La cultura del trabajo, planes sociales, ingreso básico universal y la vagancia

Por Mario Mazzitelli. El precandidato a diputado nacional del Proyecto Justo, Social y Humanista sostiene que una renta básica universal “lejos de incentivar la vagancia, creará las condiciones para reanimar el mercado interno”.

Escucho decir que en Argentina se perdió “la cultura del trabajo”. Esto surgirá seguramente de alguna observación o comentario sobre la realidad. Aceptado que fuera cierto y que la cultura del trabajo “sola” no se puede perder; surge la pregunta ¿Quién la perdió?  

Seguramente habrán sido los pobres. Vamos quedando satisfechos. Sin culpa. En alguna medida son pobres porque quieren. No se han preocupado por cuidar “la cultura del trabajo”.  

Es raro que no nos preguntemos ¿Dónde la perdieron? ¿Cuándo? ¿Habrá sido a propósito? También es extraño que no nos preguntemos ¿Cómo se puso de acuerdo tanta gente en perder “la cultura del trabajo”? (O al ver a un cartonero trabajar como un “burro”, tampoco la pregunta ¿Por qué esta persona con tanta voluntad de trabajo está desperdiciada en un trabajo tan poco calificado y de tan baja productividad? ¿Será que quiere trabajar con frío bajo la lluvia?) 

Lógicamente, ante la pérdida colectiva de “la cultura del trabajo”, el Estado debió hacerse cargo de las consecuencias y empezó a repartir planes sociales. Inició la tarea hace casi 20 años. Con asombro, “la cultura del trabajo” reapareció entre mediados de 2002 y 2007. Y se volvió a perder. De manera que hace 14 años que los planes sociales no dejan de crecer. Incluso, presidentes que por principio están en contra de los planes, se vieron y ven obligados a ampliarlos. Los planes alejan aún más “la cultura del trabajo” y en su lugar emerge “la cultura de la vagancia”. Entramos en un círculo vicioso: los que perdieron “la cultura del trabajo”, se ven beneficiados por los planes sociales, que les han permitido desarrollar el viejo vicio de “la cultura de la vagancia” y quienes hemos guardado con celo “la cultura del trabajo”, pagando impuestos somos sacrificados en el altar de la haraganería, holgazanería y la pereza. Intolerable  

Vagos. Ya lo decían nuestros próceres hace 161 años atrás: “Serán considerados vagos…Las personas de uno y otro sexo que no tengan renta, profesión, oficio u otro medio lícito con que vivir”. Es interesante observar que no tenían planes y había vagos. Pero si el sujeto que no trabajaba tenía renta, no se lo consideraba un vago.  

Hoy… ¿Estaremos viviendo una época en que los argentinos no quieren progresar? ¿O el problema en lugar de ser individual es colectivo? ¿No será que los famosos cambios con los que se interrumpió la vida institucional de la Argentina en los 70, produjeron consecuencias no previstas? La desarticulación del Estado Nacional, la desindustrialización, el enajenarse del desarrollo científico y tecnológico, el dejar todo en manos del mercado ¿No habrán tenido algo que ver? ¿Y si a los liberales que manejaron la economía Martínez de Hoz, Alsogaray, Alemann, Cavallo, Roque Fernández, Dujovne, más los peronistas, radicales o híbridos, les fallo el cálculo y lo que vivimos como “pérdida de cultura del trabajo” en realidad es “la pérdida de fuentes de trabajo”? 

En todo caso, en lo que podemos coincidir, es que estamos enredados en un galimatías del que no resulta sencillo salir. También podemos coincidir que “vagos o no” los que pagan el precio de los desatinos son los pobres, la clase trabajadora y las amplias capas medias…el 90% de los argentinos. 

¿Cómo salir de este enredo? Serán muchas medidas armonizadas en un gran plan económico. Pero, como dice una de las leyes de Murphy: ¡todo lo que puede fallar…fallará y lo hará en el peor momento! Es lo que ocurre habitualmente con nuestros planes económicos. De manera que nuestro pueblo no puede esperar al éxito incierto de un acierto de economistas que nos tienen acostumbrados a fallar.  

