Hay miradas muy veloces que donde hay diferencia de opiniones ven tremendos antagonismos. La observación “amateur” de la política tiende a exagerar distancias para encerrarse con posiciones herméticas y violentas, en conflictos que en verdad son naturales y simples y pertenecen al universo de la actividad política.

La política es debate, diferencias, disputa, pugna, colisión, sin que estos conmocionantes adjetivos obliguen a ignorar posibles entendimientos. Pues también la política es acuerdo, transacción, pacto, compromiso y consenso. Puede gustar o no, pero esas variables forman parte de la vida política y no solo de sus dirigentes sino que también es, o debería ser, cotidianidad de la militancia.

No observo baldón alguno en concordar y saldar una discusión luego de enfrentarse desde reductos antagónicos, pero esta variante necesita si o si una comprensión previa y es la de entender la otredad de los contendientes. Una cosa es disputar, litigar con quienes piensan distinto y otra es hacerlo desde un clausurado comprender que en un lado está la verdad y en otro los hijos de puta, los traidores, la mierda de la historia. Obviamente ahí es imposible intercambiar.