La traición radical

Por Horacio Minotti. El periodista responsabiliza al radicalismo de varias provincias por la derrota de Bullrich. Una mirada en profundidad del fenómeno de la regionalización política.

El resultado electoral obtenido por Patricia Bullrich en las elecciones generales, no fue el esperado. Si bien consiguió retener buena parte del voto que en las PASO se había inclinado por su rival, Horacio Rodríguez Larreta, hubo una porción que no la acompañó, y viene siendo tiempo, de analizar ciertos hechos que motivaron ese resultado.

Como primera y fundamental medida, es sustancial relevar el comportamiento del electorado en provincias que están en manos de un aliado fundamental de lo que fue Juntos por el Cambio, el radicalismo. En alguna parte leí en estos días que el radicalismo le dio al Pro, extensión territorial y el PRO le otorgó a la UCR relevancia. Me parece una frase bastante ajustada a la realidad.

Veamos. En la provincia de Santa Fe, el gobernador recientemente electo, Maximiliano Pullaro, soldado del economista Martín Lousteau, obtuvo hace menos de un mes, casi el 60% de los votos, una elección excepcional. Pero en la presidencial del domingo, Juntos por el Cambio, apenas sacó el 23% de los votos.

No puede desconocerse el fenómeno de la regionalización política. Es cierto que los ciudadanos votan un espacio para gobernarlos localmente y bien pueden optar por otra cosa para conducir el país. Pero 40% de diferencia solamente se explica porque el aparato de Pullaro se tomó vacaciones, con la manifiesta idea de perjudicar a Bullrich. No hay otra forma de considerarlo.

En la provincia del Chaco, el radical Leandro Zdero le ganó la gobernación a Jorge Capitanich con casi el 47% de los votos, pero para la elección presidencial, la candidata del espacio obtuvo apenas el 24%, la mitad. ¿Alguien trabajó la elección en el Chaco? Da la sensación que no.

En la provincia de San Juan, el radical cercano a Lousteau, Marcelo Orrego, ganó la gobernación con el 51% de los sufragios. Pero la candidata presidencial obtuvo solamente el 23% de las voluntades. Casi treinta puntos porcentuales de diferencia. ¿Alguien puede creer que si aparato político se hubiese puesto en marcha es posible semejante diferencia?

En Jujuy, Gerardo Morales fue electo gobernador en 2015. Desarmó el aparato de Milagro Sala que le garantizaba una base al peronismo muy importante. Fue reelecto en 2019 y en 2023, mandó a su delfín Carlos Sadir, que obtuvo la friolera del 49,50% de los votos, un resultado que solo puede obedecer a un armado político típico de las provincias del noroeste. Pero, para las presidenciales, Bullrich solo consiguió el apoyo de menos del 20% de los electores. Traición.

Después de las decisiones tomadas por Bullrich en el día de ayer, posiblemente influidas por esta traición evidente, el radicalismo tendrá en un nuevo espacio, la oportunidad de demostrar su valía para construir, dado que a hoy y desde hace tiempo, solo ha demostrado capacidad de daño.

Nacido como lo soy en el partido centenario, y todavía afiliado al mismo, lo asevero con dolor pero con total seguridad: desde que el Movimiento de Renovación y Cambio, la Coordinadora y el liderazgo de Raúl Alfonsín, sucumbieron a la hiper, la UCR cayó en manos de dirigentes de más proclives a ejercer la mayordomía del peronismo a cambio de chirolas, y solo ha demostrado capacidad de destrucción y por cierto, servilismo al partido del General.

Bullrich frente a la asociación ilícita y el proyecto supremacista

Por Horacio Minotti. El periodista hace un reflexión sobre los desafíos que tiene Juntos por el Cambio de cara a la campaña y brinda su opinión hacer de lo que fue el kirchnerismo.

La candidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, enfrenta un fenómeno que nunca antes se había producido en la Argentina. Una elección de tercios, o de cuartos, como suele corregir Raúl Timerman, porque sumados los que no votan a los que lo hacen en blanco o impugnan su voto, representan una porción casi idéntica a las otras tres, de electores habilitados.

Pero además, sus rivales, si bien aliados entre sí, y con la idea de la subyacencia de oscuros pactos no solamente políticos, sino también económicos y quién sabe de qué otro tipo aún más espurio, representan dos modelos totalmente diferentes, cada uno con una identidad definida. Y tal cosa obliga a la postulante a debatir en dos frentes con argumentos totalmente distintos.

Raúl Alfonsín enfrentó en 1983 a la derecha peronista. Triunfante con ayuda del genocida gobierno de facto, contra la pretendida izquierda del mismo movimiento, el poder sindical y filosindical controlaba al Partido Justicialista. El viejo líder radical solo debió concentrarse en confrontar con ese discurso, ya retrógrado y agotado. Carlos Menem en 1989 tuvo como adversario un solo enemigo: el lápiz rojo de Eduardo Angeloz. Si bien fue una época de crecimiento para la UCeDé de Álvaro Alsogaray, su destino no se perfilaba mucho más allá de ser una tercera fuerza medianamente potente, pero no disputaba el poder.

Fernando De la Rúa, por su parte, tenía del otro lado a un peronismo desbordado de corrupción. Bastaba mantener un discurso económico conservador respecto al plan vigente, y pararse como la opción honesta de la política. No había tercero en discordia.

Luego, Néstor Kirchner sí tuvo más de un rival con posibilidades, pero los dos que lo combatían tenían discurso similar: Menem y Ricardo López Murphy, compartían una postura liberal de la economía, uno con antecedentes corruptos y otro con un halo de honestidad; pero discursivamente Kirchner necesitaba un solo enfoque para combatir a ambos.

Cristina Kirchner por su lado, tuvo casi, una pelea solitaria. Venció a Elisa Carrio sin atenuantes en 2007 y a Hermes Binner por paliza en 2011; ni siquiera necesitó confrontar. Luego, Mauricio Macri dio una pelea frontal y directa con el kirchnerismo, y a Alberto Fernández le bastó con la disconformidad social con el gobierno de Macri; ningún tercero competitivo a la vista.

