El día que conocí a Alfonsín

Una evocación del presidente de la vuelta a la democracia en el día en que se cumple un nuevo aniversario de su fallecimiento.

Por Hugo Domingo Bruera

Viví la época de las democracias vigiladas que duraban poco, durante mi infancia y temprana juventud. Golpes de estados, proclamas militares, violentas protestas de sindicalistas y estudiantes; proscripción, vuelta y muerte del General, exilios y violencia armada; términos que alcanzan para ambientar las décadas del 60, 70 y un poquito más.

Peronista por herencia y convicción, estaba persuadido ingenuamente, que el gobierno por justicia divina, debía volver a los despojados en el 76. Se trataba de peronismo o dictadura, no había otra cosa para la democracia que retornaba al final del 83.

Sin embargo, notaba que, en los casinos y otras agrupaciones de suboficiales, (antiguos bastiones peronistas en los cuarteles), crecía el entusiasmo por el discurso progresista del sector renovador de los radicales, que contrastaba con la reivindicación del pasado, por parte del sindicalismo y el partido peronista desgastados. También se percibía en aquellos subordinados, alguna discrepancia con el pensamiento de los oficiales, a quienes asociaban con la soberbia de las altas jerarquías, sostenedores del fracaso económico y militar del gobierno de facto.

Me tocó custodiar las elecciones en el interior del país. Los militares jóvenes nos habíamos preparado con entusiasmo. Disfrutaba ver la gente concurriendo contenta a las urnas y acercándose para consultar los procedimientos. Todo era una fiesta. Pero a la noche, los resultados empezaron a inquietarme y mi imaginario triunfalista comenzó a derrumbarse. ¿Cómo podía haber sucedido una derrota del peronismo, que con tanto esfuerzo había sostenido las banderas de la democracia?

Raúl Alfonsín era electo presidente. Yo había jugado demasiado a ganador y confieso que al otro día me daba vergüenza enfrentar a mis amigos. Otros seis años de oposición. Sin embargo, rápidamente se comenzó a disfrutar la democracia. Ser opositor ya no era callarse ni estar prohibido. Las asambleas universitarias y los trabajadores volvían a expresarse. Comenzaba la despolitización de las Fuerzas armadas y su subordinación a los gobiernos electos. Nada sería fácil.

Al poco tiempo, el presidente Alfonsín, decidió visitar su antiguo Liceo Militar donde había egresado como Subteniente de Reserva, curiosamente con compañeros como Leopoldo Galtieri y Albano Harguindeguy. Algunos militares mostraban disconformidad con la progresiva pérdida de autonomía del Ejército a la cual estábamos mal acostumbrados. Me invadía una alegría inmensa. Había conocido a Perón, cuando al asumir su tercera presidencia visitó su Colegio Militar donde yo cursaba el último año. Ahora en circunstancias similares, conocía a Alfonsín, cuya imagen quedaría profundamente arraigada a nuestra institucionalidad. El presidente había venido a darnos la mano a los oficiales de su antiguo colegio. Todo un gesto.

Un martes de marzo del 2009, Don Raúl nos dejó y la noticia motivó el espontáneo canto del Himno Nacional por ciudadanos que transitaban las calles porteñas. Con mi uniforme de General de la Nación, concurrí al velatorio en este Congreso, acompañado por el Teniente Coronel Moriconi, un hombre de fuerte arraigo democrático, quien luego de terminar su carrera militar llegaría a ser Ministro de Gobierno de la Rioja.

Parado frente a los despojos mortales que lucían la banda presidencial, contemplando la mueca bonachona de su rostro, medité sobre mi hermosa Patria en democracia y como, sin dejar de ser militar, ni renunciar al Peronismo, pudieron brotar lágrimas de emoción, ante el féretro del presidente que no había preferido. La foto de la cureña escoltada por Granaderos montados hacia La Recoleta, con este Parlamento y la multitud acongojada de fondo, fue tapa de la Revista Soldados titulada “El Ejército de La República”. Mis respetos eternos a Don Raúl.

*El autor es General de Brigada (R) y Ex enlace del Ejército en el Congreso de la Nación.

Belgrano

Por Hugo Domingo Bruera. Ex enlace del Ejército en el Congreso de la Nación, el autor recorre la vida del creador de la Bandera,

Por Hugo Domingo Bruera

En el año Belgraniano  (250 años del nacimiento y 200 de la muerte del prócer), es menester resaltar en esta casa esencia de la república, sus  virtudes ejemplares de libre pensador y supremo decisor, en todos los asuntos que impulsaron el origen de nuestra Nación. Economista, educador, periodista y militar, son partes de su concepción ideológica y política, inseparables para comprender una vida de entrega a la Patria.

Revolucionario desde el  Carlotismo pugnó con su primo Castelli y otros, por  la igualdad de derechos cívicos entre americanos y peninsulares para elegir autoridades; la justicia social  en la distribución de riquezas y en el amparo a los desprotegidos. Con los demás integrantes de la Primera Junta, tramaron la continuación americana de la revolución democrática española, dirigida contra la invasión francesa y el agobiante absolutismo.  Sostuvieron una rebelión no separatista de la península hasta 1814, cuando el fracaso en España restaura el absolutismo.

