Vicepresidentes en la historia democrática: entre la campanita del Senado y el conflicto

La sentencia que les asigna a los vicepresidentes un papel menor no siempre se cumple. En muchos casos para mal, pues por motivos diversos las partes de la fórmula que llega al poder confrontan, a veces definitivamente. Sin embargo, la pelea no es una regla. Aunque cuando se da, es generalmente un problema institucional serio.

Por José Angel Di Mauro

Los historiadores le adjudican a Domingo Faustino Sarmiento haber pronunciado una frase que después se utilizaría sistemáticamente para menoscabar el papel de los vicepresidentes de la Nación. Esa que les adjudica como única función la de “agitar la campanita en el Senado”. Lo cierto es que todos los vicepresidentes han recibido esa advertencia, y todos, sin excepción, anticiparon que esa sentencia no los alcanzaría.

Lo cierto es que en los últimos 42 años -los que llevamos desde la recuperación democrática- no ha sido el perfil bajo el que ha caracterizado a los vices, aunque eso no siempre ha sido por decisión propia. Más de uno hubiera preferido haber evitado esa centralidad a veces no deseada.

Tampoco es enteramente cierto que todos los presidentes se hayan llevado mal. Descartemos de entrada ese mito. Todos, o prácticamente todos, han tenido chispazos a lo largo de la relación, pero lo cierto es que un puñado muy notorio se destaca entre los que han detonado la relación. El caso más extremo, desde el 83 a la fecha, es sin duda el que terminó definitivamente mal: Carlos “Chacho” Alvarez, renunciando al cargo y haciendo un aporte decisivo a la precipitación al abismo del Gobierno de la Alianza.

Chacho Alvarez al anunciar en conferencia de prensa su salida del Gobierno de la Alianza.

En segundo lugar ubicaremos a Julio César Cleto Cobos, tachado definitivamente como “traidor” por Cristina Fernández de Kirchner, luego de que definiera con su voto la crisis de La 125, marcando la derrota de ese Gobierno ante el campo.

Tratándose de un caso “en desarrollo”, resulta apresurado determinar qué lugar en el podio le corresponde a Victoria Villarruel, pero al paso que van todo parece indicar que el tercer lugar le quedará pronto muy corto.

El túnel del tiempo

Diez fueron las fórmulas presidenciales consagradas desde la recuperación de la democracia. Ocho presidentes y una decena de vices. Esto es, solo dos presidentes reeligieron en las últimas cuatro décadas. Y ninguno de los dos ratificó a su compañero de fórmula original.

Es el caso por ejemplo de Cristina Kirchner, quien como dijimos quedó definitivamente peleada con su primer vice cuando todavía le restaban tres años de mandato. Al mendocino Julio Cobos no lo eligió ella, sino su esposo siendo presidente de la Nación. Él lo conocía al entonces gobernador de Mendoza y la designación de un radical para completar la fórmula presidencial de su esposa era una apuesta a la transversalidad. Una experiencia que terminó siendo fallida y que debió dejar de lado en el marco de la guerra con el campo.

La verdad sea dicha, cuando asumió en su cargo todos le auguraban al mendocino un destino gris; no por sus antecedentes, sino por los de quienes lo habían invitado a participar de la fórmula presidencial. El proverbial ninguneo de los Kirchner se potenciaría aún más en el caso de un oficialismo peronista que nunca terminó de digerir a los radicales K.

Pero las circunstancias acabaron poniendo a Cobos en un lugar impensado de la historia, cuando sorpresivamente el poroteo en el Senado por la definición del proyecto sobre resoluciones móviles se emparejó tanto que terminó dando empatado. Promediando esa noche decisiva, Cobos se veía venir que le tocaría desempatar y en la madrugada del 17 de julio de 2008 terminó pronunciando su célebre voto “no positivo”.

Las asambleas legislativas eran un momento incómodo para Cristina y su primer vice.

Súbitamente su imagen llegó a las nubes, con un astronómico 78% de imagen positiva. No fueron pocos los que lo imaginaron presidente a plazo fijo, pero ya se sabe que la política tiene sus momentos, y todavía faltaba mucho tiempo para las elecciones. Cuando llegaron, el mendocino bajó su precandidatura.

Pero en el mientras tanto tuvo, como ya hemos dicho, la peor de las relaciones con Cristina Kirchner. Dos veces le tocó a Cobos definir una votación del Senado: la primera es la que citamos, la segunda fue cuando convirtió en ley la propuesta del 82% móvil que la presidenta terminaría vetando.