Por eso al margen de miradas, diagnósticos y propuestas distintas, podríamos coincidir en separar una porción de la torta de la riqueza nacional y repartirla de manera igualitaria entre todos los habitantes. Empezaríamos por los que más lo necesitan, pero incluiría a todos. Un pequeñísimo fragmento de la riqueza nacional distribuida de manera tal que en 25 meses podemos erradicar la pobreza de ingresos del país. Logro apoteótico que revitalizará el alma de todos los argentinos.  

Algunos seguirán recitando bajo el paradigma de los siglos XIX y XX: que de esa manera no vamos a encontrar “la cultura del trabajo”. No lo sabemos. Sí sabemos que ya no habrá vagos, porque según nuestros próceres quien tenga una renta no es vago. Puede ser un parásito. Pero en todo caso no quedará como privilegio solo de los ricos.  

Por mi parte creo que un IBU o Renta Ciudadana Universal Incondicional o Salario Universal (como dice Francisco); lejos de incentivar la vagancia creará las condiciones para reanimar el mercado interno, hacer más interesante estudiar, investigar, tomar iniciativas, desarrollar proyectos, innovar, trabajar hasta la fatiga porque lo haríamos con ganas sobre aquello que verdaderamente nos interesa y no por un trabajo de miseria para paliar el hambre. Desde mi punto de vista la gran Argentina que tenemos por delante tiene su piedra fundamental en este proyecto de justicia social, fuente inspiradora de una nueva sociedad que nos merecemos todos. 

Renta básica universal, una solución para salir adelante unidos

Por Víctor Colombano. El dirigente del Frente de Todos CABA sostiene que esta enorme crisis “evidencia la necesidad de un Estado interventor, presente, que acompañe a las necesidades básicas de todos los habitantes”.

Este año de por sí representaba un desafío para el nuevo Gobierno: renegociación de la deuda, y un país con más del 40% de pobreza. Lo que no imaginábamos era tener que enfrentarnos a un enemigo invisible que no sólo afectó a los argentinos, sino a todo el mundo. 

Bajo una conducción inteligente y responsable, y observando las consecuencias del virus en el mundo, nuestro país supo reaccionar con premura. Se construyeron hospitales de campañas, se compraron nuevos suministros y se ampliaron las terapias intensivas de los hospitales. Todos los recursos materiales y humanos, que se transformaron en esenciales, trabajaron en defensa de la vida de todos los ciudadanos. 

El Covid 19 nos revela a la fragilidad humana y el temor a lo desconocido. Como el papa Francisco supo decir acertadamente: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”. Las seguridades y proyectos que todos teníamos se desvanecieron y se vieron pausadas por algo superador. Sin embargo, el virus no amenaza a todos de la misma manera y expone las desigualdades de nuestra sociedad. Sus principales víctimas son las personas que no cuentan con los recursos necesarios para cumplir con los protocolos de higiene, aquellos que tienen un trabajo informal y no pueden salir a trabajar. Se profundizó la crisis económica que venía a cuestas desde hace 4 años, consecuencia de políticas que privilegiaban al sistema financiero por sobre la industria nacional dejando a miles de personas sin trabajo. La pandemia incrementó esta situación y agravó el hambre y la pobreza de nuestro país. 

El papa Francisco apoya la consideración de un salario básico universal para mejorar la interrupción económica mundial causada por el brote de Covid 19 y que afecta principalmente a la clase trabajadora. Lo expreso a través de una carta en las últimas festividades de Pascuas dirigida a líderes de movimientos sociales importantes. 

En esta misiva el Santo Padre dedicó partes significativas tanto de su discurso de Pascua en el Vaticano como de su carta a los líderes del movimiento social para resaltar la difícil situación de la clase trabajadora en esta crisis, citando a colectivos como los vendedores ambulantes o los pequeños agricultores para destacar que pueden pasar desapercibidos por otras medidas de protección laboral. 

