Horacio se diferencia de Alberto, mas en el fondo piensa en Fernando

La inflación anualizada ya supera el cien por ciento y las chances oficialistas se deshilachan con esas cifras: ningún gobierno reeligió con semejante cuadro. En ese marco, el internismo consume al Pro en particular y a JxC en general.

Por José Angel Di Mauro

No por previsible, el porcentaje de inflación alcanzado en el mes de marzo dejó de impactar en el seno de un gobierno cada vez más deshilachado. El 7,7% resultó ser más elevado de lo esperado, pero más que nada por los decimales; ya varias consultoras anticipaban que el número “arrancaría con 7”. El índice de la Ciudad había marcado un 7,1 para el tercer mes del año.

El anualizado causa escozor: 104,3%. Ya estamos en inflación de tres dígitos, lo cual le otorga al diputado Luciano Laspina la certeza de haberle ganado a Carlos Heller el lechón que le apostó en pleno recinto el 15 de junio de 2022, respecto de que la inflación llegaría este año a ese nivel.  

Es comprensible por lo tanto la sensación de desolación que impera en el oficialismo. Los números de los últimos días que anticipan algunas encuestas que aún no han sido difundidas públicamente -y tal vez eso no suceda- marcan una fuerte caída que abarca a todos los candidatos, pero fundamentalmente en la imagen del Presidente de la Nación y su vice. Sobre todo -para alarma del kirchnerismo- en el conurbano bonaerense. Semejante caída alteró los ánimos en el oficialismo en general y el núcleo duro K en particular, que da casi por descartada la posibilidad de retener la Nación, pero apuesta todo y más a conservar la provincia de Buenos Aires. Hasta hace unos días consideraban consolidada la posibilidad de reelección de Axel Kicillof. Hoy los consultores les han inoculado ciertas dudas. Para peor, las encuestas son previas al crimen del colectivero.

De ahí que la comitiva de sindicalistas afines a CFK, que la visitó el jueves en su despacho del Senado, le haya insistido con la necesidad de que ella esté en algún lugar de las listas de este año. Puntualmente los gremialistas preferidos de la vicepresidenta -no había ninguno de la conducción cegetista- le pidieron que sea candidata presidencial, pero se conformarán al menos con que juegue. Y se fueron con cierto entusiasmo con aquella frase que dicen que ella pronunció: “Los que estén pensando que me voy a dedicar a cuidar a los nietos, mejor que se olviden”.

Siempre esperan que Cristina tenga un as en la manga que muestre bien cerca del cierre de listas. Es verdad que la vicepresidenta suele sorprender en esa materia, pero también que no necesariamente eso se traduce en resultados positivos. La realidad es que la sorpresa esta vez podría estar en que ella cumpla con lo que anticipó en diciembre del año pasado: que no será candidata. A nada.

Y no porque quiera preservar al peronismo de cargar en la campaña con la imputación de que llevan en sus listas a una figura “condenada”, o que esté buscando fueros. La comparación con el final político de Carlos Menem, refugiado en el Senado para protección de su libertad, la espanta.

La verdadera razón de la vicepresidenta pasa por una cuestión estratégica. Sabe, como acabamos de decir, que lo más probable es una derrota, y que la misma puede ser muy severa para el Frente de Todos. Quiere entonces preservarse. Así como ha buscado siempre mantenerse de alguna manera ajena a su propio gobierno para que no se la asocie con las consecuencias de una gestión fallida, ahora buscará que el resultado electoral no la roce a ella. Eso sí: la confección de las listas pasará en líneas generales por su lapicera.

El analista Lucas Romero aboga este razonamiento y le aporta otro dato: no solo ella no será candidata, sino que tampoco alguien de su cercanía, por ejemplo Wado De Pedro. Porque se buscará evitar que la derrota esté asociada al kirchnerismo puro. Por eso el candidato ideal de Cristina sería, para el director de Synopsis, Sergio Massa. Porque ella estará esperando que después de las elecciones en el peronismo salgan a disputarle el liderazgo, y en ese caso mejor que el actual ministro de Economía cargue para entonces con una derrota.

Pero si bien no hay antecedentes de que con semejante nivel de inflación y cero perspectivas de encauzar el problema, un gobierno haya podido ser reelecto, en el Frente de Todos no faltan optimistas. Tienen cierto grado de razón, cuando perciben un panorama electoral dividido en tres tercios. Distinto hubiera sido que Juntos por el Cambio se cortara solo, mas surgió el factor Milei, que les saca votos a las otras dos partes, pero más a la principal oposición.

