A menos de un mes de debutar como diputada nacional, María Luján Rey habla de su desembarco en la política y sus expectativas sobre el Parlamento. Su opinión sobre las prisiones preventivas, los fueros y la gestión económica de Cambiemos, en una entrevista con parlamentario.com.
Por Carolina Ramos
María Luján Rey está ansiosa. Mientras espera el 10 de diciembre, cuando asumirá como diputada nacional por primera vez, la madre de Lucas Menghini piensa en el día la jura, estudia el reglamento, imagina el despacho que le tocará ocupar. Todo lo hace desde su domicilio en San Antonio de Padua, ciudad que no piensa cambiar por un departamento en Capital Federal. “Trabajé muchos años en Capital, sé lo que es viajar, pero no hay como llegar a tu casa”, comenta, mientras fuma un cigarrillo en una cafetería de colores pasteles en la localidad del oeste del Conurbano.
Rey aterrizó en la política de la mano de María Eugenia Vidal, de quien sostiene que “va a quedar en los libros como la mejor gobernadora de la historia de la provincia de Buenos Aires”. Ocupó el segundo lugar de la lista encabezada por Cristian Ritondo e integrará el Pro, partido que la empezó a atraer en paralelo al avance de la causa por la tragedia de Once. “Más allá de que quizá no coincidíamos en las formas, o que había cosas que yo las hubiera pensado o hecho de otra manera, lo más importante, que eran los valores, eran compartidos”, explica.
En diálogo con parlamentario.com, la legisladora electa cuenta la impresión que le causó el Congreso cuando frecuentó sus pasillos impulsando la Ley de Víctimas. “Cuando uno llega como ciudadano común, cree que se va a encontrar un debate de eruditos, de gente que se escucha cuando habla, que se prestan atención, que si bien pueden no ponerse de acuerdo, son capaces de escucharse, de respetarse… y la realidad es que cuando empezamos a participar, en muchas ocasiones vimos que esto no sucedía, que parecía una pelea de gallos, que eran gritos, insultos… y ahí fue un gran desencanto”, confiesa.
Por otra parte, se sincera al hablar del peso que cobró la economía en la última elección: “Si yo tuviera a mi hijo en mi casa también vería con mucha más preocupación la economía. Pero no es mi caso. A mi no me pasa eso. Yo no tengo esa suerte. Yo tengo un hijo que enterré porque hubo quienes se llenaron los bolsillos de plata. No desconozco que la economía está difícil, no desconozco que el Gobierno ha tenido muchos desaciertos, pero para mi la economía no es el punto prioritario para elegir”.
- En menos de un mes asumirás tu banca, ¿qué expectativas tenés?
- Tengo muchas expectativas en este nuevo desafío. Hay mucho por trabajar para darle al Congreso lo que creo que el Congreso durante mucho tiempo fue perdiendo, que es esa representación del ciudadano común, del ciudadano de a pie. Cuando a veces nos quejamos de que la política se aleja de la gente común, eso también se refleja en lo que pasa en el Poder Legislativo. Ese es un gran desafío: volver a darle al Congreso el lugar de un poder tan importante como el Ejecutivo y el Judicial. Uno ve que la gente le reclama al Ejecutivo y le reclama al Judicial, pero poco ve que le reclame al Legislativo, y eso no me parece bueno. Los ciudadanos, que son quienes nos sientan en esas bancas, tienen que saber que tienen derecho de exigirnos que trabajemos, que hagamos leyes de cara a la ciudadanía. Eso se ve en las manifestaciones, en los reclamos, que no se apuntan nunca al legislador, quizá porque lo sienten un poco lejano o sienten que es poco importante ese trabajo. Hay que devolverle al Congreso el lugar de preponderancia que tiene como uno de los poderes de la República.
- Sin embargo, a los legisladores se los critica mucho. Hay una creencia extendida de que “cobran mucho y trabajan poco”. Antes de ingresar a la política, siendo una ciudadana más, ¿también tenías esa imagen negativa?