El kirchnerismo es una asociación ilícita. Un grupo de personas que arribaron al poder con el solo fin de enriquecerse y, además, andar de joda. Han cubierto ese fin evidente con la retórica clásica del populismo de izquierda, y están dispuestos a repartir fondos que no hay para ganar la elección, destrozando el futuro, pero manteniendo el poder. Usan el Estado para desfalcarlo, y también para generarse negocios. Cuando un político se asocia con popes del juego, es porque les ha facilitado alguna regulación. Cuando lo financia algún narco es porque, al menos, ha mirado para otro lado para favorecer la actividad.

Es decir, o le roban al Estado haciéndole pagar, por ejemplo, US$20 millones para elaborar viviendas que valen US$2 millones, le hacen pagar al erario público los otros US$18 millones que se dividen entre sus bolsillos y los de las empresas concesionarias; o utilizan al Estado para negocios que no salen de fondos públicos, pero que son nocivos para la sociedad, porque facilitan la comisión de actividades ilícitas.

Sin embargo, hay un sector amplio de la sociedad que perfectamente consciente de estas actividades los vota de todos modos. No hay forma de ignorarlo, nadie puede decir que no lo sabe o desmentirlo. Lo tienen claro y lo votan igual. Tal vez, hay un cuarto de la población que, de algún modo, esta relacionado con esas actividades. O perciben fondos estatales y temen perder esa posibilidad, o integran una empresa prebendaria que se beneficia de este tipo de gobiernos. Parece una demasía, pero es una posibilidad.

Por otro lado, se erige otra opción. Claramente construida por el propio peronismo, con fondos, dirigentes y apoyo mediático. Pero con una narrativa totalmente diferente, un populismo de derecha. Anti-Estado en cualquiera de sus formas. Un colegio que no es rentable se cierra. Una obra que no deja ganancias no se hace. Reivindica a los dictadores de los ’70 y ’80. Insulta, agrede, se postula moral y estéticamente (¿?) superior, arma grupos de jóvenes violentos que amenazan a quienes piensan diferente, exhibe una misoginia inesperada en estos tiempos, trata a quienes eligen opciones sexuales por fuera de lo tradicional como discapacitados.

En apariencia, algo totalmente opuesto al kirchnerismo, aunque en los oscuros túneles de la política haya entre ambos una alianza sellada a fuego.

El elector que se inclina por esta opción no teme que todo se destruya, cree que las instituciones no dan respuesta y deben perecer; no han padecido el autoritarismo y la persecución y no valoran la posibilidad de que tal cosa pueda existir. En muchos casos piensan que las mujeres deben estar sometidas a los hombres en todo aspecto y se sienten cómodos imponiendo sus ideas por la fuerza.

Entonces, Bullrich debe dar la batalla retórica en dos frentes que aparentan ser opuestos, y ambos parecen tener un núcleo duro de fanáticos inexpugnable de entre el 25% y el 30% de los sufragios. Por ende, la candidata “del cambio con institucionalidad” solo puede tener como objetivo político a las personas razonables que no apuntan a beneficiarse del Estado.

Y ese elector suele ser más volátil. En muchos casos medita su voto hasta el último día; se lo sitúa en las encuestas como “indeciso”. Dependiendo su estado de ánimo, se enoja y piensa que lo mejor es romper todo, o quiere cambiar, pero con lógica, equipos y proyección de futuro. Pero solamente en él se puede recostar Bullrich.

Ese es el contexto socio electoral. Único, particularísimo, como jamás había ocurrido, y a eso deberá sobreponerse Patricia, porque es la única opción para salir de la asociación ilícita, sin hundir al país en un caos de violencia y destrucción.

En algún punto, enfrenta un desafío fundacional como el de Alfonsín, y su victoria es la única posibilidad de llevar a la Argentina a una camino de crecimiento en un contexto medianamente sano, erradicando las mafias existentes, sin cambiarlas por otras mafias imprevisibles y a la vez disparatadas. Puede decirse que pesa sobre ella la responsabilidad de salvarnos a nosotros, de nosotros mismos. Le sobra paño para dar la pelea: “Si no es todo, es nada”.

Delito, narcotráfico y los candidatos mudos

Por Horacio Minotti. El escritor sostuvo que “en los barrios donde los narcos han tomado el control territorial, se ha generado un Estado paralelo, con otras reglas, diferentes a la de los ciudadanos comunes”.

Resulta casi una obviedad que a esta altura el crimen organizado, y especialmente el narcotráfico, es la causa fundamental de la interminable ola delictiva que tiene en vilo a los argentinos. Los robos, sobre todo los violentos, son realizados por personas que necesitan el dinero para adquirir drogas o que están bajo los efectos del consumo.

Desde ese punto, y en las direcciones diversas que puedan tomarse, esos hechos terminan en una organización delictiva de alto volumen. Incluso los delitos cometidos dentro del ámbito de los hogares, como la violencia contra las mujeres, tiene un componente relacionado con el consumo problemático.

En los barrios donde los narcos han tomado el control territorial, se ha generado un Estado paralelo, con otras reglas, diferentes a la de los ciudadanos comunes, donde el que participa de las actividades de narcotráfico forma parte de la élite dominante que administra justicia internamente y tiene una lógica y una escala de valores totalmente diferente a las del Estado de Derecho y a las costumbres sociales del afuera. El valor vida pasa a ser relativo, la violencia es el modo de dirimir conflictos. En ese submundo, el que participa de las actividades delictivas, adquiere bienes de confort, tiene reconocimiento social, se hace de prestigio.

Ese submundo colisiona con el afuera, conviven dos culturas diferentes en el mismo espacio territorial. Cuando aquellas personas inmersas en el mundo del narcotráfico, en el nivel que sea, salen al exterior de sus territorios matan sin piedad, por un celular que, vendido en el mercado negro, puede representar un par de pitadas de “paco”.

Atacando las organizaciones criminales, ocupando sus territorios con fuerzas de seguridad, decomisando su mercancía, complicando los sistemas de lavado de dinero que los habilita a disfrutar de lo producido por el delito, el narcotráfico retrocede, se ve obligado a reorganizarse, a buscar nuevos refugios para sus actividades.

