Mover el monumento de Roca: una ofensa a la historia, una ofensa a la ley

Por Nicolás Suárez Colman. Cuestionar a un presidente como él es básicamente atentar contra la identidad de una nación y degradar la obra que significó el despegue definitivo de esta.

Nos genera sentimientos de bronca y desazón el anunció de quitar el Monumento a Julio A. Roca de la plaza Expedicionarios del Desierto en el Centro Cívico. No sólo porque lo que significó Roca para el futuro y presente de nuestra nación. Su más grande empresa a favor de todos nosotros es sin duda el plan de consolidación del territorio nacional, que garantizó que la región patagónica sea territorio argentino.

Sus dos gobiernos permitieron además que se promulgara la Ley 1420, que garantizó la educación obligatoria, gratuita y laica transformándonos en el país con mayor alfabetización de América Latina. Extendió la infraestructura de ferrocarriles y consolido la expansión de la producción nacional. En otras palabras, transformó territorio desértico en una potencia mundial. Cuestionar a un presidente como Julio A. Roca es básicamente atentar contra la identidad de una nación y degradar la obra que significó el despegue definitivo de esta.

No hay lugar para que Julio Argentino Roca, sea considerado un genocida. No hay lugar para que los revisionistas de la historia pretendan hacernos creer que se trató de un genocidio. Fue una guerra en la que una nación logró consolidar el territorio que era asediado de forma permanente por Chile y sus aliados mapuches que asediaron y masacraron a nuestros pueblos originarios.

Es tal la importancia del Centro Cívico y tan importante el rol de Julio Argentino Roca que los hermanos Bustillo decidieron rendir homenaje colocando en la plaza un monumento en su honor. Más allá de que Ernesto Estrada haya hecho el diseño original de la plaza, fueron Exequiel y Alejandro Bustillo quienes tenían a su cargo la dirección de todo el proyecto y así se consolidó con su culminación en 1934. Era tal la importancia de este lugar que en 1987 la Resolución N° 1250/1987 lo declararía Monumento Histórico Nacional. Consolidado por la Ley N°12.655 que obligó a la protección, inalteración y cuidado de los monumentos nacionales.

Es por ello, que la gravedad del anunció municipal no es sólo una ofensa a la historia argentina; como ya sostuvimos no hay siquiera argumento político que pueda sostener tal aberración. La verdadera gravedad está en cómo la ley en la Argentina se ha transformado en manos del populismo en letra muerta.

No hay en nuestro ordenamiento justificación que permita semejante aberración al patrimonio nacional. Nadie, ni siquiera el mejor de los funcionarios públicos puede estar por encima de la ley. Cuando un funcionario decide pasar por encima de la ley, no solo pisotea la historia, sino que comete un atropello a la ley.

Sólo esperamos, esta vez, que la justicia haga su trabajo e impida que maten la ley a pisotones. No sólo por la memoria de Julio Argentino Roca, sino porque es una lección para el presente y el futuro de la nación. Nadie, nunca, debe estar por encima de la ley.

Nicolás Suárez Colman es abogado administrativista. Presidente Republicanos Unidos Río Negro. Socio fundador del Instituto Nacional Rocaniano

Argentina e inflación: una fábrica de pobres

Por Nicolás Suárez Colman, abogado, especialista en Derecho Administrativo. Con motivo del informe de inflación en Argentina, el autor advierte la difícil coyuntura que atraviesa el país.

No hay más dudas, Argentina se ha convertido en una fábrica de pobres. Atravesamos un proceso sumamente turbulento en la economía en el que la inflación alcanza la alarmante cifra del 50,9%. No es transitorio se está convirtiendo en estructural y con ello las consecuencias serán más graves. A ello hay que agregarle que el gobierno no sólo desconoce el problema, sino que lo oculta, lo agrava y se niega a enfrentarlo. 

La salida a la inflación ya no puede estar apoyada en relato. Es momento de que el gobierno deje la sarasa, tome el toro por las astas y se anime a tomar las decisiones antipáticas que sienten las bases para encausar la economía. Debe elegir si en el 2023 se retira con la gloria de la responsabilidad o en la oscuridad de la revancha que se llevará puesto también a los propios. 

