Marchamos por el derecho a la vida
Por Raúl Magnasco, presidente de la fundación Mas Vida. El autor destacó la marcha contra el aborto llevada a cabo, y consideró que ahora se trata de un “fenómeno mundial”.

Argentina es reconocida en el mundo por las marchas y manifestaciones públicas, inventores y exportadores de los cortes de ruta, que incluso dieron lugar a organizaciones “piqueteras”. Sin embargo, el derecho constitucional a manifestarse siempre fue utilizado para reclamos personales, gremiales o de un grupo social, que fuera de lo justificable que pudieran resultar, siempre apelan al derecho propio (a un mejor sueldo, a vivir sin inseguridad, etc.).
La séptima marcha por la vida de este sábado, es un fenómeno mundial –ya que se lleva a cabo en muchos países, con origen en los Estados Unidos- pero que ha encontrado en nuestro país a un pueblo muy comprometido con los derechos humanos, con el primero y más importante de todos: el derecho humano a la vida. Y desde entonces se ha marcado un antes y un después en nuestro país, con larga trayectoria en la materia –fuimos los impulsores del Día internacional del Niño por Nacer que se festeja todos los 25 de marzo en todo el mundo- alcanzando el récord desde el 2018 con la Marcha por la Vida más multitudinaria del mundo, y por cierto la mayor en nuestro país desde la visita del Papa Juan Pablo Segundo.
No obstante, uno de los hechos más trascendentales de la Marcha de este sábado que convocó a nada menos que 50.000 personas en Buenos Aires, y otros cientos de miles en más de 100 ciudades del interior del país, es que nosotros no marchamos en reclamo de un derecho propio –aunque inherente a todos- sino por el derecho a la vida de los más de 60.000 argentinos que perdieron la vida el año pasado por medio de un aborto, y que se sigue cobrando la vida de un argentino cada 9 minutos.
Argentina es un pueblo de vida, y así lo ha manifestado en muchas ocasiones, pioneros hasta en el uso del pañuelo celeste –distintivo provida- que hoy se usa en todo el mundo. No aceptamos la cultura de la muerte que intenta reducir nuestra población por medio del aborto, la eutanasia y otras medidas similares, muchas de ellas impuestas por los organismos internacionales que nos condicionan a cambio de deuda, y así lo manifestamos en esta nueva edición de la Marcha por la Vida, ocasión en la que festejamos todos los avances de la vida en el mundo y en nuestro país, en donde recientemente el Diputado Alberto Asseff presentó una versión adaptada de la Ley del Primer Latido de Texas –uno de los estados donde ya está vigente- y que en la práctica supone la abolición total del aborto. Por medio de leyes positivas como la del diputado Asseff, se pueden salvar miles de vidas al año (el Estado de Texas lleva salvados 30.000 bebés en 200 días de vigencia), y así forjar un camino de desarrollo sustentable para nuestra nación, ya que el principal recurso económico que tiene un pueblo, es justamente su gente. En prueba de ello encontramos que los países más desarrollados del mundo, casi siempre son los más poblados, y de forma opuesta, los más subdesarrollados son los que menor población disponen, contrariamente a la creencia de tantos.
Los organismos internacionales, creados por los países más poderosos, conocen esa realidad del desarrollo y es la razón por la que intentan que los países con más potencial –como el nuestro- no alcancen las poblaciones mínimas para desarrollar ese potencial, que Alberdi supo estimar en 80 millones. No es casual que un acuerdo con el FMI se dé en consecuencia de una ley de aborto. Tampoco es casual que ese acuerdo implique mayor deuda y postergación de crecimiento. No obstante, hay algo que no podrán cambiar, y es que en Argentina seguiremos marchando por la vida. Mientras los niños no tengan voz, escucharán la nuestra.