Mientras tanto, un buen sistema de inteligencia criminal, un sistema penitenciario eficiente, el diseño de cárceles especiales de aislamiento para jefes narcos y algunas medidas más, complican su reorganización y le da tiempo al Estado a establecer sistemas de contención social para aquellos que delinquen producto de su adicción.

Todo ello requiere, exclusivamente, decisión política. Nuestro país todavía no es Colombia en los años ’90. Puede evitarse llegar a ese estadio. ¿Por qué no se hace? Bueno, es un delito corruptor, maneja mucho dinero, en muchos casos han infiltrado fuerzas de seguridad, sectores del poder judicial y especialmente sectores políticos a los que financian.

Respecto a Sergio Massa, uno podría explicarlo considerando el absurdo: cómo sostendría que va a hacer algo que no hizo en toda su gestión. Cómo, además, contendría los votos del kirchnerismo y el apoyo de La Cámpora, si la ideología que los rige es la que ha facilitado el crecimiento del narcotráfico los últimos 20 años.

Posiblemente, Massa este impedido políticamente, tanto de hablar como de accionar sobre el tema. A la sazón, el peronismo maneja una base electoral a la que controla mediante el uso político de la miseria y la marginalidad de la que el consumo de drogas forma parte. Más hambre, más cerebros destruidos, más votos. Todo ello, sin considerar la posibilidad de que muchos barones del Conurbano tengan una relación directa o indirecta con las bandas narcos que habitan sus reductos territoriales y a las que, curiosamente, jamás han combatido.

Pero tampoco Javier Milei habla de narcotráfico. De hecho, no habla del delito ni de la violencia callejera. Su candidata a vicepresidente, Victoria Villarruel, a la que aparentemente ha derivado el desarrollo de políticas de seguridad, no exhibe una sola idea al respecto, ni tiene tampoco un diagnóstico sobre la situación que pueda hacer suponer que, en algún momento, diseñará medidas para tomar.

Es probable que no tengan ni idea de qué hacer. Al cabo, La Libertad Avanza es un fenómeno nuevo, de extraño crecimiento exponencial en muy poco tiempo y su líder es un economista sin demasiada historia por fuera de los sets televisivos. El grupo político que se ha armado a su alrededor está compuesto de excedentes de baja calidad de las agrupaciones más tradicionales, un par de terraplanistas, economistas pasados de moda, y eso sí, montones de trolls en redes sociales de entre 20 y 300 seguidores. Eso, claro está, no es un equipo de gobierno.

La delegada de la problemática de la seguridad en el espacio, la mencionada Villarruel, tiene como único antecedente la defensa y conocimiento íntimo de los militares del Proceso genocida de los años 70/80; pero llevarle un lemon pie a Jorge Videla no otorga conocimientos en materia de seguridad y combate al narcotráfico.

Es abogada la postulante a vicepresidente, pero eso tampoco otorga conocimientos en materia de seguridad; y, además, no se le conocen actuaciones ejerciendo su profesión que permitan suponer que, al menos, tiene alguna experiencia en la observación del funcionamiento de la delincuencia. En realidad, no se le conoce ninguna actividad profesional.

No hay motivaciones para especular sobre algún grado de complicidad de LLA con el negocio narco, pero no caben dudas que el nivel de desconocimiento de la problemática y la falta de mención en su esquema discursivo hacen suponer que, de imponerse en la lid electoral, la problemática se agravará a niveles mexicanos.

Las políticas públicas son eficientes cuando se prolongan en el tiempo y una simple proyección de cuatro años más de, por ejemplo, la reducción de los homicidios que logró la candidata presidencial en su gestión, llevan a suponer que hoy, viviríamos con mucho menos miedo.

Parece ser la hora de retomar ese camino y debe hacerse con alguien que sepa cómo. Incluso en el remoto e hipotético caso de que cualquiera de los otros candidatos tuviese la capacidad de alcanzar algún que otro logro en materia económica, eso no va a impedir que sigamos temblando cada vez que nuestros hijos no están en casa. Que no tengamos que seguir mirando hacia atrás cuando andamos por la calle, que no nos maten con un Tramontina por un teléfono de veinte mil pesos.

Si bien en las encuestas el problema de la inseguridad aparece segundo en las mediciones de opinión pública, muy cerca de la economía, nadie parece prestarle mucha atención al momento de votar. Hasta que nos transformamos en víctimas, claro; nosotros o nuestros seres queridos. Tal vez sea tiempo de ordenar las prioridades.

Maldita casta: el entorno de Milei

Por Horacio Minotti. El escrito anunció que los medios “liberales” del mundo desconfían de la propuesta libertaria de Milei y Villarruel.

El periódico inglés The Economist, liberal y capitalista como pocos, llamó a los argentinos a no engañarse con las promesas falsas del candidato presidencial Javier Milei y lo calificó como “autoritario” y un “riesgo para la democracia”. No es extraño. Dicho medio es efectivamente liberal y el postulante local es un cocoliche que mixtura ideas libertarias (no liberales), con un fuerte sesgo de conservadurismo autocrático y un personalismo patológico, que se pone en juego ni bien alguien lo contradice. Es el momento en que insulta, ataca, grita, muestra niveles de violencia alarmantes y agrede a quien se le cruce. Si es mujer, mejor.

Vacío de propuesta económica, lo que destaca hoy es la inclinación de su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, a justificar la desaparición forzada de personas, tal vez las torturas, los grupos de tareas y otras nimiedades de nuestro lamentable pasado. Algo que, en definitiva, ya le importa a muy pocos.

Incluso aquellos que vivimos los años de plomo y que despreciamos la forma en que el kirchnerismo se adueñó del discurso de los derechos humanos sin haber hecho nada por ellos jamás ya no queremos al país envuelto en esa discusión inconducente. Necesitamos mirar hacia adelante, porque el futuro parece bastante dramático y amenaza con devorarse a nuestra gente. Ya hubo un juicio, ya hubo condenas, ya hubo una CONADEP, lo demás es manipulación y un pasado que cada uno interpretará del modo que desee.

