Sería injusto considerar a Alejandro Rossi apenas como “el hermano del jefe del bloque oficialista”. El hombre tiene un recorrido propio y él mismo se encarga de aclararlo, cuando apunta que ambos militaron toda la vida y durante mucho tiempo él fue más protagonista que Agustín. En ese entonces la situación estaba invertida: el hoy titular de la bancada del FpV era “el hermano de…”. Hoy comparten el mismo espacio, cosa que en general no sucedía. Hay un tercer hermano, Andrés, que trabaja en la actividad privada, en una empresa en la que Alejandro tiene una cuota societaria.

Así son las cosas para Alejandro, el mayor de los tres hermanos Rossi, quien en los últimos tiempos ha logrado ganarse un espacio propio no sólo en el bloque, sino en los medios, sobre todo a partir de la polémica generada en torno a su proyecto para tomar exámenes periódicos a los jueces.

Igual, los mayores embates no los desarrolla contra la corporación judicial, sino que los emprende contra la oposición, a la que ve “empecinada” en doblegar al Gobierno. Toma como ejemplo lo que sucede con la modificación del Impuesto al Cheque, donde considera que “el empecinamiento de la oposición manda la ley a una impugnación jurídica y política, a que el proceso de conformación de la ley no se complete”.

“El empecinamiento desnuda la intencionalidad política del proyecto. Porque si usted tiene realmente una discusión sana, cree legítimamente que el impuesto debe ser coparticipado en mayor proporción a lo que lo es, usted trata de ser cuidadoso y prolijo con el proceso de armado y acepta la realidad de cómo están las mayorías y minorías, y logra la sanción. Si a usted no le importa eso, si lo que quiere es producir hechos que conmuevan a la opinión pública diciendo que tengo intención de hacer esto y en realidad no lo quiero hacer, o el oficialismo me lo impide, la intención política queda desnuda por sobre la realidad de lo que se plantea”, agregó Rossi ante Parlamentario.

– De hecho en el Parlamento se han judicializado casi todos los proyectos, se hace muy complicado…

– Pero claro, sería mucho más sano para la población que se le explique que no se está trabajando por construir una mejor institucionalidad, ni que la que había cuando nosotros éramos mayoría era muy mala, ni que la que están proponiendo sea la panacea. Claramente hay un conglomerado de personas que se han juntado detrás de una idea que es derrotar al Gobierno. No tienen otro fin.

– O al revés, el Gobierno se propone derrotar a la oposición…

– Bueno, el Gobierno plantea posiciones parecidas, pero lo más sano es hablarlo en estos términos. ¿Cómo puede ser que en la agenda que se está debatiendo hasta ahora converjan posiciones ideológicas tan distintas como puede ser la que expresa Proyecto Sur, con la que expresa el PRO? Solamente hay un poder de aglutinamiento y además eso se hace mal, en la idea de derrotar al Gobierno. Y yo no veo ninguna virtud en eso.

– La gente se pregunta qué se le plantea concretamente, más allá de cuestiones que aparecen judicializadas por completo.

– Nosotros, como oficialismo, estamos en una obligación de Gobierno que ejecutamos como Poder Ejecutivo, y tratamos de resolver los problemas de los argentinos. De todos, pertenezcan al sector que pertenezcan. Seguramente algunos lo habremos hecho muy bien, otros lo habremos hecho regular, y muchos de ellos no estaremos a la altura de las expectativas que los sectores quieren. Pero no hay ningún sector social de la Argentina, ninguno, desde 2003 hasta ahora, que pueda decir que su situación actual es peor a la que tenía previo a la llegada del Gobierno del Frente para la Victoria. Entonces, si esta es una realidad aceptada y poco discutida, está claro que nosotros estamos trabajando para mejorar la situación. Lo que debería hacer explícito la oposición es cómo sería el plan alternativo a esto, y por qué se ha empezado a ejecutarlo ahora mismo, en vez de esperar que nosotros culminemos una cantidad de temas que tenemos en marcha. Cito ejemplos que creo apropiados: la salida del default, terminar de arreglar con los bonistas que quedaron fuera del canje, arreglar la deuda con el Club de París, que todo el mundo sabe que nos va a colocar en el mercado del crédito internacional y eso es bueno para la Argentina y consecuentemente para los argentinos. ¿Por qué no esperar eso antes de lanzar esta disputa que está lanzada, disfrazada con piel de cordero? Cada cosa está pensada en los más sagrados intereses de la institucionalidad, cuando en realidad el fondo es político y de corto plazo.

– ¿Qué opinión tiene usted con relación a esta pelea que se está dando entre el oficialismo y una parte del periodismo?

– Yo personalmente tengo una visión que le sintetizaré. La prensa en general, sobre todo la prensa escrita, en los países democráticos, funciona como la vanguardia de la oposición. Naturalmente la tendencia del periodismo es colocarse en un lugar de oposición; si el Gobierno es progresista, la prensa tiende a ser conservadora, y este rol se invierte si el Gobierno es conservador. Este es un hecho universal, por lo tanto los gobiernos no deben quejarse de eso, porque está dado así.

– La prensa es la encargada de marcar los errores, más que las virtudes.

– Porque además tiene que trabajar sobre la base de una contradicción. La prensa trabaja sobre aquello que en general llama la atención.