El 16 de diciembre de 2011, ya iniciando su segundo mandato, Cristina diría durante una visita que hizo a San Rafael, Mendoza: “No saben lo lindo que es tener vicepresidente. Estoy tan contenta”.

Hablaba de Amado Boudou, a quien eligió para acompañarla cuando fue por la reelección en 2011, y lo premió por haber sido quien promovió la nacionalización de las AFJP, el salvavidas que tuvo el kirchnerismo cuando fracasaron las retenciones móviles. “Yo necesito al lado mío a alguien que no les tenga miedo a las corporaciones, a las cosas establecidas, porque ha cambiado el mundo y va a seguir cambiando muy fuerte aún”, señalaba el 25 de junio de 2011 al anunciar a su entonces ministro de Economía como su candidato a vicepresidente.

El sábado que Cristina anunció que Boudou la acompañaría.

Pero poco tiempo duró la buena estrella de Boudou. En 2012, Laura Muñoz, exesposa de Alejandro Vandenbroele, denunciaba que su ex era un testaferro del vicepresidente, quien fue acusado así de haber participado en un plan para apropiarse de la imprenta Ciccone Calcográfica. La maniobra se habría realizado a través de la empresa The Old Fund, representada por Vandenbroele. La denuncia fue tomada por el fiscal Carlos Rívolo y el juez Ariel Lijo, quienes iniciaron la investigación judicial que terminaría condenando al elegido de CFK.

Si bien Cristina nunca habló mal en público de su segundo vicepresidente, claramente éste se transformó en un lastre durante esos cuatro años. Y echó por tierra obviamente el plan que probablemente la presidenta tenía: promoverlo como su sucesor, con lo cual se aseguraba tener a alguien que ya no tendría reelección.

Boudou al menos no fue condenado mientras ocupó la vicepresidencia: eso recién sucedería en 2018, cuando fue sentenciado a 5 años y 10 meses de prisión por los delitos de cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública. También fue inhabilitado de por vida para ejercer cargos públicos. La condena fue ratificada por la Cámara de Casación Penal y, finalmente, por la Corte Suprema de Justicia en 2024, convirtiéndose Boudou en el primer vicepresidente argentino condenado por corrupción con sentencia firme.

Gabriela y Cristina

La primera vicepresidenta de la Nación de la historia argentina fue María Estela Martínez de Perón. La segunda, 42 años más tarde, fue Gabriela Michetti, quien acompañó a Mauricio Macri entre 2015 y 2019 durante el primer gobierno no peronista en terminar su mandato en casi un siglo.

Cuando se dice que todos los presidentes se llevaron mal con sus vices, se incurre en un exceso. En el caso de Michetti, no se recuerda ningún episodio que la haya distanciado en esos cuatro años con el fundador del Pro. En rigor, ella asumió un rol secundario incluso en su desempeño al frente del Senado, donde le dejó el manejo político al presidente provisional, su amigo Federico Pinedo, encargándose ella de la parte administrativa del Cuerpo.

Macri mantuvo una relación cordial con Gabriela Michetti.

Eso sí, enfrentó algunos problemas judiciales que generaron atención mediática y empañaron de algún modo su paso por esa gestión. En noviembre de 2015, el mismo día en que Cambiemos ganó el balotaje, Michetti denunció el robo de una suma importante de dinero en efectivo en su domicilio. Esto derivó en una investigación judicial para esclarecer el origen de los fondos, ya que se trataba de una cantidad significativa: alrededor de 245 mil pesos y 50 mil dólares.

Michetti declaró que el dinero tenía distintos orígenes: una parte correspondía a un préstamo de su pareja; otra parte correspondía a donaciones para la Fundación SUMA (que ella presidía), y otra era para refacciones en su casa. La causa generó sospechas y críticas, pero finalmente ella fue sobreseída por la Justicia, que no encontró pruebas de delito.

También se investigó a la Fundación SUMA por presuntas irregularidades en el manejo de fondos y donaciones. Aunque hubo cuestionamientos sobre la transparencia y el control de los aportes, no se avanzó con imputaciones formales contra Michetti.

A fines de octubre de 2019, poco después de las elecciones que perdió Juntos por el Cambio, Michetti se comunicó con Cristina Kirchner para iniciar la transición en el Senado. Quien se convertiría en la tercera vicepresidenta argentina designó a Virginia García y Marcelo Fuentes como sus representantes para coordinar la transición. Acordaron que la primera reunión formal sería después del viaje de Cristina a Cuba para visitar a su hija Florencia.