“Este puede ser el momento de considerar un salario básico universal que reconozca y dignifique las tareas nobles y esenciales que lleva a cabo”, escribió el papa en su carta. “Aseguraría y concretamente alcanzaría el ideal, a la vez tan humano y tan cristiano, de que ningún trabajador sin derechos”. 

“Pienso en todas las personas, especialmente las mujeres, que multiplican las hogazas de pan en los comedores populares: dos cebollas y un paquete de arroz constituyen un guiso delicioso para cientos de niños. Pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Nunca aparecen en las noticias”, apuntó el papa Francisco. 

En el mundo millones de empleos ya estaban amenazados antes de la pandemia. 

El trabajo precario y la reducción de ingresos ya eran una realidad. Este virus repentino aceleró estas tendencias. El mundo ya tiene más de 200 millones de desempleados. Y puede llegar a 500 millones si se incluyen los subempleados. Más de 650 millones de trabajadores viven en condiciones de extrema pobreza, según informa la Organización Internacional del Trabajo. Esta terrible situacion hace que muchas personas acepten en todo el mundo trabajos humillantes, mal pagos, abusivos y que no cumplen con el objeto fundamental que es dignificar a la persona humana. 

Este panorama evidencia la necesidad de un Estado interventor, presente, que acompañe a las necesidades básicas de todos los habitantes. Argentina es ejemplo en el mundo en materia de salud como derecho universal. Nuestro país tiene dos políticas consagradas: una histórica, con efectividad absoluta, que es la Asignación Universal por Hijo, que llega a más de 4 millones de niños y garantiza que reciban un plato de comida y educación. La otra es reciente, producto de la pandemia, el Ingreso Familiar de Emergencia que llegó ya a casi 9 millones de beneficiarios. 

Ante esta situación, y la realidad de que en Argentina existen más de 4.000 barrios populares, se necesitan cambios profundos. Para ello, la construcción de consensos debe ser nuestro eje y guía para erradicar la pobreza de nuestro país. Debemos potenciar el trabajo, generar consumo, trabajar en conjunto con los planes social para generar una movilidad social ascendente y reactivar la economía. Hay que prestar especial atención a los sectores informales y trabajar en políticas que amplíen los derechos de los mismos. 

Muchos países están evaluando la creación de una renta básica universal y es una opción que también deberíamos considerar y debatir en conjunto. Los programas sociales creados hasta el momento siempre tuvieron como fin empujar al beneficiario al trabajo, pero, lamentablemente esto no ha sido así de manera mayoritaria. Las políticas sociales están atravesando un agotamiento que debe ser transformado en el corto plazo. 

La propuesta de la Renta Básica Universal está pensada como un derecho universal para la población vulnerable, orientada a la capacitación y trabajo. Debemos salir del asistencialismo para dar paso a la promoción del empleo. Como bien dijo Juan Domingo Perón, “el trabajo dignifica” y parte de gobernar es crear empleo. Para que este beneficio se convierta en derecho, debe garantizar a todos los integrantes de nuestra comunidad un ingreso efectivo mensual que asegure las condiciones mínimas de subsistencia. Las personas contarán con mayor libertad para aprender oficios, estudiar o desarrollarse profesionalmente. Para lograr la justicia social que deseamos, debemos derribar a la meritocracia y brindar por igual las mismas oportunidades a todos los argentinos. Una persona que no cuenta con el abrigo necesario en invierno, y no tiene un plato de comida todos los días, no puede desenvolverse ni vivir como debería. 

Desde un punto de vista económico, la situación que atravesamos será cada día más compleja porque la pandemia incrementó de manera acelerada la pobreza que ya venía atravesando a la Argentina. La Renta Básica Universal permitirá garantizar las necesidades mínimas de la persona hasta que se incorpore en el mundo del trabajo formal. Todos los sectores deben estar articulados para que esto pueda lograrse. Será fundamental los centros de capacitación, organizaciones y universidades para poder llevarlo a cabo. 

La pobreza y la desigualdad no puede esconderse debajo de la alfombra. Tenemos que brindar igualdad de oportunidades para salir adelante. Unidos.