El Gobierno inició el camino para revertir el traspié del verano

Con un encuentro en Casa Rosada del que no tomó parte el presidente, se inició un camino que debería concluir con la firma del Pacto de Mayo, a celebrarse en el aniversario de la Revolución de Mayo en la provincia de Córdoba. Tal cual se verificó en las sesiones extraordinarias, la tarea no será nada sencilla, pero los métodos parecerían haber cambiado.

Por José Angel Di Mauro

Exactamente al cumplirse una semana del mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa, en la Casa Rosada comenzó a desarrollarse oficialmente el plan descripto por Javier Milei en el Congreso. Con la presencia de representantes de veinte gobernadores y cuatro vices, el mandatario no tuvo de qué quejarse respecto de la recepción que tuvo su llamado: hasta los gobernadores más hostiles (que se pueden contar con los dedos de una mano) estuvieron representados en el encuentro presidido por el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y el ministro del Interior, Guillermo Francos.

Fue por eso que si bien los gobernadores sabían quiénes serían sus anfitriones, esperaban como un gesto mínimo que el presidente pasara al menos un instante para saludar. No sucedió, aunque ninguno de los gobernadores expresó públicamente desazón alguna por esa actitud, más bien prefirieron justificarlo. Pero esa actitud de Milei no les pasó desapercibida.

Pudo haber incidido que el único encuentro que registra el presidente con los gobernadores tuvo después comentarios críticos de sus interlocutores respecto del desempeño presidencial durante la reunión.

Esa toma de distancia del mandatario respecto de los gobernadores va en línea con lo que el propio mandatario se encargó de expresar en su visita a lo que días antes había definido como “nido de ratas”: el recinto donde se apiñaron diputados y senadores nacionales para escucharlo atentamente. Allí, en la última parte de un discurso que fue áspero pero respetuoso -para lo que podía esperarse-, ofreció dos caminos: uno “de paz y no de confrontación”, y otro de confrontación. “Si lo que buscan es el conflicto, conflicto tendrán”, remarcó, dejando claro que no tiene demasiada confianza en que los legisladores tomen el camino de los acuerdos. “Acuerdos sí, no el consenso contra el cambio”, dejó claro.

Puede ser -en rigor, queda claro que lo es- su estrategia para negociar sin demostrarlo. Pero se sabe que está en su naturaleza confrontar con la casta. Entendiendo casta como todo aquello que está en la vereda de enfrente. Está presente todo el tiempo y en la previa de la cumbre con gobernadores, lo dejó claro una vez más el vocero presidencial, quien al referirse a esa reunión deslizó que “sin el apoyo de buena parte de la política, estamos haciendo un montón de cosas; imagínense lo que podríamos hacer si efectivamente nos empieza a apoyar el resto de la política, que hasta el día de hoy no lo hace”.

Más allá de esa cuestión que en definitiva tiene que ver con el relato que construye la administración libertaria, la realidad es que ambas partes se retiraron el viernes con la sensación de haber tenido una reunión positiva; un comienzo alentador pero nada sencillo, que deberá sortear obstáculos complicados en su camino hasta el 25 de Mayo, fecha límite que el presidente marcó el 1° de marzo. 86 días de trabajo -prácticamente el mismo tiempo que Milei lleva al frente del Ejecutivo- para alcanzar resultados distintos a los conseguidos durante el verano, en el primer intento fallido de tratamiento de la ley de Bases.

Los gobernadores tuvieron datos puntuales referidos a lo que será el nuevo proyecto, que pasará de los 664 artículos originales conocidos el pasado 28 de diciembre, a alrededor de 190.

La nueva ley incluirá delegación de facultades, desregulación energética y el tema biocarburífero, entre otras cosas. Según pudo saber este medio, comienza por lo que se denomina la “reorganización administrativa”, que no es otra cosa que las delegaciones al presidente. Ese camino ya fue saldado durante el debate trunco del verano. En cuanto a los fondos fiduciarios -tema en el cual se empantanó la discusión en particular-, se dispondrá la modificación, disolución o extinción de los mismos, como así también la reversión de sus recursos al Tesoro nacional hasta la próxima ley de presupuesto.

Avanzarán con el proceso de privatización de empresas, tema donde no se discutirá YPF, como ya se había acordado oportunamente, pero sí tallarán los gobernadores que están especialmente interesados en muchas de las empresas que tienen que ver con sus provincias. En rigor, no trascendieron listados pero sí la certeza de que el listado sería mucho más acotado y se habla de solo 13 empresas, no 41 como el proyecto original.

Hay un capítulo especial para la reforma de la Ley de Procedimientos Administrativos y uno dedicado al empleo público.

En cuanto al meneado Fondo de Garantía de Sustentabilidad, al mismo le corresponde el Título III de la ley, donde se deja claro que se mantienen acciones de empresas dentro del FGS en ANSeS.

Un tema de vital importancia es el de la movilidad jubilatoria, que había sido quitado del texto anterior y ahora volverá, con una fórmula establecida que prevé un ajuste mensual por IPC a partir de abril, más 10 puntos porcentuales de recomposición. La cuestión reviste singular atención en momentos en que en el Congreso hay una fuerte presión sobre la misma, al punto tal que para el próximo miércoles la oposición dialoguista pidió una sesión especial para tratar el tema.

Hay un capítulo dedicado a la desregulación económica, en el que se delegan al Poder Ejecutivo la modificación de regulaciones sobre la actividad económica privada que importen un incremento de costos, atenten contra la libre competencia y generen escasez o distorsiones en los precios de mercado, según reza el proyecto.

Hay un título dedicado a la energía, con una nueva Ley de Hidrocarburos, donde se atiende el gas natural, biocombustibles y la transición energética.

El proyecto incluye la moratoria impositiva (blanqueo) que había sido borrado por el ministro Luis Caputo el viernes previo al inicio del debate en el recinto y también una nueva Ley de Ingresos Personales, que no es otra cosa que el tema Ganancias, una cuestión que genera fuertes resistencias de parte de algunas provincias, sobre todo las patagónicas. En ese título se incluye la eliminación de ciertas exenciones que aplican sobre la cuarta categoría.

Sobre este punto, el gobernador rionegrino Alberto Weretilneck reveló que el Gobierno prevé un nuevo piso de $1.500.000, que rechazó de plano. En rigor, el proyecto en cuestión ya existe y fue enviado al Congreso el 24 de enero pasado, con esas cifras.

Se modificará también el monotributo, aumentando las escalas de montos de facturación y las cutas fiscales.

Así como los gobernadores se anoticiaron del tema este viernes, quienes tendrán la última palabra son los legisladores y por eso es que el jueves pasaron por la Casa Rosada los jefes de los bloques PRO y UCR, Cristian Ritondo y Rodrigo de Loredo respectivamente. Ellos también fueron puestos al tanto de la nueva ley que llegará en los próximos días a la Cámara baja. El radical aclaró que no hay manera de que el restablecimiento del impuesto a las Ganancias -proyecto al que en su momento JxC se opuso- pueda ser retroactivo.

Miguel Pichetto, titular de Hacemos Coalición Federal que pidió esa sesión del miércoles que viene y otra para el siguiente, por el FONID, visitó la Rosada el viernes, con el mismo fin. Guillermo Francos lo puso al tanto de lo que deberán debatir y encontró el beneplácito del excandidato vicepresidencial, por la eliminación de temas de menor importancia.

Según adelantó Pichetto, el proyecto incluiría una moratoria para PyMEs y sectores económicos-productivos que la están pasando mal.

Con todo, este es el inicio del camino y son muchas las partes que deben ponerse de acuerdo. Pero hay una base sobre la que se debe trabajar y es auspiciosa, según dejaron entrever los interlocutores legislativos de Francos: los 144 votos positivos que encontró la aprobación en general de la primera ley de Bases.

Para esta nueva instancia se destaca la participación del jefe de Gabinete, al que la gran mayoría de los gobernadores recién conoció el viernes pasado. Y la convicción del ministro del Interior que se siente más “empoderado” para esta ocasión. Se verá.

Ha habido en la previa “ruidos” que no contribuyeron -a ojos de los legisladores- en esta negociación en ciernes, como la discusión en torno a las dietas legislativas, que los miembros más conspicuos del Parlamento enmarcan en el discurso antipolítica. Recuerdan que el acuerdo salarial se había alcanzado el 24 de febrero pasado, solo que esa vez no se difundió que incluía a los legisladores, cosa que está escrita en el reglamento. No hace falta una ley para revertirla -que llevaría mucho más tiempo-, como pomposamente se anunció “por disposición presidencial” el jueves pasado. Suficiente con un decreto en cada una de las cámaras. Además, dejaron claro los legisladores más respetados, un presidente no puede inmiscuirse en cuestiones inherentes a otro poder.

Tampoco cayeron bien en los legisladores expresiones presidenciales que trascendieron del paso de Milei por ExpoAgro, donde dicen se refirió de manera impropia a los gobernadores, a los que habría dicho tener “agarrados de las pelotas”. Y del Congreso, amenazó con cerrarlo, según deslizaron algunos interlocutores.

En la semana, legisladores que se reunieron con una delegación alemana escucharon comentarios laudatorios respecto de las perspectivas de nuestro país, pero reparos en materia de “seguridad jurídica”. Un gobierno que a diferencia del anterior no se pelea a muerte con la Corte Suprema, pero mantiene una mala relación con el Congreso y una propensión especial a apelar a los decretos, no resulta un buen antídoto para aventar ese resquemor.

El presidente Milei estuvo acompañado por José Luis Espert en su exposición en ExpoAgro.

Mejor no presentarse si no se puede garantizar una fiscalización digna

El fatigoso calendario electoral 2023 llega a su fin este domingo, dejando como huella un causante generalizado de una ciudadanía que ve tantas elecciones como un negocio de los políticos. Es parte de la causa de un enojo que ha empinado a uno de los candidatos. Final abierto, futuro incierto.

Por José Angel Di Mauro

Cuarenta años de democracia. Número redondo, el mayor tiempo ininterrumpido sin golpes militares en la aún joven historia argentina, merecía una conmemoración especial. Eso no sucedió.

Pareciera que la clase política interpretó que la mejor manera de homenajear semejante logro fuera llenar el año de elecciones. En efecto, 17 provincias desdoblaron la elección de sus autoridades con relación a las elecciones nacionales. Un ejemplo de autonomía que en realidad representó en general la intención de desenganchar esas elecciones de la suerte de un gobierno nacional con imagen por el piso. Consecuencia: enorme fatiga de parte de un electorado sometido a un sinfín de elecciones a lo largo de todo el año: desde el 12 de febrero, en que se realizaron las internas abiertas obligatorias y simultáneas en La Pampa, hasta el balotaje presidencial de este 19 de noviembre.

No es que la gente haya ido a votar 17 veces, pero asistió ajena a un festival electoral que lejos estuvo de despertarle interés. Lo vio siempre como un tema de los políticos.

La celebración de los 40 años de democracia merecía un mejor marco y no en cambio un malhumor general producto de una crisis recurrente: inflación galopante, impuestos altos, falta de crédito, alquileres por las nubes… El gobierno se regodea de que el empleo no ha sido afectado. Pero fue la propia vicepresidenta la que hizo hincapié hace tiempo en el dato inédito de ciudadanos pobres a pesar de tener empleo formal. Podría decirse que la inflación es la madre de todos los problemas, pero esa es en realidad la consecuencia: mejor buscar la causa.

De ahí la búsqueda de soluciones “rápidas” -¿o debiéramos decir “mágicas”?-. En el transcurso de esta larguísima campaña en la que la economía debió ser el tema central, la cuestión fue soslayada y la única certeza ciudadana fue que los protagonistas electorales no tenían respuestas a sus problemas. Por eso el candidato más bisoño canalizó inquietudes a fuerza de consignas, sin mayores precisiones. La gente común no entiende cómo es eso de dolarizar, pero sí sabe lo que es el dólar y le encantaría cobrar su salario en esa moneda. A esa alternativa soñada no hay manera de tumbarla con explicaciones confusas, por más reales que sean. Fin de la discusión.

Semejante grado de incertidumbre e insatisfacción emparentó la hora actual con sensaciones de fines de 2001, crisis terminal caracterizada por el cántico “que se vayan todos”; melodía que acompañó los actos de campaña de uno de los protagonistas de la elección de este domingo.

El voto bronca de entonces pudo ser canalizado por ese candidato que dio la nota en las PASO, mas no conformó las expectativas en las generales, donde la colaboración oficialista en el control de sus boletas ya no fue la misma de agosto, y terminó incluso sacando algunos votos menos. No obstante lo cual, clasificó para la segunda vuelta, desplazando al espacio favorito hasta hace apenas unos meses, para beneplácito del candidato oficialista, cuyo objetivo hasta hace un breve tiempo era simplemente participar del balotaje pensando en convertirse el 19 de noviembre en líder de la oposición frente a un gobierno que debería lidiar con problemas insolubles. 2027 sería su turno.

Así lo transmitían sus propios laderos, para maquillar tal vez las expectativas reales fundadas en la convicción de que el candidato surgido de los medios y las redes sociales para terciar en la discusión y fundamentalmente romper la oposición, se desinflaría en ese caso ante la maquinaria electoral peronista -y en el poder- puesta en marcha finalmente con aspiraciones concretas de triunfo.

El acuerdo de Milei y Macri/Bullrich, clave para las aspiraciones mileístas.