Su “equipo económico” es, a su vez, una dispersión de personajes entre siniestros, pasados de moda y sospechosos. Roque Fernández y Carlos Rodríguez fueron el equipo económico de la última parte del gobierno de Carlos Menem. Luego de la salida de aquella gestión de Domingo Cavallo, en plena primavera de la convertibilidad, ambos economistas quedaron al frente de la cartera de Hacienda y no consiguieron mantener los éxitos previos; al contrario, la política económica se desbarrancó, la desocupación subió a niveles en los que jamás había estado en la historia y se transformaron en la cara de la pobreza y la frustración social. Como antecedente de lo que nos depara el futuro si Milei es presidente, la palabra “aterrador” podría ser lo suficientemente descriptiva.

En el mismo “equipo” parece estar Emilio Ocampo, otro economista que en la semana posterior a las PASO se paseó por los canales televisivos explicando su plan de dolarización.

En su libro sobre dolarización, define un mecanismo para llevar adelante el titánico proyecto, en el que juega un rol sustancial un fideicomiso con sede en el exterior. Ocampo lo explica en una nota en el portal Infobae del 24 de abril pasado: “Creamos un vehículo fuera de la Argentina al que le transferiríamos activos y pasivos del Banco Central, el FGS de la Anses, canjeados por bonos emitidos con ley de Nueva York. Quedarían capturados como activos y la única tarea del fideicomiso sería pagar la deuda del Banco Central, cosa que podría hacer en cuatro o cinco años. Sería un fideicomiso con USD 110.000 millones de valor nominal. Hay quienes dicen que eso no vale nada, otros que dicen que vale 20 centavos por dólar. Pero es para pagar un pasivo de USD 30.000 millones, que es el déficit cuasifiscal del Banco Central al tipo de cambio blue. Y se pueden agregar otros recursos: por ejemplo, el 20% de las retenciones, que habría que ir reduciendo hasta eliminar en 4 o 5 años, más acciones de YPF y lo que resulte de la licitación del espectro de 5G”.

Es decir, la totalidad de los limitados activos de los argentinos pasarían a estar a disposición de un fideicomiso en el exterior manejado por quién sabe quién. Alguien podría pensar que el negocio del canje del 2010 es un maxikiosko al lado del que haría la consultora que maneje ese fideicomiso. Por otro lado, si la cosa no resultase bien, podría la Argentina ser el primer país en ir la quiebra o directamente desaparecer, porque todo su mísero capital, habría desaparecido.

Saliendo de este engendro y yendo a otra de las grandes preocupaciones de la gente, el gobierno del novio tántrico de Fátima Florez debería encarar el problema gravísimo de la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico. Y cada vez que alguien le pregunta por ese tema a Milei, el postulante deriva la consulta a su vice que, según ha dicho, se encargará de la seguridad y la defensa.

El problema es que Villarruel no habla de su plan de seguridad, simplemente porque no lo tiene, no cuenta con un equipo que lo esté trabajando y carece de ninguna peregrina idea en la materia. Defender militares acusados de genocidio no habilita conocimientos en materia de seguridad ciudadana.

Este es parte del entorno de Milei, sin contar a su principal donante de campaña, Fernando Cerimedo, quien además ha declarado que maneja a los trolls del candidato en redes sociales y que es su vínculo con la familia Bolsonaro.

Además, no es excesivo considerar que el mismo Juan Grabois ha dicho sin tapujos que las listas de Milei las armó Sergio Massa, es decir, sus candidatos son hombres del partido de gobierno.

En síntesis, el postulante a la presidencia que despreciablemente acusa de “mogólico” a quien lo contradice, está rodeado de casta, es casta y, probablemente, la peor de las castas, la que simula no serlo para conquistar votos y no tiene ningún problema en defraudar a la gente al minuto de haber llegado al gobierno.

Massa-Milei: la soga roja

Por Horacio Minotti. El abogado utiliza una antigua leyenda para establecer las características de la relación entre el libertario y el ministro de Economía.

Una muy antigua leyenda oriental, postula que hay personas que están unidas para siempre, que su vínculo es indisoluble pase lo que pase y que esa unión está sellada por un invisible hilo rojo que los mantiene juntos, atando sus dedos meñiques o sus tobillos, según la región donde se escuche la leyenda.

Las similitudes entre ellos, las relaciones en común, los cuidados que se dispensan, exponen una relación que no habíamos vivido en otra elección presidencial anterior. Milei no critica la gestión de Massa como ministro de Economía, pese a que es el responsable del área que no ha hecho más que desatar un vendaval inflacionario casi sin precedentes. Por su parte, el titular del Palacio de Hacienda rescata lo “colaborativo” que ha sido el economista en sus conversaciones con el FMI.

En estas líneas no se duda sobre lo institucionalista que pueda ser Milei (aunque si podríamos dudas en un centenar de otras líneas), pero incluso cuando sus intenciones fuesen las mejores, si realmente está aspirando a gobernar el país, el aval a los reiterados desembolsos del Fondo para sostener al Gobierno hasta las elecciones, es un aval al “muerto” que tendrá que levantar su gestión en caso de ser electo. Puede colegirse que se trata de un respaldo al menos curioso.

Ahora bien, también comparten aparentemente, amistades. Dos de los principales asesores de Milei, el economista Emilio Ocampo, que hasta hace unos días se paseó por los canales televisivos como eventual ministro de Economía del candidato de peinado sauvage, fue (o es) titular de la consultora llamada Arcadia, en sociedad con el letrado Marcelo Etchevarne. Arcadia participó del gran canje de bonos que el gobierno kirchnerista llevó a cabo en 2010, aunque las gestiones se iniciaron en 2009.

La consultora de Ocampo y Etchevarne intermedió entre el Estado Nacional y los acreedores y cerró el acuerdo a cambio de cuantiosos honorarios. Por su participación, el diputado de izquierda y economista, Claudio Lozano, denunció al entonces jefe de Gabinete, Massa, y al ministro de Economía, Amado Boudou, por irregularidades en dicho canje. La denuncia también imputó a Diego Bossio, por entonces titular del Anses y hoy curioso candidato de Juan Schiaretti. No sé si peronismo somos todos, pero hay peronistas en demasiados lugares.

