Por ley o por decreto podrían recortar subsidios y se encienden alarmas en Tierra del Fuego por despidos en el sector textil

Todas las luces de alarma se encendieron cuando la empresa Australtex decidió 15 despidos días pasados y anunció que analiza suspensiones de más trabajadores.

Por Lic. Jaime Selser

Las luces de alarma se encienden en un sector que debería desarrollar su actividad sin sobresaltos. Con subsidios y exenciones impositivas de Estado y disposiciones aduaneras protectivas aduaneras, la industria textil de Tierra del Fuego, despierta la miradas de todos. Bueno, no sería este el primer caso de empresarios que toman decisiones de acuerdo al famoso “por si acaso”, cubriéndose eventualmente de algún cambio en situación que les podría resultar adversa. ¿Qué está sucediendo realmente? ¿Están temiendo que se corten los privilegios y los subsidios a ese sector?

La realidad está mostrando una compleja situación como la planteada en la empresa Australtex, que ha comenzado con 15 despidos y se avizoran más suspensiones.

Pero esas preguntas tienen que ver con una legislación, resoluciones, y la decisión política del estado de sostener y fomentar a las industrias de la región fueguina particularmente al sector textil, para promover su “expansión” y desarrollo.

Todo esto abre un nuevo debate y un interrogante interesante para todos los argentinos: ¿vale la pena el esfuerzo fiscal y el subsidio que se le otorga a esta industria? Porque a pesar de recibir toda clase de subsidios protecciones aduaneras y ayudas y sin estar viendo afectados sus niveles de venta ni castigados por una recesión, las empresas textiles fueguinas, achican planteles quitan trabajo y reducen jornadas.

Pero veamos un poco la magnitud y el volumen del sector para comprender de lo que estamos hablando.

Del análisis de los datos del comercio exterior de textiles entre el 202018 y 2022 se observa que el 7.5 % de los textiles (fibras, hilados, tejidos y confecciones) que se importan al territorio nacional ingresan al Área Especial Aduanera de Tierra del fuego (AAETF), sin embargo en el período bajo análisis, los hilados tuvieron ingresos por encima del 27% y los tejidos cercanos al 15%, siendo que ambas manufacturas en su mayoría son producidas en el continente.

De acuerdo con lo establecido por la Ley 19.640, no rigen para dicha área las restricciones a las importaciones, ni aranceles de importación, lo que le otorga una ventaja competitiva por demás elocuente.

El 91% de los textiles manufacturados (hilados, tejidos y confecciones) que ingresan al área especial provienen de Asia, China, Indonesia, Pakistán e India, grandes productores de textiles con economías de mercado no tan transparentes.

En términos de sustitución de importaciones, la cadena de valor de la industria textil argentina presenta desarrollados todos sus eslabones, siendo una de las cadenas de valor de mayor integración a nivel nacional.

La prórroga del régimen que incluyen una agregación de valor mínima, sumado a la no reglamentación del Artículo 11 de la Ley 19.640 -en cuanto a las restricciones a las importaciones fundadas por motivos de carácter económico-, sin lugar a dudas se traduce en un incentivo a la importación de productos que buscan simplemente obtener los beneficios de la promoción sin necesariamente realizar un verdadero proceso industrial, y no conducen a una integración de los procesos productivos entre el área y el continente.

Pese a la relevancia que parecería mostrar en términos de actividad el área aduanera en base al monto que capta en importaciones, según los últimos datos de la Dirección General de Estadística y Censos de Tierra del Fuego, sólo se encuentran radicadas en la Provincia 12 empresas del sector, (7 de la industria Textil y 5 de la Confección), con cerca de 1186 ocupados (661 ocupados en Textil y 525 en Confección), manteniéndose casi constante la ocupación en los últimos 4 años.

Por otro lado, sólo el 3% de la importación de maquinarias del sector es adquirida por la Provincia, dato que resulta muy relevante si se tiene en cuenta que prácticamente el 100% de la inversión en maquinaria del sector no se produce en el país, lo que permite utilizar la importación de maquinaria como indicador de inversión.

En base a estimaciones realizadas por organizaciones privadas, el costo teórico de un puesto de trabajo en Tierra del Fuego del sector es de U$S 7.308 mensuales, es decir el equivalente a lo que deja de percibir el Estado en términos de recaudación a partir de la promoción industrial.

Es tiempo de definir redefinir y rediscutir todas las ayudas subsidios y exenciones que el estado nacional realiza ya que en los últimos años la Argentina ha sido un verdadero festival de subsidios injustificados ayudas desvirtuadas y promociones que no han servido para desarrollar realmente los sectores a los que apuntaba estimular.