- Tuve un desencanto cuando empecé a trabajar en el Congreso con la lucha que hicimos con los familiares de Once y en la lucha que hicimos después junto a otros familiares en pos de que se sancione la Ley de Víctimas, hoy una realidad en nuestro país. Ahí empezamos a ir y empezamos a participar de las comisiones que debatían este proyecto, empezamos a ver sesiones… y cuando uno llega al Congreso como ciudadano común, cree que se va a encontrar un debate de eruditos, de gente que se escucha cuando habla, que se prestan atención, que si bien pueden no ponerse de acuerdo, son capaces de escucharse, de respetarse… y la realidad es que cuando empezamos a participar, en muchas ocasiones vimos que esto no sucedía, que parecía una pelea de gallos, que eran gritos, insultos… y ahí fue un gran desencanto. Me pregunté si eso sería siempre así. La posibilidad de ir muchas veces también nos permitió ver que había muchos diputados que trabajaban mucho, y muy bien, y muy seriamente, y realmente pensando lo mejor para toda la ciudadanía, no pensando en un rédito personal o mezquino. Más allá de todos los prejuicios que tenga la sociedad para con los legisladores, como en cualquier lugar, hay mucha gente muy buena, muy valiosa, de diferentes espacios políticos, y hay otros que no lo son tanto. El tema es que todos, unos y otros, han sido puestos ahí por el ciudadano que los votó, y por eso merecen el respeto de estar ocupando ese lugar.
- ¿Qué leyes vas a impulsar?
- Los temas que a mi me inquietan para trabajar, y donde más voy a poder aportar, tienen que ver con la lucha anti-corrupción, la Justicia, y sin duda el transporte. Esas son las comisiones que a mi me interesaría integrar, que tienen que ver no solo con mi historia de vida personal, sino con mi historia de lucha. La búsqueda de Justicia por la tragedia de Once implicó meterme y conocer el mundo del transporte ferroviario en nuestro país, más allá del tren Sarmiento, del tren de pasajeros. Esto se extiende a los trenes de carga, a las rutas, al transporte automotor, a los aviones. Es ahí donde está mi interés más inmediato.
- Antes de la tragedia de Once, ¿tenías afinidad con el Pro? ¿O el acercamiento fue después?
- Antes de la tragedia no tenía ninguna cercanía política ni partidaria con ningún espacio. Pero sí era decir, como dice la canción, ‘no sé lo que quiero, pero sé lo que no quiero’. Sabía que no quería lo que encarnaba el gobierno de ese momento. Esto iba más allá de la tragedia de Once: como docente no estaba de acuerdo con lo que sucedía en las escuelas y con lo que pasaba en la educación. No compartí muchas de las medidas que fueron tomando y no tenía esa mirada del relato que iban instalando en diferentes aspectos. Obviamente, cuando sucedió la tragedia de Once, esto se profundizó. Y recién después empecé no solo a posicionarme en contra de todo lo que representaba ese espacio, sino también a encontrar que en Cambiemos había una coincidencia de valores. Más allá de que quizá no coincidíamos en las formas, o que había cosas que yo las hubiera pensado o hecho de otra manera, lo más importante, que eran los valores, eran compartidos. Sentí que este era el espacio donde, quizá también por ser una coalición, hay una pluralidad de voces, hay pensamientos distintos pero que son respetados y son escuchados. Para mi eso es fundamental y es una contraposición a lo que era la alternativa. Cuando no se permite escuchar una voz disidente, cuando no se permite escuchar a alguien que no opina igual, eso no es sano. Hay quienes tienen temor a las diferencias, y para mí las diferencias enriquecen. Desde ese momento entendí que era en este espacio donde, si algún día tomaba la decisión de participar, yo iba a estar.