En definitiva, todos fueron sobreseídos por el sobreseedor serial Norberto Oyarbide y, como suele pasar en Argentina, todo quedó en la nada. Pero el vínculo existió y existe. Massa, Boudou y Bossio son casi una línea sucesoria de poder heredado a lo largo de muchos años en el control del Anses. Y los tres, aparecen vinculados estrechamente a economistas y asesores de Milei.

Salvo por el escenario de la presunta sideral diferencia de concepción económica entre ambos, no es una estrategia novedosa para el peronismo. Desde la reforma de 1994, cuando se implementó el tercer senador por provincia, representando a la segunda lista más votada, los caudillos provinciales han dividido fuerzas en más de un distrito, para quedarse no solo con los dos senadores por la mayoría, sino también con el que le corresponde al segundo. Así, el peronismo en muchas ocasiones y en varias provincias, ha salido muchas veces primero y segundo también, en diversas elecciones.

Decimos presunta sideral diferencia ideológica porque el liberarismo de Milei aparece poco sustentado más allá de algunos slogans impactantes, especialmente cuando empezó a recular en materia de motosierra: nada de achicar el Estado, nada de sacar los planes sociales, nada de cerrar el Banco Central, nada de nada.

Pero también puede ponerse en cuestión dicha distancia por el origen de Massa. En definitiva, es un producto de la UCeDé de Álvaro Alsogaray, no un libertario pero sí un liberal extremo en lo económico.

Lo que debe decirse es que la cosa huele a tramoya. Una red tendida por los sectores de poder para hacer caer a la población en una celada que tiene como fin mantener el poder siempre en manos de los mismos de siempre. Un anticasta que trabaja de agente secreto de la casta. Una soga roja que los une, claro, no por amor, sino por ambición.

De Argentina a Puerta del Cielo: “El Larva” presidente

Por Horacio Minotti. El escritor brinda una reflexión que transitó en “un sueño” para evitar “el suicidio colectivo” que ocurrió en los finales del SXX en California.

Marshall Applewithe lideró la secta californiana Puerta del Cielo, un movimiento que sostenía una curiosa mixtura de creencias: combinaba los preceptos del Antiguo Testamento con ciencia ficción relacionada con el fenómeno OVNI. Appelwithe llamaba a sus seguidores “la tripulación”, porque aparentemente, siguiendo sus postulados, llegarían a la nave que los conduciría a un nuevo hogar en el espacio.

Fue la primer gran secta que utilizó las nuevas tecnologías difundiendo sus creencias por Internet, hasta que en marzo de 1997, la policía encontró los cuerpos sin vida de 39 “tripulantes” incluido el propio Applewithe en lo que fue el último gran suicidio colectivo del Siglo XX.

Luego de la crisis de 2001, todo cambió en la Argentina, incluso la televisión. Surgieron programas de bajo costo, entre los que se destacó Zap, una entrega diaria conducida por Marcelo Polino que trataba temas de actualidad, especialmente del espectáculo y en el que convivían personajes irrelevantes y bizarros que sazonaban la producción para hacerla más atractiva.

Usted se preguntará a que todo esto en un artículo de tinte político y, lo que es peor, que tiene que ver Polino con Applewithe. Bueno, es que tuve un sueño febril. En mi pesadilla, la Argentina estaba muy cerca de un suicidio colectivo, subyugada por el mensaje contradictorio de un personaje que combinaba una proclama libertaria, con una rancia convicción conservadora a las que condimentaba con evidente autoritarismo.

Sin embargo, tal sujeto, estaba en mi sueño, mucho más cerca de “el Larva” que de Appelwithe. Surgido del fragor del panelismo televisivo en su versión caricaturesca, entre gritos ininteligibles y groserías propias de una popular del ascenso, el referente trataba de incrementar su tripulación para guiarnos a todos a una evidente masacre.

Y como en toda construcción de carácter sectario, la violencia, verbal en este caso, contra la disidencia, jugaba un rol sustancial. A veces, esa disidencia no era tal, sino simplemente un medio de comunicación que contaba hechos; pero si estos se contraponían con los intereses de la narrativa del “querido líder”, era ese medio el objeto de la descarga iracunda y agraviante, con el fin de martirizarlo hasta doblegarlo.

En fin, creí sentir en mi pesadilla una vocación de suicidio colectivo, percibí que los argentinos nos empeñábamos en colocarnos en ese intríngulis eterno, como llegando a la Puerta del Cielo, soñando con un Moisés que nos traslade a un mundo mejor, pero no cumpliendo las Tablas de la Ley, sino a bordo de una nave espacial que llevaba un moño en la punta y dejaba una estela color violeta, conducida por un Larva violento redivivo que no tiene tapujos en precipitarnos contra el Sol con tal de cumplir sus personalísimas ambiciones. Todo ello, mientras dialoga con su canario fallecido.

Evitar el suicidio colectivo tiene que ver con entender que el futuro es con trabajo y esfuerzo, y que, si elegimos esa opción y no la magia disparatada, tenemos mucho por crecer hacia adelante. Ojalá en mi próximo sueño descubra que esa sociedad decidió ser un pueblo y no una secta.

Bullrich, y la segunda batalla de las Termópilas

Por Horacio Minotti. El escritor relató diferentes vivencias personales sobre la campaña de los diferentes candidatos de perfil republicano que él apoyó.

Días como el de ayer generan en la memoria de los mayores, especialmente los que hemos participado de la política en varios procesos durante los últimos 40 años, una mixtura de sensaciones y recuerdos bastante movilizantes. En el caso de quien suscribe estas líneas, hay cierto dejo de satisfacción personal: he formado parte de todas las campañas de los espacios con motivación republicana que accedieron al gobierno en estas cuatro décadas.

En la primera claro, apenas púber, pintando paredes, como se usaba por entonces, y asistiendo entusiasmado a los actos públicos. Era el que preparaba la pared pintándola de blanco con cal para que el letrista luego escribiese la palabra “Alfonsín” con sutiles líneas negras, y alguien rellenase los bordes de las letras con color rojo sin salirse de los márgenes. Mi pulso y mi concepto de la prolijidad, nunca me permitieron ninguna de las dos últimas actividades descriptas. Y, además, con 13 años, se me atribuían las labores menos sutiles. Casi siempre, mientras desarrollábamos tan noble trabajo, teníamos algún intimidante vehículo marca Ford, modelo Falcón, estacionado detrás, muy cerca.