Una encuesta de Analogías, consultora cercana al gobierno, le daba esta semana un 25,2% a las posibilidades presidenciales del Frente de Todos; un 24,5 a Juntos por el Cambio y un 20,7 a “la derecha de Javier Milei. Con un importante 21,1% correspondiente al “no sabe”. Como para que se ilusione el oficialismo en que no todo está perdido para ellos.

Contribuye el elevado nivel de internismo en la principal oposición, que esta semana llegó al extremo, con la máxima tensión alcanzada en el seno del Pro. Cuando ya se daba por descontada la decisión de Horacio Rodríguez Larreta de anunciar “elecciones concurrentes” en la Ciudad, Mauricio Macri hizo un último intento por torcerle el brazo al salir el domingo a alertar sobre esa alternativa. El jefe de Gobierno confirmaría su decisión 24 horas después, dinamitando la relación.

Tiene muchas interpretaciones la resolución de Larreta. La mayoría apuntan a un intento de mostrarlo como un dirigente “decidido”, de ahí que esa haya sido tal vez la palabra más citada por el jefe de Gobierno en todas sus acepciones en los últimos días.

Las encuestas muestran cierta paridad entre Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich de cara a la atractiva elección primaria de agosto entre ambos, pero con predominancia de la exministra de Seguridad. “En este tiempo, los duros predominan”, sostienen muchos al augurarle a la presidenta del Pro (en uso de licencia) mayores chances. Con todo, aquí hay dos bibliotecas, pues una corriente importante sostiene que pese al “voto enojado” que empuja a figuras como Milei, ese efecto no llegará a percibirse en las urnas, donde en realidad, y ante tal nivel de crisis, “prevalecerá la moderación”.

Como sea, la apuesta de Larreta fue a todo o nada y habrá que ver si termina favoreciéndolo o liquidando sus chances. Para la corriente que opina sobre “una halconización de la política”, el jefe de Gobierno es el mejor candidato… pero para una segunda vuelta. Para eso primero debe atravesar las PASO, y ahí la tiene complicada.

Dependerá también del nivel de virulencia que adquiera esta interna en el partido amarillo. Porque si se exceden en la diferenciación, una parte de los que voten en esa interna se inclinará por otra alternativa en octubre, y eso sería letal para las chances de JxC.

Por eso es que esta última semana se intensificaron los contactos entre el establishment y Rodríguez Larreta y Bullrich, para pedirles que moderen sus diferencias.

El destino de la Ciudad, donde el Pro gobierna desde hace 16 años, no es una cuestión menor. Larreta ha prometido que habrá un solo candidato del Pro, pero todavía sigue habiendo tres. Todo hace pensar que el definitivo será Jorge Macri, pero la realidad es que está “flojo de papeles” y a tiro de una denuncia que lo inhabilite. En estas circunstancias, esa denuncia no saldrá del radicalismo, pero no hay que descartar que provenga desde el FdT, o algún particular enmascarado detrás de alguna de las partes. Tendría sabor a descarte que en ese caso la candidatura quede para Fernán Quirós o Soledad Acuña. ¿Y si en esas circunstancias María Eugenia Vidal acepta asumir el desafío? Ella siempre fue la opción deseada por Larreta.

El jefe de Gobierno -dicen- está pensando más allá del 10 de diciembre, con él sentado en el sillón de Rivadavia. Y si bien las señales que viene dando parecieran apuntar a diferenciarse de la comparación con Alberto Fernández y su relación con Cristina Kirchner, como decir que “no será un títere como el presidente actual”, en su subconsciente habría otra analogía, más afín al espacio. La relación entre Fernando de la Rúa y Raúl Alfonsín, en tiempos de la Alianza. Un presidente que no lideraba su partido, rol que sí mantenía el “padre de la democracia”, y que lo perjudicó fuertemente.

Ya se sabe cuál fue el final de ese experimento. Tras el derrumbe de esa administración, Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín, que eran amigos, trabajaron juntos para encarrilar la situación. Hoy nadie imagina a Cristina Kirchner y Mauricio Macri personificando semejante rol.

Una sociedad más atenta a su metro cuadrado que a la discusión política

Las encuestas realizadas tras el atentado contra la vicepresidenta resultan coincidentes en acentuar un descreimiento de mayorías que tampoco se sienten incluidas en las preocupaciones que expresa la discusión política. Lo cual ha llevado al oficialismo a abrirse a un diálogo con la oposición justo después de haber hablado tanto de “odio”.

