Dolores Martínez es directora del Programa de Modernización Parlamentaria de la Cámara y, de la mano de Martín Lousteau, consiguió integrar la lista de diputados nacionales por la Ciudad, en un lugar que le garantiza la elección. En diálogo con parlamentario.com, cuenta cómo dio el salto a la política y analiza la imagen del Congreso.
Por Carolina Ramos
El Congreso es un terreno totalmente desconocido para la mayoría de los dirigentes que se lanzan a la aventura de convertirse en legisladores nacionales. Habitar el Palacio Legislativo no es para cualquiera: supone un aprendizaje -no siempre logrado- de un modo de trabajar, de un lenguaje común, de ciertas reglas del juego. Ese no será un obstáculo para Dolores Martínez, una mujer que hace casi 20 años arrancó su carrera legislativa atendiendo el teléfono en la oficina del bloque radical, y hoy es candidata a diputada nacional de Juntos por el Cambio.
Martínez ocupa el sexto lugar de la nómina oficialista por la Ciudad de Buenos Aires en representación de Martín Lousteau y desde 2016 es directora del Programa de Modernización Parlamentaria de la Cámara de Diputados. En diálogo con parlamentario.com, analiza por qué el Congreso tiene mala imagen y sostiene que “el problema tiene que ver con la crisis de representación, con la crisis de los partidos políticos y también con la falta de comunicación”.
“Si podemos lograr que el ciudadano sepa mejor qué es lo que hace el Congreso, la brecha podría achicarse”, considera la funcionaria. Además, cuenta las resistencias que hubo para abrir la información y habla de los desafíos para mejorar el funcionamiento de la Cámara.
-¿Cómo se dio tu salto a la política?
-Vengo trabajando en la Cámara de Diputados desde hace más de 15 años. Empecé atendiendo el teléfono en una oficina. El bloque radical me abrió las puertas, allá por el año 2000, cuando yo era una estudiante universitaria de Ciencia Política. Entré de la mano del entonces presidente del bloque, Horacio Pernasetti, que es catamarqueño como yo. Comencé trabajando en el segundo piso del Palacio, atendiendo el teléfono, pero yo quería aprender todo sobre cómo funcionaba la Cámara de Diputados. Me encantaba ir a las sesiones, estar en el recinto… así me fui formando en la carrera legislativa, que es algo que se aprende en el día a día. Asesoraba al bloque radical en temas de dinámica parlamentaria: recinto, Labor Parlamentaria, el funcionamiento de las comisiones. Ya por entonces me interesaban los temas de anticorrupción y acceso a la información pública. Me gustaba mucho armar pedidos de interpelación y hacer investigaciones sobre hechos de corrupción. En 2013 ingresó Martín Lousteau como diputado y yo sabía que estaban buscando gente para el despacho, así que me presenté con mi currículum y tuve una reunión muy buena con él y Carla Carrizo. Empecé a trabajar como secretaria parlamentaria de su bloque, y con ellos tuve la posibilidad de trabajar no solo en lo legislativo, sino también en lo político. Trabajé en la campaña de Martín como candidato a jefe de Gobierno en 2015, y luego vino el gobierno de Cambiemos y se me dio la posibilidad, a través de Martín, de conocer al presidente de la Cámara de Diputados, a quien le planteé un diagnóstico sobre cómo estaba la Cámara en ese entonces en materia de transparencia y modernización. En 2016 Monzó me dio la posibilidad de armar un proyecto, lo aprobó y me puso a cargo del Programa de Modernización Parlamentaria. Luego pasaron tres años y medio en los que nosotros desde Evolución pedíamos ir a internas en Cambiemos, pero no se dio. Finalmente para estas elecciones se logró el acuerdo, con lo cual Martín va como candidato a senador, y tuvo la grandeza de convocarme para formar parte de la lista de candidatos a diputados nacionales.
-La experticia legislativa es poco valorada a la hora de conformar las listas, el tuyo es un caso atípico…
-Lo que destaco de Martín es que, además de haber identificado a una mujer, reconoció el trabajo que se venía haciendo en Diputados. La propuesta de Martín es que el trabajo que se viene haciendo a nivel de gestión sobre transparencia, apertura y rendición de cuentas, se pueda volcar en la arena política. Que me hayan propuesto de esta forma ocupar un lugar en la lista me parece muy saludable para la política. La parte técnica, en general, no es lo que más pesa en el armado de las listas. Esto es un reconocimiento, y además implica entender cuáles son los proyectos que debemos tener para mejorar nuestras instituciones y, como dice siempre Martín, reimaginar el Estado que queremos. No es fácil ocupar un lugar en la gestión: tenés que tener capacidades, un equipo y determinados conocimientos. Y a veces por mucho que los tengas, si no lo llevás a la práctica, puede complejizarse. Tener la experiencia de gestionar en la Cámara de Diputados puede sumar al proyecto que llevamos en Juntos por el Cambio, para aportar nuestra mirada, nuestros proyectos y nuestra experiencia, con todos los desafíos que hay por delante y todo lo que hay por mejorar.