Luego, y a medida que pasaron los años, uno creció; intento prepararse, aprender, estudiar; fue ocupando distintos roles un tanto más complejo, en cada una de esas campañas. Pero estos domingos se viven siempre más o menos igual. Porque cada vez la aspiración es empezar ese camino de calidad democrática, transparencia, austeridad y un futuro de paz y libertad para las nuevas generaciones que, en definitiva, es lo que moviliza el ejercicio de tales labores.

En mi caso personal, ya que cometo el pecado periodístico de escribir una nota autorreferencial, cada vez que una de esas etapas terminó, volví a la actividad privada. Ejercí mi profesión, aprendí a ser periodista, hice consultoría en comunicación, creé y también dirigí medios, escribí libros. Y también, cuando amaneció un nuevo proyecto político que tuviese que ver con mis principios e ideales, dejé todo para involucrarme nuevamente a pleno detrás del objetivo.

Por otra parte, también sorprenden los niveles de pasión, claramente influenciados, otra vez, por el liderazgo de Bullrich, pero reflejados en cada uno de los integrantes de lo que, a esta altura, no tengo dudas en calificar de epopeya. El tiempo que cada uno le ha dedicado, el esfuerzo, la multiplicidad de actividades, siempre con entusiasmo, y con el único incentivo de alcanzar el objetivo común, hacen al diagnóstico. Acá no hubo sueldos estatales, no hubo planes sociales, solamente hubo un proyecto colectivo que implicó el combustible suficiente para que pocos, lograsen mucho. No me avergüenza la comparación: desde 1983 no veía estos niveles de pasión por el objetivo.

Tampoco, debo decir, he visto en tantos años, la disposición absoluta a confrontar proyectos con recursos financieros tan sideralmente superiores, y la decisión absoluta de cada uno de ellos, de volcarlos a la campaña de un modo tan abrumador. La maquinaria de recursos estatales, tanto financieros como humanos, con los que han contado los rivales de Bullrich, debían resultar desalentadores para casi todo el mundo.

Las diferencias en términos de poder financiero, las lanzas y escudos de estos tiempos, fueron al menos las mismas, que en aquella segunda Guerra Médica.

Hacía falta tener estos resultados de primera etapa puestos para contar estas cosas. Lo contrario hubiese sido un gesto más de campaña electoral y no era la idea.

La autorreferencia aludida, por la que vuelvo a disculparme, se encuentra apenas justificada por el hecho de que me resultaba imprescindible para contar lo que he visto, enmarcado en un contexto, porque las cosas son de una forma u otra, en comparación con algo, y en mi caso, solamente puedo comparar lo vivido con otras cosas vividas. Viene un nuevo desafío, con diferentes características, el reto final, allí estaremos, a la altura de las demandas de los tiempos que corren.

La bisagra: las internas que pueden marcar el futuro del país

Por Horacio Minotti. El escritor y abogado opinó sobre el panorama político antes de las elecciones PASO.

Estamos a muy pocos días de las primarias, apenas unas internas oficializadas con control estatal y reglas comunes a todas las agrupaciones, como contraposición a las viejas internas en las que los partidos políticos manejaban las cosas a su antojo. Pero internas al fin. Y, sin embargo, jamás se había definido tanto en una interna.

Cuando Antonio Cafiero y Carlos Menem se enfrentaron por la candidatura peronista, allá por 1989, es posible que también se hubieran definido muchas cosas, por ejemplo, qué política económica iba a guiarnos por los siguientes 10 años. Pero la gran diferencia con estas PASO, es que no lo sabíamos al momento de votar. Menem proponía un modelo de peronismo extraclásico, caudillista y mesiánico, y Cafiero, algo un poco más moderno, pero siempre ligado a la liturgia tradicional pejotista.

Luego Menem hizo todo lo contrario a lo que postulaba y explicó que, si lo hubiera dicho en campaña, nadie lo hubiese votado. Una estafa más a la voluntad popular, pero dicha con simpatía, al margen de nuestros gustos por los resultados de su gestión, que son harina de otro costal.

De allí en más, pocas internas se llevaron a cabo, y las que hubo no definieron alguna cosa útil. De hecho, las PASO de Cambiemos en 2015 jugaron el papel simbólico de refrendar el liderazgo de Mauricio Macri al frente de la coalición que terminó alcanzando la Presidencia.

Dentro de Unión por la Patria esa distancia es incluso ideológica. Sergio Massa representa una suerte de conservadurismo pragmático casi impropio del peronismo y mucho más del kirchnerismo. Por su parte, Juan Grabois es más parecido a un candidato de la izquierda católica, y bien podría situárselo dentro de la ya perimida teología de la liberación. ¿Es lógico que convivan dentro del mismo espacio político? Me arriesgo a asegurar que no, pero allí están, dirimiendo qué será el peronismo desde el próximo lunes en adelante.

Dentro de Juntos por el Cambio la distancia ideológica no es tan grande, pero la metodológica es kilométrica. Patricia Bullrich apunta a realizar cambios drásticos, lo más rápido posible, enfrentar a las mafias enquistadas en el poder y desapoderarlas; librar un combate frontal contra el narcotráfico y abandonar en lo inmediato el cepo cambiario que ahoga a la economía. Su rival, Horacio Rodríguez Larreta, parece proponer algunas cosas similares, pero siempre consensuando, buscando acuerdos con todos los sectores, por complejos o corruptos que sean, como en el caso de la CGT, o de sectores del peronismo que han encarnado estos años una suerte de kirchnerismo soft, como el caso del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti.

El caso de este último es paradigmático: discursivamente se mantiene alejado del oficialismo nacional, porque el pueblo cordobés es totalmente refractario a los K, pero en el Congreso sus legisladores, entre los que se incluye su señora esposa, acompañan las iniciativas del Gobierno, e incluso su construcción de poder es muy similar a la de cualquier peronismo. Sin embargo, Larreta busca por allí, sus alianzas y consensos.