Por José Angel Di Mauro

La grieta está más grande que nunca. ¿Justo cuando contrariando su naturaleza el gobierno explora la posibilidad de entablar un diálogo con la oposición? No, no es la grieta política de la que hablamos, sino la distancia entre la gente y sus representantes. Pocas veces se ha verificado tal grado de alejamiento entre lo que hablan los políticos y lo que siente la sociedad.

El atentado marcó sin duda un punto de inflexión. Tiene sentido; a punto de cumplir 40 años nuestra democracia recuperada en 1983, el período más extenso que recuerde la Argentina, la violencia política mostró una faceta inédita que solo por ventura no concluyó de la peor manera. De haber sucedido, las consecuencias hubieran sido inimaginables.

Pero pasado el impacto de la noticia -más temprano que tarde por cierto-, el común de la gente volvió a su metro cuadrado. Demasiados problemas tienen todos con esta crisis sin fin, que costó nada dar vuelta la página. Los políticos, mientras tanto, aparecen en otra sintonía.

Transcurrido el espasmo inicial y a medida que fueron conociéndose detalles de los autores del magnicidio fallido, el gobierno en general y el kirchnerismo en particular se espantaron por el registro que fueron revelando las encuestas, que muestran una mayoría descreída, capaz de poner en duda aun lo obvio. El atentado existió, el autor fue detenido y hasta la supuesta instigadora también cayó… mas no hay manera de evitar que la mayoría descrea.

No es un solo sondeo el que lo revela; son todos. El viernes se conoció uno de Giacobbe Consultores, que sobre una muestra de 2.500 casos tomada entre el 6 y el 8 de septiembre (una semana después del hecho) arrojó que un 65,1% piensa que el atentado fue “un montaje del kirchnerismo”. Para un 17,5% el hecho fue organizado por la oposición, mientras que un 15,9% lo circunscribe a “un loco suelto”.

Los datos de la consultora de Jorge Giacobbe no difieren demasiado de otros relevamientos. Las dudas persisten, sobre todo desde que el celular del autor material del hecho fue estropeado por los investigadores de manera insólita.

La consultora Synopsis obtuvo datos que apuntan hacia el mismo lado. Según cuenta su director, Lucas Romero, los resultados que obtuvieron en sus sondeos hechos tras el atentado no establecen cambios estructurales en la percepción que la gente ya tenía. A esa conclusión llegaron a partir de una serie de frases que les plantearon a los encuestados. Ante la que dice: “El ataque contra Cristina pudo estar motivado por discursos de odio de sectores políticos, mediáticos y judiciales”, que es un poco el argumento que floreció rápidamente dentro del oficialismo, 68,4% dijo estar poco o nada de acuerdo.

Ante la frase “el ataque contra Cristina Kirchner pudo haber sido planeado por sectores afines a ella para victimizarla frente a la opinión pública”, 61% dijo estar total o bastante de acuerdo. ¿Este hecho va a servir para apaciguar el nivel de confrontación política entre oficialismo y oposición? 85% estuvo poco o nada de acuerdo. ¿Por el atentado contra la vicepresidenta debe pararse el juicio por la obra pública? 85% está poco o nada de acuerdo.

“Es decir, las respuestas tienen que ver con el clima que se venía verificando antes, muy refractario a la figura de ella”, plantea Lucas Romero, sorprendido de que frente a la imagen de una pistola apuntándole a la cabeza de la vicepresidenta, el 61% piense que fue para victimizarla. Prefiere verlo como “un síntoma que está transmitiendo que la relación entre la sociedad argentina y Cristina está rota”. Lo cual no se contradice con que entre los votantes del Frente de Todos pueda haber más del 90% que quiera que ella sea la candidata en 2023. Para el director de Synopsis estos datos revelan que en tiempos de posverdad, los hechos pierden fuerza para imponer percepciones en la opinión pública. Ya el hecho no alcanza. Prevalece el sesgo de confirmación en la interpretación de los hechos.

También está, como decíamos, el desinterés de la gente. Botón de muestra: cuenta el consultor político Gustavo Marangoni que que al día siguiente del atentado, las noticias que más “likes” tuvieron estaban relacionadas con Wanda Nara y no con CFK.

Es que hay una realidad que avanza sin detenerse, prevaleciendo en la opinión pública. Es la que delata el 7% de inflación registrado en el mes de agosto y difundido el miércoles pasado. Que preanuncia que el diputado Luciano Laspina está cada vez más cerca de ganarle a Carlos Heller la apuesta de un lechón que en el recinto le hiciera al augurar que la inflación anual llegará a los tres dígitos.