Ese objetivo quedó expuesto en los días posteriores a las elecciones generales en las que Sergio Massa dio la nota saltando del tercero al primer lugar, sacándole una impensada diferencia al ganador de agosto. El mareo le duró cuatro o cinco días al candidato libertario, en cuyo rescate salió presuroso Mauricio Macri, que elaboró rápido el duelo por la fallida candidatura de su otrora ministra de Seguridad y puso en marcha el plan B -que para muchos malpensados de hasta su propio palo fue en realidad siempre plan A-, reflotando la candidatura del León, que llega a este domingo definitivo cabeza a cabeza con el ministro de Economía de los tres dígitos.

Superadas las PASO, se dijo que la única con posibilidades ciertas de ganarle a Milei una segunda vuelta era Patricia Bullrich, aunque no con total seguridad. Milei era favorito en cambio para el caso de tener que enfrentar a Sergio Massa, por una mera cuestión aritmética: sumaría con naturalidad los votos de Juntos por el Cambio.

El efecto triunfal de la remontada de octubre fue tal para el candidato de UP, que ese vaticinio quedó opacado. Pero es innegable que el apoyo anunciado por el Pro más puro y duro ha sido un bálsamo para el líder libertario, al punto tal de ponerlo como el favorito en las encuestas. Las dudas que abonan la incertidumbre radican en el error estadístico, capaz de justificar el eventual pifie de la mayoría de las encuestadoras.

Los más experimentados sugieren en cambio que el principal riesgo del candidato más novel radica en la fiscalización. Es la certeza que acompaña a los líderes del PRO, especialmente interesados en levantarle la mano este domingo a Javier Milei. De ahí que Macri y Bullrich hayan insistido tanto estos días con el tema. No es un dato menor: hacen falta más de 104 mil fiscales para atender todas las mesas, más un coordinador general a cargo de cada centro de votación. Es una cifra que no tiene La Libertad Avanza, que tanto en las PASO, como en las generales contó con el favor del propio oficialismo (más exigente en agosto, menos en octubre). Fuera de circulación el enemigo a vencer (Juntos por el Cambio), de no existir la colaboración activa del Pro, podría hablarse de partido liquidado.

Porque en 40 años de democracia no se ha verificado fraude en el sistema electoral argentino; esa es una realidad que hasta sus ahora socios del Pro se encargaron de admitir ante las denuncias de La Libertad Avanza que enrarecieron el clima de los últimos días de campaña. Tan es así que cinco de los ocho recambios presidenciales desde el 83 fueron ganados por la oposición al gobierno de turno. Lo que sí hay es necesidad (léase obligación) de fiscalizar. Porque si la fuerza que aspira a imponerse no tiene fiscales para todas las mesas, no puede ilusionarse jamás con ganar una elección. Hasta el propio Javier Milei lo ha llegado a admitir en público. Por eso ha dicho sobre el cierre de campaña: “Los votos están, si los cuidamos, ganamos la elección”.

Es en esas circunstancias que en el PRO se sorprendieron por el minoritario espacio que le concedieron desde LLA para fiscalizar este domingo. La relación es 70-30, dicen macristas preocupados. Semejante actitud -que puede conspirar con el éxito para este domingo- estaría justificada en los celos que embargan a dirigentes de La Libertad Avanza ante la llegada de quienes ellos recuerdan haber derrotado recientemente. Un candidato que salió segundo en un importante municipio del norte del conurbano, pero por delante del candidato de JxC en las dos elecciones, se quejaba de que su vencido apareció por estos días para ocuparse de fiscalizar, mientras ofrecía a su vez cargos nacionales, gastando a cuenta.

Desde el macrismo dan otra versión, que vinculan a la floja performance del candidato libertario en el debate del domingo pasado. “Por momentos daría la impresión de que estuvieran hechos y no quisieran ganar”, deslizaron en el más estricto off.

Fiscalizar tampoco es barato. Cada encargado de esa tarea percibirá este domingo entre 15 y 20 mil pesos, como barato. El pago es al contado -dicen que parte de la presión sobre las cuevas la última semana fue para evitar el cambio de dólares por pesos para financiar el operativo de fiscalización- y hay que tomar recaudos para garantizar dos cosas: que quien recibe los fondos correspondientes el sábado se encargue luego de distribuirlos; y que quienes lo perciben no se “enfermen” después de las 17.

Cuentan fiscales que trabajaron el 22 de octubre en un distrito del Conurbano donde el oficialismo es imbatible, que la desproporción de recursos es notoria. “Nuestros fiscales comían sus sandwichs en una misma mesa, mientras para los oficialistas preparaban un gran asado”, ejemplificó.

En este contexto la gobernabilidad que vaya a tener el ganador de este domingo no es un dato menor. Queda claro que el oficialismo actual cuenta con el antecedente de haber gobernado cuatro años con resultados tan malos que obligaron a marginar al Presidente varios meses antes de concluir su mandato y despojándolo de intentar la reelección, sin haber tenido siquiera un paro general. Está claro que ese es el fantasma que agitan de cara a la posibilidad de que gane “el cambio”: con otro color político gobernando, la conflictividad será moneda corriente.

A pesar de que mandó a callar a la mayoría de sus dirigentes, dejando la comunicación a cargo de un puñado de voceros, flaco favor le hizo a Milei en la semana su aliado Ricardo Bussi, que anticipó que ante la reacción que se vendrá ante el ajuste inexorable que anticipó, “el Estado tiene que prevenir y reprimir. ¿Sino para qué está el Estado?”.

A qué juegan los candidatos ante una sensación de partido definido

Las PASO confirmaron una vez más la poca fiabilidad que en este tiempo merecen las encuestas. Así y todo, siguen marcando el ritmo de los candidatos. El que al final no sacó más del 30% ya piensa que ganará en primera vuelta; la segunda debe convencer a los propios de que aún hay chances y el tercero juega a liderar aun perdiendo.

Por José Angel Di Mauro

La Constitución nacional establece que la elección del presidente se hará a través de una elección general que se gana en primera vuelta si el más votado sobrepasa el 45% u obtiene más de 40 puntos, con 10 de ventaja sobre el segundo. Si eso no sucede, se define en segunda vuelta o balotaje, que consagra de manera directa a quien obtenga allí más votos. Pero previo a esas dos instancias están las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), que no figuran en la Carta Magna, sino que fueron impuestas a través de una ley que se le ocurrió impulsar a Néstor Kirchner luego de perder la elección que él encabezó como candidato a diputado nacional ante el bisoño Francisco de Narváez.

Las PASO han pasado a ser una suerte de incómoda “primera vuelta”. Una gigantesca encuesta real que permite proyectar el resultado final, más allá de que lo que en agosto sucede no sea exactamente lo que termina aconteciendo en las elecciones generales.

Como sea, puede decirse sin riesgo de exagerar que las de octubre son una suerte de “segunda vuelta”. La novedad que han introducido estas elecciones tan parejas de 2023 es una especie de “segunda elección” entre las PASO y las generales de octubre que no figura ni en la Constitución, ni en las leyes, ni tiene lugar en las urnas: es la que se ha instalado en la opinión pública.

Sin necesidad de escrutinio, eso que bien podríamos denominar “sensación térmica” anticipa como ganador a Javier Milei, al punto tal de encumbrarlo ya en un holgado primer lugar para octubre, abriendo incluso la posibilidad de un triunfo en primera vuelta. Pero como eso no es seguro, se da por sentado que el balotaje será entre el candidato libertario y Sergio Massa, sacando virtualmente de carrera a quien en realidad salió segunda en agosto.

¿De dónde surgen los datos que anticipan semejante desenlace? ¿De las encuestas que se han revelado tan poco confiables? Es seguro que al menos estas hipótesis no se relacionan con el sentido común. Porque a priori siempre se especuló con que el mayor riesgo de conservar todos los votos obtenidos por el espacio lo tendría la única alianza que disputaría una interna competitiva. Así las cosas, siempre se advirtió sobre el riesgo que implicaba que una eventual derrota de Patricia Bullrich llevara a sus votantes a refugiarse en Milei en octubre. Por el contrario, se consideraba más probable que a la presidenta del Pro le resultaría mucho más sencillo retener al votante de Larreta, más refractario al líder libertario.

Ya hay encuestas que dan a Bullrich no pudiendo retener la totalidad de los votos de Juntos por el Cambio, lo que resulta curioso. ¿Por qué un votante del moderado jefe de Gobierno porteño se refugiaría ahora en una postura tan extrema como la de Milei? ¿Realmente podrían mudarse a los brazos de Massa? Siempre se supo de la afinidad entre Rodríguez Larreta y el tigrense, mas resulta cuando menos improbable una proximidad ideológica entre ese voto y el kirchnerista…

Desde el gobierno se hace trascender que tienen datos que dan muy encumbrado a Javier Milei, a expensas de una Patricia Bullrich en un lejano tercer lugar. ¿Será que el propio voto de la exministra de Seguridad es el que migra hacia el líder libertario? ¿Qué tan confiables pueden ser encuestas que ni siquiera anticiparon los tres tercios tan definidos que confirmaron las primarias?

Las PASO de 2019 revelaron un resultado impactante, por la holgura del triunfo del Frente de Todos: 16 puntos a favor de la fórmula de los Fernández. 47,79% contra 31,80 de Juntos por el Cambio. Ahora bien, en las elecciones venideras, Alberto y Cristina sumaron apenas medio punto más (48,24%), mientras que Macri-Pichetto subieron casi 10 (40,28%). Derrota al fin, pero tan maquillada que dejó sabor a una epopeya que todavía hoy se reivindica.

Resulta curioso que la sensación extendida a partir del resultado de las PASO 2023 sea tan contundente, siendo que apenas 2,77 puntos separaron a los tres principales candidatos. O menos, si se tiene en cuenta que el escrutinio definitivo ubicó finalmente a Javier Milei por debajo de los 30 puntos, con 29,86; JxC 28% y Unión por la Patria 27,28%. Los tres separados por apenas 2,58 puntos. Casi un empate técnico…

En 2011, la fórmula Cristina-Boudou obtuvo 48,98% en las PASO, y llegó al emblemático 54,11% en octubre. Semejante escalada fue atribuida a la gran diferencia a favor del Frente para la Victoria -una oposición dividida mostró a Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde segundo (11,65%) y tercero (11,57%), respectivamente-, que hizo llegar a las elecciones generales con la sensación de “partido definido” y en consecuencia un relajamiento total en los controles. No es por ejemplo lo que se espera para estas elecciones de octubre, cuando desde el oficialismo se admite que esta vez no será como en agosto, cuando le cuidaron las boletas a Milei.

Pese a eso, el candidato de LLA se quejó diciendo que le robaron supuestamente unos 5 puntos el 13 de agosto, lo que llevó el viernes al presidente de la Cámara Nacional Electoral, Alberto Dalla Vía a reprenderlo: “Preocupa que un candidato afirme que le han ‘robado boletas’, cuando no se han radicado denuncias en la Justicia Electoral”, expresó.

La instalación de un escenario con Milei y Massa ubicados en ese orden es un denominador común entre ambos candidatos. El libertario, porque sabe que puede crecer a partir de los que no votaron el 13 de agosto, más los desencantados de JxC, razón por la cual es notoriamente más áspero con ese espacio que con el oficialismo. El ministro de Economía, en tanto, porque siempre fue su objetivo llegar al balotaje. Sino ganar, al menos tener una decorosa actuación en la segunda vuelta que le permita proclamarse “jefe de la oposición”. Es como piensa autopercibirse Massa a partir del 10 de diciembre, si las cosas se dan como imagina. Porque a la luz de los hechos, su optimismo visceral no llega a tanto como para imaginar que pueda remontar el plano empinado que representa una economía con inflación de tres dígitos.

Massa “firma” un segundo lugar en las elecciones de octubre, con entre 30 y 35 puntos; y si bien sueña con dar el batacazo en el balotaje si su rival es -como imagina- Milei, se asignará el papel de líder de la oposición, así pierda allí por diez puntos. Dirá en ese caso que sumó un 45% a pesar de las circunstancias adversas que debió timonear; con eso le alcanzaría para armar una épica como la de Macri en 2019, cuando registró la remontada de la que hablamos al principio.

Cristina Kirchner también imagina una victoria de Javier Milei; no faltan quienes sugieren que incluso la alienta. Por algo se ha excluido definitivamente de la campaña, igual que su hijo. Semejante resultado le serviría para cumplir varios objetivos a la vez: 1) Massa no quedaría bien parado, pues el peronismo no reconoce liderazgos en la derrota; 2) si Kicillof retiene la provincia, él debería ser el verdadero líder de la oposición; 3) un tercer lugar rompería Juntos por el Cambio, piensa la vicepresidenta; e incluso un segundo puesto, si gana Milei y el macrismo duro resuelve ayudarlo; 4) sin la menor estructura, con minorías extremas en ambas cámaras, le sería muy difícil gobernar y el fracaso del liberalismo revalorizaría al kirchnerismo, piensa su líder. Por último: un desenlace semejante precipitaría los acontecimientos, como ya no pocos actores se han encargado de anticipar.

En este contexto Massa justificó esta semana su doble rol de candidato presidencial y hombre fuerte del gobierno, al lanzar un paquete de medidas que incomodó al FMI por la magnitud del gasto que implica. No todas las medidas fueron bendecidas por el candidato; se sabe que la suma fija obedeció a un deseo impuesto por los Kirchner, madre e hijo. Desde hace tiempo insistían con una medida semejante, a contramano de la CGT, que prefiere priorizar las paritarias. Pasa que la suma fija beneficia especialmente al electorado propio, piensan quienes la impulsaron, y reditúa para el gobierno, no para los sindicatos. Lo que no esperaba el ministro de Economía era que tantos gobernadores lo desautorizaran. Incluso muchos propios. Para ellos es suma cero: deben hacer el esfuerzo para pagar y el crédito es para el gobierno nacional.

