“Yo en ese momento lo banqué, pensé que valía la pena… No vi que después podía venir un proceso mucho más totalitario”, advirtió el legislador. El problema de que exista “un bifrentismo no colaborativo”.
“La Argentina en su último período extenso del 83 a la fecha funcionó efectivamente como un bipartidismo colaborativo. Esto significa que lo hizo como en otros países, por lo menos hasta hace 7 u 8 años”, señaló el diputado nacional de Encuentro Federal Nicolás Massot, que aclaró que “está de antemano sobreentendido que el rol de la oposición no significa rechazo absoluto de todas las medidas”.
En su intervención durante el debate sobre “Cómo impactará la nueva política en la Agenda 2025”, el legislador bonaerense planteó que en la última gran reforma del Estado, “con todos los defectos y falta de transparencia que había, el Congreso la verdad que fue un modelo… Porque teniendo la misma ley vigente que tiene el Gobierno hoy, no se decidió librar una batalla dialéctica o en las redes y los medios respecto de qué significancia tenía cada empresa del Estado, o directamente amenazar con privatizar por decreto, que es la mejor manera de regalar los activos argentinos, porque cualquier endeblez significa una tasa de descuento que probablemente sea muy grande”.
Según Massot, “ahí hubo un gobierno que entendía que estaba en un bipartidismo, pero que no era antagónico. Con determinada predisposición de ambas partes, podía ocurrir lo que efectivamente ocurrió”.
En otro pasaje sostuvo que “la Argentina en los últimos 25 años –y creo que va a continuar de esta manera- fue gobernada por un bifrentismo no colaborativo. Voy a poner un ejemplo que tiene que ver más con el Gobierno que con los partidos: es inaudito, es inexplicable que un régimen de inversiones a 30 años como el RIGI el gobierno haya renunciado de antemano a acordarlo con el principal partido de la oposición”.
“Es como pegarle un tiro antes que nazca”, lamentó Massot, convencido de que todas las sospechas y denuncias que hubo sobre la votación “no le quita legalidad” a lo aprobado, pero “le quita legitimidad, que es mucho más importante que la legalidad”.
En ese contexto lamentó que estemos en un sistema de “un bipartidismo, o bifrentismo que no colabora, que de antemano antagoniza, que se define como opositor no a las ideas, sino a las personas”. Y aclaró al respecto que eso sucede de los dos lados, pues del otro abundan definiciones del tipo de que “no se puede votar nada con el Gobierno”.
Ahí habló en primera persona, justificando el accionar de los que se autoperciben dialoguistas: “Nosotros hacemos un esfuerzo de tratar de ser opositores en términos de no pertenecer al Gobierno, y tratar de ser lo más pragmáticos posible en el abordaje de las ideas, de los proyectos, y no de quién vienen”.
Eso a su juicio no está valorado electoralmente. “No creo que lo esté en esta elección, probablemente no lo esté por mucho tiempo… Creemos, a la luz de lo que ocurrió el año pasado, sobre todo, que vale la pena –admitió-. Aunque no coseche muchas voluntades en las elecciones, creemos que vale la pena”.
“Hoy vemos cómo el Gobierno, con poca cintura a mi entender, pero con mucha decisión, intenta nuclear al mayor número posible de integrantes del no peronismo con una manera mucho más frontal o violenta de lo que lo pudo hacer en su momento el ex presidente Macri, pero vuelve a lo mismo. Entonces acá la pregunta es cómo hace uno para proyectar a largo plazo decisiones que no tienen los plazos de la política, de los gobiernos, son plazos mucho más largos, cómo se hace en un bipartidismo que no colabora”, se preguntó.
Para Massot, “es una anomalía que en la Argentina se está volviendo cada vez más frecuente, que los gobiernos decidan activamente renunciar a las mayorías para blindar minorías. Es un abuso del hiperpresidencialismo”.
Massot recordó que durante los cuatro años de la gestión Cambiemos presidió un bloque, el del Pro. “Me arrepiento de varias cosas”, reconoció, e hizo hincapié en algo que atribuyó a la mayoría de los parlamentarios: la de entregar el poder parlamentario. “La de pensar que el Congreso era una extensión de la discusión partidaria o de la dicotomía que generaba el oficialismo y la oposición”.
El legislador dijo suponer que “eso puede tener que ver con las listas sábana, en el sentido que hay muchos de los líderes que son los que tienen el poder real y están fuera del Congreso, y debaten fuera del Congreso. Y el Congreso termina siendo una arena donde se proyectan y por ahí eso podría cambiar cuando te sentís realmente dueño de tus votos y tenés un precio a pagar”.
“Pero en la Argentina los poderes se han desbalanceado fuertemente”, reconoció, y advirtió que “hoy vienen funcionarios de tercera o cuarta línea a las comisiones del Congreso a amedrentar a los diputados con el dedito levantado, como si ellos tuvieran alguna cuota de la legitimidad que puede haber en el Congreso. O frente a posibles interpelaciones, los funcionarios de antemano diciendo ‘nosotros no vamos a ir’. ¿Ustedes se imaginan lo que pasaría en cualquier otro país?”, se preguntó.
Sobre el final, dijo en tono de autocrítica que desde Cambiemos debían reflexionar sobre “el daño que hemos hecho al proponer los jueces en comisión. Y yo en ese momento lo banqué, pensé que valía la pena. No ví que después podía venir un proceso mucho más totalitario que no lo tomara solamente para la coyuntura. Que lo tomara directamente como una decisión. Que fuera un capricho y empezase a instaurarse casi una institución de hecho de algo que viola una institución de derecho”.
Para Massot hay dos problemas estructurales que la política debe resolver: “Tenemos un sistema de partidos que no colabora, y no se puede colaborar si solamente somos dos. Y tenemos un esquema de poderes absolutamente desbalanceado, donde el poder menos mencionado de todos, el Judicial, se ha transformado en una nueva oligarquía”.
Y en ese sentido consideró que uno de los grandes errores de la Constitución reformada fue “corporativizar el Poder Judicial en el Consejo de la Magistratura y alejarlo de todo tipo de control ciudadano, porque ese balance es el que más nos va a costar resolver, y yo creo que está detrás de la mayor cuota de responsabilidad de los fracasos en muchos sentidos”.