– Cuando el Gobierno plantea que va a hacer tal cosa y no lo hace, hay que marcarlo…

– Es una lógica misma de lo que se pretende comunicar. ¿Cuánto podría durar el atractivo de los lectores con una prensa que dijera: estoy de acuerdo, estoy de acuerdo, estoy de acuerdo…? Por supuesto que dentro de determinados cánones que tienen que ver con la matriz ideológica del diario, con su propio código de ética, con sus propios códigos sociales… Esto por lo tanto, es un hecho dado y le va a suceder a todos los gobiernos, no es patrimonio exclusivamente nuestro. En la Argentina pasa un caso particular que yo no lo he visto en otros lugares, por lo menos de América Latina. Primero, el involucramiento de los periodistas en esta disputa, a título casi le diría personal, asumiendo posturas que no tienen que ver con este rol de intermediación entre lo que entiende que la población demanda y lo que el Gobierno debe hacer, sino sumados ellos ideológicamente a esta postura, es un hecho que yo no he visto en América Latina, y la existencia de un medio, de una empresa periodística con ramificaciones a un universo de negocios que trascienden su propio matriz histórica. Esto ha hecho que la disputa tenga distintos lugares: una disputa política, clara en este rol de oposición, un enfrentamiento entre sus propios colegas y una discusión entre sus propios periodistas que tiene una lógica propia, porque está basado desde el lugar de protagonistas ellos de la situación, y una discusión sobre cómo debe ser un espacio comunicacional más amplio y democrático, que básicamente se da contra el principal arquitecto económico que la prensa tiene en la Argentina. Por lo tanto, ¿qué le diría yo? En el rol general de la democracia, me parece que el involucramiento ideológico que distintos colegas de ustedes han tomado no es sano, no es sano para ellos, deben tratar de recuperar una idea más desapasionada, más independiente; trabajen para quien trabaje. Y en lo otro, para mí no hay ninguna discusión de que no es pensable una democracia plural y una consolidación de la República con un monopolio tan contundente, tan consolidado y tan ramificado a otras cuestiones de negocios como el que encabeza el Grupo Clarín.

– Ustedes parecieran querer avanzar sobre otra corporación como es la de los jueces, con el proyecto que usted plantea.

– No, yo no me he metido con ninguna corporación. Lo que he dicho es: se me convocó a debatir, nadie puede acusarme de que el que impuso las reglas de juego fui yo, que yo me sumé a lo que los diarios por ahí livianamente dicen a una ofensiva contra los jueces. No es absolutamente nada de eso, lo que hice ante el debate convocado por (Graciela) Camaño y (Ricardo) Gil Lavedra de debatir el Consejo de la Magistratura, presenté un proyecto, el mismo fue acompañado por la mayoría de las firmas del bloque, ha tenido el respaldo del Poder Ejecutivo en la voz del ministro (Julio) Alak, y tiene defensa autónoma. Lo que yo digo puede defenderse en sí mismo. Claro que tiene el repudio de las corporaciones, porque naturalmente toca intereses que ellos se sienten obligados a defender, pero el debate no es con ellos, abogados y jueces. A ellos hay que escucharlos, pero no son ellos los que deben decidir sobre qué modelo de gestión judicial la Argentina necesita, por lo tanto no siento que mi disputa ideológica sea con ellos.

– Se dice que su propuesta de que los jueces rindan examen es populismo…

– Mire, si hay algo a lo que el Poder Judicial en la Argentina no se ha movido nunca es en su estructura organizativa desde 1853 a la fecha. La verdad que el único sacudón serio que el Poder Judicial recibe es en 1994 con la Constituyente, creando el Consejo de la Magistratura. Entre 1853 y 1994, a la Argentina le pasaron las peores atrocidades y no ha sido el Poder Judicial una valla de contención para que esas atrocidades no se cometan: hubo golpes de Estado, hubo persecuciones, hubo masacres, hubo terrorismo de Estado… entonces no es un Poder Judicial del que uno pueda decir jactanciosamente estamos orgullosos porque ha sido una garantía para la libertad y para los bienes de toda la Argentina a lo largo de su historia. Hubo golpes de Estado y siguió habiendo Corte Suprema de Justicia, hubo terrorismo de Estado y no fueron los tribunales los que se encargaron de generar amparo y protección ante la violación sistemática de los derechos humanos, más allá de que hubiera razones entendibles para todos. Entonces no hay una situación moral preponderante en la corporación, como para invalidar cualquier debate que el Parlamento quiera darse al respecto.

– Acá en el Congreso se cruza permanentemente con su hermano Agustín. Cuando van para Santa Fe, ¿cómo siguen sus vidas? ¿Se ven habitualmente?

– No habitualmente, no tenemos una vida social entre ambos muy habitual. Siempre hemos tenido una relación político-fraternal, digamos.

– ¿Siempre militaron en la misma línea?

– No, no generalmente. La convergencia se dio más bien en el último trecho; hubo muchos años en los que él estuvo alejado de la política y el protagonista era yo. Yo siempre digo que en aquel momento él era “el hermano de…”.

– Como con los Gioja, uno dice que era el más político, mientras fue el otro que terminó siendo gobernador…

– En una época era así en Santa Fe, él era mi hermano. Bueno, ahora por suerte se ha invertido la cosa…

– ¿Y cuando se juntan de qué hablan?
– De política, básicamente.