El Lic. Jaime Selser es analista político y consultor.

El huevo de la serpiente

El analista político sostuvo que “nuestra amada nación enfrenta una disyuntiva muchísimo más profunda y que solo se disiparán en un proceso de diálogo político”.

Por Jaime Selser

El huevo de la serpiente (título original: Das Schlangenei/ Ormens ägg) es una película dirigida por Ingmar Bergman en 1977 y ambientada en el Berlín de los años 20. Y describe de forma subliminal la Génesis del fenómeno del nazismo que sacudiría al mundo 20 años después.

La transparencia de la cáscara del huevo de la serpiente revela la formación y anticipa el nacimiento de un ser “detestable”.  Hay un paralelismo, entre aquello y nuestra realidad. Veamos…

A 50 días del gobierno de Javier Milei, vale aclarar, el único gobierno argentino en los últimos 80 años que no es ni radical ni peronista (el de Macri fue una coalición en la que participó la UCR), ya recibió el primer paro nacional. Y debió retroceder abruptamente en el congreso al retirar el capítulo fiscal (recaudatorio) de la periodísticamente denominada ley ómnibus.

Así el huevo de la serpiente, serían (salvando las distancias, lógicamente) los poderes latentes embrionarios y presentes en la Argentina. Poderes que no se disipan a pesar de que el presidente de la nación hace menos de tres meses obtuvo el 56% de los votos del pueblo.

“La casta”, tal como le gusta al Presidente denostar y descalificar a los políticos, de los cuales, ahora él mismo forma parte, le bajó el pulgar y la falta de consenso entre los gobernadores que son quienes realmente manejan a los diputados nacionales y los senadores, lo obligaron a esa medida para evitar el papelón de que se de una votación negativa de su proyecto.

La pregunta que queda por hacerse y está abierta es si ese mismo huevo de la serpiente le permitirá al presidente tener y contar con la delegación de facultades o lo que se denomina como “superpoderes”, porque de otorgárselos, el capítulo fiscal se cumpliría a decretazo limpio.  Vale preguntarse, la bravuconada de los opositores veganos… ¿llegó a su fin?

Analizándolo desde la lógica pura de la política, está más que claro que al presidente con el 56% de los votos de una elección precisamente presidencial y no legislativa, no le alcanza para llevar adelante sus ideas y su modelo de país. Así las cosas, tenemos un presidente que pretende el déficit cero y la eficacia administrativa y la austeridad fiscal. Pero tenemos un país que gobernado principalmente por el peronismo, tiene un sistema económico y político opuesto al 100% respecto de las ideas del mandatario.

Es una situación incomprensible, son realidades irreconciliables.

El presidente desprecia y quiere cerrar el Banco Central, mientras que ese mismo Banco Central que él quiere cerrar, es el que hoy por hoy ordena la política monetaria y disciplina a los bancos y a toda la economía.

Actualmente, la estructura institucional de la nación Argentina, y muchos de los funcionarios que aún no han sido removidos de la gestión kirchnerista, representan la idea de un estado regulador, interventor, empresario, intervencionista, paternalista. Fruto de una visión de que por cada necesidad hay un derecho. Todo ello, conviviendo con un gobierno flamante que pretende un rol totalmente diferente para el estado y un desarrollo distinto para la sociedad.

Así las cosas, la Argentina no enfrenta simplemente el desafío de un cambio político. En este tiempo nuestra amada nación enfrenta una disyuntiva muchísimo más profunda y que solo se disiparán en un proceso de diálogo político, de expresión política del pueblo a través de su voto, y de una profunda vocación de cambiar para recuperar a la Argentina como un faro señero para América latina y el mundo.

No hay dudas de que lo mejor está por venir y que los argentinos ya hemos tocado fondo. Nuestro presente, nuestro futuro, el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos, se juegan en la suerte de la gran Nación Argentina. ¡Al Gran Pueblo Argentino SALUD!

Jaime Selser es licenciado en Ciencias de la Comunicación UBA. Consultor y analista político

Un interrogante en el Día del Trabajador

Por Jaime Selser. Cómo puede ser que una persona, en un régimen medio de empleo trabajando 8 horas diarias al mes produzca valor como para adquirir alimentos para 20 familias como la suya; sin embargo su salario apenas alcanza para cubrir las necesidades alimentarias de su propia familia.