En la medida que las acciones del gobierno sigan signadas por la improvisación y la negación de la realidad, la luz al final del túnel seguirá atenuándose y con ello la posibilidad de la Argentina y los argentinos de encontrar un rumbo que permita mejorar las condiciones para todos en las décadas venideras. 

Las decisiones respecto de la economía tampoco ayudan, el acceso al mercado de capitales cada vez más restringidos; restricciones a la importación, la protección de monopolios deficitarios como aerolíneas y el cambio permanente de las reglas de juego no son el mejor escenario para generar la confianza necesaria para empezar a reconstruir las bases para el crecimiento, la inversión y la expansión de la economía. Aquí por supuesto no terminan las pesadillas, la excesiva emisión monetaria destruyen la confianza en la moneda y con ello licua los ingresos de millones de asalariados que no pueden escapar del peso a monedas más confiables o estables para el ahorro. Si con suerte pueden ahorrar. 

El panorama sigue siendo sombrío, porque además los embates sobre las instituciones y poderes del Estado rompen definitivamente la última chispa de confianza de los sectores de la economía y el trabajo. La solución es una cuestión de decisión política, de seriedad y planificación. Seguiremos cayendo lentamente por el abismo ante la mirada indiferente de un gobierno que transita por la gestión sin pena, sin gloria y sin moral. 

La palabra como valor para construir un país confiable

Por Nicolás Suárez Colman. El dirigente del Pro Río Negro sostiene que el valor de la palabra “debe ser el eje central del debate presente y futuro”.

En el coloquio cotidiano de la política la palabra democracia se repite incontables veces. Sin embargo, la verdadera práctica democrática no radica en la mera referenciación verbal, sino en el abordaje práctico que la política debe realizar. 

En un país que se derrumba frente a la muerte, la pobreza, el desempleo y la deserción educativa la palabra debe ser el elemento clave para lograr recrear la confianza y el vínculo necesario con una sociedad que espera un salto de calidad en la política. 

Los procesos políticos en la argentina llevan años reduciendo su discusión a meras cuestiones coyunturales, mientras tanto éstas van perdiendo importancia frente a una realidad que deja al descubierto la incapacidad de construir soluciones a los problemas que se presentan en el mediano y largo plazo. Mientras se banaliza la discusión política y se revaloriza la rosca, el costo de los resultados son absorbidos por una sociedad desesperanzada y descreída que no tiene más margen. 

¿Es posible construir vínculos sanos entre la política y la sociedad si la palabra pierde todo su valor? El interrogante es necesario ante un proceso de degradación que va dinamitando los pocos puentes que unen a cada vecino con la dirigencia que pretende representarlos. Esta realidad es el reflejo de lo que sucede puertas adentro de los partidos. 

La degradación de la palabra encuentra su ponderación cuando el ejercicio del poder se realiza de forma desmedida y concentrada, y solo encuentra su lugar en la improvisación. La sociedad necesita preguntarse hasta el hartazgo sobre la palabra como valor. 

El valor de la palabra debe ser el eje central del debate presente y futuro, no puede desvergonzadamente manifestarse la intención de querer representar a los vecinos como un mero trampolín para ocupar otros espacios de poder en próximos procesos electorales. Una pésima señal para una sociedad que espera como mínimo lealtad de sus representantes. 

La lucha por el acceso al poder no puede estar signada por la especulación, la voracidad o el personalismo irracional que no duda en burlar la confianza depositada por el votante. Los roles institucionales no pueden ser escalones de la ambición personal. Las elecciones de medio término suelen potenciar esa voracidad con candidaturas testimoniales, candidaturas trampolín o virtuales. Los representantes tienen la obligación de darle valor a la palabra y cumplir con los mandatos al que se han comprometido. 

La sociedad espera madurez y responsabilidad para que la política no se transforme en aquello a lo que tanto se critica. La mentira debe ceder ante la interpelación sincera a cada votante donde la palabra tome el valor necesario para promover el crecimiento en la calidad y profundidad de la discusión política. El ejercicio sano del poder requiere políticos que tengan la capacidad de construir consensos, dialogar con el diferente, ejercitar la empatía y reflexionar sobre los errores para consolidar nuevos paradigmas que tengan la palabra como base fundacional.