Malestar por los fuertes ruidos internos que no cesan en el seno del oficialismo, en tiempos en que bastaría con limitarse a contemplar las cuitas de la oposición.
El paso de Mariano Cúneo Libarona por la Cámara de Diputados dio mucho para hablar (mal).
Silencio. Así reaccionó la Casa Rosada ante otra mala semana impensada para el presidente Javier Milei y su mesa chica de gobierno; la anterior, el Congreso le rechazó el decreto de necesidad y urgencia (DNU) por el aumento de fondos para la nueva SIDE y sancionó un aumento a los jubilados, acorde a la alta inflación de meses atrás, pero en estas horas le sumó “errores no forzados” -como se dice en el tenis- a la sangría que sufrió con la baja de una diputada y un senador libertarios y la desprolija presentación que hizo en comisión el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.
Para colmo, las desprolijidades -es difícil caracterizar tantos errores no forzados- pusieron en el ojo de la tormenta nada menos que a Santiago Caputo, el mentor de Milei e integrante ahora de la mesa chica junta a Karina Milei, secretaria general de la Presidencia.
Caputo es cuestionado tanto en Casa Rosada como en el Congreso porque mientras se resolvían dos temas claves como el avance opositor sobre el DNU de la SIDE -idea suya la de engrosar astronómicamente sus fondos para esta época de vacas flacas- y la reforma y aumento de la movilidad jubilatoria, él estaba de “vacaciones” en la Patagonia.
Pero también el senador Francisco Paoltroni, quien estuvo a punto de ser presidente provisional del Senado por La Libertad Avanza (LLA) al elegirse autoridades en diciembre pasado, puso el dedo en la llaga con fuertes dardos dirigidos milimétricamente hacia el asesor Caputo.
Mes a mes, últimamente son cada vez más los que salen del secretismo y se animan a criticarlo. Y en Casa Rosada los que están furiosos son los ministros, ya que toma decisiones por ellos en temas legales en los que él, finalmente, no pone la firma.
En paralelo, uno de los dos candidatos a la Corte Suprema, el abogado constitucionalista Manuel García-Mansilla, ingenuamente, ante una pregunta de un senador, blanqueó que fue Caputo el que le ofreció el cargo para integrar el máximo tribunal de justicia de la Nación.
“Nunca vi al presidente Javier Milei. Fue Santiago Caputo el que me ofreció el cargo y lo volví a ver hace poco en Casa Rosada, porque él quería saber cómo me estaba preparando para esta audiencia en el Senado”, sostuvo, naif, García Mansilla.
De esa forma, Santiago Caputo -quien siempre se manejó entre bambalinas y en estricto secreto- quedó en el tapete: cuestionado por dentro y también por fuera, incluso por el expresidente Maurcio Macri, otro que lo eligió como blanco para castigarlo, cansado de sucesivas reuniones que, según el líder del Pro, nunca terminaron en algo concreto.
La Casa Rosada tomó nota de esa mini catarata de contrastes y el martes y este jueves no realizó la habitual conferencia de prensa diaria del vocero presidencial Manuel Adorni.
“La teníamos servida con Alberto Fernández y Fabiola y la complicamos nosotros mismos”, rezongó un funcionario en la Casa de Gobierno.
Por eso, este jueves la mesa chica evaluó que había mucho para perder y poco para ganar si se daba la tradicional conferencia de prensa diaria, a sabiendas que las preguntas de los periodistas estarían probablemente enfocadas en esos problemas.
Asimismo, no quedó claro aún y hay disparos internos hacia uno y otro lado sobre la responsabilidad que hubo en el oficialismo ante los contrastes por la SIDE y la movilidad jubilatoria.
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, no participó en esos temas. Y se sabe que él negocia cuando lo habilitan. Caputo estaba en la Patagonia. Y el titular de la Cámara de Diputados, Martín Menem, quedó también cascoteado por las críticas de la diputada libertaria Lourdes Arrieta, quien lo responsabilizó por la visita de legisladores de La Libertad Avanza a los represores condenados por delitos de lesa humanidad en la última dictadura militar.
Precisamente, el tema de los negociadores ante el Congreso ha sido un problema recurrente de la mesa chica libertaria. Entran unos a negociar, los retiran, vuelven a entrar y así sumaron contrastes ya desde la primera etapa de discusión de la Ley de Bases.