-¿Por qué el Congreso tiene tan mala imagen?
-Es un tema que afecta a todos los Congresos a nivel global, no es un tema de este Congreso. En líneas generales, los Congresos son las instituciones con más mala imagen pública en el mundo comparados con el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial. Probablemente esto se desprenda de la crisis de los partidos políticos y la crisis de representación. Hay casos como el del Congreso chileno, que desde 2008 viene trabajando estos temas. Si uno mira los avances en materia de transparencia y rendición de cuentas en relación a los estándares internacionales, el Congreso chileno debería sacarse un 10. De hecho, en el Índice Latinoamericano de Transparencia Legislativa ocupa los primeros puestos. Pero, ¿esto se trasladó a un mismo nivel de aceptación por parte de la ciudadanía? No. Hasta el año pasado, los funcionarios chilenos nos contaban que no tienen más de un 10% o 15% de aceptación. Por eso yo creo que el problema tiene que ver con la crisis de representación, con la crisis de los partidos políticos y también con la falta de comunicación. Ese es uno de los grandes déficits que tienen los Congresos. Hay mucho desconocimiento de qué es un Parlamento Abierto, qué es el acceso a la información pública, cómo publicar información en datos reutilizables, cómo utilizar lenguaje claro y cómo llegar al ciudadano común. Nosotros venimos trabajando en mecanismos de capacitación, porque si queremos implementar la Ley de Acceso a la Información Pública, primero tenemos que tener personal que sepa qué es la ley. En general, nosotros nos acercábamos a las distintas áreas de la Cámara y no sabían de qué hablábamos. Los propios funcionarios planteaban: ‘¿Para qué quieren esta información?’, ‘No sé por qué quieren saber cuánto ganan los diputados, cuántos empleados hay’. Además de este descreimiento, tuvimos que romper con la cultura del secretismo, que tiene que ver con una tradición de cómo gestionaba el Estado, de que ‘la información es de quien la produce’. A su vez, esto es una casa política, entonces ‘yo dependo de lo que me digan políticamente’. Con la ley hubo un cambio de paradigma y un cambio cultural que tiene que ir acompañado con capacitación y uso de las nuevas tecnologías. Es un proceso lento.
-Sigue habiendo resistencia entre los propios diputados…
-Hay dos patas de este trabajo. Una es la pata de la gestión, con las secretarías Administrativa y Parlamentaria; y otra es la pata política, que es la que llevó adelante Monzó. Esta pata fue mucho más dificultosa, en primer lugar por el tipo de conformación que tiene la Cámara. En una Cámara tan fragmentada como la que tenemos, los acuerdos políticos siempre son difíciles. Sobre todo con el perfil que tiene el presidente de la Cámara, que a diferencia de otros presidentes, no toma decisiones por sí solo, sino que las decisiones siempre fueron consensuadas con los distintos bloques. Además, obviamente, los primeros años de esta gestión estuvieron dedicados, desde la parte política, a sacar leyes, que era lo que había que hacer. Ese contexto nos permitió empezar a ordenar, porque también nos pasaba que no sabíamos por dónde empezar. Habíamos recibido una Cámara muy desordenada: no sabíamos ni cuántos empleados había, ni dónde estaba la información, ni había manuales de procedimiento. Había mucho desorden, y vos cuando querés abrir un Congreso, lo primero que tenés que saber es qué tenés adentro. Cuando pasaron esos primeros dos años, tanto el presidente de la Cámara como su equipo y su referente parlamentaria, Silvia Lospennato, se pusieron al frente de este proceso. Surgió la eliminación del canje de pasajes y la apertura de los datos parlamentarios, que también tuvo un proceso de negociación con los bloques políticos. También hubo algunos cambios más internos; por ejemplo, desarrollamos una plataforma específica para las preguntas al jefe de Gabinete. Pero lo que no pudimos hacer durante estos años es conformar la Comisión de Modernización Parlamentaria. Es el desafío pendiente: poder validar políticamente todos estos procesos a través de la comisión. Es uno de mis compromisos si llegara a ser diputada nacional.
-¿Hay también un desinterés de la sociedad sobre el Congreso?
