Definió al papa como “un revolucionario”, resaltó sus encíclicas y valoró las cuatro máximas que siempre repetía y que para él sirven como núcleo central de todo programa político.
Como tantos otros pares que intervinieron en el homenaje a Francisco, el senador nacional Martín Lousteau reconoció que al Santo Padre no le hubiera gustado que realizaran ese homenaje. “Pero la verdad que lo merece”, aclaró sobre quien definió como “un hombre que a fuerza de sus convicciones y la humildad de su andar se transformó en una de las figuras más importantes del siglo XXI”.
“Hoy estamos compungidos, conmovidos, reflexionando por nuestro accionar como sociedad, viendo lo que pasa en el mundo, pero sigo convencido de que aún no cobramos dimensión de lo que significó Francisco”, señaló el jefe del radicalismo.
Como economista que es, dio datos: antes que Francisco hubo antes 265 papas, en casi 2000 años de historia, marcados por aristocracias, herencias y decisiones tomadas en el corazón de Europa. “Nunca antes hubo un papa jesuita; nunca antes hubo un papa lationamericano, y obviamente nunca antes hubo un papa argentino. Nunca había pasado eso”, remarcó el legislador.
Lousteau destacó que “Francisco fue un hijo de esta ciudad, que caminó sus calles, todas, las fáciles y las más difíciles. Con un oído en el Evangelio y otro en el subte; una parte arriba y otra escuchando a todos”. “Fue un confesor, antes que una celebridad, pero desde Flores no construyó una carrera eclesiástica, sino una forma de mirar al otro. Una ética”, comentó.
“Fue el argentino más importante para la historia del mundo; quizá haya argentinos más importantes para la historia argentina; para los vecinos, San Martín, que liberó otros países también, pero para el mundo, se llama Francisco”, sostuvo el legislador porteño, que admitió que acá en nuestro país Francisco “fue presa de lo que él mismo combatió: la grieta. Hoy mismo, acá en estos discursos se utilizaron algunas cosas que dijo para señalar algo sobre el otro. Y fue presa de la grieta porque cada uno juzgaba a Francisco en función de los gestos que tenía para con el otro lado de la grieta”. En ese sentido señaló que si el papa “tenía un gesto para un lado de la grieta, el otro se ponía enfrente. Nuestras minucias y mezquindades terrenales y locales”.
Para Lousteau, “Francisco fue revolucionario, porque reconectó a la Iglesia con un montón de gente. A través de sus palabras y gestos, a quienes habían perdido la fe, a los alejados de la Iglesia, a los excluidos, agnósticos, creyentes, ateos, a los de otras religiones que hoy estarán conmovidos, pero en ese momento se sintieron abrazados, incluidos, interpelados”.
Destacó de Bergoglio que cultivara “la cultura del encuentro, donde no se mira a todos desde arriba, sino al mismo nivel”, y valoró las encíclicas que escribió. “Para la gente”, dijo, confesando que antes no había leído ninguna, pero que sí lo hizo con las de Francisco y las valoró. “Fui criado como católico apostólico romano, creo en el ministerio, pero soy agnóstico. Pero siempre me creí interpelado con Francisco”, contó a modo personal.
Sobre el final recordó cuatro máximas que Francisco repetía todo el tiempo y que bien podrían ser a su juicio núcleo central de todo programa político. Fueron las siguientes: “El tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; y el todo es superior a la suma de las partes”.
Lousteau concluyó expresando sus condolencias “no solo a su familia, sino a todos aquellos que hoy se sienten huérfanos en el mundo”.