Si una persona intercambia su mano de obra o su tiempo por un período determinado por una paga fija, es un trabajador. El surgimiento de los trabajadores fue una pieza clave del engranaje de capitalismo moderno.  Ahora bien, el propio sistema tiene interrogantes aún sin respuesta. Veamos: cómo puede ser que una persona, por ejemplo, en un régimen medio de empleo trabajando 8 horas diarias al mes produzca valor como para adquirir alimentos para 20 familias como la suya; sin embargo su salario apenas alcanza para cubrir las necesidades alimentarias de su propia familia.

Pero intentemos hacer historia para comprender el fenómeno del trabajo. La Revolución Francesa (1789-1815) fue un hecho de profunda importancia para la historia europea y mundial. Esa revolución llegó para adaptar los modos de pensar de la edad media, a la naciente era moderna.

El cambio “monumental” no solo fue el político y cultural, sino el económico. Allí el mundo asistió a la consolidación del capitalismo.

Además de traernos el genial regalo de los principios de la “Igualdad, Fraternidad y Solidaridad”.

Las máquinas y la revolución industrial fueron la locomotora de empuje en los modos de producción, la extinción de los feudos, las innovadoras formas de producción en las que todo cambió, trajo un salto cultural definitivo.

Lógico, la consecuencia directa de la muerte de la arcaica economía de subsistencia de la era feudal, ubicó al ser humano en la irremediable situación de verse obligado a “vender” su mano de obra para subsistir, es decir allí nació lo que se denominó “plusvalía” que es la relación de valor agregado a los productos por su manufactura y mano de obra.

Visto desde otra perspectiva, el aprovechamiento del capitalista para multiplicar ganancias a costa de un salario fijo a un obrero que produce por valores muchas veces exponencial respecto de que recibe como salario. Y cómo no la idea circular de que el “hombre es el lobo del hombre”. En latín, homo homini lupus).

Claro, sin feudos, millones se vieron privados de su medio de subsistencia: las actividades agrícolas.

Así, se inició un silencioso e irrefrenable éxodo del campo a las plazas y aldeas que comenzaron a tomar vigor y a convertirse en ciudades.

Las ciudades han sido sinónimo de expansión del capitalismo y cuna de una economía nueva, la de los servicios, los intangibles.

La intermediación y el comercio “explotaron” acelerando exponencialmente el proceso capitalista naciente.

Así las cosas, la máquina de vapor y la era de la mecanización dieron a luz a una nueva clase social que hasta entonces no existía: LOS TRABAJADORES.

El capitalismo, que no es otra cosa que un sistema que pretende la multiplicación y maximización de ganancias mediante un proceso productivo, comercial de servicios o financieros y que tiene el individualismo como pilar y su dinámica descansa sobre la representación simbólica del “valor” mediante la moneda.

El surgimiento del capitalismo agudizó  la desigualdad social. Su ferocidad y competencia despiadada creó un caldo de cultivo por el cual el trabajo era “in fact” de semiesclavitud, legalizada  y socialmente aceptada. En su etapa embrionaria y su despliegue primario el capitalismo enterró la idea de movilidad social poniéndole un cepo  a los trabajadores condenándolos a una pobreza irreversible.

Pero fue el propio capitalismo naciente el que puso cada cosa en su sitio. Por un lado le puso un límite a la voracidad de los capitalistas y patrones. Y por otra parte, dio  derechos a los trabajadores, impulsando leyes para evitar la concentración monopólica y la cartelización de la economía.

Pero hubo un hecho que marcó a fuego a los trabajadores. El 1 de mayo se celebra en el mundo entero el “Día Internacional del Trabajador”,  en conmemoración de la sangrienta represión que sufrieron los obreros de la fábrica McCormick (Estados Unidos) en 1886. Allí la muerte golpeó a los más débiles, unos   200 mil decidieron una huelga que terminó en un baño de sangre que conmovió al mundo y marcó la memoria colectiva de generaciones de trabajadores.

Pero veamos qué pasó en Argentina. La primera normativa laboral que se registra en Argentina es la Ley 4661 sancionada en 1905 –cuya autoría corresponde a Joaquín V. González– a partir de la cual se estableció el descanso dominical. Hipólito Irigoyen limitó por ley la jornada laboral a 8 horas. Pero fue el peronismo el que le dio las más importantes conquistas a los trabajadores argentinos reconociendo al trabajo como un derecho, a una justa distribución, a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo y de vida, a la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección de la familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales. Este lunes es el día de los trabajadores y el día de todos, porque el trabajo está en todas las cosas y en todas las sociedades y la dignidad se amplifica con el trabajo y las sociedades y las naciones florecen por su fuerza laboral. Tal vez homenaje en este día a los trabajadores quede escaso como termino para darles el justo reconocimiento de su rol social.

