Por Mariela Blanco. Mal que nos pese, Instagram, Youtube y Facebook desarrollaron la capacidad de buscar locaciones atractivas para contar una micro historia en un muro o en un "live".
Como una enorme paradoja del destino, resulta que el patrimonio se ha modernizado. Cada vez con mas fuerza, los jóvenes se imponen en las redes con sus fotos de atractivos rincones de su ciudad.
En parte gracias a ellos, lo cultural ha perdido su tono solemne y hoy se disfruta en zapatillas y con las cinco cámaras del celular de última generación.
Ya no sorprende ver chicos posando desprejuiciadamente a los pies de una cúpula de la Avenida de Mayo.
Esto responde a una era muy audiovisual, en la cual los jóvenes tienen un ojo muy entrenado para la caza de curiosidades y para convertir cualquier momento de la vida cotidiana en una suerte de periodismo al paso.
Mal que nos pese, Instagram, Youtube y Facebook desarrollaron la capacidad de buscar locaciones atractivas para contar una micro historia en un muro o en un "live".
Todo el entorno urbano en realidad es pasible de convertirse en escenario para un reality de pocos minutos. El arte callejero, los edificios históricos, los pasajes de Palermo, las calles empedradas de San Telmo, y los conventillos de colores de La Boca se vuelven insumo y decorado para satisfacer esa sed de publicaciones instantáneas.
Surge así un nuevo tipo de periodismo "especializado" que no escribe libros, ni hace documentales, sino que se sirve de una variada gama de aplicaciones para dar cuenta de los monumentos, casonas, palacios y lugares de interés para visitar. Con música y todo.
Es una movida muy interesante que se viene gestando hace unos pocos años. Sintetiza lo mas icónico de nuestra historia en una exageración de píxeles y pocas palabras.
La tecnología asila y resguarda a las joyas porteñas. Propala y protege. Y el patrimonio se deja capturar.
Mariela Blanco es periodista, autora del libro “Leyendas de ladrillos y adoquines”