La reunión finalmente se realizó en diciembre de 2019, en el despacho de la Presidencia del Senado, donde la dos veces presidenta de la Nación pasaría los siguientes cuatro años.

La relación entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner entre 2019 y 2023 fue muy tensa, conflictiva y marcada por desconfianzas mutuas. Si bien ella lo había elegido como candidato presidencial, nunca le cedió el control total del poder. Ese terminó siendo un gobierno loteado, en el que ambos tuvieron serias diferencias sobre el rumbo económico, el manejo de la pandemia y hasta la relación con el Poder Judicial.

A la hora de buscar las claves del quiebre de la relación, sin duda hay que citar la renuncia de Martín Guzmán, en julio de 2022. Cercano a Alberto Fernández, el ministro de Economía renunció en medio de fuertes presiones del kirchnerismo. Ella había elegido maneras de maltratarlo, no solo al ministro, sino al presidente. El sábado 2 de 2022, mientras ella encabezaba un acto en Ensenada en el que una vez más “lo atendería”, Guzmán anunció su renuncia a través de Twitter.

El gobierno de Alberto y Cristina Fernández nunca terminó de engranar.

Ella era muy crítica de la política económica de ese gobierno y pedía un giro más intervencionista. Ya habían perdido las elecciones intermedias y la comunicación entre los dos Fernández se había vuelto casi inexistente. Solo se saludaban por Telegram en fechas especiales (cumpleaños, fiestas). Ella llegó a enviarle un libro como mensaje indirecto. Era “Diario de una temporada en el quinto piso”, el libro de Juan Carlos Torre, que relata las experiencias de Raúl Alfonsín y sus equipos económicos, que Alberto interpretó como una advertencia sobre un posible final anticipado de su gobierno.

A través de cartas públicas y discursos, Cristina criticó siempre duramente al presidente por su falta de liderazgo y por no tomar decisiones clave.

Por ejemplo en ese discurso que dio en Ensenada, le recriminó a Alberto que Perón “sí usaba la lapicera” y lo chicaneó de manera indirecta cuando deslizó intencionadamente que “cualquiera puede leer mi celular. No sé si todos pueden decir lo mismo”.

Alberto evitaba confrontarla públicamente, pero en privado se mostraba molesto por las constantes chicanas del kirchnerismo. Hacia el final del mandato, no compartían actos ni decisiones. Y contra su voluntad debió bajarse de una eventual reelección.

Fue una muy mala experiencia la que ambos protagonizaron.

El incombustible Scioli

El cargo de vicepresidente ha sido siempre en la Argentina, como en tantos otros países, devaluado, a pesar de que apenas un peldaño lo separa de la primera magistratura. En rigor, el pico de popularidad lo alcanza el vice al momento de ser elegido, cuando se lo integra para aportarle a la fórmula presidencial más votos. Se los elige de modo tal que puedan complementar a la figura presidencial; después, se los aparta convenientemente de todo nivel de decisión.

En el caso de Néstor Kirchner, Daniel Scioli fue elegido por Eduardo Duhalde para aportarle cierta popularidad a ese gobernador santacruceño ciertamente desconocido para el gran público. De origen menemista, Scioli tardó un tiempo en comprender los modos del kirchnerismo, pero finalmente no solo salió indemne de esos cuatro años, sino que lo hizo con chances para ser gobernador del principal distrito del país y traccionar votos para el primer triunfo presidencial de Cristina Kirchner.

Néstor Kirchner y Daniel Scioli tuvieron un inicio complicado que después se encarriló.

Pero no le fue fácil la convivencia a Scioli en el principio de su gestión. Inmediatamente después de la asunción en 2003, comenzó a diferenciarse de Kirchner en diversos temas. El círculo áulico kirchnerista lo venía monitoreando, por sus contactos con las empresas de servicio privatizadas y sus viajes al exterior, armados en forma independiente y con agendas elaboradas por sus contactos de afuera, anticipándose en algunos casos a las visitas del propio Néstor Kirchner. Y para peor, cortejando a empresarios a los que luego el santacruceño castigaba sin contemplaciones.

Semejante grado de independencia del vicepresidente se contraponía con el estilo K, consistente en tener todo bajo control y bajar un discurso único.

Daniel Scioli no tenía mayor interés en el Senado, su ámbito natural, mas quería mantener su influencia en el área Turismo, donde había pactado con Kirchner mantener gente y presencia. Pero ciertos sectores empresariales molestos porque Kirchner no les daba cabida comenzaron a coquetear con el exmotonauta, igual que algunas fracciones del propio justicialismo que no lograban digerir al santacruceño.