La noticia de la semana para JxC fue el revulsivo que representa la presentación de Carlos Melconian como eventual ministro de Economía si gana la que hoy es la principal oposición. El economista es un hábil declarante en una materia que hoy representa la mayor demanda de la sociedad: la economía. El extitular del Banco Nación sale al ruedo para desenmascarar la imposibilidad de llevar adelante una dolarización, al tiempo que buscarán mostrar que son el verdadero cambio posible.

Cuentan con el plus de tener dos voces potentes en los dos temas que figuran al tope de los reclamos de la ciudadanía: economía y seguridad.

El tema es que los primeros que deben convencerse de ello son los propios dirigentes de Juntos por el Cambio, algunos de los cuales quedaron tan impactados por el resultado de las PASO que se autoperciben manteniéndose en la oposición para el próximo período.

El carácter inédito de esas PASO, con más dudas que certezas

Sergio Massa vivió una semana complicada, con los riesgos que implican ser candidato presidencial y ministro de Economía. En la vereda de enfrente, señales de todo tipo dentro de una interna que atrae toda la atención.

Por José Angel Di Mauro

Será esta una elección de características inéditas. Por lo pronto, con una primaria apasionante y con final incierto, como es la de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Solo comparable con la protagonizada por Carlos Menem y Antonio Cafiero hace un cuarto de siglo. Y con la particularidad también de que por primera vez el oficialismo tendrá su propia interna. Más exigua, pero no insignificante.

La que protagonizarán Sergio Massa y Juan Grabois es una PASO con final cantado, lo que no quiere decir que no despierte especial interés. Porque a priori, las perspectivas del dirigente social eran muy menguadas, mas con el paso del tiempo su supuesto crecimiento viene generando expectativas. El ministro de Economía estará feliz si su desafiante no sobrepasa el 2%; los analistas advierten que en caso de alcanzar -y ya no digamos superar- los 5 puntos, será un dolor de cabeza para su encumbrado rival. Es que a partir de semejante guarismo deberá ser considerado sino competitivo, al menos un condicionante para el candidato del oficialismo. Representará en ese caso un voto duro que tendrá inexorablemente que proteger, y conspirará contra la aspiración del ministro de Economía de encarar la segunda etapa de la elección con un tono más moderado, en busca de situarse más cerca de “la vereda del medio” que supo transitar cuando era un candidato que prometía “barrer a los ñoquis de La Cámpora”, con los que ahora ha hecho tan buenas migas.

Massa se ilusiona con tener delante en octubre a Patricia Bullrich, cuya posición más extrema él entiende que favorecerá un discurso un poco más moderado, más la oferta de que él es el único que puede lograr “hacer lo que hay que hacer” con la anuencia de gremios y movimientos sociales. Pruebas al canto, el Gobierno actual -hoy en manos de Sergio Massa, perdón Alberto– terminará su gestión sin haber sufrido ni un solo paro. Un récord inédito, y valga la comparación: Raúl Alfonsín tuvo 13 paros en 5 años y medio; Carlos Menem 9 en 10 años y medio; Fernando de la Rúa 10 en 2 años; Eduardo Duhalde 2 en un año y medio; Néstor Kirchner uno en 4; Cristina 5 en 8, y Mauricio Macri 5 en 4.

No es lo que piensa la gente de Bullrich, que está convencida de sus posibilidades para el caso de sobrepasar la instancia de las PASO. Piensan que el hecho de que Rodríguez Larreta sea considerado “amigo” de Massa le juega en contra y difieren entonces de Jorge Asís -citan puntualmente el presagio de ese analista-, que ha dicho que “si Patricia Bullrich le gana a Larreta, el próximo presidente es Massa”.

Volviendo al precandidato principal de UP, cerró un trabajoso acuerdo con el FMI a través del cual consiguió fondos para después de las PASO y noviembre, más la gestión de ese organismo ante Qatar para más dólares que permitan hacer frente a los vencimientos de deuda. Llega a la elección primaria cumpliendo su objetivo de no devaluar, aunque en cierta forma sí lo haya hecho: formalmente, con las medidas anunciadas hace dos semanas; y en modo blue, con la escalada inconveniente registrada estos días. Devaluar haciendo como que no devaluás…

Los dos fantasmas que enfrenta Massa en estas PASO son, primero, el de un Grabois empoderado por un porcentaje que condicione luego su discurso y sus actos; segundo, una sumatoria de Unión por la Patria inferior al 30% que lo deje desperfilado para los meses siguientes. Algo así como lo que le pasó a Macri en 2019, cuando perdió por paliza las PASO y el dólar se fue a 60 pesos. En ese momento lo que alteró los mercados fue la certeza de “la vuelta del kirchnerismo”. Hoy, el eventual regreso de Juntos por el Cambio entusiasma a esos sectores, pero un resultado demasiado exiguo de Massa lo dejaría demasiado débil para lo que resta hasta el 10 de diciembre, y tampoco es lo que ellos desean.

Por el contrario, una diferencia de diez puntos a favor del oficialismo -no es lo que se prevé, pero la posibilidad siempre está- generaría una inmediata baja de los bonos argentinos, advierten los analistas económicos. Tan endeble y volátil está la economía argentina.

Decíamos que esta es una elección inédita, y hay más elementos que lo sustentan. Como el hecho de que el principal candidato del peronismo no pueda ir a hacer campaña a La Matanza. Ya suspendió el fin de semana pasado y tampoco este fin de semana tuvo garantías de que no tendría sorpresas, así que todo indica que recién irá de cara a las elecciones de octubre, pasada la interna local que es otro dato saliente de estas PASO. Se frota las manos Grabois, que sí en cambio protagonizó una caravana el viernes por Isidro Casanova, a bordo del “JuanGra móvil”.

Caravana de Juan Grabois en La Matanza.

Alejada de la campaña por razones tácticas, la vicepresidenta sí toma algunos recaudos puntuales, convencida del papel relevante de los intendentes en esta interna en la que el Gobierno nacional ha defeccionado. Por eso se mostró el jueves con el intendente Fernando Espinoza en su despacho del Senado, a través de un video en el que hizo campaña a su manera. Si se tienen en cuenta sus preceptos, “los enojos en política deben prescribir a los cinco meses”, por lo que debería estar todo bien entre ella y el Movimiento Evita, que en La Matanza lleva como candidata a Patricia Cubría, esposa del líder del sector, Emilio Pérsico. Dicen que actuó alertada por datos que le han llegado y presunciones sobre el clima en el corazón del peronismo en el Conurbano.

Según confió a este medio una fuente bullrichista, en La Matanza Massa estaría ganando por el 40%… Lo cual no sería un buen dato para el oficialismo, habida cuenta de que en ese distrito suele imponerse -y necesita hacerlo- por mayor holgura.

La principal oposición tuvo en tanto su esperada foto de unidad en la victoria en Chubut, donde Ignacio “Nacho” Torres se transformó en el gobernador más joven del país (35 años). Como dato a tener en cuenta, vale destacar que el resultado fue demasiado ajustado, teniendo en cuenta lo malo que fue el gobierno de Mariano Arcioni. Un hombre referenciado en Sergio Massa, como dato anexo. Recordar que cuando hace 4 años ganó allí Arcioni -quien ya era gobernador por haber completado el mandato del fallecido Mario Das Neves– el actual ministro de Economía fue a Chubut a festejar con su amigo. Fue en esas circunstancias que en un dúplex que le armaron por C5N quedó con Alberto Fernández en que a su regreso se juntarían a tomar un café, que a la postre se transformó en la alianza que lo llevó a integrar el Frente de Todos.

JxC se dio el gusto de mostrar una foto de unidad en la victoria.

En el festejo chubutense, Bullrich tuvo un gesto que su rival valoró, al sosegar a sus militantes que cantaban “Patricia presidenta”. Igual, el armisticio duró poco, pues bastó que la líder de La Fuerza del Cambio trastabillara otra vez al hablar de economía, para que el propio Rodríguez Larreta le saliera al cruce. Una fuente de la mesa chica de PB minimizó el episodio, diciendo que ella había usado el término “blindar” en referencia a la economía ante la salida del cepo, y citado “un acuerdo” con el FMI, no un nuevo crédito. También relativizó sus efectos: “la mitad de la población no sabe qué es el blindaje”, dijo. Quien explicó bien la situación fue la periodista Cristina Pérez, pareja del compañero de fórmula de Bullrich, Luis Petri, al recordar que cuando Alfonso Prat-Gay decidió la salida del cepo, en el inicio de la gestión macrista, él ya tenía acordado con el “círculo rojo” la inyección de 25.000 millones de dólares, “para blindar la economía” en semejantes circunstancias. Para salir del cepo, insistió, hace falta algo así, llámenle con el nombre que quieran, explicó.

Desde ese sector también le restaron importancia al anuncio de María Eugenia Vidal de inclinar su voto en favor de su amigo Horacio. “Hace rato que ella dejó de medir bien, no tiene votos”, fue la definición concluyente. Fue lo que en definitiva dijo al día siguiente la precandidata presidencial de JxC, en referencia a la exgobernadora y a Facundo Manes: “Son (solo) dos votos”.

“Sumar dirigentes no hará ‘el cambio de nuestras vidas’, pero ayuda a generar un clima de poder, como sustantivo y como verbo”, advierte el consultor Carlos Fara, que además de Vidal y Manes contabiliza la adhesión a Larreta del intendente de la capital mendocina Ulpiano Suárez, a contramano de la postura del candidato a gobernador radical Alfredo Cornejo, que está con Patricia. También señala Fara al hablar de cómo se ha ido equilibrando la balanza entre los dos contendores de JxC al trabajo de los referentes territoriales que están más cerca del jefe de Gobierno: Gerardo Morales, Maximiliano Pullaro, Humberto Orrego, Claudio Poggi, Gustavo Valdés, más los de Evolución, entre otros. “Dirigentes territoriales no son votos, pero si me dan a elegir como consultor, prefiero tenerlos de mi lado. Y si no, habría que preguntarle a Carolina Losada qué piensa del triunfo de Pullaro en la primaria de Santa Fe, o a De Loredo sobre la victoria de Passerini con el apoyo de Llaryora en ciudad de Córdoba”, deslizó el analista.

En una semana, los votos terminarán con las especulaciones.

El internismo extremo desgasta a los dos principales frentes

Hasta hace un año seguro ganador de las presidenciales de este año, Juntos por el Cambio se ha complicado por decisiones fallidas y vivió su semana más difícil en los 8 años de existencia que lleva ese espacio. El oficialismo, en tanto, adolece de candidatos poco taquilleros y una crisis económica inmanejable.

Por José Angel Di Mauro

Hay dos fechas clave en los meses de junio de cada año impar. Hablar de los años impares es referirnos a los electorales, y por lo tanto citamos el vencimiento del plazo de solicitud de reconocimiento de alianzas transitorias y confederaciones para participar en los comicios (14 de junio), y el cierre de listas de precandidatos para las PASO (24 de junio).

Toda la atención siempre está puesta en el último sábado del mes, cuando se conocen las fórmulas e integración de listas legislativas; la novedad es que esta vez todos estén tan pendientes de la inscripción de las alianzas electorales entre partidos, un dato generalmente protocolar, pues los contendientes más importantes suelen llegar a esa fecha con ese tema resuelto.

No es el caso de esta elección, que ha sumado esta semana ingredientes novedosos para una cita electoral ya de por sí marcada por numerosas particularidades inéditas. El intento de Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales -con la anuencia de la Coalición Cívica y el Peronismo Republicano- de generar un nuevo frente opositor que incluya al gobernador cordobés fue un bombazo dentro de Juntos por el Cambio.

El tema venía siendo conversado desde hace tiempo, aunque como un acuerdo de gobernabilidad a anunciar posteriormente a las PASO. Pero las negociaciones se aceleraron a partir de la segunda semana de mayo, con la intención de introducir ese anuncio para las elecciones de agosto.

El jefe de Gobierno porteño venía conversando con su par cordobés y otras figuras que se sumarían a la movida, como Florencio Randazzo. Desde lo que podría denominarse “peronismo disidente” ponían fichas a que Larreta rompiera Juntos por el Cambio y armara un nuevo frente electoral con el radicalismo, la Coalición Cívica y el peronismo no kirchnerista. Una posibilidad que coincidía con la premisa larretista de armar desde el gobierno una coalición que reuniera el 70% de las fuerzas, de modo tal de darle la gobernabilidad necesaria a una administración que deberá sortear una crisis gigantesca.

En esas elucubraciones que avanzaban por esos días de mayo se especulaba con unas PASO que incluyeran a Larreta, Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, con alguien del radicalismo que podría ser Facundo Manes. Eso contemplaba que la implosión de JxC llevara a Patricia Bullrich y Mauricio Macri a establecer un acuerdo electoral con Javier Milei. Morales, en tanto, iría como vice de Larreta.

En esas negociaciones no se especulaba especialmente con la posibilidad de que el gobernador cordobés fuera vice de Larreta; más bien iría como su jefe de Gabinete en caso de ganar el dirigente del Pro las elecciones. La obsesión de Schiaretti pasa por no perder la provincia de Córdoba, de ahí que no le pusiese demasiada atención al armado en los 24 distritos del país. El ancla partidaria con el que se proyectaría electoralmente es la Democracia Cristiana, partido con el que “el Gringo” mantiene un acuerdo histórico, a través de Juan Brügge, dirigente cordobés de la DC que fue diputado nacional entre 2015 y 2019 y hoy ocupa un cargo de director en el Banco de la Provincia de Córdoba.

