Por Silvia La Ruffa. La dirigente Nuevo Espacio de Participación (NEP) habla de la conmemoración del Día del Trabajo en un contexto muy complicado en lo laboral en nuestro país.
El 1° de mayo de cada año conmemoramos el Día Internacional de los Trabajadores y las Trabajadoras en homenaje a “los mártires de Chicago” que fueron ejecutados en 1886 por participar en acciones de lucha para conseguir una jornada laboral de 8 horas. Desde aquel entonces, el movimiento obrero se ha sostenido como pilar fundamental de las sociedades desarrolladas, reclamando, entre otros derechos, aguinaldo, vacaciones pagas, salario mínimo, vital y móvil, jubilaciones acordes al ingreso del trabajador activo e indemnización por despido injustificado, en síntesis, empleo de calidad.
Este año, en la Argentina el Día del Trabajo se conmemora tras una jornada de paro general convocado por una importante cantidad de gremios ya que vivimos en un contexto de destrucción constante de las fuentes de trabajo, reducción del poder adquisitivo de los ingresos, flexibilización laboral de hecho y con un gobierno que considera que el salario es un costo. Es en este contexto donde se agudiza la diferencia entre varones y mujeres, a pesar de estar vigentes tratados internacionales que protegen a las mujeres y obligan a los Estados parte a implementar políticas públicas activas para reducir las brechas y terminar con la discriminación en todos los ámbitos, incluido el laboral.
En la Ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con la información de la Dirección General de Estadísticas y Censos, cada 88 varones nacen 100 mujeres por ello el 55% de la población ocupada es femenina. Sin embargo, en 2017, con una desocupación general del 7,7%, los varones sin empleo representaban el 5,9% mientras que las mujeres alcanzaban el 8,6%. Los indicadores por género visibilizan claramente que las condiciones de empleo son más desfavorables para las mujeres. Así en 2015, la brecha de género en los ingresos era de 18% ascendiendo al 21,8% en 2017.
Son necesarias políticas activas que no solo garanticen que a igual tarea igual remuneración, sino que se elimine todo tipo de discriminación en el ámbito laboral, así como la erradicación de las situaciones de violencia ejercidas contra las mujeres tanto en el sector público como en el privado.
La Argentina, reconocida mundialmente por haber reconocido gran cantidad de derechos laborales entre 1945 y 1955 y contar con un potente movimiento obrero, podría ser vanguardia en nuestra región y liderar el reclamo por mejores condiciones para las mujeres trabajadoras. En un contexto de retroceso de conquistas adquiridas y vulneración de derechos, no es ya un deseo, sino que se ha convertido en una obligación.