La libertad de decidir cuándo ser madre
Por Gastón Rey Valzacchi, director Médico Centro Procrearte. En el mes de la mujer, el autor destaca la importancia de la posibilidad de congelar óvulos.

Después de la píldora anticonceptiva, sin lugar a dudas la postergación de la maternidad por cuestiones sociales ha sido la gran conquista que trajo el nuevo siglo para la mujer.
Al menos, el tema saltó de la “vidriera” mediática a la mesa de café. ¿Pero qué factor fue decisivo para que las parejas evalúen la posibilidad de dilatar el momento en el cual convertirse en padres?
Sin temor a equivocarnos, diremos que influyó sustancialmente la independencia económica de la mujer. Por supuesto que el desarrollo de la ciencia y la accesibilidad contribuyeron también.
La pregunta del millón apunta a la eficacia de la técnica. El congelamiento de óvulos es la solución para un amplio grupo de mujeres que desean ser madres pero que tienen riesgos profesionales para encarar un embarazo (azafatas, personal de radiología, químicas, personal de la fuerza armada o aérea, deportistas etc).
Otro grupo importante son las mujeres que, sencillamente, están a la espera de encontrar una pareja con quien tener un hijo. En definitiva, mujeres que quieren ser madres en un futuro próximo pero que no quieren correr el riesgo de que el paso del tiempo se los impida.
El eterno debate entre hombre vs. máquina, naturaleza vs ciencia es un sinsentido. Renegar de la ciencia es creerse omnipotente. Es negar la evolución. No pierde estatus de mujer ni de buena madre quien congela su deseo gestacional.
Porque, en definitiva, no deben quedar dudas de que esa mujer ya decidió que será madre. Esa mujer resguardó la posibilidad de tener un hijo con más certeza que aquella que lo dejó librado al destino.