Con todo, a Larreta y Morales no les cerraba generar una ruptura de JxC. Nada garantizaba además que Bullrich y Macri se fueran con Milei. Los propios protagonistas de esta disputa se han cansado de repetir antes y ahora que la sociedad no perdonará nunca a quien rompa la principal oposición.

Eso sí, desde el larretismo aclaran que el acuerdo con el cordobés no está caído y que solo podría variar la manera como se presentaría el entendimiento.

No dan los tiempos ya para alcanzar un acuerdo que debería incluir un cambio de nombre para el frente opositor y el consenso necesario para sumar a la totalidad del Peo. Larreta -desde cuyo sector anticipan que habrá novedades en los próximos días- necesita al gobernador cordobés bien cerca para que le rinda como él desea: proporcionándole una mayoría de votos en el segundo distrito más poblado del país. Afecto a los aparatos partidarios, Rodríguez Larreta confía en que Diego Santilli sea su carta ganadora en la Provincia, brindándole una diferencia clave en el Conurbano, para su disputa individual con Patricia Bullrich. El jefe de Gobierno se imagina ganador en el distrito porteño y ve entonces a La Docta como la llave de un triunfo en las PASO.

Pero las cosas no parecieran ser tan lineales, sobre todo en unas elecciones tan particulares como estas. En la Provincia, lo razonable es que el candidato presidencial sea el que arrastre al candidato a gobernador, y no al revés; en la Ciudad el voto macrista puede superar al del propio jefe de Gobierno, y en Córdoba la realidad es que hoy la exministra de Seguridad lidera las encuestas. Ese es el origen de esta movida de Larreta. La integración de Schiaretti a JxC o como se llamara si lo sumaran, no era para que compitiera por sí solo: si va por afuera no le serviría a Larreta, pues le restaría votos.

“El que va ganando no patea el tablero al filo de los cierres”, advierten desde el bullrichismo, donde consideran haber controlado la situación, mas se mantienen alertas. Como sea, vale considerar las observaciones del consultor Carlos Fara, quien relativiza precisamente el valor de las encuestas. “Solo a efectos metodológicos, debe recordarse que está existiendo un importante rechazo a responder encuestas, sobre todo telefónicas, y que quienes más responden son los más politizados e informados, segmento en el cual tiene clara ventaja Patricia”, señala como especialista en la materia.

La estrategia hasta ahora fallida del tándem Larreta-Morales estaba destinada a darse de bruces con la campaña en Córdoba, donde votan al día siguiente del cierre de listas. Si bien las encuestas le dan ventaja al candidato Schiaretti, Martín Llaryora, desde antes de lo sucedido la semana pasada, está claro que Luis Juez le endilgará a Larreta una eventual derrota el 25 de junio. Y si gana, le agradecerá a Patricia Bullrich y Macri. También es cierto que el gobernador cordobés no hubiera aceptado estas jugadas de estar seguro de que gane su delfín. La realidad es que las elecciones que se celebran cada domingo en decenas de municipios cordobeses están dando resultados equilibrados, pero con algunas derrotas del schiarettismo. Algunas notorias, como La Calera el domingo pasado. “Es como si el peronismo perdiera en La Matanza”, ejemplificó un cordobés, dándole la razón a quienes en Juntos por el Cambio se agarran la cabeza por estar desaprovechando la situación. El lunes pasado, en lugar de estar hablando de esos resultados, la atención se la llevaba la disputa en torno a un gobernador cordobés que, de paso, aclaraba que no pensaba sumarse a Juntos por el Cambio.

En la vereda de enfrente no están mejor. Cuando parecía instalada la aceptación de que hubiera PASO en el frente oficialista, se reforzó la presión por acordar una lista única. Justo cuando la propia vicepresidenta parecía convencida de la conveniencia de unas primarias, los gobernadores fueron contundentes en el sentido contrario. Toda una señal de que CFK ya no ostenta el poder de otrora.

Celebró Sergio Massa, cuyas acciones habían decrecido las últimas semanas, pero ahora revivieron sus aspiraciones a ser el candidato oficialista. Unico, según remarcan desde su entorno como condición innegociable. Si bien algunos retrucan las amenazas que desde el Frente Renovador han hecho respecto de jugar solos si hay interna advirtiendo que “no tienen adónde irse”, la realidad es que el poder de fuego del ministro no es de soslayar: nadie quiere que deje el Palacio de Hacienda por el tembladeral que eso generaría; y si fuera candidato, ¿cómo podrían permitirse las críticas de su eventual adversario sin dañar aún más a la propia economía?

Como sea, Daniel Scioli dice y repite que no está dispuesto a bajar su candidatura. El embajador en Brasil cuenta con el guiño del propio presidente, y un frente de partidos nacionales que son la estructura partidaria para las candidaturas nacionales en CABA, provincia de Buenos Aires y todo el país. Dicen que no van a aceptar candidaturas sin competencia, reclaman reglas de juego claras para todos los que compitan, piso electoral lo más bajo posible para poder integrar las listas después de los resultados de la elección y la conformación de un programa de gobierno.

Están el Partido del Trabajo y la Equidad (ParTE, de Alberto Fernández); Proyecto Sur, Compromiso Federal, Miles y Lealtad y Dignidad (partido provincial de Buenos Aires). Están también Eduardo Di Cola (Córdoba) y Chino Navarro por el Movimiento Evita. En la provincia de Buenos Aires están armando listas en las 8 secciones electorales y en los 135 distritos

“Es la consolidación de un frente peronista que se referencia en Scioli y Tolosa Paz, dispuesto a competir en las PASO armando en todas las jurisdicciones”, confió una fuente del sector.

“Vamos todos a las PASO, a competir por todos los cargos, en listas separadas en todas las provincias, con reglas de juego claras”, concluyó.

Tanto Scioli, como Alberto, no parecen dispuestos a ceder.

Reconocimiento del Senado a Parlamentario por su nuevo aniversario

A través de un proyecto de declaración, desde la Cámara alta buscan reconocer a la revista Parlamentario por sus 34 años, con más de 1400 ediciones y por tener un registro completo con todo lo sucedido en la política nacional.

En el Senado de la Nación ingresó un proyecto que declara su beneplácito por el 34° aniversario que este 4 de julio cumplirá la revista Parlamentario, dirigida por Oscar Benini y José Di Mauro, por ser la única publicación especializada en información legislativa de la República Argentina.

Con la firma del senador nacional Sergio Leavy (UC – Salta), el proyecto de declaración explica en los fundamentos que Parlamentario ofrece un registro completo con todo lo sucedido en la política nacional, con presencia permanente en el Congreso Nacional.

Parlamentario nació el 4 de julio de 1989. Comenzó como un diario que salía tres veces por semana y al año siguiente se convirtió en revista semanal. En la actualidad, lleva publicadas más de 1400 ediciones, y desde el año 2000, se incorporó al mundo digital, sumando el portal parlamentario.com, para seguir siendo un actor indispensable de la información del mundo legislativo.

De esta manera, Parlamentario ha sido parte de las tres cuartas partes en lo que va desde el regreso de la democracia en la Argentina y es por lo tanto un material imprescindible de consulta para los legisladores de todo el país.

Además, es creador de los Premios Parlamentario, con los que son distinguidos año tras año los representantes de ambas cámaras, elegidos por el voto de los propios legisladores, asesores y prensa especializada, siendo un modo de homenajear a “la buena política como instrumentos inigualables para alcanzar las verdaderas transformaciones”.

El reconocimiento a Parlamentario es por demostrar a través de los años su vocación por la información veraz e independiente, transformándose en un puente necesario entre los representantes del pueblo y la comunidad.

PARLAMENTARIO

Una sociedad más atenta a su metro cuadrado que a la discusión política

Las encuestas realizadas tras el atentado contra la vicepresidenta resultan coincidentes en acentuar un descreimiento de mayorías que tampoco se sienten incluidas en las preocupaciones que expresa la discusión política. Lo cual ha llevado al oficialismo a abrirse a un diálogo con la oposición justo después de haber hablado tanto de “odio”.

Por José Angel Di Mauro

La grieta está más grande que nunca. ¿Justo cuando contrariando su naturaleza el gobierno explora la posibilidad de entablar un diálogo con la oposición? No, no es la grieta política de la que hablamos, sino la distancia entre la gente y sus representantes. Pocas veces se ha verificado tal grado de alejamiento entre lo que hablan los políticos y lo que siente la sociedad.

El atentado marcó sin duda un punto de inflexión. Tiene sentido; a punto de cumplir 40 años nuestra democracia recuperada en 1983, el período más extenso que recuerde la Argentina, la violencia política mostró una faceta inédita que solo por ventura no concluyó de la peor manera. De haber sucedido, las consecuencias hubieran sido inimaginables.

Pero pasado el impacto de la noticia -más temprano que tarde por cierto-, el común de la gente volvió a su metro cuadrado. Demasiados problemas tienen todos con esta crisis sin fin, que costó nada dar vuelta la página. Los políticos, mientras tanto, aparecen en otra sintonía.

Transcurrido el espasmo inicial y a medida que fueron conociéndose detalles de los autores del magnicidio fallido, el gobierno en general y el kirchnerismo en particular se espantaron por el registro que fueron revelando las encuestas, que muestran una mayoría descreída, capaz de poner en duda aun lo obvio. El atentado existió, el autor fue detenido y hasta la supuesta instigadora también cayó… mas no hay manera de evitar que la mayoría descrea.

No es un solo sondeo el que lo revela; son todos. El viernes se conoció uno de Giacobbe Consultores, que sobre una muestra de 2.500 casos tomada entre el 6 y el 8 de septiembre (una semana después del hecho) arrojó que un 65,1% piensa que el atentado fue “un montaje del kirchnerismo”. Para un 17,5% el hecho fue organizado por la oposición, mientras que un 15,9% lo circunscribe a “un loco suelto”.

Los datos de la consultora de Jorge Giacobbe no difieren demasiado de otros relevamientos. Las dudas persisten, sobre todo desde que el celular del autor material del hecho fue estropeado por los investigadores de manera insólita.

La consultora Synopsis obtuvo datos que apuntan hacia el mismo lado. Según cuenta su director, Lucas Romero, los resultados que obtuvieron en sus sondeos hechos tras el atentado no establecen cambios estructurales en la percepción que la gente ya tenía. A esa conclusión llegaron a partir de una serie de frases que les plantearon a los encuestados. Ante la que dice: “El ataque contra Cristina pudo estar motivado por discursos de odio de sectores políticos, mediáticos y judiciales”, que es un poco el argumento que floreció rápidamente dentro del oficialismo, 68,4% dijo estar poco o nada de acuerdo.

Ante la frase “el ataque contra Cristina Kirchner pudo haber sido planeado por sectores afines a ella para victimizarla frente a la opinión pública”, 61% dijo estar total o bastante de acuerdo. ¿Este hecho va a servir para apaciguar el nivel de confrontación política entre oficialismo y oposición? 85% estuvo poco o nada de acuerdo. ¿Por el atentado contra la vicepresidenta debe pararse el juicio por la obra pública? 85% está poco o nada de acuerdo.

“Es decir, las respuestas tienen que ver con el clima que se venía verificando antes, muy refractario a la figura de ella”, plantea Lucas Romero, sorprendido de que frente a la imagen de una pistola apuntándole a la cabeza de la vicepresidenta, el 61% piense que fue para victimizarla. Prefiere verlo como “un síntoma que está transmitiendo que la relación entre la sociedad argentina y Cristina está rota”. Lo cual no se contradice con que entre los votantes del Frente de Todos pueda haber más del 90% que quiera que ella sea la candidata en 2023. Para el director de Synopsis estos datos revelan que en tiempos de posverdad, los hechos pierden fuerza para imponer percepciones en la opinión pública. Ya el hecho no alcanza. Prevalece el sesgo de confirmación en la interpretación de los hechos.

También está, como decíamos, el desinterés de la gente. Botón de muestra: cuenta el consultor político Gustavo Marangoni que que al día siguiente del atentado, las noticias que más “likes” tuvieron estaban relacionadas con Wanda Nara y no con CFK.

Es que hay una realidad que avanza sin detenerse, prevaleciendo en la opinión pública. Es la que delata el 7% de inflación registrado en el mes de agosto y difundido el miércoles pasado. Que preanuncia que el diputado Luciano Laspina está cada vez más cerca de ganarle a Carlos Heller la apuesta de un lechón que en el recinto le hiciera al augurar que la inflación anual llegará a los tres dígitos.

Así como hay una parte del gobierno preocupada estrictamente en la suerte y movimientos de la vicepresidenta, la gestión ha quedado enteramente en manos del ministro de Economía.El expresidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, no dudó cuando el periodista Luis Novaresio le preguntó sobre quién gobierna: Sergio Massa, respondió, más allá de que la centralidad pueda estar en la figura con más poder dentro del oficialismo, que es la vicepresidenta. También está convencido de que el hoy “superministro” terminará siendo el candidato natural del oficialismo el año próximo.

Para eso, aclaró, debería irle bien en la gestión, que en las circunstancias actuales es un “día a día”. El tigrense no ha ocultado que su prioridad inicial pasa por la acumulación de reservas. Con ese objetivo implementó el denominado “dólar soja”, que consiste en ofrecerles a los productores del complejo sojero, solo por este mes, $200 por dólar. Como el tipo de cambio oficial se mantiene en $140, se genera un beneficio especial de $60 para ese sector. El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) alerta sobre las consecuencias de esa medida: la entrada de dólares al Banco Central implica emisión monetaria, agregando más presiones inflacionarias. ¿Cuánta inflación agrega el “dólar soja”? Si todos los dólares quedan acumulados como reservas, el BCRA habrá emitido $1.000.000 millones; si los dólares son vendidos a los importadores, el Banco Central perderá las reservas obtenidas y la emisión neta remanente será de $300.000 millones. Esto implica que la base monetaria crecerá entre un 7% y un 23% adicionalmente a lo que aumenta para cubrir el déficit fiscal y los intereses de Leliqs.

