El diputado de la Democracia Cristiana destacó que el mensaje y accionar del Sumo Pontífice debe inspirar a quienes ejercen cargos públicos.
El fallecimiento de Su Santidad el papa Francisco enluta no solo a la Iglesia Católica, sino también a todos los que creemos en la dignidad humana como centro de toda acción política. Su legado espiritual y social nos deja una enseñanza profunda que trasciende credos y fronteras.
Francisco fue, en esencia, un faro moral que reclamó con firmeza la centralidad del ser humano en un mundo dominado por intereses financieros y especulativos. Desde la Democracia Cristiana compartimos plenamente su visión de una política orientada al bien común, que no se subordine a los dictados del mercado, sino que coloque en primer lugar a los más vulnerables.
“No hay derechos sociales sin responsabilidad política”, solía advertir con sabiduría. En una de sus reflexiones más contundentes, nos recordaba que “los derechos sociales no son gratuitos. La riqueza para sostenerlos está disponible, pero requiere de decisiones políticas adecuadas, racionales y equitativas. El Estado, hoy más importante que nunca, está llamado a ejercer ese papel central de redistribución y justicia social”. Y agregaba con claridad: “Una política verdaderamente al servicio del hombre no puede dejarse dictar leyes por las finanzas y los mecanismos del mercado”.
Este mensaje interpela profundamente a quienes ejercemos cargos públicos. En tiempos donde se cuestionan los pilares del Estado y la solidaridad organizada, las palabras del Papa Francisco resuenan con fuerza y urgencia. Como representante de la Democracia Cristiana, reafirmo el compromiso de seguir trabajando por un país más justo, humano y solidario, tal como él soñó y predicó con su ejemplo.
Que su partida sea semilla de una nueva conciencia política y social.