A propósito del odio  

Por Jorge Horacio Gentile, exdiputado nacional. El autor se refiere al debate respecto a las manifestaciones “de odio”, y la posibilidad de su legislación.

“Una costumbre detestable” es odiar, y “la ofensa -según Séneca- “exige un odio a la par”. El odio es “una emoción humana que consiste en desear el mal”. Las grietas, que se han instalado en la política argentina, hacen que no falten quienes utilizan injustificadamente expresiones odiosas para capitalizar la tensión que profundiza el surco que agrandan las divisiones y hace más violenta las querellas.  

Estos procederes, que se utilizan de los dos lados de las grietas, son contrarias a la Constitución Nacional (CN), que, en nueve palabras de las cien de su preámbulo, resumen su razón de ser cuando invoca la “protección de Dios fuente de toda razón y justicia”, lo que abre un ancho camino que busca, desde nuestra ley fundamental, alcanzar la Verdad y el Derecho, propósitos contrarios a las ofensas que implican las “conductas detestables” y muchas veces violentas que se producen cuando se odia.  

Sancionar estas acciones, más allá de lo que ya dispone nuestro Código Penal, puede atentar contra el derecho humano la libertad de expresión, que la CN y los tratados internacionales con jerarquía constitucional garantizan y que es esencial para hacer posible la convivencia democrática.  

La amplia difusión del juicio de “Vialidad”, donde está procesada la señora vicepresidente de la Nación, ha avivado las ofensas de los dos lados de la grieta. Unos, amparados en sus privilegios como legisladores, proponen aplicarle la pena de muerte a Cristina Fernández de Kirchner (CFK), como lo declaró el diputado del PRO José Sánchez; y otro lado, el senador José Mayans, pidió que “se pare” el juicio de “Vialidad”, por haber sido el que “generó la violencia extrema”; lo que, en ambos casos, es detestable.  

Los medios de prensa y las redes sociales se han hecho eco de estas odiosas expresiones y las críticas de ambos lados se han multiplicado e intensificado en su virulencia. El juicio donde se ventila la corrupción en que está acusada CFK debe continuar, de la misma manera que debe tramitarse la causa que investiga el grave y, gracias a Dios frustrado, atentado que sufrió la señora vicepresidente.  

CFK y el ex presidente Mauricio Macri han sido y son los que en los medios han liderado los dos extremos de las ofensas que producen los odios, lo que nos afecta a todos los argentinos, ya que lo ideal sería que ambos ex presidentes, y muchos de sus seguidores, como por ejemplo Lázaro Báez o, el prófugo, Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, no estén procesados, ni que fueran condenados por causas de corrupción, ya que ello nos ofende a todos en nuestro honor de argentinos. Pero si son culpables, como algunos ya lo han sido y tienen condena firme (como el ex vicepresidente Amado Boudou), y otros, a los que se les llegue a probar su culpabilidad, deben ser condenados y penados como cualquier hijo de vecino. En esto no puede ni debe haber privilegios.  

Los juicios por corrupción, que no son pocos, y donde hay implicados políticos e influencer, que están en ambos lados de la grieta, algunos que ya tienen sentencias, y en otros donde hay acusados, deben continuar y ser juzgado, siguiendo lo que dispone la CN para encaminarnos, cuanto antes, por el camino de la “razón y justicia” como indica su preámbulo.  

Para Aristóteles el odio era lo opuesto a la amistad y al amor, que es lo que necesitamos para realizarnos como personas en una comunidad más fraternal, y para que nuestros jóvenes dejen de pensar en emigrar a otros países.  

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