Así como hay una parte del gobierno preocupada estrictamente en la suerte y movimientos de la vicepresidenta, la gestión ha quedado enteramente en manos del ministro de Economía.El expresidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó, no dudó cuando el periodista Luis Novaresio le preguntó sobre quién gobierna: Sergio Massa, respondió, más allá de que la centralidad pueda estar en la figura con más poder dentro del oficialismo, que es la vicepresidenta. También está convencido de que el hoy “superministro” terminará siendo el candidato natural del oficialismo el año próximo.

Para eso, aclaró, debería irle bien en la gestión, que en las circunstancias actuales es un “día a día”. El tigrense no ha ocultado que su prioridad inicial pasa por la acumulación de reservas. Con ese objetivo implementó el denominado “dólar soja”, que consiste en ofrecerles a los productores del complejo sojero, solo por este mes, $200 por dólar. Como el tipo de cambio oficial se mantiene en $140, se genera un beneficio especial de $60 para ese sector. El Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) alerta sobre las consecuencias de esa medida: la entrada de dólares al Banco Central implica emisión monetaria, agregando más presiones inflacionarias. ¿Cuánta inflación agrega el “dólar soja”? Si todos los dólares quedan acumulados como reservas, el BCRA habrá emitido $1.000.000 millones; si los dólares son vendidos a los importadores, el Banco Central perderá las reservas obtenidas y la emisión neta remanente será de $300.000 millones. Esto implica que la base monetaria crecerá entre un 7% y un 23% adicionalmente a lo que aumenta para cubrir el déficit fiscal y los intereses de Leliqs.

“Subyace una obsesión por aumentar las reservas, cuando los esfuerzos deberían estar en bajar el gasto público. El problema no es que falten dólares en la economía, sino que sobran pesos”, concluye IDESA.

Lo cierto es que la economía argentina tiene problemas de “manta corta”: lo que se corrige por un lado, se desarregla por el otro. El economista Emmanuel Alvarez Agis deslizó una observación capaz de graficar lo endeble de la situación, al señalar que “si Argentina llega a la final en Qatar, el Banco Central va a estar en problemas”.

El proyecto de Presupuesto 2023 establece para fines del año que viene un dólar a $269, cuando hoy la cotización oficial está a $149. El texto fue presentado en tiempo y forma el jueves pasado, 15 minutos antes de que concluyera el plazo estipulado por ley. La Cámara de Diputados acababa de aprobar la segunda ley económica que tenía para debatir ese día: la prórroga de seis impuestos, clave para gestionar. Lo hizo con dificultad, justo con 129 votos, y cuando el tablero dibujó el resultado de la votación se percibió el alivio en el rostro de la nueva presidenta del Cuerpo, Cecilia Moreau, que salió airosa de sus primeras dos pruebas en el recinto la última semana: la visita del jefe de Gabinete y la extensa sesión especial del día siguiente, donde además de la prórroga de impuestos se aprobó el Consenso Fiscal. Fueron sesiones más tranquilas de lo que a priori podía esperarse.

Más allá de los chisporroteos habituales, el clima de diálogo que ahora el oficialismo quiere instalar, se verificó en la Cámara baja. Esa estrategia se mantendrá esta semana cuando el martes Cecilia Moreau reciba a los presidentes de todos los bloques para organizar el tratamiento del Presupuesto en las próximas semanas.

Alteraría ese clima una eventual suspensión de las PASO, como algunos sectores del oficialismo -con los gobernadores a la cabeza- vienen insistiendo. “No hay ningún proyecto en el Poder Ejecutivo para llevar adelante la eliminación de las PASO”, aclaró el jefe de Gabinete ante una pregunta puntual el miércoles pasado. Aunque tampoco eso garantiza nada. “Esto es responsabilidad exclusiva del ámbito legislativo, y del cual depende que una iniciativa de este tipo pueda llevarse adelante”, planteó, lo cual deja una puerta abierta.

Sería un duro golpe al ordenamiento de la oposición, de ahí la presión de sectores del Frente de Todos. Pero antes de dar semejante paso, si es que están dispuestos a eso, deberían asegurarse tener los votos, cosa que a priori no se estaría dando. Al oficialismo le estarían faltando por lo menos 3 votos en la Cámara baja para garantizarse un resultado favorable.