“Los países serios no anulan leyes”, dijo cuando el Parlamento se disponía a hacer eso con el Punto Final y la Obediencia Debida. Fue la gota que rebalsó el vaso, pues parafraseaba además un eslogan de la campaña presidencial de Kirchner, que hablaba de alcanzar la condición de “país serio”.

Ya por esos días había tenido la osadía de anticipar un futuro aumento de tarifas, pero en esa cuestión tenía el resguardo de estar repitiendo lo que le había escuchado decir al propio ministro de Economía. En cambio, con las leyes del perdón, hablaba por sí mismo.

Néstor y Cristina Kirchner lo tomaron como una declaración de guerra y le hicieron sentir el rigor. El presidente le sacó de un plumazo toda injerencia en Turismo, borró al secretario que Scioli había dejado allí y con él a toda la gente designada, que tuvo que mudarse al Senado.

Sobreviviente de mil batallas como con el correr de los años se revelaría, superó con calma esa tormenta. Pero dicho sea de paso, cuando se votó la anulación de las leyes de impunidad, Scioli no estuvo presidiendo la sesión, sino el sanjuanino José Luis Gioja.

La entonces senadora Cristina Kirchner sacudiría un par de veces más a Scioli por esos días. De hecho no había estado presente en la sesión del 28 de mayo de 2003, en la que el vicepresidente debutó en su puesto al frente de la Cámara alta, y que tanto de simbólico tenía para el nuevo gobierno. Muchos lo tomaron como una señal. No fue la única: en los días en que el presidente decidió castigarlo, Cristina le enrostró en plena sesión desconocimiento del trámite parlamentario.

Peor fue la vez que Cristina lo aleccionó públicamentei cuando se establecían los pasos a seguir respecto al juicio político a Eduardo Moliné O’Connor. Con poco espacio para la tolerancia, la senadora explicó en forma vehemente cada uno de los pasos que debían seguirse, luego de que Scioli -que llevaba en la función menos de tres meses, contra años de conocimiento legislativo de la primera dama- propusiera la constitución de la Cámara en tribunal para tomar juramento a los presentes y fijar así el procedimiento.

El presidente del Senado no puede ni debe dar discursos y debió soportar estoicamente la andanada. Con un estilo que alguna vez deberá patentar, el hoy gobernador se sobrepuso a esos trances.

El renunciamiento histórico

Chacho Alvarez quedará en la historia por su emblemática renuncia a la vicepresidencia, que sin dudas terminó agujereando el fondo del barco aliancista. El componente frepasista de la fórmula presidencial de la Alianza era, mientras estuvo, una pieza clave en esa administración. Sin dudas fue el vicepresidente más determinante de las últimas décadas. De tal manera, su renuncia fue también determinante para el destino de ese gobierno.

La renuncia de Chacho contribuyó en el desenlace del Gobierno de De la Rúa.

Alvarez se fue por el escándalo de las supuestas coimas del Senado y Fernando de la Rúa le dio el empujón definitivo cuando lo desautorizó al reconfirmar en su gobierno a Alberto Flamarique y Fernando de Santibáñez, supuestas piezas clave en la trama de los sobornos.

La renuncia de Chacho no significó solamente una suba del riesgo país, la salida de capitales y una irremediable pérdida de confianza; tuvo consecuencias prácticas para el gobierno aliancista, porque a partir de entonces debió despedirse del Parlamento como herramienta para gobernar. Un tema clave para una administración que debía manejarse en un contexto crítico, por cuanto la situación de la Argentina a partir de la crisis de financiamiento que comenzó a darse por el aumento considerable de su endeudamiento externo y del elevado déficit fiscal, exigía del país niveles de consenso distintos a los que en el pasado la democracia había sido capaz de brindar.

“¿Qué es lo peor que puede hacer un vicepresidente? -se preguntaba Chacho Alvarez ante Parlamentario meses antes de convertirse él mismo en vicepresidente-. Confrontar para sacar chapa propia. No se trata de amenazar con la vicepresidencia para construir un espacio propio de poder, sino al contrario, utilizar ese lugar, que hasta ahora ha sido bastante irrelevante, para contribuir a que este país tenga el gobierno que se merece”. La historia juzgará a Chacho.

Milei-Villarruel y una relación rota.