“Subyace una obsesión por aumentar las reservas, cuando los esfuerzos deberían estar en bajar el gasto público. El problema no es que falten dólares en la economía, sino que sobran pesos”, concluye IDESA.

Lo cierto es que la economía argentina tiene problemas de “manta corta”: lo que se corrige por un lado, se desarregla por el otro. El economista Emmanuel Alvarez Agis deslizó una observación capaz de graficar lo endeble de la situación, al señalar que “si Argentina llega a la final en Qatar, el Banco Central va a estar en problemas”.

El proyecto de Presupuesto 2023 establece para fines del año que viene un dólar a $269, cuando hoy la cotización oficial está a $149. El texto fue presentado en tiempo y forma el jueves pasado, 15 minutos antes de que concluyera el plazo estipulado por ley. La Cámara de Diputados acababa de aprobar la segunda ley económica que tenía para debatir ese día: la prórroga de seis impuestos, clave para gestionar. Lo hizo con dificultad, justo con 129 votos, y cuando el tablero dibujó el resultado de la votación se percibió el alivio en el rostro de la nueva presidenta del Cuerpo, Cecilia Moreau, que salió airosa de sus primeras dos pruebas en el recinto la última semana: la visita del jefe de Gabinete y la extensa sesión especial del día siguiente, donde además de la prórroga de impuestos se aprobó el Consenso Fiscal. Fueron sesiones más tranquilas de lo que a priori podía esperarse.

Más allá de los chisporroteos habituales, el clima de diálogo que ahora el oficialismo quiere instalar, se verificó en la Cámara baja. Esa estrategia se mantendrá esta semana cuando el martes Cecilia Moreau reciba a los presidentes de todos los bloques para organizar el tratamiento del Presupuesto en las próximas semanas.

Alteraría ese clima una eventual suspensión de las PASO, como algunos sectores del oficialismo -con los gobernadores a la cabeza- vienen insistiendo. “No hay ningún proyecto en el Poder Ejecutivo para llevar adelante la eliminación de las PASO”, aclaró el jefe de Gabinete ante una pregunta puntual el miércoles pasado. Aunque tampoco eso garantiza nada. “Esto es responsabilidad exclusiva del ámbito legislativo, y del cual depende que una iniciativa de este tipo pueda llevarse adelante”, planteó, lo cual deja una puerta abierta.

Sería un duro golpe al ordenamiento de la oposición, de ahí la presión de sectores del Frente de Todos. Pero antes de dar semejante paso, si es que están dispuestos a eso, deberían asegurarse tener los votos, cosa que a priori no se estaría dando. Al oficialismo le estarían faltando por lo menos 3 votos en la Cámara baja para garantizarse un resultado favorable.

La crisis en el oficialismo desordena a la oposición

Cuando el miércoles se anuncie el índice de inflación de marzo, el número será tan alto que no se hablará más de otra cosa. Es el tema que más preocupa y al que sucesivos gobiernos no le encuentran solución. Eso sucede mientras crece el internismo en el Frente de Todos y en una oposición que se ilusiona con volver, pero donde crecen las dudas.

Por José Angel Di Mauro

Una crisis política de impredecibles consecuencias es la que atraviesa la administración de Alberto Fernández. Derrotado en las elecciones intermedias, el Gobierno cumple su segunda mitad de mandato en medio de reclamos de todo tipo y una espiral inflacionaria que esta semana concentrará aún más la atención con un porcentaje que todo indica que marcará un récord complejo. Rondará el 6%, un poco por arriba de ese número, o un poquito por abajo, pero estará ahí. Lo anuncian todos los cálculos y el propio secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, confirmó que va a ser “alta”, y tras aclarar que no hace “milagros”, responsabilizó al Ministerio de Economía.

En cualquier gobierno eso hubiera terminado con la renuncia de ese funcionario, pero en esta administración parcelada eso es imposible. De hecho, el viernes sonó fuerte durante toda la jornada la posible salida del ministro Martín Guzmán. El titular del Palacio de Hacienda que nunca pudo deshacerse del subsecretario de Energía que lo desafió, menos podría pedir la cabeza de Roberto Feletti.

En rigor, desde el Instituto Patria piden la suya. El presidente resiste, por ahora. En el mar de versiones que circulan, dicen que la vicepresidenta estaría dispuesta ahora a reunirse con Alberto Fernández, pero el que ahora no quiere aceptar un encuentro es él. No es cuestión de berrinches: sabe el presidente que Cristina nunca arría sus banderas y solo alentaría cierto armisticio si hay cambios, comenzando por el titular de Hacienda, y por eso AF prefiere rehuir un encuentro. Así están las cosas hoy en la cima del poder.

Si bien sigue pensando que la economía está mejorando, el presidente está amargado porque considera que el internismo ha esfumado parte de los efectos positivos generados por el acuerdo con el Fondo Monetario. Como botón de muestra exhibe el valor del dólar, que bajó durante la última semana. Ya se sabe lo que piensa que hubiera sucedido si no acordaba con el FMI; se lo dijo al periodista Mario Wainfeld: si no se hubiera firmado el acuerdo el viernes 28 de enero, el lunes siguiente hubiera tenido que decretar feriado bancario.

Alberto Fernández quiere sostener a su ministro de Economía.

El fuego amigo tiene a maltraer a un presidente decidido a retener a su lado a Guzmán, pero incapaz de echar a funcionarios que lo desafían. Porque horadar al ministro de Economía, es desafiar la autoridad presidencial y eso ha hecho el ya citado Roberto Feletti reclamándole a Guzmán “una política antiinflacionaria consistente”.

En realidad, lo que dice el secretario es lo que piensa la mayoría del oficialismo, donde Guzmán es reconocido como un ministro de Hacienda, más no de Economía. Cargo vacante en este gobierno, reconocen a estas alturas en el propio Frente de Todos.

Mientras la presidenta del Senado le regala a su compañero de fórmula un libro que retrata de manera descarnada la debacle del gobierno de Raúl Alfonsín, que se fue arrastrado por una inflación desenfrenada, en la conferencia de prensa del último jueves de la portavoz presidencial -convocada para ordenar la comunicación oficial- se escucharon dos palabras que queman: hiperinflación y asamblea legislativa. “No hay ningún riesgo de hiperinflación”, respondió Gabriela Cerruti sobre lo primero, y respecto de los dichos del senador Alfredo Cornejo, que especuló sobre las razones que conducirían a una asamblea legislativa -léase salida de Alberto Fernández-, la funcionaria aclaró que no haría “comentarios de declaraciones, porque si no nos convertimos en comentaristas de declaraciones”. Pero incomoda que se vayan naturalizando semejantes posibilidades.

gabriela cerruti conferencia de prensa
Gabriela Cerruti descartó que vaya a haber hiperinflación.

También preparó el terreno para lo que viene el diputado Máximo Kirchner el jueves en Merlo. Muy activo en el territorio bonaerense, el hijo de los Kirchner advirtió que “la próxima semana se va a conocer la inflación. Será muy duro. Es compleja la situación que nos toca pasar”. Y tras cargar contra “los que abusan con los precios y juegan con el hambre de nuestra gente gracias al amparo mediático”, reclamó “hacerse cargo de la gestión (…) Hay que cortarla con las pendejadas de la televisión y solucionar este complejo momento”.

Máximo advirtió en Merlo: “No hay que amontonarse por amontonarse”.

Siempre críptico en sus mensajes, habrá que esforzarse por imaginar a quiénes se refiere Máximo, pero nombres sobran. El diputado no solo recorre la provincia en su calidad de jefe del PJ distrital. Es de los que analiza un eventual adelantamiento de las elecciones en el principal distrito del país. Algo que sería inédito, pero que gana fuerza dentro del oficialismo, que teme un Waterloo en 2023.

La idea es hacer las PASO en marzo y votar para gobernador e intendentes en junio. Con ello, no necesitarían ninguna ley de una Legislatura donde el oficialismo no es mayoría, y alcanzaría con un decreto del gobernador. Pasa que es Axel Kicillof el que más reparos pone a esa posibilidad. Porque sabe además el gobernador que en esas especulaciones que entre otros manejan Máximo y el jefe de Gabinete provincial, Martín Insaurralde, no contemplan la reelección del gobernador.

La idea del adelantamiento va en línea con la posibilidad de que el kirchnerismo -que imagina una derrota en la Nación en 2023- se refugie los cuatro años venideros en la Provincia. Así como el peronismo es un partido de poder, podría decirse que el kirchnerismo es un partido de Estado: está acostumbrado a fortalecerse allí.

La última palabra la tendrá Cristina Kirchner, quien piensa además seguir en el Senado a partir de 2023, ya no presidiéndolo, pero sí en una banca; a menos que -improbable- compita por un escalón más alto del que hoy ostenta. Ella confía en el arrastre de su nombre en las boletas del principal distrito del país, pero si hubiera desdoblamiento no participaría de esa elección adelantada, sino que lo haría en agosto y octubre, en una boleta donde figuraría pegada al candidato presidencial. Lugar que quiere ocupar Alberto Fernández. Será por eso que, dicen, Cristina hoy no está convencida de separar las elecciones.

¿Qué opina la oposición al respecto? Si bien preferiría elecciones conjuntas, tampoco rechazan la idea por una razón contundente: Javier Milei y su candidatura presidencial. Cualquiera sea el postulante a gobernador que presente, le sacará votos a Juntos por el Cambio en una elección donde no hay balotaje. Razón de más para convencerlos de la conveniencia de elecciones separadas. Aunque los que aspiran a competir por la presidencial tienen los mismos reparos que Cristina o el propio Alberto Fernández: si los intendentes resuelven sus destinos antes, se desentienden luego de la presidencial.

Si se adelantaran las elecciones, casi no habría dudas de que el candidato debería ser Diego Santilli, quien desde la campaña anterior no para de recorrer la provincia y además es la alternativa más instalada. Pero de todas maneras hay dudas, pues los propios intendentes del Pro se encuentran sorprendidos porque el vidalismo hace campaña por otro candidato: Cristian Ritondo. Si bien las partes insisten en que ambos son amigos y no competirán entre sí, en el partido amarillo advierten preocupados que si el Pro presenta más de un candidato en las PASO, el radicalismo podría derrotarlos.

Un panorama similar al que presenta la Ciudad de Buenos Aires, donde en el oficialismo reconocen por lo bajo que el jefe de Gobierno parece más preocupado por la pelea nacional y la bonaerense, que por el destino electoral que vaya a tener el distrito de origen del PRO.

Santilli y Ritondo, ¿dos alternativas del Pro para la provincia de Buenos Aires?

Ministro de Gobierno de CABA, Jorge Macri se consolida como posible candidato, y algunos del oficialismo porteño miran preocupados, pues no le ven al intendente de Vicente López la amplitud que Rodríguez Larreta exhibió durante estos años para incorporar al oficialismo local otras fuerzas. Todavía se preguntan qué es lo que desea María Eugenia Vidal para su futuro político. “Ya se pagó el costo político por el cambio de distrito… No me digas que fue para nada”, se quejó desorientado ante este medio un aliado del PRO. Son los mismos que se preguntan por el internismo bonaerense en ese mismo espacio. “Ganaste ahí las elecciones de 2021, consolidemos al candidato”, sugieren.

Mientras tanto, se supo de una cena en casa de Juan Manuel Urtubey en la que participaron los gobernadores Schiaretti y Gerardo Morales, Emilio Monzó, Florencio Randazzo, Graciela Camaño, Rogelio Frigerio y el intendente de Rosario Pablo Javkin. Fue promocionada como una cena “antigrieta”, pero la realidad es que allí no hubo oficialistas.

Aunque algunos no lo admitan, todos confían en que al final aparezcan voces poderosas que ordenen el espacio. Que en la Ciudad Larreta diga “este es mi candidato”, y que en la Provincia se unifiquen las voces, como sucedió el año pasado. Lo mismo a nivel nacional, donde el larretismo espera que al final del camino Mauricio Macri se defina por el jefe de Gobierno, aunque con fotos como la que exhibió en la semana junto a Donald Trump parezca que el expresidente está pensando más en sí mismo para el “segundo tiempo”.

En Juntos por el Cambio admiten preocupados: “La crisis en el oficialismo nos desordena”.

El debut de Máximo Kirchner en el Congreso fue con un conflicto “inmobiliario”

Protagonista de una de las noticias de mayor impacto político de la gestión del Frente de Todos, el hijo de los Kirchner arrancó su carrera legislativa haciendo ruido por un episodio muy especial.

Estaba cantado que ni bien llegara a ocupar una banca en el Congreso atraería todas las miradas. Hablamos de Máximo Kirchner, quien logró esa atención aun antes de llegar al recinto luego de ser elegido por la provincia de Santa Cruz en 2015. Fue cuando se armó una fenomenal disputa en torno al despacho que ocuparía en el Congreso.

Diputado raso, en condiciones normales hubiera ido a ocupar alguna de las diminutas oficinas del Anexo de la Cámara de Diputados. Pero no era cualquier diputado, sino el hijo de los dos presidentes anteriores que había tenido el país y como tal en su bancada pensaron que debía estar en el Palacio.