Selser es licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Consultor y periodista.

Un viejo mensaje que con innovación puede poner de pie a la Argentina

Por Jaime Selser. El periodista y consultor en comunicación señala que, así como Europa pudo levantarse después de grandes tragedias, lo mismo logrará el país practicando la solidaridad, la fraternidad y la igualdad.

Igualdad, solidaridad, fraternidad. Son tres palabras que marcaron a fuego a la Revolución de Francesa. Precisamente el 14 de julio de 1789,  fogoneada por la burguesía se produce la toma de la Bastilla de París. La Bastilla era una cárcel del Estado que se usó como prisión durante aproximadamente 400 años, que en ese momento sólo custodiaba a 7 prisioneros y estaba rodeada por más de 30 soldados. Los parisinos los liberaron tras una dura batalla y ese hecho supuso el fin del Antiguo Régimen de los Estados Absolutistas modernos y el inicio de la Revolución Francesa. Se considera esta fecha como el inicio de la revolución francesa. Y un hecho curioso, justamente en la Bastilla estaba detenido Donatien Alphonse François de Sade fue un filósofo y escritor francés, autor de Los crímenes del amor. En sus obras son característicos los antihéroes. Fue encarcelado bajo el Antiguo Régimen, la Asamblea Revolucionaria, el Consulado y el Primer Imperio francés, pasando veintisiete años de su vida encerrado en diferentes fortalezas y «asilos para locos». También figuró en las listas de condenados a la guillotina.  Precisamente de su nombre deriva el término saadico. 

Tras la revolución vinieron cambios políticos, económicos y sociales. Mirado en perspectiva, ese evento fue la puerta de entrada a todo el mundo moderno que hoy conocemos. Hubo cambios radicales en el derecho de propiedad, se abrió paso al comercio y la mecanización la economía de escala y el trabajo como un valor, dieron un giro irreversible a la humanidad… 

Pero qué relación hay entre esos hechos de Francia de hace más de 200 y la realidad argentina de hoy e incluso de gran parte del mundo. 

Por un lado, que esos valores solidaridad, igualdad y fraternidad, han marcado el norte de innumerables naciones y pueblos, como utopías posibles. Ahora bien, estando esos principios vigentes. Lejos ha estado la humanidad de alcanzarlos y alcanzan los dedos de una sola mano para contar los países donde verdaderamente rigen. 

Para la Argentina, la conjunción de esos valores con el agregado de la innovación podrían ser la puerta de salida de un laberinto que parece tortuoso r indiscutiblemente nos tiene a los argentinos de rodillas. La Argentina puede ponerse de pie y solo lo logrará aferrándose a aquellos sanos valores, pero con el agregado de la idea de la innovación. Pero esa innovación debe buscar que todo lo que se hacía antes del coronavirus se logre recuperar, pero con un agregado innovador y, por otro lado, creando de cero innovando totalmente, como podría ser el desarrollo de la industria alimentaria de los productos derivados del campo, lo que multiplicaría la renta de nuestros terratenientes unas 10.000 veces. 

El coronavirus, ha traído al centro del debate paradigmas que parecían indiscutibles hasta unos pocos meses atrás. Un ejemplo claro, la idea de producción, la presencia corporal en muchas actividades ha quedado en evidencia que es al menos innecesaria. Ni hablar del rol del Estado, hoy todos los Estados del mundo, son intervencionistas activos. Debe haber una mirada fresca y seria de lo que está pasando. Si los cambios se los quiere mirar con la lente del pasado, las decisiones serán de atraso. El sano conservadurismo progresista entonces sería empujar los cambios. 

Si pudo Europa levantarse después de la postguerra y pudieron miles de italianos, españoles y otros inmigrantes que llegaron a la argentina en barco con tan solo una valija de cartón, convertir a nuestro país en un país rico… Porque las generaciones de hoy no van a levantar a nuestro país. Solo hace falta abrazarnos como argentinos, respetándonos en nuestras diferencias, dejar de mirar al que piensa distinto como enemigo, empujar juntos para el mismo lado más allá de diferencias partidarias. En definitiva, practicar la solidaridad, la fraternidad y la igualdad. Yo lo dijo el gran filósofo, escritor y preclaro ciudadano José Narosky, “tantos siglos de civilización y no aprendimos a abrazarnos”, un respetuoso y caluroso saludo a Francia y su pueblo en un nuevo aniversario de la Madre de las revoluciones. La Revolución Francesa.