El rol del vice

Prácticamente todos los vicepresidentes han tenido cortocircuitos con sus compañeros de fórmula. Hoy devenido en comentarista de la realidad, Carlos Ruckauf fue el segundo vicepresidente de Carlos Menem, con quien hoy niega haber tenido roces. Pero lo cierto es que en sus años de senador nacional el riojano recordaba cuando su segundo vice comenzó a jugar en contra de su re-reelección, aliado con Eduardo Duhalde, quien a su vez sería su puente a la gobernación bonaerense. Los más exacerbados ultramenemistas llegaron a considerarlo “un traidor” por haberse aliado a Duhalde, adversario interno de Carlos Menem.

Un Menem con patillas encabezó la fórmula de 1990, con Eduardo Duhalde como compañero.

El primer síntoma del castigo fue apartarlo de las reuniones de gabinete, pena que se diluyó en medio de la polémica pública generada y que el propio involucrado terminó definiendo como “apenas una fecha de suspensión”.

Con Duhalde, Menem se llevó bien mientras estuvieron juntos, acordando que el vice renunciara para ser candidato a suceder a Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires, previa promesa de concederle financiamiento. Así es que se creó el Fondo del Conurbano.

Con esa movida, Menem se aseguró el triunfo en el principal distrito del país, postulando al último verdadero referente bonaerense que se candidateó en Buenos Aires, pero sobre todo alejar de su lado a quien en algún momento podría intentar hacerle sombra. El reemplazo natural de Duhalde al frente del Senado fue alguien de obvia y total confianza: su hermano Eduardo, presidente provisional del Senado, que quedó como virtual vicepresidente los cuatro años siguientes.

La pelea mortal entre Menem y Duhalde vendría más tarde, cuando el bonaerense le cerró a su antiguo compañero de fórmula el camino a la re-reelección, primero, y luego, con Néstor Kirchner como instrumento, lo torpedeó definitivamente en 2003.

“Hubo vicepresidentes que luego pasaron a la historia por su desempeño al tener que reemplazar al presidente. Carlos Pellegrini, por ejemplo”, señalaba ante Parlamentario hace unos cuantos años el historiador Félix Luna, aludiendo el papel de quien en 1890 ocupó la primera magistratura ante la renuncia de Miguel Juárez Celman.

“Puede haber habido algún vicepresidente que no haya hecho más que tocar la campanilla, pero hubo otros con un perfil alto que han contribuido a la institucionalización y al progreso del país -sostiene Eduardo Menem, quien ocupó virtualmente el cargo tras la ida de Duhalde y durante el gobierno de su hermano-. Es una labor muy importante; preside la Cámara federal por excelencia, reemplaza al presidente, y cuando no está es un hombre que debe tener la confianza del presidente”.

Desde su propia experiencia, Carlos Ruckauf señala que “el poder de un vicepresidente es como la relación entre la luna y el sol: refleja, nada más”, aclarando de todas formas que “no corresponde que el vicepresidente ejerza un poder; lo que tiene que hacer es conducir el área del Senado y en ese campo uno puede tomar decisiones de acuerdo con sus principios, pero no corresponde que el vicepresidente tenga poder. El poder, en la Argentina, está constitucionalmente en manos del presidente de la República”.

A Carlos Ruckauf lo apartaron de las reuniones de gabinete.

¿Existe la fidelidad?

“Siempre se pone en la posición del vice una especie de hálito de que está desesperado por ser presidente. Pero no es tan así. Primero, porque hay una gran cantidad de trabajo como vice; en segundo lugar, por ciertos criterios de lealtades, primero a las personas y después a las instituciones. El vicepresidente tiene que serle fiel al presidente”, señaló en su momento a Parlamentario el radical Víctor Martínez, quien durante buena parte de su gestión fue consciente de ciertas versiones que hablaban de un eventual “golpe institucional” para derrocar a Alfonsín y ubicar a un “manejable” Martínez en su lugar.

Ante esta revista, el otrora vicepresidente se empeñó en aclarar esa vieja versión, señalando que “nunca podría haber aceptado una presidencia fáctica. Sólo me hubiera hecho cargo por fallecimiento o renuncia voluntaria, no forzada. Si no, no hay legitimidad. Siempre pensé que nosotros asumimos juntos y nos teníamos que ir juntos”. Y así fue.

“Siempre pensé que nosotros asumimos juntos y nos teníamos que ir juntos”, le dijo Víctor Martínez a Parlamentario tiempo antes de su fallecimiento, en 2017.