El episodio forma parte de uno de los capítulos del libro “Gobernar en Minoría. El karma de la gestión Cambiemos”, de José Angel Di Mauro (2019, Editorial Corregidor), y así fue reflejado:

En lo primero que pensó Emilio Monzó al iniciar su operativo de seducción fue en los despachos, cuya distribución corresponde a las autoridades de la Cámara, pero es uso y costumbre que los diputados que se van decidan por su cuenta el destino de los mismos. Así es que José María Díaz Bancalari, un histórico dirigente peronista que supo ser jefe del bloque durante el último tiempo en que se llamó PJ -gestión Duhalde y primera etapa de Néstor Kirchner- le había dejado sus amplias oficinas en el Palacio Legislativo nada menos que a Máximo Kirchner, y esas dependencias generaron una insólita disputa.

Eran tiempos positivos para el gobierno y ese coyuntural estado de gracia fue sintetizado por el periodista Gustavo Noriega en un tuit concluyente: “Macri y Massa en Davos, Scioli en Intratables y La Cámpora peleando una oficina. No sé si Cambiemos va a volver a tener un día así de dulce”.

El titular de la Cámara tenía decidido distribuir los metros cuadrados en función del resultado electoral y de la representación a partir del 10 de diciembre. Y había resuelto destinar ese despacho a José Luis Gioja, electo vicepresidente primero de la Cámara baja, y quien había sonado para presidir Diputados si hubiera ganado Daniel Scioli. Tenía la experiencia de haber sido presidente provisional del Senado en tiempos de Duhalde e inicios de Néstor Kirchner.

Pero no era lo que pensaba La Cámpora, que había confinado al sanjuanino a un pequeño despacho del Anexo de la Cámara, lo que hizo que Monzó personalmente se comprometiera a darle un espacio más acorde. Con la deliberada intención de meter cuña en la interna peronista.

“Lo del despacho de Máximo sabía que era un tema comunicacionalmente fuerte, pero lo que estaba por debajo de eso, que luego terminó acordándose, era que quienes habían sido mayoría durante casi el 80% de la democracia, no solo los últimos 10, 15 años, aceptaran que ahora eran un 30% de la Cámara”, recuerda Monzó. Esto es, ya no podían contar con el 70% de los recursos disponibles.

La controversia se dio en pleno verano y tuvo como epicentro las oficinas 305, 307 y 340 que había dejado Díaz Bancalari. Ubicadas en el tercer piso del Palacio, un día de enero de 2016 apareció con fajas y la cerradura cambiada. La explicación oficial era que cuando se produjo el recambio legislativo, los bloques dieron una asignación preliminar a los despachos que dejaban los diputados salientes. Pero cuando las nuevas autoridades de la casa resolvieron reasignar los despachos, decidieron que debía dejarse de lado la disposición adoptada en 2007, cuando a raíz del triunfo del FpV el kirchnerismo reclamó para sí el tercer piso.

Los kirchneristas rechazaron de plano que se planteara una redistribución del espacio en el Palacio Legislativo a través de una suerte de “sistema D’Hont”. Argumentaban que el tercer piso siempre había sido del peronismo, como el segundo le correspondía al bloque radical. Y aclararon que no todo el tercer piso estaba en manos del FpV, pues ahí tenían despachos la massista Graciela Camaño y la macrista Patricia Bullrich, aunque ella ya había renunciado para pasar al Ejecutivo.

Los kirchneristas reconocían que lo que cambió la distribución del tercer piso fue la Sala de la Juventud Néstor Kirchner -el despacho asignado al expresidente santacuceño en su breve paso como diputado nacional, devenido tras su muerte en un lugar emblemático de reuniones-, como así también el comedor del bloque.

En el tercer piso estaban los despachos de Carlos Kunkel, María Teresa García, Edgardo Depetri, Andrés “Cuervo” Larroque, Eduardo “Wado” De Pedro, Juliana Di Tullio y el presidente del bloque. Tenían también oficinas el salteño Pablo Kosiner, el exgobernador misionero Maurice Closs y, ahora, Máximo Kirchner, el despacho en disputa.

“Yo tenía que presidir siendo equitativo con los recursos de la Cámara, de acuerdo con la representación que cada uno de los bloques tenían en el recinto -comenta Emilio Monzó-. Esto implica desde un asistente en un despacho, al despacho en sí. Los mejores despachos eran una herramienta de negociación”. Y para esa negociación, estaba claro que el kirchnerismo tenía, de acuerdo con el resultado electoral y su representación, un exceso de recursos dentro del Palacio Legislativo.

Máximo Kirchner al asumir como diputado por primera vez en 2015.

La Cámpora decidió entonces resistir y fue así que jóvenes militantes se turnaban durante el día para permanecer en su interior y evitar que fuera recuperado por autoridades de la Cámara. En ocasiones alguno se quedaba incluso a pernoctar, cuestión de que la seguridad fuera completa. ¿Cómo pudieron ingresar, si las autoridades habían cambiado la cerradura y pusieron una faja? El despacho tenía dos puertas de acceso y sólo habían cerrado una.

“No tengo problema de que sea de Máximo Kirchner”, terminó expresando Monzó, advirtiendo no obstante que “lo que hay que hacer es recuperar esos metros cuadrados con algún despacho de otro diputado nacional, porque hay autoridades de la Cámara que hoy no están dentro del Palacio”. La solución sobrevino después de dos meses de intensas negociaciones, cuando dos históricos como María Teresa García y Carlos Kunkel aceptaron mudarse al edificio Anexo.

“Yo no usaba el salón grande del bloque, usaba mi despacho…”, señala Héctor Recalde al recordar los problemas con el reparto de oficinas, y expresar sus reproches al oficialismo: “No nos daban oficinas en el tercer piso… Teresa García tuvo siempre una actitud muy generosa y muy amplia para ceder espacios, y se terminó yendo enfrente. Yo no quería, pero ella resignó el lugar”.

Concluida la prolongada conflagración y para curarse en salud, las autoridades de la Cámara publicaron una resolución a través de la cual a partir de entonces quedaba establecido que el secretario general del cuerpo sería quien distribuyera y asignara los despachos, y que la “desocupación y restitución en tiempo y forma” de las oficinas que ocuparan los diputados nacionales sería un requisito “de cumplimiento ineludible” previo a la percepción de la liquidación final de sus haberes. Y aquellos que no cumplieran con la restitución de dependencias, serían multados con una fuerte suma de dinero.

Un Gobierno demasiado condicionado en las relaciones exteriores

Es un mal momento para administraciones que el Gobierno argentino considera que no puede cuestionar, razón por la cual los desaires se suceden. Y se proyectan en organismos multilaterales donde Alberto Fernández no logra consumar alguna victoria en el plano internacional. Semana decisiva para las elecciones.

Por José Angel Di Mauro

El presidente necesita mejores asesores. No puede ser que cada vez que le hacen una pregunta incómoda, responda admitiendo su desconocimiento sobre tal o cual tema. En realidad, no es “tal o cual tema”; en general las polémicas sobre sus dichos surgen a partir de cuestiones controversiales para el espacio que él formalmente encabeza. Hablamos puntualmente de lo que sucedió esta última semana cuando Jorge Rial le preguntó sobre las protestas en Cuba y Alberto Fernández dijo no conocer exactamente la dimensión del problema en la isla.

No fue la misma postura que mostró por ejemplo con la situación en Colombia o las protestas en Chile, ocasiones en las que se pronunció inmediatamente. Sin que nadie le preguntara y a través de las redes sociales, aun a riesgo de quedar mal con naciones muy cercanas… Al menos geográficamente, no respecto de la ideología de sus gobiernos, motivo de las críticas.

Lo de Cuba fue una astilla en el pie toda la semana, por eso sorprende que el presidente volviera a dar un reportaje, cuando no había dudas de que le preguntarían sobre el tema. Debió haber tenido ensayada una respuesta más convincente, pero se limitó a cuestionar el bloqueo. Tema sobre el cual hizo hincapié el actual embajador argentino en La Habana, Luis Ilarregui, cuando se presentó ante los senadores de la Comisión de Acuerdos del Senado, el 11 de febrero del año pasado. Ese mismo día se trataron también allí los pliegos de Sabino Vaca Narvaja y Sergio Basteiro, propuestos por el Gobierno para representarnos en China y Bolivia, respectivamente. Países con los cuales este gobierno privilegia su relación.

Precisamente este último tuvo especial protagonismo estos días por la denuncia combinada entre nuestro gobierno y el boliviano contra Mauricio Macri por la supuesta colaboración en una conspiración contra Evo Morales.

“Los argentinos y los cubanos nos queremos mucho. Cualquier argentino que va a Cuba sabe que va a ser muy bien tratado; y a nosotros nos caen muy bien los cubanos. Por eso digo, como corolario, que lo de Cuba con Argentina es un amor de ida y vuelta”, expresó al terminar su exposición ante los senadores ese día el actual embajador en Cuba. País al que Cristina Fernández de Kirchner viajó en dos oportunidades como presidenta, y una decena de veces más cuando su hija estuvo internada en la isla por razones de salud. De ahí que recreara una relación tan especial con las autoridades de la isla, por lo que resultaría impensable que el presidente expresara críticas que también ha evitado por ejemplo hacia Venezuela.

Como sea, las relaciones exteriores son uno de los puntos débiles de esta administración. Hace pocos días lo comprobó una vez más al perder la Argentina la votación para ocupar la presidencia de la Corporación Andina de Fomento. Alberto Fernández tenía mucha esperanza de anotarse su primer gran triunfo internacional, pero Argentina no consiguió ni siquiera los votos de sus socios del Mercosur, y Colombia se quedó con ese puesto para el cual nuestro gobierno había propuesto a Christian Asinelli, un hombre cercano a Gustavo Beliz. No fue la primera derrota para Beliz, quien precisamente había sido impulsado el año pasado como titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y perdió la pulseada con el candidato de Donald Trump.

De derrota en derrota en el plano internacional, la elección que no quiere perder el Gobierno es la de noviembre próximo en la Argentina. Esa que desvela a esta administración y para la que está dispuesta a poner toda la carne en el asador, aunque ello suponga desatender las prevenciones de Martín Guzmán, cuyo cálculo del 29% de inflación anual representa un karma al que prefiere no referirse: con el 3,2% de junio ya el porcentaje interanual supera los 50 puntos.

Lejos de esos índices inmanejables, el ministro de Economía sigue abocado a la negociación de la deuda y en ese contexto le prometió en Venecia a Kristalina Georgieva que la Argentina no va a entrar en default con el FMI en septiembre. Va a pagar, le dijo, con los fondos extra que recibiremos de parte de ese mismo organismo, contradiciendo lo que votó el Senado para no usar esos dólares para la deuda. Dicho sea de paso, ese proyecto nunca llegó a ser tratado en Diputados, un ámbito donde el oficialismo no puede maquillar su condición minoritaria. Primera minoría, pero minoría al fin.

Para encabezar la lista está casi descartado Santiago Cafiero, un nombre que sugieren como un respaldo contundente al presidente, aunque en Casa Rosada lo ven exactamente al revés.

Son días decisivos los que vienen, de cara al sábado 24 en el que se acabará el misterio respecto de los nombres para las listas legislativas para las PASO. El oficialismo mantiene el misterio en el principal distrito del país. Allí asoma para muchos como número puesto el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, reconfirmado como favorito cuando el martes pasado ese distrito fue elegido para que el presidente anunciara un bono de $5.000 para los jubilados. Una medida enmarcada plenamente en la campaña, como ya de por sí lo está la vacunación.

Con todo, el marido de Jesica Sirio tiene ciertas prevenciones respecto de aceptar o no liderar la lista para diputados. Ya lo hizo en 2013, cuando perdió con Sergio Massa, pero más allá de ese resultado cabe recordar que a Insaurralde nunca le sentó bien el Legislativo y que renunció a su banca al cabo de un año. Espera más garantías para que valga la pena dejar su intendencia.

Para encabezar la lista está casi descartado Santiago Cafiero, un nombre que sugieren como un respaldo contundente al presidente, aunque en Casa Rosada lo ven exactamente al revés. Sobre todo porque está probado que cada lugar que pierde el albertismo -si es que el mismo existe- es ocupado por el kirchnerismo. Se ha sugerido también para encabezar la lista al ministro Gabriel Katopodis, quien tampoco está interesado a dejar su cargo. El único ministro que parecería dispuesto a hacerlo sería, dicen, Daniel Arroyo.

En tren de mencionar ministros de Alberto para encabezar, desde el kirchnerismo mencionaron ante este medio a Jorge Ferraresi, aunque más que un guiño al presidente, esa sería una señal hacia su vice.

Desde el massismo, Cecilia Moreau ofreció una salida original: Sergio Massa o Máximo Kirchner para encabezar la lista. “Porque a mí me parece que lo que se pone en juego en esta elección es qué modelo de conducción queremos para la Argentina y sobre todo para la provincia de Buenos Aires en los próximos dos años”, justificó durante una entrevista en FM Milenium. Si bien para la vicepresidenta del bloque oficialista en Diputados eso pondría en valor lo que significa el Frente de Todos, sería una jugada realmente riesgosa para cualquiera de los dos.

En tren de originalidades, no faltó quien sugiriera armar una interna en la Provincia, habida cuenta de que en la vereda opuesta todos los caminos conducen a las PASO entre Diego Santilli y Facundo Manes; una pulseada que comienza a resultar atractiva y que puede generar no solo atención, sino también votos, lo cual inquieta particularmente al oficialismo.

El incremento exponencial de la llegada de vacunas entusiasma mientras tanto al Gobierno nacional, que ha detectado en las encuestas un repunte que atribuyen a la mejora en materia sanitaria.