- Más allá de estos valores que mencionás, en las elecciones hubo un voto muy fuerte con el bolsillo. ¿Qué opinás de la gestión económica de Cambiemos?
- En esto yo no puedo desdoblarme y ser dos personas diferentes. Yo soy la que soy. Y yo con mi historia y habiendo enterrado un hijo porque otro quiso tener su bolsillo lleno de plata, entiendo que la economía no es mi prioridad al momento de elegir quién va a conducir a una Nación. Lo digo con mi hijo enterrado. No puedo pretender que todo el mundo al momento de una elección tenga que basarse en mi historia. Probablemente si yo tuviera a mi hijo en mi casa también vería con mucha más preocupación la economía. Pero no es mi caso. A mi no me pasa eso. Yo no tengo esa suerte. Yo tengo un hijo que enterré porque hubo quienes se llenaron los bolsillos de plata. No desconozco que la economía está difícil, no desconozco que el Gobierno ha tenido muchos desaciertos, pero para mi la economía no es el punto prioritario para elegir. Son otras cosas. También siendo una argentina de 50 años y habiendo vivido muchas veces crisis económicas en nuestro país, entiendo que estas situaciones recurrentes que tenemos necesitan cambios más estructurales que una gestión de gobierno. Yo viví el dólar uno a uno y el dólar uno a cinco de la noche a la mañana. Muchos argentinos podemos hacer memoria de que estas crisis en nuestro país son recurrentes. Pero estoy convencida de que de estas situaciones se sale con cambios profundos, que van a llevar tiempo, y que tienen que estar basados en los valores del esfuerzo y el trabajo. Es imposible sacar un país adelante, llevar adelante cambios que nos permitan avizorar un futuro más estable y de crecimiento para todos sin pensar que tenemos que trabajar, que hay que esforzarse. Es imposible pensar que podemos tener un país de fiesta, donde se llevan toda la plata, y que nunca se va a tener que pagar. Algunos tuvimos que pagar esa fiesta con la vida de seres queridos, y a otros les toca pagar esa fiesta con una economía que nunca termina de arrancar. Pero la realidad es que pagarla, hay que pagarla. Sí creo que el descontento de la gente es legítimo, que en economía no se han tenido ni por cerca los objetivos que se plantearon o que se hubieran esperado. Pero creo que a veces nos falta la capacidad de mirar un poquito más adelante que lo inmediato. Nada se puede hacer si no se piensa un poco más hacia adelante. Si vos querés levantar tu casa de un terreno, no lo vas a hacer de la noche a la mañana. Te va a llevar tiempo y vas a tener inconvenientes. Por ahí lo calculaste en un tiempo pero hay cosas que no podés manejar, y entonces tenés diez días de lluvia y se te atrasa la obra, y fuiste a poner una columna acá y resulta que no podés… pero la mirada está puesta en cuando tengas la casa. A veces nos falta eso. Necesitamos todo "ya", y eso también a la larga nos cuesta. El no poder sostener hace que siempre estemos empezando, que siempre estemos arrancando de cero o de menos diez. Esto nunca es bueno en ningún aspecto y en ninguna política, no solo en la económica. En esto nos falta madurez. Y esto se traduce en tiempo que se pierde y que no nos permite hacer esos cambios profundos.
- ¿Quién es tu referente político?
- Obviamente mi referente político, y por quien decidí tomar esta decisión, es María Eugenia Vidal. Entiendo que María Eugenia no va a estar en la cotidianeidad. Hoy mis líderes políticos son María Eugenia y Mauricio (Macri), y en la cotidianeidad mi compañero de fórmula, Cristian Ritondo, será mi referente más inmediato, más cercano. No solo lo aprecio muchísimo, sino que lo respeto. Es una persona con mucha trayectoria en la vida política de nuestro país y es un gran compañero.
- ¿Ves a Vidal como presidenta?
