Fue como respuesta a un diputado de Juntos por el Cambio que gritaba desde su banca durante su discurso en el cierre del debate del etiquetado frontal.
Un incidente se registró en el final del debate de la ley de etiquetado frontal, cuando la diputada Graciela Camaño pronunciaba su discurso, en el que trataba de fundamentar su cuestionamiento a no poder introducir modificaciones al proyecto considerado. “Yo quiero dejar claro en este contexto mi posición respecto de tres temas en conflicto, y lamento que la práctica legislativa de los últimos años no permita que la cámara revisora, por decisión política de la mayoría, cualquiera de las dos mayorías, convengamos, pueda introducir modificaciones que optimizaría los proyectos. Y que permitirían compatibilizar intereses…”, señalaba la legisladora.
Lo cierto es que desde su banca gritaba el diputado Fernando Iglesias, advirtiendo que se había extendido más allá del tiempo asignado. Lo miraban molestos los compañeros de bancada de Camaño, uno de los cuales deslizó -y se escuchó de fondo en el discurso de Camaño- un despectivo “qué pelotudo”.
Camaño seguía imperturbable: “…Y que en definitiva de esto se trata el arte de la política. En nuestro actual ordenamiento jurídico, el etiquetado debe ser acorde a los estándares establecidos en las cláusulas generales…”. Ahí fue que sin levantar la vista de su computadora, la diputada de Consenso Federal replicó: “Creo que hay un diputado que necesita una gorra y un pito”.
Y continuó, pero cuando los gritos por el tiempo excedido recrudecieron, dijo: “Esta resolución entonces, y lo quiero explicar, si me lo permite el diputado que necesita una gorra y un pito… fue incorporada a nuestro ordenamiento interno en virtud de la aplicación del artículo cuarto”.
Ahí intervino el presidente de la Cámara, que aclaró que por tratarse de uno de los discursos de cierre, la diputada contaba con diez minutos. Con ese respaldo, Camaño insistió: “Pito y gorra para el alcahuete”, mientras que desde una banca vecina espetaron: “Pito y gorra para el pelotudo…”. Espíritus crispados durante la larguísima sesión presencial.