Como sea, es poco probable que el Frente de Todos plantee una interna bonaerense. Sí podría suceder en la Ciudad de Buenos Aires, donde hasta ahora era número puesto Leandro Santoro. Respaldada por Víctor Santa María -hombre fuerte del PJ porteño-, Gisela Marziotta quiere renovar su banca y se tiene fe para encabezar, convencida de ser la más idónea para enfrentar a María Eugenia Vidal. Parece que conoce muy bien a la exgobernadora, por haber ido juntas al mismo colegio.

El incremento exponencial de la llegada de vacunas entusiasma mientras tanto al Gobierno nacional, que ha detectado en las encuestas un repunte que atribuyen a la mejora en materia sanitaria. De todos modos, las vacunas no alcanzan a garantizar nada si la economía no mejora.

Una encuesta de Zuban Córdoba y Asociados conocida el viernes no ofreció grandes sorpresas, pero sí datos nuevos. Igual que el mes anterior, el Gobierno aparece con un 42% de imagen positiva y 56% negativa, con el presidente con números similares (43% – 56%). Impera el pesimismo, con un 58,9% que cree que la Argentina va por el rumbo incorrecto, pero números en definitiva complicados tanto para el oficialismo como para la oposición. Proyectando indecisos, JxC tiene una intención de voto de 33,3%; el Frente de Todos sube a un 30,2%; el espacio de Randazzo suma un 8% y la izquierda asciende al 5,4%, a expensas de los libertarios (4,3%).

Un dato que esta consultora sugiere atender especialmente es que mientras muchas elecciones en pandemia han registrado un elevado abstencionismo en el mundo, en esta encuesta una mayoría manifestó una amplia voluntad de ir a votar. El 75,3% anticipó que es “muy probable” que vaya a votar en las PASO, y el 12,4% “algo probable”. Porcentaje que, de cumplirse, mostraría una asistencia récord: 87,7%. Lo cual, advierte la encuestadora, no es un buen indicador para los oficialismos.

Oficialismo y oposición exponen su internismo a cielo abierto

Horacio Rodríguez Larreta cerró la interna en su distrito, con la candidata que deseaba, y con la que tiene un preacuerdo establecido. Las justificaciones de la exgobernadora para dejar la Provincia. El Congreso entra en modo electoral.

Por José Angel Di Mauro

Casi una semana después de haberse bajado de la carrera electoral de este año, Patricia Bullrich apareció montada a caballo en la multitudinaria protesta de dirigentes autoconvocados en la ciudad de San Nicolás. El reclamo aludía originalmente al enfrentamiento del campo con el gobierno, pero el Día de la Independencia incorporó otras demandas relacionadas con la justicia, la educación y la crisis económica. La exministra de Seguridad logró ese día su cometido: su presencia atrajo toda la atención.

No es más que lo que anunció que haría a partir de su paso al costado acordado con el jefe de Gobierno porteño. Patricia Bullrich hará campaña en todo el país este año, acompañando a todos los candidatos del PRO, pero con un objetivo extra, ser candidata presidencial en 2023. Cargo que deberá disputar, entre otros, con el propio Horacio Rodríguez Larreta. Y según explicó, su decisión de bajar su candidatura para este año fue precisamente para no afectar a Larreta. Si ella ganaba, como se manifestó convencida de poder hacerlo, inmediatamente el kirchnerismo aprovecharía para debilitar al jefe de Gobierno.

Así llegó Patricia Bullrich al acto en San Nicolás.

También es cierto que nada aseguraba que ella fuera a ganar, sobre todo teniendo en cuenta que por más que presida el partido, debería enfrentar al poderoso aparato del jefe de Gobierno; y en caso de derrota, tal vez su proyecto presidencial quedara herido de muerte.

En síntesis, su actitud “constructiva” la deja bien parada dentro de Juntos por el Cambio, y queda habilitada a hacer campaña en todo el país, y no acotada al distrito porteño. Tiene además dos años para instalar esa candidatura presidencial con la que sueña.

Como sea, tendrá competencia en ese objetivo. Está dicho que Horacio Rodríguez Larreta es el primer anotado dentro del PRO, y hoy por hoy el mejor posicionado en las encuestas, considerando oficialismo y oposición. Pero hay alguien más dentro del partido fundado por Mauricio Macri y no hablamos del expresidente precisamente, sino de la exgobernadora María Eugenia Vidal, quien oficializó este sábado su candidatura para encabezar la lista de Juntos por el Cambio en la Ciudad de Buenos Aires. Y el argumento utilizado para justificar su controvertido alejamiento de la provincia que gobernó hasta hace 18 meses es un deseo superior.

María Eugenia Vidal se presentó con todos los aliados del espacio buscando dar una muestra de unidad.

“Hizo un paso al costado en la Provincia porque no va a ser más candidata a gobernadora; tiene vocación presidencial”, explicó a este medio un excolaborador suyo, que aclaró que obviamente eso lo tiene claro Larreta y que entre ambos hay un acuerdo para que el que esté mejor posicionado en 2023 sea el que busque la presidencia.

Esa es la razón por la que no compite este año en la Provincia, pese a ser la mejor carta de JxC en el principal distrito del país. “Si ella no va a ser candidata allí en 2023, este es el momento para generar nuevos liderazgos”, justificaron desde el vidalismo.

Desde una posición equidistante, la encuestadora Mariel Fornoni justifica que Vidal no compita en la provincia de Buenos Aires este año. De haberlo hecho, la campaña se hubiera circunscripto al pasado, explicó. Algunos sugieren que en caso de haber aceptado la exgobernadora competir, el Frente de Todos podría haber hecho volver de Brasil al embajador Daniel Scioli. La eventual candidatura del exgobernador quedó desactivada al no competir Vidal en la Provincia.

Juntos por el Cambio apuesta a dos figuras que considera “nuevas”, como Diego Santilli y Facundo Manes. Si bien no se descarta una eventual lista de unidad, es poco probable que eso suceda. La ha rechazado Rodríguez Larreta cuando le sugirieron que no buscara imponer sus deseos en CABA y PBA. De todos modos, deberá convencer antes a Jorge Macri de imitar a Patricia Bullrich y retirar su candidatura bonaerense. Una doble interna dentro del PRO sería suicida. Pero el intendente de Vicente López no se la está haciendo fácil a Larreta.

Si todo avanza como parece, habría PASO entre el vicejefe de Gobierno y el neurocientífico, descontando que por las características de ambos no será una interna “sangrienta”. Por el contrario, se ilusionan en que la competencia sea un revulsivo para el espacio.

Si de revulsivos hablamos, eso ha sido precisamente Manes para el radicalismo. El neurocientífico venía coqueteando con la política desde hacía tiempo y a punto estuvo en 2017 de ser candidato de Cambiemos. Al final, en el entonces oficialismo terminaron bajando su postulación convencidos de que no lo necesitaban. Más allá de las heridas que puede haber dejado esa experiencia, Manes se reunió recientemente con el expresidente Mauricio Macri, quien lo alentó a competir, indicándole que un triunfo en la Provincia lo dejaría bien posicionado para 2023.

Facundo Manes junto a Gerardo Morales y Martín Lousteau.

En marzo pasado Manes tuvo gran protagonismo en la interna radical bonaerense, aunque él no fue candidato, sino su hermano Gastón. Originalmente pensaba “guardarse” para 2023, directamente como candidato presidencial. Un deseo demasiado ambicioso para tan poca experiencia; en el radicalismo hay otros con ese objetivo, como el gobernador jujeño Gerardo Morales, que ahora alienta vivamente la candidatura del científico criado en Salto, provincia de Buenos Aires. Y todos lo convencieron de “jugar ahora”.

Con el objetivo de revitalizar su participación dentro de Juntos por el Cambio, el partido centenario apuesta a atraer figuras para estas legislativas. Allí está ahora la periodista Carolina Losada, precandidata a senadora en Santa Fe, probablemente acompañando a Mario Barletta. Con ese mismo fin Martín Lousteau tentó al economista Martín Tetaz para secundar a María Eugenia Vidal en la lista de CABA.

Sin haber empezado oficialmente, la campaña electoral ya está desatada. Estos días son clave, pues el próximo sábado 24 se cierran las listas y en eso todos, oficialismo y oposición, están abocados obsesivamente, más allá de la pandemia. En el Congreso, a punto de entrar en virtual “receso electoral”, podría decirse que la campaña arrancó con la presencia del jefe de Gabinete, que por primera vez en el año visitó la Cámara baja y mantuvo acalorados cruces con la oposición. Más allá de que los mismos no hayan tenido el tono aun más beligerante de cuando Marcos Peña cumplía esas tareas.

Para el día anterior a la visita de Santiago Cafiero se había previsto una sesión en Diputados, para tratar una serie de temas consensuados. No es que la misma se haya caído, pues oficialmente nunca se convocó, y sorprendió que el lunes por la noche voceros del oficialismo confirmaran que no habría sesión especial el miércoles venidero. Las razones quedaron expuestas al día siguiente en la reunión de la Bicameral de DNU, en la que se dio dictamen al Decreto de Necesidad y Urgencia que adecúa la ley de vacunas para conseguir dosis pediátricas. Ese día desde la oposición reclamaron que en lugar de un decreto se aprobara una ley, como corresponde constitucionalmente estando el Congreso en funciones. Argumentaron que tranquilamente podía aprobarse el miércoles en Diputados y al día siguiente en el Senado, para el viernes ser promulgada por el Presidente. Ahí el oficialismo aclaró que la sesión no había sido pedida. Precisamente por eso: para evitar darle a la oposición un grado de exposición que volviera a dejar malparado al oficialismo, como sucedió la semana anterior y que dio lugar a ese DNU.

El jefe de Gabinete en su presentación en Diputados el jueves pasado.

Con todo, esta semana habrá sesión -la última antes de que el Congreso entre en “modo electoral”- y nada hace prever que la oposición no vaya a insistir con el tema. Fue por eso que el jefe de Gabinete anunció el jueves, al inicio de su exposición, que este lunes se firmará contrato con Moderna, laboratorio que “está desarrollando una vacuna pediátrica”, tales los dichos de Cafiero. El tema es que todavía no ha sido habilitada y la de Pfizer sí, pero por ahora el gobierno sigue remiso a acordar algo con ese laboratorio. Las resistencias del sector dominante en el seno del gobierno quedaron expuestas al final de la sesión informativa del jefe de Gabinete, cuando Máximo Kirchner se descargó contra “los caprichos de los laboratorios extranjeros” y dejó clara su oposición a “ceder” ante los mismos. Recordó la ley de vacunas que ellos aprobaron y que entonces “no hubo ni un laboratorio europeo, ni asiático que pusiera ningún pero”. Como sí sucedió con los norteamericanos, le faltó decir.

Y si un laboratorio puede torcerles el brazo, qué pensar que podrá pasar con el FMI, dio a entender.

El Presidente le respondió al día siguiente desde Tucumán: “Si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o ante un laboratorio, se equivoca. No lo voy a hacer, antes me voy a mi casa”, dejó claro. Como la oposición con su internismo, el gobierno está en la misma sintonía, con mensajes cruzados a cielo abierto.

Máximo Kirchner volvió a marcarle la cancha al presidente.

El fuego amigo condiciona las decisiones más trascendentes

En 2014 Alberto Fernández confesaba en las redes sociales su rechazo al cierre de las exportaciones de carne y reivindicaba cuando en 2007 se ocupó de reabrirlas. Acaba de tomar la misma medida que reprochaba, a instancias de los deseos del sector más preponderante del Frente de Todos. Igual que con las restricciones a la circulación.

Por José Angel Di Mauro

Algo había que hacer, coinciden todos en pensar cuando el gobierno acaba de implementar restricciones extremas similares a las que teníamos hace justo un año atrás, con la diferencia de que hoy hay medio millar de muertos por día y casi 40 mil contagios diarios. Pero la contundencia de esos números no es suficiente para convencer no solo a quienes se hartaron en 2020 de vivir encerrados, sino sobre todo a los que casi se fundieron entonces y tras esa experiencia no quieren saber nada de este deja vu.

Casi no había objeciones cuando se dejó trascender que el encierro se circunscribiría a los fines de semana, pero súbitamente reapareció el fantasma tan temido de la vuelta del ASPO, aunque más no sea por un período acotado. Sorprendió, sobre todo, cuando apenas dos días antes el Presidente había descartado de plano un regreso a fase 1: “No, no… Ahí voy a tener un problema sociológico; la gente no lo resiste, esa es la verdad”, dejó claro entonces el Presidente en uno de los reportajes que concedió en la semana a Radio 10.

Es verdad que esta realidad es muy dinámica, pero también lo es que nadie hace más que Alberto Fernández para devaluar la palabra presidencial.

Coincidentemente con lo que pensaba el Presidente el martes pasado, en este mismo espacio dijimos una y otra vez que no había posibilidades de regresar al aislamiento extremo; no porque no fuese necesario, sino porque simplemente las cuentas oficiales no estaban en condiciones de volver a cerrar la economía. El propio gobierno lo documentó el año pasado al elaborar un Presupuesto en el que no figuraba ningún tipo de compensaciones para eventuales restricciones.

Habrá que inferir que eso obedeció a la exagerada confianza oficial en las vacunas. Se entenderá que cuando el Presidente anticipaba una y otra vez la inminente llegada de millones de dosis, lo decía realmente convencido.

Es verdad que esta realidad es muy dinámica, pero también lo es que nadie hace más que Alberto Fernández para devaluar la palabra presidencial.