- Siempre la vi, me encantaría. María Eugenia va a quedar sin duda en los libros como la mejor gobernadora de la historia de la provincia de Buenos Aires. Más allá de todo lo que puede faltar, ha hecho lo que era realmente urgente, y lo ha hecho escuchando a los vecinos de la provincia, que en 2015 decían que saque las drogas de los barrios, que tenían urgencias en los hospitales, que necesitaban el SAME, que necesitaban obras hídricas para no inundarse. Era una provincia que no tenía absolutamente nada, y ella fue por lo urgente. Ha hecho muchísimo, y todo lo que hizo demuestra la cercanía y la escucha al vecino. No lo hizo porque fue una ocurrencia: lo hizo escuchando lo que le pedían los vecinos. Deja muy distinta la provincia. Es una gran pena haber perdido una gobernadora como la que tuvimos. Sin dudas, María Eugenia tiene todo para ser una gran líder política y para llevar la gestión de una manera impecable. Si es su voluntad la de ser presidenta, seré una de las primeras en acompañarla.
- Está en discusión el tema de las prisiones preventivas como supuesta pena anticipada, ¿cuál es tu posición?
- Tengo una posición desde hace muchísimo tiempo. Creo que hay que diferenciar la prisión preventiva de cuando se imputa y se procesa a una persona antes de una primera condena, de la que viene después. Cuando vienen después, yo estoy convencida de que cuando un tribunal de primera instancia condena a una pena privativa de la libertad, debe ser puesta a cumplir de manera inmediata. Y que todas las apelaciones a la instancia superior se las haga desde el lugar donde se cumple la pena. ¿Por qué? Porque tenemos un tribunal de Casación que se toma años para resolver si una sentencia queda o no queda firme. La tragedia de Once, con 29 imputados, logró elevarse a juicio oral antes del año. Antes de los cuatro años teníamos los condenados. Sin embargo, a Casación le llevó tres años dejar firmes esas condenas. Le llevó más tiempo a Casación revisar un fallo de 700 páginas, que a un juez de instrucción investigar una tragedia semejante, y que a un tribunal oral juzgar a los responsables, en un juicio que duró 20 meses. A Casación, firmar el fallo le llevó tres años y medio. Para mi no es justo para ninguna de las partes que una vez que un tribunal oral condena hayas que esperar, en prisión preventiva o en libertad, la sentencia firme. Para mi debería quedar firme desde el primer momento. En cuanto a las prisiones preventivas previas a los juicios, cuando se trata de los procesados, donde tiene que ver el entorpecimiento de la causa o con el peligro de fuga, creo que eso está absolutamente claro y que se debe respetar. Cuando un juez considera que hay un peligro de fuga o de entorpecer la causa, obviamente creo que es necesario que se aplique la prisión preventiva. Me parece muy hipócrita cuando quienes lo plantean son los que hablan de ‘perseguidos políticos’ o desconocen fallos judiciales, porque presos con prisión preventiva hay muchísimos, si bien ha bajado mucho el porcentaje. Pero no es por ellos que están pidiéndolo. No escuché levantar la voz por esos presos. Se pide por los presos que algunos consideran ‘presos políticos’, que muchos de ellos están procesados o cumpliendo penas por algunos hechos de corrupción, o algunos están multiprocesados. Plantean la discusión de un modo muy hipócrita, y yo estoy absolutamente convencida de que la prisión preventiva para aquellos que ya han sido juzgados se tiene que sostener. Y sino, deberían acelerar de alguna manera los tiempos de Casación para que resuelva lo que tiene que resolver. Estas prisiones preventivas no se estirarían en el tiempo si las cámaras de segunda instancia resolvieran rápidamente. Han demostrado que cuando tienen voluntad, lo hacen muy rápidamente, mientras que hay otras causas que quedaron diez años esperando. Es necesario que se reglamenten esos tiempos en la Justicia para que no se confundan con tiempos políticos, con tiempos que son ajenos a los intereses de quienes buscan Justicia.