Pero a la hora de la verdad, la fidelidad puede quedar como un mero enunciado. Félix Luna admitía que “no siempre se dio en la historia argentina”, y recordaba solo el caso de Vicente Solano Lima como la vez en que presidente y vice dieron juntos un paso al costado. En ese caso fue con Héctor J. Cámpora, apenas tres meses después de asumir su mandato, para permitir el retorno al poder de Juan Domingo Perón, previo paso previsional de Raúl Lastiri.

Si nos remitimos a los ejemplos de este siglo, podremos ver que no siempre la relación entre presidentes y vices fue todo lo armónica que debería. Hubo casos como el de Roque Sáenz Peña, cuyo vice, Victorino de la Plaza, siguió estrictamente la línea política del titular del Ejecutivo, cuando debió hacerse cargo del mismo. Pero también existieron uniones entre sectores antagónicos. Como la que debió afrontar Marcelo T. de Alvear en 1922, cuando recibió el poder de manos de Hipólito Yrigoyen. El compañero de fórmula de Alvear fue Elpidio González, un fiel amigo de Yrigoyen, y las diferencias entre ambos acompañaron a las controversias partidarias.

Apenas un año después de haber asumido ese gobierno, la división en el radicalismo se iba haciendo cada vez más ostensible, surgiendo el antipersonalismo -radicales contrarios a Yrigoyen que se manifestaban favorables a Alvear-, y se traducían en fuertes roces entre el presidente y su segundo.

Del poder a la ceguera

Otro ejemplo de convivencia tormentosa fue la que sobrevino de las elecciones de 1937, que ganó un ex radical como Roberto Ortiz y un conservador como Ramón Castillo. Eran tiempos del fraude electoral y todas las esperanzas se centraban en las promesas de Ortiz de que no toleraría tal cosa. Y dio muestras en ese sentido al intervenir la provincia de Catamarca por ese motivo; una medida que lo enfrentó con su vice, quien era catamarqueño.

Poco después, al realizarse comicios para gobernador en Buenos Aires, hubo casos de falsificación de votos y hasta voto cantado; posteriormente llamó a elecciones legislativas relativamente libres que ganaron los radicales.

Así las cosas, Ortiz adoptó la medida más trascendente de su gestión al intervenir Buenos Aires, lo que desató el júbilo de la oposición. Pero cuatro meses más tarde debía delegar el cargo en el vicepresidente, debido a su cada vez más ostensible ceguera. Y con Castillo en el poder -año 1940-, las intenciones democráticas de Ortiz se fueron desvaneciendo.

Castillo rearmó el gabinete con personajes que le eran adictos, mientras el Senado designaba una comisión investigadora para establecer si el presidente podía volver o no a desempeñar su cargo. Pero esa intención fracasó por la negativa de los médicos a violar el secreto profesional. Mientras tanto, Castillo avalaba elecciones totalmente fraudulentas y disolvía el Concejo Deliberante porteño. En la provincia de Buenos Aires ganaba con métodos violentos el conservador Rodolfo Moreno, y un mes más tarde se imponía el estado de sitio en todo el país. En un último intento por devolverle la visión al presidente enfermo, un prestigioso oftalmólogo español fue traído al país para atenderlo, pero llegó a la conclusión de que no había remedio para éste. Semanas después (1942), Ortiz renunciaba al cargo, aunque esa era solo una formalidad. A mediados de julio moriría.

El vicepresidente de Arturo Frondizi fue Alejandro Gómez. Entre Frondizi y su vice sobrevino una grave crisis pocos meses después de haber asumido, al aparecer con Gómez implicado en una conjura contra el presidente. Después de algunos días de confusión, debió renunciar y fue reemplazado en la presidencia del Senado por José María Guido, quien en 1962, al ser detenido Frondizi, asumía la presidencia de la República.

Senadores vitalicios 

El radical Víctor Martínez sugirió durante muchos años instituir una figura nueva que tuviera en cuenta a los vice: la de senadores vitalicios, que debería alcanzar tanto a los presidentes democráticos como a sus vices. “Sería una forma de no desechar la experiencia adquirida. Ad honorem, porque ya los presidentes y vices tienen un retiro, por lo que sus designaciones no gravitarían financieramente”, sostenía.

Pero en los tiempos que corren, los vicepresidentes piensan en otra cosa más que en un retiro dorado. El cargo pareciera estar predestinado a servir de posterior trampolín electoral. De hecho, tres vices saltaron desde allí a la gobernación del primer estado argentino, nada menos: Duhalde, Ruckauf y Scioli. Todos con posteriores expectativas presidenciales.