Pero los números de la pandemia han sido tan contundentes y amenazantes como para corporizar los peores fantasmas. Sobre todo en materia de muertos. Siempre hemos dicho que la cantidad de víctimas fatales diarias nunca dejó de ser elevada, con un promedio de unos 200 muertos diarios que no ha descendido ni cuando se aplanó la curva. Hoy 200 es un número bajo, al paso que vamos. Y si bien también impresiona el número de contagios, eso es muy relativo, pues obedece a un nivel de testeos que nunca ha sido el adecuado. Con un porcentaje de positividad superior al 35%, los especialistas coinciden en que el número de testeos diarios debería ser de 300 mil, y estamos en un tercio de esa cifra.

Los expertos también concuerdan en el temor a que esta disparada de casos vaya a saturar en breve las unidades de terapia intensiva y que en el término de dos meses o antes eleve el número de muertos al millar diario.

Sin necesidad de llegar a ese extremo perfectamente alcanzable, un simple cálculo matemático permite inferir que para antes de mediados de julio la Argentina podría llegar a los cien mil muertos por Covid. Una cifra redonda y terrorífica que remite a una de las tantas frases célebres que expresó durante esta pandemia Alberto Fernández: “Prefiero que haya 10% más de pobres y no cien mil muertos”. Lo primero ya sucedió; lo segundo está en camino.

Semejante panorama decepcionante es lo que debe haber movido a Alicia Castro a escribir los lapidarios tuits del miércoles pasado. Exembajadora en Venezuela y el Reino Unido, y fallida postulante para ese mismo cargo ante Moscú, la exazafata no estuvo muy diplomática cuando afirmó que “tenemos el récord más triste de la historia”. Alicia Castro comparó los resultados epidemiológicos argentinos con los de Bolsonaro -“en un año, Brasil multiplicó por 10 las muertes y Argentina, que tenía entonces 1.200 fallecidos, por 70”, dijo- y llamó entonces al gobierno a no ser “negacionista”, reclamándole “medidas eficaces”.

Ese “fuego amigo” llegó al día siguiente del rechazo de AF a la vuelta a fase 1, de ahí que no sorprenda el súbito viraje. Sobre todo si se tiene en cuenta que la suya es una voz muy escuchada en el Instituto Patria. Algunos aventuran incluso que expresa el pensamiento de la vicepresidenta de la Nación.

Como sea, Alberto Fernández terminó anunciando medidas que van mucho más en el sentido reclamado desde La Plata que lo que deseaban en Olivos y el Palacio de Hacienda.

Parecido fue lo que sucedió con las exportaciones de carne, cerradas por un mes por el gobierno nacional, desatando un previsible paro del campo que entre otras cosas hizo incrementar los precios. Terminó prevaleciendo la postura de la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, que es lo mismo que decir Axel Kicillof, cada vez más influyente en todos los ámbitos oficiales, y preocupado por una inflación que lejos de ceder va dejando mes a mes una presión mayor para el mes siguiente. 

El gobierno volvió así al pasado. Quince años atrás, para casi esta misma época, el gobierno de Néstor Kirchner resolvía la suspensión de las exportaciones de carne por seis meses. Alberto Fernández debe recordar muy bien esa medida anunciada el 9 de marzo de 2006, pues él era entonces jefe de Gabinete.

Quienes ponen reparos a esta medida le recuerdan al gobierno actual las consecuencias de esa decisión adoptada por el primer gobierno kirchnerista: se perdieron 12 millones de cabezas de ganado; se fundieron 16 mil productores; cerró un centenar de frigoríficos; y pasamos de tener el 10% del comercio mundial de carne a menos del 2% en 2014. En ese lapso pasamos del tercer lugar en el comercio de carne al 13°. Por efecto de estas medidas la Argentina dejó de ganar 10 mil millones de dólares y se perdieron 15 mil puestos de trabajo.

El gobierno pareciera no aprender de sus errores. Para muchos, el año pasado el caso Vicentin fue el inicio de la pérdida de imagen de Alberto Fernández, que había escalado a números inmensos por la pandemia. Ese episodio dejó para muchos la sensación de que gobernaba Cristina Kirchner y eso se trasladó inmediatamente a las encuestas de imagen. Hoy esa sensación está mucho más enraizada, y conforme los antecedentes, los resultados no prometen ser más efectivos.

Quince años atrás, para casi esta misma época, el gobierno de Néstor Kirchner resolvía la suspensión de las exportaciones de carne por seis meses. Alberto Fernández debe recordar muy bien esa medida anunciada el 9 de marzo de 2006, pues él era entonces jefe de Gabinete.

Hay un ejemplo muy presente que podría tener en cuenta el gobierno: la fuerte embestida en el Congreso para reformar la Ley del Ministerio Público Fiscal. Desde el oficialismo le había llegado el dato a la principal oposición de que ya tenían el número para convertir en ley el proyecto que desde noviembre pasado cuenta con media sanción del Senado. Por eso Juntos por el Cambio lanzó una acelerada y fuerte campaña exponiendo los nombres de los 23 diputados “del medio” -los que no son oficialistas, ni de JxC-, para que el Frente de Todos no pudiera encontrar allí los 12 votos que necesita para asegurarse la ley. En esa movida, Juntos por el Cambio salpicó a unos y otros, invirtiendo la carga de la prueba: expuestos, todos tuvieron que aclarar su postura de cara a una eventual sesión, aun aquellos como los lavagnistas que siempre habían dicho que no votarían esa ley.

Como sea, la estrategia tuvo los resultados esperados para Juntos por el Cambio, pues quedó claro que al oficialismo le faltan por lo menos cinco votos para sacar la ley que les permitirá desplazar al procurador Eduardo Casal, principal destinatario de semejante embestida. Muchos se preguntan aún de donde surgió la versión de que se habían alcanzado las voluntades necesarias, y todas las miradas apuntan al ministro Martín Soria, cuya capacidad para buscar consensos no parece ser una de sus características salientes.

Con todo, el proyecto ya tiene dictamen. Lo consiguió en el marco de un prolongado debate que se extendió hasta pasada la medianoche. Así las cosas, el proyecto quedó en condiciones de ser tratado en cualquier momento en el recinto, y ese es un elemento de presión del oficialismo, que no pierde las esperanzas de dar una sorpresa en cualquier momento con eso.

Ante ello la oposición está atenta incluso a no perder legisladores propios. Hace pocos días el oficialismo hizo toda una movida para desplazar a la diputada correntina Estela Regidor, acusada de pedirles el 50% del salario a sus asesores. Quieren que renuncie, como hizo Juan Ameri cuando protagonizó un escándalo al exhibir una escena íntima en el zoom. La diputada radical presentó un pedido de licencia por 90 días, que no alcanzó a ser tratado en la última sesión, pero el oficialismo iría por más. Si así sucede, en JxC tienen preparada una contraofensiva, reclamando un trato similar con los diputados oficialistas involucrados en el “vacunatorio VIP”. Por eso habrían suscripto con Sergio Massa un pacto de no agresión. Por si acaso, Juntos por el Cambio tiene de aquí en más como consigna una vieja premisa de Marcelo Gallardo: mantenerse con la guardia alta.

Todos los caminos conducen a una postergación de las PASO

El Gobierno dejó ver las cartas la última semana, al difundir una reunión de su mesa política, en la que se bajaron una serie de alternativas donde prevalece una muy clara.

Por José Angel Di Mauro

El tema debería haberse resuelto con suficiente antelación para tener el escenario despejado de cara a los próximos meses, pues cumplir un cronograma electoral impone ciertas condiciones. Pero es sabido que el Gobierno se toma sus tiempos. No solo en este tema: en general siempre ha sido así, sobre todo con los que más rispideces generaron, dentro y fuera de la coalición gobernante.

La excepción que confirma la regla podría decirse que es el aborto. Si bien demoró hasta fin de año para avanzar con esa promesa de campaña, sorprendió a propios y extraños cuando a principios de noviembre contradijo sus anuncios respecto de que en 2020, por la pandemia, debería postergar la cuestión, y se anunció el envío y tratamiento del proyecto. Y no solo cumplió, sino que Alberto Fernández entró en la historia por la aprobación de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo durante su gestión. No es poco.

A lo que nos estamos refiriendo es a las PASO. ¿Se hacen, no se hacen? ¿Se postergan, se realiza todo en una única elección? Todo está envuelto en una nebulosa que esta última semana comenzó a despejarse, no para brindar precisiones, sino más bien para mostrar las cartas que se barajan. Que básicamente son las que acabamos de citar en estas dos líneas. El tema se trató en la reunión/almuerzo del jueves pasado, en la Casa Rosada -que ha vuelto a funcionar como usina principal oficial-, con los integrantes de la mesa política del Gobierno, y quedó claro que existía una deliberada intención no solo de difundir el encuentro, sino de dejar bien claro de qué se había hablado allí. Bienvenido sea el acceso a la información, más allá de las segundas intenciones.

Comenzando por los participantes del encuentro, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, el ministro del Interior Eduardo “Wado” De Pedro, los diputados Sergio Massa y Máximo Kirchner y, por supuesto, el presidente Alberto Fernández. ¿Faltó alguna pata del Senado? No hace falta, De Pedro reporta directamente a la jefa de la Cámara alta y puede hablar también por ella. Y Máximo, obvio.

Según se difundió, los temas abordados en la reunión fueron las PASO, el aumento de los precios y la vacunación. Si se quiere, todas cuestiones que confluyen en la campaña electoral del oficialismo. En el caso de las primarias, se detalló puntillosamente que se trataron tres alternativas, que serán las que se barajarán hasta que se adopte una decisión. La primera, suspender las elecciones, como piden los gobernadores peronistas y aceptan dos de Juntos por el Cambio -los de Jujuy y Corrientes-; la segunda, hacer que confluyan las PASO y las elecciones generales en un mismo domingo; y la tercera, postergar los comicios un mes. Ambos.

La primera posibilidad fue el reclamo original de los gobernadores, que habían confiado al principio de esta gestión en que Alberto Fernández privilegiaría su relación con ellos y haría una suerte de cogobierno, de modo tal de compensar la desproporción de fuerzas que mantiene con su vice. Pero hace rato que los mandatarios provinciales entendieron que sus expectativas en ese sentido nunca serán cubiertas. Así y todo, avanzaron con la propuesta de suprimir las PASO, pero esa posibilidad necesita el respaldo de un Congreso que responde al kirchnerismo. Y ni Cristina quiere alterar una ley que ella misma impulsó en 2009, con Néstor Kirchner vivo; ni La Cámpora quiere dejar de lado la posibilidad de competir internamente donde lo desea. Además -y dato no menor-, necesitarían de un apoyo en el Congreso que hoy no existe en la Cámara de Diputados.

La segunda posibilidad suena a chino. Juntar las PASO con las elecciones generales abriría la posibilidad a complicaciones y suspicacias. Y no sería otra cosa que una suerte de ley de lemas. Recordemos que ese sistema electoral está hoy vigente a nivel provincial solo en una provincia; pero qué provincia: Santa Cruz. También tendría que ser habilitada esa norma en el Congreso y ahí habría más rechazos que apoyos.

La tercera posibilidad es la más viable y, a priori, la que tiene más posibilidades de concretarse. Postergar los comicios: llevar las PASO a septiembre y las generales al mes de noviembre. El argumento es, cuando menos, atendible: permitir que la campaña de vacunación avance un poco más, y alejar el primer domingo de elección al menos un poco del invierno.

Está claro que esta es la alternativa en la que el Gobierno avanzará. Las otras dos son pantallas, de modo tal de que suene a concesiones dejar de lado dos de las tres propuestas, ambas muy rechazadas por la oposición. En cambio la idea de postergar cuenta incluso con un proyecto del espacio de Martín Lousteau que sugiere lo mismo. Se trata de un proyecto de Carla Carrizo, Dolores Martínez y Emiliano Yacobitti, entre otros, que propone llevar las PASO a septiembre, aunque no toca las generales. El expediente lleva el número 6629 y fue presentado el 14 de diciembre del año pasado, pero el argumento es bien distinto, pues pretende acortar el tiempo entre ambas elecciones. Al Frente de Todos le sirve. Y recordemos que ya sucedió en el Senado que utilizaron proyectos de la oposición -uno de ellos del senador Lousteau- para objetivos propios, en ese caso modificar la Ley Orgánica del Ministerio Público.

En este caso el oficialismo tiene de su lado el tema de la pandemia, y usará la cuestión de la vacunación como elemento contundente. Los argumentos reales, que no expondrá pero es de manual que son los que prevalecen, tienen que ver una economía que cuanto más avance el verano, mejores datos podrán brindar. Es al menos lo que en el Gobierno imaginan. Cuanto más adelante se vote, mejores comparaciones podrán hacerse con relación a un año como 2020 donde todas las variables fueron para atrás. Ahora, con números aun modestos, todo servirá para alardear. Cualquier comparación será buena frente a porcentajes negativos como los que dejó el año que vivimos en pandemia.

Además, la realidad indica que nada de lo que decida podrá hacerlo por decreto, por más pandemia que haya. Tratándose de una modificación de la ley electoral, todo debe pasar por el Congreso y contar con mayoría agravada. Tanto la suspensión de las PASO, como una postergación electoral.

Y como sea, lo que el Gobierno necesita, de cara a las elecciones de medio término que ya el oficialismo se plantea como una suerte de “madre de todas las batallas”, es no solo que la economía mejore, sino que los precios no se escapen. La inflación será clave en los próximos meses, de ahí las previsiones que se están adoptando y las advertencias que se lanzan hacia los supuestos formadores de precios. Porque con paritarias anudadas al cálculo oficial de una inflación anual del 29%, si los salarios pierden de manera ostensible frente a los precios, no habrá campaña de vacunación que alcance para evitar la caída.