del mundo, respecto a esta industria. Si eso lo logramos, la industria vitivinícola va a seguir expandiéndose.

– ¿Hay otras provincias, además de las tradicionales, que están produciendo vinos?

– Hay muchas provincias que están creciendo, como Buenos Aires, Córdoba o Entre Ríos. Porque genera trabajo, porque da paisaje, genera naturismo, tiene mucha mano de obra. Porque en el mundo moderno, donde la tecnología lo que hace es expulsar gente, la vitivinicultura genera otro tipo de actividades como la gastronomía, o el turismo. Por ejemplo en Mendoza el 70% de los turistas vinieron a visitar bodegas, y por ende la gastronomía. Como Perú impuso su cocina como una forma de turismo gastronómico y hoy van millones de personas por el tema gastronómico.

El desarrollo de la gastronomía, de la cultura del vino, el desarrollo de pequeños emprendimientos, no hace falta tener un súper capital; hay muchas bodegas chicas. Todo esto hace un conglomerado empresario del interior, muy interesante, que es para tenerlo en cuenta, porque muchos otros países lo están haciendo. No sólo como una forma de amortiguar los cambios tecnológicos con la mano de obra y generar este tipo de cosas que tienen que ver con la cosecha, con la gastronomía, la artesanía del vino. Si no también como una actividad industrial que genera y factura, hoy la vitivinicultura argentina da un poquito menos, pero hemos llegado a exportar más de mil millones de dólares, en algún momento Argentina exportó más en vinos que en carnes.

– ¿Argentina está importando vinos de Chile?

– Eso fue una situación muy puntual. Argentina ha sido históricamente muy exportador, no solo de vino, sino también de jugo de uva que es casi el 30% de nuestra producción. El jugo de uva va a países muy importantes donde de alguna manera lo utilizan, porque el jugo de uva es nuestro, entonces lo utilizan en otros jugos y de alguna manera logran un blend, que les abarata los costos, pero mantiene el sabor de jugo principal.

Argentina ha sido siempre un gran exportador, la importación se debió claramente a que tuvimos dos cosechas muy malas, de lo peor de los últimos 50 años y en un momento, sobre todo en diciembre del 2016 no hubo otra alternativa que importar para abastecer al mercado local, y algún mercado latinoamericano que hubo que hacerlo, y porque también algunos precios el consumidor nos rechaza si nos pasamos, si los vinos están muy caros. Pero fue un hecho puntual, un hecho absolutamente errático que solamente se repite cada 20 años y no es la característica. Para tener una ídea, en algún momento Argentina exportó el 50% de las uvas que produce, entonces no somos importadores por naturaleza, porque somos muy competitivos. Por eso si le das las condiciones a la vitivinicultura, y tiene un tratamiento tributario para el mercado interno razonable, como hacen todos los países del mundo que toman a la vitivinicultura como bandera, incluido Chile, que no se le puede acusar de ser intervencionista, todo lo contrario, es bastante liberal, la vitivinicultura puede crecer.

– Se cuestiona, por razones de salud, el consumo de bebidas alcohólicas…

– Ahora estamos en dificultades, pero bueno, por eso estamos trabajando fuertemente con los legisladores para seguir el tema tributario, para que también se nos considere en las restricciones al consumo que se viene, por el alcohol, sabemos que hay una fuerte problemática a veces con los temas de salud, y la vitivinicultura no tiene esos problemas. La gran mayoría de los problemas que tienen de alcoholismo hoy son los jóvenes, en los fines de semana, en las previas, en las rutas, y el vino no participa de esa cultura. Se puede ver que, en nuestras comunicaciones genéricas, y en particular en las bodegas, no saluda a la juventud.

Y por el otro lado, el 80% del consumo argentino es doméstico, pero no es un consumo solitario, y el otro 20% es un consumo gastronómico, cuando la gente sale a comer. Entonces nosotros no estamos en ese mundo, no promocionamos ese mundo. En las clases bajas que consumen sobre todo tetra brik, el vino se toma muy diluido porque lo hacen rendir, entonces lo bajan con soda, entonces ahí no está el quid del problema, no quiero negar que puede haber alguien que sí, que se exceda, pero en términos estadísticos, la problemática de los jóvenes con el alcohol está por otro lado. Está por las cervezas, por los vodkas, por las bebidas de alta graduación que apuntan todas sus comunicaciones, porque son empresas multinacionales, al joven.

Argentina está entre los diez países principales de producción del vino, primero está Italia, luego Francia, España; Chile está en el octavo puesto y en el noveno lugar está nuestro país.

– ¿Argentina puede seguir creciendo?

– Argentina tiene la posibilidad de volver a crecer, pero hoy la visión del sector es equilibrarse, estamos todavía en los top ten en el consumo de vinos porque Chile no tiene mercado interno, muy poquito, Argentina es un país que heredó la tradición europea de los inmigrantes. Entonces nosotros tenemos consumos cotidianos, la gente toma el vino como un alimento, y no como el alcohol. Se sabe que la herencia sajona, cuando se termina de trabajar van a tomar un trago porque toman el alcohol para relajarse, toman grandes cantidades, de alta graduación. El latino en general ha tomado el vino siempre como parte de su alimentación, acompañando a la comida.

En algún momento en Estados Unidos, cuando crece el consumo fuerte, es cuando aparece lo que se llama la paradoja francesa, que es que los americanos descubrieron que tenían el doble de accidentes cardíacos y cerebro vasculares que los franceses, quienes consumen más grasa que los norteamericanos, y cuando investigaron era por la dieta mediterránea, que es el vino, el pescado. El latino ha tomado el vino como parte de su alimentación, y parte de su cultura occidental, y no como un hecho de relajación, tomar un montón de litros.

– Se cumplieron 165 años de la llegada de la cepa nacida en Francia, el Malbec, que hoy es la cepa nacional y la que permitió el despegue de la industria vitivinícola…

– En realidad llegaron como una adaptación de esa cepa al territorio nacional. El día del Malbec se celebra el 17 de abril porque en 1853 se inauguró la Quinta Agronómica de Mendoza. El presidente Domingo Faustino Sarmiento armó una quinta agronómica, lo que hoy es parte del predio de lo que es la Casa de Gobierno, todavía quedó un edificio emblemático que se llama Enoteca, que era la primera bodega experimental. Qué hizo Sarmiento, trajo a los mejores enólogos del mundo, y docentes para armar ahí la base de conocimientos de la vitivinicultura argentina, y eso fue el nacimiento.