Al primero, se le dio, aunque no como lo había imaginado; el segundo fue arrastrado por la crisis de 2001 y se refugió en la Cancillería durante el interregno duhaldista; Scioli llegó a la gobernación también y tras dos mandatos quedó a las puertas de la presidencia al perder el balotaje con Mauricio Macri.

Entre los que dejaron la presidencia sin aspiraciones de llegar a lo más alto, debemos citar a Carlos Álvarez, automarginado por cierto. Boudou, que fue de la vicepresidencia a la cárcel (brevemente) casi sin escalas, y Gabriela Michetti, que nunca más volvió a tener un cargo de importancia. Hay que agregar en este rubro al radical Víctor Martínez.

Victoria Villarruel, en tanto, todavía está escribiendo su historia.

Javier Milei - Victoria Villarruel, un caso en desarrollo.

 

Los vices que ascendieron

A lo largo de la historia argentina, varios vicepresidentes llegaron a ejercer la presidencia, ya sea por renuncia, fallecimiento o destitución del presidente en funciones.

Juan Esteban Pedernera (1861)

Asumió tras la renuncia de Derqui.

Carlos Pellegrini (1890)

Reemplazó a Miguel Juárez Celman tras su renuncia durante la Revolución del Parque.

José Evaristo Uriburu (1895)

Asumió luego de la renuncia de Luis Sáenz Peña.

José Figueroa Alcorta (1906)

Reemplazó a Manuel Quintana tras su fallecimiento.

Victorino de la Plaza (1914)

Asumió tras la muerte de Roque Sáenz Peña.

Ramón Castillo (1942)

Reemplazó a Roberto M. Ortiz, quien renunció por razones de salud.

María Estela Martínez de Perón (1974)

Asumió tras la muerte de Juan Domingo Perón. Fue la primera mujer presidenta de Argentina y del mundo en llegar al poder por sucesión constitucional.

María Estela Martínez de Perón, asumió la presidencia en 1974.

Algunos de los vices más influyentes (para bien o para mal)

A lo largo de la historia argentina, algunos vicepresidentes se destacaron por su influencia política, institucional o simbólica, más allá del rol tradicional de acompañar al presidente y presidir el Senado. Aquí te comparto algunos de los más influyentes:

🔹 María Estela Martínez de Perón (1973-1974)

Fue la primera mujer vicepresidenta y luego la primera presidenta de Argentina tras la muerte de Juan Domingo Perón.

Su ascenso marcó un hito histórico, aunque su gobierno fue muy cuestionado y terminó con un golpe de Estado en 1976.

🔹 Carlos “Chacho” Álvarez (1999-2000)

Vicepresidente de Fernando de la Rúa, renunció por denuncias de corrupción en el Senado.

Su renuncia fue un fuerte golpe político para la Alianza y anticipó la crisis de 2001.

🔹 Julio Cobos (2007-2011)

Vicepresidente de Cristina Fernández de Kirchner, votó en contra del Gobierno en la famosa Resolución 125 sobre retenciones al campo.

Su “voto no positivo” fue decisivo y lo convirtió en una figura central de la oposición, a pesar de ser parte del oficialismo.

🔹 Cristina Fernández de Kirchner (2019-2023)

Fue vicepresidenta de Alberto Fernández, pero con un peso político superior al del presidente.

Su rol fue clave en la toma de decisiones del Gobierno y en la conducción del Senado.

🔹 Marcos Paz (1862-1868)

Fue vicepresidente de Bartolomé Mitre y asumió la presidencia interinamente durante la Guerra del Paraguay.

Es el vicepresidente que más tiempo ejerció la presidencia en la historia argentina.

L. Moreau cargó contra Villarruel y la llamó “nostalgiosa de la dictadura militar”

El diputado de UP recordó los años en que fue senador nacional y remarcó que “eran tiempos de convivencia democrática donde no hacíamos del odio una bandera política”.

El diputado nacional Leopoldo Moreau (UP – Buenos Aires) cargó contra la vicepresidenta de la Nación y titular del Senado, Victoria Villarruel, por la quita del busto del expresidente Néstor Kirchner: “No sólo tuvo un gesto de venganza primitiva, sino que, además, falta a la verdad”.

Además, planteó: “Dijo que para justificar un odio que no puede disimular, que retiró el busto de Néstor Kirchner ‘porque no fue senador, no fue vicepresidente, no soy su viuda' y aquí tiene que haber igualdad de todos los espacios”.