De acuerdo a los ahora tan dudosos números de los encuestadores, la interna de Unión por la Patria estaría definida y solo resta saber por cuánta diferencia se impone Massa y si la misma le permite llegar competitivo a la general o no. Pero, de todos modos, la realidad del país y también los propios encuestadores dan al oficialismo ínfimas chances de reelegir. De modo que, el próximo presidente parecería estarse definiendo en la interna de Juntos, entre dos candidatos tan diferentes desde el punto de vista de la ejecución de las políticas públicas.

Extrañamente, la posición de Larreta tiene algunos adeptos, aunque veremos el 13 de agosto, cuántos son. La rareza de la situación radica en que su postura no solamente es similar al gradualismo ejecutado por Macri en su gobierno, sino que además pontifica sobre ese sistema y lo ensalza. Y al mismo tiempo, buena parte del cuerpo social responsabiliza a aquella gestión, por no haber hecho los cambios a tiempo; por haber intentado acordar con los gobernadores peronistas y resultar defraudado por los mismos; y por haber dejado cambios pendientes a la espera de encontrar acuerdos en el Congreso.

Deberá entonces elegir el votante de Juntos qué tipo de gobierno quiere tener: si uno similar e incluso más gradual que el de Macri, aunque con la misma lógica ideológica; o uno que ejecute con presteza los cambios necesarios. Casi exclusivamente por allí, pasa la decisión a tomar el 13 de agosto, y como cada una que hemos tomado hasta el momento, quedará bajo nuestra estricta responsabilidad definir si establecemos una bisagra histórica o volvemos a intentar transitar tibia y lentamente el proceso transformador.

Bullrich: hacia un cambio total de paradigmas políticos

Por Horacio Minotti. El escritor y abogado explicó, desde su perspectiva, las consecuencias de un gobierno bullrichista.

La política tiene algunas normas no escritas pero establecidas. Los que transitamos ese mundillo los conocemos, los escuchamos reiteradamente a lo largo de los años, en muchos casos se nos hace carne y los aceptamos como verdades reveladas. Y todo eso se mantiene ahí, fijo en nuestro inconsciente como parámetros de análisis de la realidad, hasta que un fenómeno nuevo, diferente, reconfigura el sistema y obliga a replanteos en los modos de analizar los escenarios electorales, cambia incluso, la estructura mental que uno mismo tiene instalada para decodificar hechos de la política de forma casi automática.

El fenómeno actual tiene nombre y apellido, se llama Patricia Bullrich, y de cumplirse las previsiones de los analistas serios, menos influidos por el abundante metálico de sus clientes, producirá uno de esos cambios que implican una bisagra, un antes y un después en el modo de analizar las campañas electorales, las posibilidades de los candidatos frente a poderosos rivales y nuevos términos en materia de equidad electoral, surgidos, en este caso, no de las normas o el sistema, sino de la realidad social, impuestos por la gente.

Hace años que escuchamos que para ser presidente hacen falta cien millones de dólares. Nadie dudaba de eso hasta este proceso electoral. No importa mucho de dónde venían, aunque habitualmente se originan en el control de algún Estado por parte del postulante, pero, en definitiva, la premisa indicaba que un candidato presidencial, para tener posibilidades, debía contar con esa suma. Incluso, al margen de la ficticia rendición de cuentas ante la Justicia Electoral, los topes legales de gastos de campaña y otros requisitos que solamente cumplen un rol simbólico. El dinero se derrocha grácilmente en campaña y nadie hace nada, especialmente respecto al candidato que gana.

Si Bullrich gana, ese paradigma necesariamente se modifica, la ventaja que ofrece la abundancia financiera para un candidato pasa a ser relativa, un condimento más, pero no definitorio.

Otro paradigma que cae a pedazos es que los medios ponen o sacan candidatos, los llevan a la victoria o a la derrota. La exministra de Seguridad tiene una presencia solamente basada en el impacto de sus ideas y su carácter, pero sus rivales están a todas horas disparando sobre ella en medios periodísticos. De hecho, el diseño de los títulos de las notas que se refieren a la lid electoral, casi siempre favorece a sus rivales, utilizan adjetivos calificativos negativos para Bullrich y positivos para sus contendientes.

Si se mira con cierto detenimiento, la mayoría de los medios difunden encuestas segmentándolas, analizando una porción de ellas y no la otra donde, por ejemplo, se la observa a Bullrich imponiéndose holgadamente en la PASO de Juntos por el Cambio. El título, la bajada y los primeros cinco párrafos, directamente eluden el tema. Si aparece alguna encuesta aislada que favorece a su rival, esta sí ocupa un lugar de privilegio en el medio y es distribuida por las redes sociales.

La construcción de las tapas de las páginas web siguen una lógica clásica de impacto psicológico a partir de su observación. Se pone una noticia relacionada a alguien y al lado, una que la cuestiona. El tema del uso de la palabra “blindar” que hizo Bullrich en una entrevista televisiva, es un ejemplo clásico. Luego de eso se ha podido observar a la cabeza de una página web de alto impacto en materia de cantidad de lectores, una nota titulada: “Bullrich propone un nuevo blindaje” y al lado de ella, otra con el siguiente título: “El desastre provocado por el blindaje de De la Rúa”. Ese diseño es un modo clásico de la prensa escrita para formar opinión subrepticiamente.

Los ejemplos son múltiples y no admiten una enumeración completa en un simple artículo, pero si la candidata mejor posicionada de Juntos por el Cambio termina ganando la elección presidencial el paradigma de la influencia decisiva de los medios de comunicación en los resultados electorales se desmorona como un castillo de naipes.

Por fin y para no extendernos, existe un tercer paradigma, difundido en los últimos años, que se desmorona a los pies de Bullrich. “La gente ya no va a los actos políticos si no es por un chori o unos pesos. No vale la pena presentarse en público porque los que te aplauden van por el dinero, ni siquiera te escuchan”. En términos generales la premisa es cierta. Se ve a candidatos moviéndose en el distrito que gobiernan con grupos de personas, todos empleados del Estado, pero cuando se desplazan a distritos que no gobiernan, caminan solos, buscando con quien tomarse una foto.