En sus 16 años  en el Consulado de Comercio,  alternados con una participación militar en las invasiones inglesas, su   combate a  la corrupción portuaria, estímulo a la  agricultura y otras, medidas, conllevan un fuerte contenido social, como cuidar ingresos del estado para evitar impuestos excesivos y  economía comunitaria con  revalorización del trabajo, antes considerado  sólo cosa de esclavos e indígenas.

Para ello se esforzó en una imprescindible educación igualitaria a todas las clases sociales y edades y su  inspiración periodística formó parte de la transformación al difundir el fomento a la ilustración y la agricultura, exponiendo pensamientos y reflexiones económicas y sociales.

Fue protagonista en la Junta que reemplazó al Virrey  y cuando la política debió continuar por otros medios, supo encabezar las expediciones al Paraguay y la Banda Oriental, aprendiendo a la fuerza el arte de la Guerra. Enviado a proteger las baterías de Rosario, como jefe de Patricios, decididamente y sin permisos bautizó  “Independencia” a una de ellas y enarboló la primera bandera Argentina, antes que Rivadavia lo considerara prudente.

A cargo del Ejército Auxiliar del Perú, realizó una gran campaña militar donde sus resoluciones audaces como el éxodo Jujeño, y las que dieron las victorias militares, salvaron la Revolución; cuyos principios y noticias difundió también en un semanario. Su postura política fue protagonista en la declaración de la independencia, proponiendo una monarquía parlamentaria.

Nuevamente al mando de un Ejército del Norte estancado por las luchas internas que motivaron su encarcelamiento, ya sin mando y muy enfermo, emprendió su regreso a Buenos Aires. En plena indigencia y sin que nadie lo notara,  moría el 20 de Junio de 1820. El uniforme de General con que a  su pedido era enterrado, resumía una vida de batallas, pero que se habían dado mayormente en el campo de las ideas. 

General (R) Hugo Domingo Bruera

Ex enlace del Ejército en el Congreso de la Nación

9 de Junio

Por Hugo Bruera. El general, exenlace parlamentario, evoca el episodio de los civiles fusilados en José León Suárez y los militares que ofrendaron sus vidas en defensa de la Constitución y la soberanía popular.

Por Hugo Bruera

A principios de 2006, el teniente general Bendini, jefe del Ejército, junto al diputado Lorenzo Pepe, secretario general del Instituto Superior Justicialista; y Daniel Brión, hijo de uno de los civiles fusilados en los basurales de José León Suárez y guía del grupo de familiares y sobrevivientes de aquel hecho luctuoso, decidieron rescatar a esos mártires de la democracia, hasta entonces sometidos a la evaporación sanadora del tiempo.

Bendini había bajado de la galería de directores del Colegio Militar a quienes habían sido primero y último presidente de aquel proceso antidemocrático pavoroso. En contraposición, había elevado los nombres de los ignorados granaderos fallecidos durante el bombardeo de junio de 1955 a la Casa Rosada, mientras ayudaban a las víctimas de los aviones militares. Se disponía ahora a subir a la veneración a más de diez militares que ofrendaron su vida, junto a otros valerosos ciudadanos, para devolverle la vigencia de la Constitución Nacional y la soberanía popular al país.

Con participación del Ministerio de Defensa, en esta casa el diputado Díaz Bancalari encabezó un acto organizado por Brión y varios proyectos de declaración fueron mostrando beneplácito por la valoración de estos homenajes. Tuve el honor de hablar frente a su tumba. La Escuela de Ingenieros del Ejército fue bautizada con el Nombre del General Juan José Valle. En Campo de Mayo se levantó un monumento en el lugar de ejecución, donde cada año rendimos homenajes a los treinta y dos civiles y militares inmolados en distintos puntos del país.

“Entre mi suerte y la de ustedes, prefiero la mía”, había escrito en 1956, el general Juan José Valle a sus criminales. Su compañero de la promoción 47 del Colegio Militar de la Nación, donde juntos, seguramente habrían escuchado ejemplares disertaciones sobre el espíritu sanmartiniano y el valor de la vida del soldado, no tuvo piedad. Aplicó al revés su “poder de gracia”. Ordenó fusilar a quienes el tribunal militar de la “Libertadora”, había condenado a la cárcel como consecuencia de su fallido levantamiento.

El autoproclamado presidente sólo despertaría de su larga siesta cuando supo que ya habían matado al último, su camarada y cabecilla, ignorando la súplica de las familias que tantas veces en los discursos castrenses, se ponía en primer plano.

Este 9 de Junio, la pandemia no permitirá reunirnos frente al monolito de Campo de Mayo, para abrazar a la nieta de Valle y otros descendientes de los conmemorados. Extrañaremos los honores de las tropas del Ejército y Banda Militar. Pero Don Lorenzo Pepe seguirá llegando al corazón de todos los compañeros con sus profundas palabras, esta vez en forma virtual. Porque quienes dieron la vida por la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, así lo merecen.