-Durante estos tres años y medio trabajamos con la sociedad civil, porque entendemos que la sociedad civil puede aportar a los proyectos que lleva adelante la Cámara de Diputados, y también porque entendemos que la sociedad civil es un puente. Pero creo que se puede mejorar el diálogo con el periodismo. Primero hay que mejorar la calidad de nuestra información: mientras más calidad tenga la información que publicamos, el trabajo del periodista será más fiel. Porque por ejemplo, si no publicamos la cantidad de empleados que tenemos, es más fácil que se estime o que se suponga. Muchos culpan a los periodistas, pero nosotros nos tenemos que hacer cargo de que durante mucho tiempo hubo información que era secreta. También notamos que la gente no sabe qué hace el Congreso, por eso nosotros tenemos que mejorar en la comunicación, y la comunicación es la relación con el periodismo. Es cierto que al ciudadano no le interesa, pero por desconocimiento. Si podemos lograr que el ciudadano sepa mejor qué es lo que hace el Congreso, la brecha podría achicarse.
-¿Qué cambios propondrías a nivel de funcionamiento de la Cámara?
-Hay uno que me parece fundamental. El Congreso funciona como si fueran dos compartimientos estancos: uno es la parte administrativa y otro es la parte parlamentaria. La Cámara debería tener una visión estratégica e integral de funcionamiento. Le hace falta planificación a nivel de gestión y también mejorar la planificación de la agenda legislativa. El Congreso tiene que funcionar y tiene que mejorar algunos de sus procesos legislativos. El trabajo de las comisiones, que son el corazón del Congreso, se tiene que visibilizar mucho más. También tiene que utilizarse más la tecnología para poder llegar a distintas partes del país. Nosotros tenemos como modelo exitoso de participación ciudadana el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo, que mejoró un poco la imagen de la Cámara de Diputados. Sirvió para que los ciudadanos conocieran a sus diputados, para que la sociedad civil trajera datos y que los legisladores, a la hora de votar, tuvieran mejor información. Eso es un Parlamento Abierto. Tenemos que profundizar ese modelo, que demostró que se puede gestionar y legislar bien. Creo que la gestión de Monzó avanzó muchísimo en eso, y teniendo en cuenta lo que se pudo trabajar y que algunos procesos ya están institucionalizados, el Congreso que viene debería darse la oportunidad de observar algunas cuestiones que tienen que ver con el reglamento y con el funcionamiento de la Cámara para mejorarlas, y poder plantear una agenda legislativa propia de tres o cuatro temas que sean transversales a los bloques, más allá de la agenda del Ejecutivo. Hay que romper ese mito de que como es tan alta la fragmentación -además de la grieta que está por encima de todo-, no se ponen de acuerdo, entonces no hay sesión. No digo que vayamos a prohibir la minería a cielo abierto, pero probablemente podamos trabajar en algún proyecto bien completo que tenga que ver con el cuidado del medioambiente.
-¿Por qué no se conformó todavía la Agencia de Acceso a la Información del Congreso?
-La ley crea una Agencia de Acceso a la Información Pública en el Poder Ejecutivo y el resto de los poderes deben crear una agencia similar. Son seis agencias en total, y eso no es menor, porque es un diseño de ley único en el mundo. Tampoco es menor que el Congreso deba tener una agencia, cosa que no hay en ninguna parte del mundo. Las Cámaras crearon sus propias oficinas, ahora lo que nos falta es la agencia del Poder Legislativo, que alcanza a todos los organismos que están bajo su órbita, incluso a los organismos de control: la AGN, la Procuración Penitenciaria, el Defensor del Pueblo, el Defensor del Público, la Biblioteca del Congreso, la DAS, la Imprenta y el Círculo de Legisladores. El titular se debe nombrar a propuesta de los presidentes de las Cámaras y luego el propuesto debe someterse a una audiencia pública, y si pasa, es designado. Nosotros estamos en la instancia de que ambas presidencias se pongan de acuerdo en a quién proponer. El compromiso de ambas presidentes es hacerlo antes de dejar su gestión. Es la única de las seis agencias que falta constituir.
-Mencionaste tu interés por los proyectos contra la corrupción, ¿cuáles son?
-Ojalá se empiece a tratar el proyecto de ‘ficha limpia’ y el de regulación del lobby. También me gustaría que se trate la Ley de Ética Pública. Y quisiera enfocarme en que si esas leyes se aprueban, trabajar en los procedimientos para adaptarlas a la Cámara de Diputados. Por eso me interesa mucho que se constituya la Comisión de Modernización Parlamentaria. La agenda de anticorrupción y transparencia va a ser uno de los ejes de mi trabajo, no porque me considere una paladín contra la corrupción, sino porque creo que son herramientas que debe tener el Estado para mejorar su funcionamiento.
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