En tal sentido, recordó sus tiempos como legislador de la Cámara alta (1995 – 2001) y una propuesta que realizó en aquella época: “Siendo senador nacional, durante la presidencia del cuerpo de Carlos Ruckauf, promoví que se denominara un Salón del Senado con el nombre de Arturo Illia, donde se instaló un busto de su figura que perdura hasta el día de hoy”.

“El acto contó con la presencia, no sólo de Ruckauf sino de senadores de distintos signos políticos. Illia no fue senador, ni vicepresidente, ni tenía parentesco alguno con los promotores de esa iniciativa”, aseveró el diputado de UP.

Por último, expresó: “Eran otros tiempos. Tiempos de disenso, pero de respeto”. “Tiempos donde no gobernaba ni un troll ni una ‘nostalgiosa’ de la dictadura militar. Eran tiempos de convivencia democrática donde no hacíamos del odio una bandera política”, concluyó.

Ruckauf le aconsejó a Fernández volver al diálogo con la oposición

Cuestionó lo que el Gobierno nacional hizo con la coparticipación de CABA, que consideró “una fractura de confianza”. Sobre el conflicto p olicial, advirtió que “una cosa es protestar y otra muy diferente rozar el poder constitucional”.

El exvicepresidente Carlos Ruckauf instó este jueves al presidente Alberto Fernández a “volver al cauce del diálogo con la oposición” y afirmó que el país necesita en forma urgente un “acuerdo que contemple la economía, la situación social y la política exterior”.


“La situación es muy grave y el único camino que tienen es el acuerdo, porque la gente hoy está preocupada porque no tiene plata, se quedó sin trabajo o ya ni puede darle de comer a su familia y ambos sectores de la grieta deben comprenden que no se puede bailar en la cubierta del Titanic”, agregó. Y sobre ese aspecto enfatizó que “la gente puede saber mucho o poco de política, pensar de una u otra manera, pero sabe cuando está bien o cuando está mal”.


Para Ruckauf, que también fue gobernador de la provincia de Buenos Aires, la decisión del presidente Fernández de quitar un punto de la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires “no fue la más adecuada en cuanto a la forma más allá de la histórica desigualdad que enfrentan los bonaerenses en el reparto de fondos”.


“En esa decisión hubo una fractura de confianza que luego es muy difícil de sellar y creo que las cosas se podrían haber hecho distintas”, aseguró el también ex canciller, quien sostuvo que uno de los grandes problemas de los políticos en el poder "está en que uno vuelca una tasa de café y siempre hay alguien del entorno que le dice 'Muy bien doctor, hizo un Picasso'”.


Ruckauf ofreció una videoconferencia de prensa para miembros de la Asociación de Periodistas de la República Argentina (APeRA), durante la cual insistió en criticar que tanto los miembros del Frente de Todos como de la alianza opositora no atienden las verdaderas demandas de la sociedad.

En otro tramo de la conferencia, descartó que el primer mandatario se encuentre “groggy” como afirmó el ex presidente Eduardo Duhalde, y explicó que “seguramente habló en un término boxístico para decir que Fernández no va a pegar la trompada que a él le gustaría que pegue”.


“Duhalde desea que el presidente se deshaga políticamente de la vicepresidenta Cristina Kirhner y rompa la alianza que lo llevó al poder, pero eso es algo que no pasará porque el sector kirchnerista maneja, entre otras cosas, la provincia de Buenos Aires”, resaltó.


Sobre las últimas medidas del Banco Central, en relación al tipo de cambio, Ruckauf consideró que “se está equivocando y podría buscar divisas por otro lado”, pero remarcó que “no habrá salida a la crisis si no hay acuerdo entre el oficialismo y la oposición, o al menos se terminan estas peleas diarias”.


Puso como ejemplo la última sesión del Senado en la que se trató el apartamiento de 3 magistrados, “lo que derivará seguramente en un conflicto de intereses entre ese cuerpo y la Corte, pero es un tema que está muy alejado de lo que le pasa a la gente”.


“Argentina tiene que darse cuenta además que está sola en el mundo, ya que Europa y Estados Unidos también están crisis por la pandemia y con Brasil las cosas no son como en otros años”, destacó.


Por último, al ser consultado sobre el reciente conflicto policial en la provincia de Buenos Aires, Ruckauf separó que “una cosa es protestar y otra muy diferente es rozar el poder constitucional, aunque siempre entendiendo que los efectivos cobran muy poco y a veces hasta sufren el abandono social porque cuando hieren a un delincuente se les hace un sumario y cuando los matan son una noticia perdida en el medio de un diario”.

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