El premier de Italia Giuseppe Conte y el presidente de Argentina, Alberto Fernández, mantuvieron un trascendente diálogo telefónico.

La comunicación tuvo dos motivos: en primer lugar, felicitar al pueblo argentino y al Gobierno por la decisión de encarar la cuarentena anticipadamente. Por otro lado, expresar el apoyo para la Argentina en la renegociación de su deuda externa.

Esa comunicación no es cosa menor desde el punto de vista político. Italia, tiene un peso político en la Unión Europea y en el mundo de gravitación.

Quiero aclarar que este mensaje que pretendo hacer llegar nada tiene que ver con grietas, diferencias partidarias. Es una puesta en valor de razones de Estado para ambas naciones.

Por supuesto que de ambos lados del teléfono nos encontramos con la voz de dos pueblos, diría más que hermanos. Y también dos líderes a los que la frase popular “Chi non fa, non falla” (Si no hace, no falla), tal vez les resulte a medida, porque ambos, claro, hacen, aciertan y se equivocan.

Pero más allá de banderías y diferencias ideológicas y políticas, ambos han mostrado un amor incuestionable por la vida y por su patria.

Lo profundo de esa conversación es la confirmación de la hermandad y la solidaridad entre ambos pueblos y tiene mucho más relieve, porque se da en tiempos difíciles. El peso de cada palabra de ese diálogo está en la voz de ambos líderes porque cada uno es portador de la representación tácita de su pueblo.

Pensando en el día después

Vengo trabajando en la Comisión de Finanzas del Parlamento Italiano. Desde allí vengo proponiendo el lanzamiento de un Plan Marshall, para el día después de la superación de la crisis sanitaria. Esas reuniones presididas por el presidente Raffaele Trano, cuenta con la participación de los líderes de los diversos grupos parlamentarios y se realizan a través de Skype.

Cuando la crisis del coronavirus comenzó a azotar a Italia, di a conocer mi voz y di el alerta para la Argentina. “Italia da un mensaje a la Argentina”, sostuve por entonces. Afortunadamente -no voy a cometer la petulancia de creer que fue por mi advertencia personal-. sino por la difusión que tuvo la espiralización de la pandemia. Ese mensaje que dio Italia, fue escuchado y aquí se hizo lo que había que hacer contra el Coronavirus, aquí está el resultado a la vista y se muestra robusto en cuanto a sus frutos. Miles de abuelos, padres, hijos argentinos han sido arrebatados de las garras de la muerte. El reconocimiento y la solidaridad, por esa decisión, como la del premier de Italia, vienen por añadidura. Cierto es, que el debate político, sobre cualquier medida, también es sano para la democracia.

Amo a la Argentina. No solo porque es la tierra que cuando llegué tan solo con una valija de cartón, me dio cobijo, trabajo, una hermosa familia. Tierra que me devolvió mi esfuerzo y sacrificio de trabajar incansablemente y con rigor, con la satisfacción de poder emprender y crecer. Esta tierra de oportunidades. Tierra de riqueza infinita. Llena de gente de buena voluntad, de talento de inteligencia y creatividad. Pero no la amo en palabras, porque el amor sano es un hacer, no un decir, no hay amor sin actos de amor.

A veces parezco monotemático en mí andar por el mundo y en el parlamento porque siempre estoy hablando bien a la Argentina. Soy un sembrador incansable de la Argentina y de Italia. Porque creo fervientemente en ese aforismo del gran escritor argentino, José Narosky que dice: “Sembremos que en algún lugar nos bendecirá la lluvia”.

Ojalá la Argentina unida reciba el nuevo mensaje de aliento y solidaridad expresado por Italia a través del Premier Conte y para el día después de la pandemia, encare su propios Plan Marshall, para que de la mano del Estado y la producción haya un “Nuevo renacimiento” tal como estamos trabajando para que ocurra en Italia.

Dios ilumine y guarde al pueblo Argentino y al pueblo italiano.