Hoy, y a partir de Bullrich, puede decirse que si un candidato es interesante, si tiene una personalidad atractiva y propuestas relacionadas con las necesidades de la gente y el espíritu de los tiempos, la sociedad se moviliza espontáneamente para escucharlo.

La enumeración podría seguir, pero la extensión de estas líneas superaría las necesidades del editor al que, por cierto, debemos respetar. De todos modos, el fenómeno requiere un análisis mas profundo, incluso si Bullrich no ganase, porque incluso así, es fenomenalmente competitiva, con todas estas supuestas desventajas. Más materia de un libro que de una nota como esta; seguramente, el quinto mamotreto que edite quien firma estas líneas.

Bullrich en la mira

Por Horacio Minotti. El periodista y abogado hace referencias sobre como se dirimirá la interna de Juntos por el Cambio.

Durante la última semana de junio se produjeron varios encuentros convocados casi de emergencia de distintos sectores del llamado “Círculo Rojo”, a los que asistieron, en la mayor parte de los casos, personajes a los que podríamos denominar “empresarios con peso político”. También había algunos individuos de los que se desconoce su rol preciso en el mundillo público, pero que por algún motivo siempre están. “Son servilletas”, explica alguno bajando el tono de voz.

El motivo de todos esos encuentros y charlas reservadas fue uno solo: Patricia Bullrich. Bueno, en realidad dos: Patricia Bullrich y las encuestas. La definición de la interna de Juntos por el Cambio que disputan la exministra de Seguridad y el jefe del Gobierno local, Horacio Rodríguez Larreta, parece estar definitivamente inclinada hacia una victoria de Bullrich, al menos de acuerdo a la mayoría de las mediciones.

Dicha conclusión se produjo luego de la distribución privada, que se hizo pública a mediados de la semana pasada, de un promedio de las 12 encuestadoras más consideradas del mercado, que suele realizar para sus clientes, Latin Securities, una empresa independiente que ofrece servicios financieros a grandes corporaciones, y que resulta ser la medición que más considera dicho Círculo Rojo. En tal trabajo, Bullrich obtendría un 21,8% de los votos en las PASO, Larreta un 13,1%, Javier Milei un 18,6% y Sergio Massa un 23,5%, imponiéndose en su primaria a Juan Grabois, que aparenta rondar el 5,3%.

La última denuncia presentada por Fernando Míguez contra el hombre de Tigre; su esposa, Malena Galmarini; y el “rey del cloro”, Mauricio Filiberti, por una licitación aparentemente dirigida en la empresa AYSA, para que solamente pueda ganarla Fliberti, es solo una muestra: Massa mantiene el status quo de los negocios con el Estado.

Larreta tampoco es vivido como una amenaza. Ocho años al frente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, le han dado muestras tanto a esos sectores empresarios -con tendencia a tener a la obra y provisión pública como principal actividad, como a los sindicatos y otros interesados en las finanzas públicas-, de que no es una amenaza para los sectores prebendarios.

El lunes 3 de julio, el suscripto fue llamado por personas que participaron de esos encuentros a compartir sendos cafés. Y los tres coincidieron en la versión de que esos sectores se activarían para realizar “operaciones” (y no son médicos) que perjudiquen la intención de voto de la precandidata presidencial. El martes 4 de julio, el Ministerio de Justicia, por indicación de la Inspección General de Justicia, que conduce el exabogado de Máximo y Florencia Kirchner, Ricardo Nissen, intervino el Instituto de Estudios Estratégicos sobre Seguridad (IEES), una fundación que preside hace años Bullrich, y dicha intervención se produjo en contra de un fallo judicial que desmintió que hubiese irregularidades en tal ONG.

Si bien tal intervención fue firmada por el ministro Martín Soria, la decisión de llevarla a cabo se tomó, según las fuentes, entre el mentado Nissen y el viceministro del área: Juan Martín Mena, ex número dos de la Agencia Federal de Inteligencia durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner.

Luego de conocida la medida, una de las fuentes con las que se bebió café, mandó un breve texto por la más común aplicación de mensajería instantánea. “Te dije, ya empezó”, indicó, dándole a la movida del Ministerio de Justicia, el carácter de primera acción de desgaste dirigida a Bullrich.

La eficiencia de tal jugada fue entre baja, nula y contraproducente, en términos de impacto electoral. Cuando las elecciones son libres y sus resultados no están manipulados, que el Estado la emprenda contra un candidato opositor suele fortalecerlo más de lo que lo daña, pero, en definitiva, la relación que ha logrado establecer Bullrich con los electores provoca, en algunos casos, un grado de impotencia importante, no solamente en sus rivales, sino también en este particular Círculo Rojo.

Por ello, es esperable que aparezcan algunas otras maniobras más por el estilo, cuya eficiencia esté muy lejos de ser asegurada, pero que respondan a la desesperación de los últimos días antes de los comicios, buscando dar un golpe de efecto que modifique el “indefectible curso de las cosas”, como dijo una de las fuentes, que llaman al eventual triunfo de Bullrich, en esas reuniones.

¿A que se refieren con esa frase? El análisis que hacen es el siguiente: “Milei se desploma como aspirante a la presidencia, pero no se queda sin votos, en el peor de sus escenarios va a tener un 15% de las voluntades en las PASO. Si Patricia derrota a Larreta, posiblemente pueda contener a buena parte del electorado de Juntos por el Cambio que hoy tendría (según el promedio de Latin Securities) cerca de un 35%, y además sume desencantados de Milei. No nos olvidemos que, en todas las elecciones anteriores, las opciones que desencantaron en las primarias tuvieron una alta pérdida de votos para la general, y todo lo que pierda Javier va a Patricia. Con que ella incorpore un 5% que escapa de Milei, queda muy cerca de superar el 40% en primera vuelta”, explica la fuente, que han especulado en dichas reuniones.

Por eso son de esperar otros ataques furiosos a la candidatura de Bullrich en los próximos días. Todo indica que estos sectores no suelen resignarse con el fracaso de su primera “operación”. Claro, Bullrich está advertida y no es de las que se quedan calladas o impávidas ante las amenazas y las ofensivas, pero deberá estar preparada. Las PASO se acercan y la tensión va in crescendo.