El legislador de la CC critica la visión oficial del 24 de Marzo, que a su juicio omite que lo que pasó en la Argentina de esos años fue terrorismo de Estado. Y pasa por alto el juzgamiento de las juntas y los jefes guerrilleros.
No la cuentan ni completa ni incompleta; simplemente, la banalizan. Insisten en instalar la idea de que hubo una guerra civil o guerra sucia cuando, en realidad, lo que ocurrió fue terrorismo de Estado.
No existió un conflicto entre fuerzas equiparables ni se actuó bajo ninguna convención de guerra. Lo que sí hubo fue un Estado que utilizó toda su estructura para perseguir, secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer personas.
También premeditadamente omiten que, en democracia, se juzgó a las juntas militares y a los cabecillas de las organizaciones guerrilleras armadas. El Estado nunca puede ni debe ponerse en el mismo lugar que un grupo armado: tiene la obligación de respetar y cumplir la ley y los derechos humanos.
Nada dicen sobre cómo la impunidad llegó después, con los indultos y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que intentaron cerrar la historia en falso.
Con una gravedad inusitada, pretenden banalizar lo que fue un sistema organizado de tortura, desaparición forzada y robo de bebés.
Si hay un mal recurrente en nuestra historia, es la violencia. Hemos padecido demasiado el odio y la lógica de la eliminación del otro. No hay causas nobles que justifiquen la muerte ni proyectos políticos que legitimen la violencia o el terrorismo de Estado. El Estado debe ser garante de derechos, no reproductor de violencias. La democracia y la República son el único camino para resolver nuestras diferencias.
Hago mías las palabras de Julio César Strassera:
“Su propia atrocidad torna monstruosa la mera hipótesis de la impunidad. Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendido a niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias del combate”.
“Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasamos; ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías.
Hemos intentado buscar la paz por vía de la violencia y del exterminio del adversario, y fracasamos”.
“Nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido, sino en la memoria; no en la violencia, sino en la justicia. Esta es nuestra oportunidad, y quizá sea la última”.