La condena judicial a Cristina Fernández de Kirchner marca el cierre de un ciclo político que dominó la Argentina durante más de veinte años. Con su liderazgo en declive, el peronismo enfrenta una nueva etapa de disputas internas, mientras la expresidenta intenta resistir desde una posición cada vez más debilitada.
Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner digitaron durante más de dos décadas los hilos de la política argentina a su antojo y por eso la condena a la dos veces presidenta le erizó la piel no sólo al mundo político sino al mediático. empresarial, eclesiástico, gremial, social y hasta al ciudadano común, apolítico o no.
Cristina sabía que iba a ser condenada hace casi dos semanas, por eso urgió el lanzamiento de su candidatura a diputada provincial en la provincia de Buenos Aires, antes de la difusión del fallo, que por el tamaño político de la titular del PJ es histórico.
La otrora poderosa dirigente política más influyente del peronismo junto a Carlos Menem y Néstor Kirchner desde la democracia recuperada, alcanza así el fin de una era.
La era K, la de los contrastes: del Estado presente y del Estado superpoblado e ineficiente, de la ampliación de derechos a vulnerables y jubilados, a la de la inflación permanente; la de la vuelta de los jóvenes, a la participación política al descreimiento de la juventud que votó a Javier Milei.
Desde hace tiempo que Cristina no es la que era. Bien podría decirse que desde que ungió con su dedo a Alberto Fernández como candidato a presidente, ya que al poco tiempo de gobierno ambos se pelearon y bloquearon políticamente.
Ya con Milei en el poder, Cristina destronó a Alberto Fernández de la titularidad del PJ y en vez de rearmar al peronismo se abroqueló en la ya deteriorada y cuestionada La Cámpora.
Tan es así que este año no viajó como jefa del PJ a las elecciones de Santa Fe, Jujuy, Chaco, Salta, San Luis, Ciudad de Buenos Aires y Misiones. Solo lo hizo el sábado pasado en Corrientes.
Hace dos semanas se activó la causa de supuesta corrupción en la obra pública en Santa Cruz cuando era presidenta, en la que tiene ya dos condenas a prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos.
Y llamó la atención que semejante fallo de la Corte Suprema trascendiese a la prensa -parlamentario.com dio la primicia mundial-, pero le sirvió a Cristina para armar el contraataque con su candidatura para la elección provincial del 7 de septiembre.
La condena a prisión llega en un momento crucial del peronismo en que la expresidenta y el gobernador bonaerense Axel Kicillof se disputan a capa y espada el trono del PJ.
Kicillof lo necesita para imponer a sus huestes del partido creado en febrero, el Movimiento Derecho al Futuro, de cara a las listas en las ocho secciones electorales para el comicio del 7 de septiembre.
Cristina, a su vez, está debilitada: las reuniones del PJ nacional son encuentros de kirchneristas que tuvieron un estipendio en el Gobierno con ella como presidenta. Y lo mismo le sucede con La Cámpora.
Una condena y encarcelamiento es como el tiro de gracia para su carrera política. Inescrutable escudriñar qué sucederá en un partido tan verticalista y con algunos líderes provinciales, como Kicillof, pero sin caciques nacionales.