- En cuanto los fueros, se ha instalado la “doctrina Pichetto”, según la cual un desafuero solo procede si hay condena firme, ¿qué opinás al respecto?
- Para mí los fueros son una herramienta pensada para otra situación, y todos los que últimamente han hecho uso de esa herramienta, han hecho un mal uso o una interpretación discrecional de lo que la norma dice. Hasta donde yo tengo entendido, ningún pedido de desafuero de estos últimos tiempos tuvo que ver con perseguir una línea de pensamiento o una postura ideológica. Se han pedido desafueros a quienes se considera autores de crímenes o de delitos, y no son para eso los fueros. Han confundido esta herramienta que brinda una garantía frente a persecuciones ideológicas con una herramienta de impunidad. Esto en algún momento debería llevarnos a un debate más sincero, más frontal, de para qué fueron pensados los fueros y para qué vamos a seguir usándolos. Y sino blanquear: si realmente se piensa que son una herramienta para dar impunidad, que el ciudadano sepa que tenemos una herramienta que va a dar impunidad por si algún legislador en algún momento decide cometer algún hecho ilícito en el cumplimiento de esa función. Hoy los fueros no son para eso.
- La velocidad del juicio por la tragedia de Once y su posterior resolución, ¿te hicieron creer en la Justicia?
- Yo creí en la Justicia desde el mismo momento en que salí a buscarla, porque sino no tenía ningún sentido. Tenía absolutamente claro que la causa AMIA había quedado impune, Cromañón también, y que en tragedias como la de Ecos había prescripto la causa. Yo vi todas esas causas previas a la nuestra. Pero la verdad que en ese momento, un poco porque es lo que corresponde y un poco por obligación -porque sino no tenés manera de salir- decidimos que era la Justicia la que tenía que resolverlo, y ahí fuimos. Por eso da bronca cuando dicen que los familiares buscan venganza. Fuimos por justicia sabiendo que podía llevarnos años o podía nunca llegar. Pero con la firma convicción de que era el camino que teníamos que hacer. La tragedia de Once, más allá de la condena a los responsables, dejó absolutamente demostrado que cuando hay un pueblo entero mirando el trabajo del Poder Judicial, el Poder Judicial no tiene otra cosa que hacer más que trabajar. Uno no espera que las cosas se resuelvan de un día para el otro. Nosotros sabíamos que era una causa muy grande y que iba a llevar tiempo, pero también fueron tiempos acordes a lo que uno puede entender que se necesitan. También demostró que se puede ir contra el poder político y contra el poder económico, porque uno lo mira ahora a casi ocho años, (Ricardo) Jaime puede parecer un personaje menor, pero en 2012 tenía muchas causas por corrupción y nunca había pisado los pasillos de tribunales. (Juan Pablo) Schiavi tampoco y los Cirigliano tampoco. Sin embargo, la Justicia demostró que podía hacerlo en los tiempos que la ciudadanía espera y que podía condenarlos. Hay un gran punto de inflexión: a partir de Once, la Justicia se ve más complicada al momento de decir ‘necesitamos 15 años para que esta causa avance’. Si pudieron con esta causa, que era enorme, donde se investigaron diez años para atrás, con 29 procesados, con gente que era parte de un gabinete nacional en pleno ejercicio, con empresarios que tenían muchísimos puntos de contacto con el poder político… hay mucho por mejorar en todas las instituciones de nuestro país. En estos cuatro años se ha trabajado mucho en el fortalecimiento de las instituciones, pero hay que seguir trabajando y la Justicia es una de esas instituciones. Pero también sé que es una Justicia que hoy reacciona diferente porque sabe que el ciudadano común está mucho más atento, hacen marchas, los están mirando, los están siguiendo, y no tendrán el detalle de la causa pero sí están mirando. Eso es muy bueno. Tenemos que seguir trabajando por un Poder Judicial independiente pero también ágil, y que se acerque al sentido común del ciudadano de a pie.