Por Rubén Giustiniani, diputado santafesino. El autor recuerda al dirigente, protagonista en la recuperación de la democracia, que “puso al socialismo en lo más alto de la política”.
Héctor Polino fue el último de una generación de dirigentes como Guillermo Estévez Boero y Alfredo Bravo, que en la recuperación de la democracia pusieron al socialismo en lo más alto y protagónico de la política en Argentina. Su desaparición física representa una pérdida irreparable en un país donde la política es cuestionada por grandes sectores de la sociedad porque no pudo, no supo o no quiso resolver los principales problemas económicos y sociales que padecemos desde hace muchos años.
Sin cargo público, sin estructuras ni aparatos, desde su asociación de Consumidores Libres, Polino denunció con rigurosidad los aumentos desmedidos de los alimentos de la canasta familiar y de los medicamentos producidos por los grandes grupos concentrados de la economía. Fue en los últimos años el dirigente que —prácticamente en soledad— cuestionara de raíz las causas de la inflación, el principal flagelo que padecen los sectores populares y que deteriora de manera permanente el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones.
Toda vida tiene un inventario: la de Héctor Polino es el trazado de una línea recta de coherente conducta a lo largo de toda su trayectoria. Luchó desde muy joven por la justicia social, fue concejal socialista en la Ciudad de Buenos Aires, secretario de Acción Cooperativa del gobierno de Raúl Alfonsín en el reinicio de la democracia y tres veces ocupó una banca de Diputado Nacional, desde 1993 hasta el año 2005. Fue distinguido por la prestigiosa encuesta de este medio —la revista Parlamentario— como el diputado más laborioso, y tuve el privilegio de compartir en el Congreso Nacional grandes debates en momentos difíciles del país, en los que Héctor era escuchado con atención y respeto por los integrantes de las otras bancadas, por la solidez de sus argumentaciones que demostraban un estudio riguroso de los temas tratados.
Su sempiterna honestidad y su prepotencia de trabajo —como diría Deodoro Roca— nos dejan un legado claro por donde caminar en medio de una crisis de legitimidad y credibilidad que hoy se ha transformado en una profunda crisis moral que atraviesa a la dirigencia política y a toda la sociedad argentina.
Recordaremos siempre su austera estampa de repetido saco azul, corbata roja y sobria sonrisa, pero, fundamentalmente, su ejemplo de militancia incansable en favor de los más desprotegidos. Como escribiera Walt Whitman: “Detrás de todo adiós se oculta, en gran parte, el saludo de un comienzo nuevo”.
Gracias, muchas gracias querido Héctor Polino.