Vivir el segundo centenario de la Patria para mí es una gran emoción que resulta inseparable de mis 40 años de práctica docente, cuando las festividades patrias se vivían con alegría y sobre todo, con la gran responsabilidad de intentar trasmitir a los alumnos la importancia de la Gesta de Mayo.
Creo que recordar a los prohombres que echaron la simiente, primero de las Provincias Unidas del Río de la Plata, después de la Confederación y posteriormente de la República Argentina, sin dudas nos mueve un sinnúmero de sentimientos pero fundamentalmente , nos embarga de admiración por esas figuras que enaltecen nuestra historia por sus acciones envueltas en la pasión e impulsadas por el inquebrantable deseo de crear una nueva nación.
Pensar en la enjundia de Mariano Moreno; el estoicismo de aquel abogado metido a guerrero, don Manuel Belgrano; en la grandeza inalcanzable de José de San Martín; en la admirable voluntad de Sarmiento por construir una nación a imagen y semejanza de las más desarrolladas de su época, nos llena de orgullo por el privilegio de haber nacido en ésta tierra donde mucho se ha hecho y tanto falta por hacer.
Historias de desencuentros políticos que nos llevaron a enfrentar distintas luchas fratricidas no han sido obstáculo para que el sentimiento de argentinidad prevaleciera y, aunque hoy muchos creen que sólo se exterioriza en los grandes eventos deportivos, permítanme asegurarles que también se observa en la solidaridad frente a las desventuras de nuestros vecinos; en ser capaces de poner en juego la vida, como nuestros héroes de Malvinas, o en la lucha cotidiana por alcanzar el anhelo de construir un país que acune nuestros sueños y de consuelo a nuestras penas.
De aquella Argentina que fue granero del mundo cuando despuntaba el siglo pasado y se perfilaba como una de las potencias emergentes, también valoro el espíritu de la Generación del 80 que, más allá de quienes hoy cuestionan sus postulados ideológicos, entre muchas transformaciones nos dieron la ley de educación gratuita obligatoria , porque estaban convencidos que sólo por ella y a través de ella se logra el progreso de los pueblos.
Desde Juana Azurduy hasta Cecilia Grierson; desde Cornelio Saavedra hasta Juan B Justo; desde José Hernández a Jorge Luis Borges; desde el cacique Juan Calfucurá hasta Luis Saénz Peña, pasar en limpio dos siglos de historia nos empuja a reflexionar sobre el rumbo de avances y retrocesos que caracterizaron la vida de nuestro país, en la búsqueda incansable de su destino de grandeza.
Aquellos hombres y mujeres que en estos dos siglos nos dejaron su huella patriótica por medio de sus creaciones culturales; manifiestos políticos, obras literarias; acciones heroicas o gestiones diplomáticas, nos legaron cientos de enseñanzas que hoy nos marcan un camino insoslayable a quienes tenemos responsabilidades públicas.
Por eso, para precisar hoy el debe y haber en que nos encuentra a los argentinos del Bicentenario, viene a cuento citar el relato descriptivo que escribió en 1910 el entonces canciller francés , Georges Clemenceau, cuando visitó nuestro país invitado a los festejos del Primer Centenario de la Revolución de Mayo.
(…) “Para no citar sino los países que he visitado, la Argentina, Uruguay y Brasil han demostrado prácticamente que no se contentaban con hacer las cosas a medias, y que poder llevar metódicamente las cosas hasta el último punto de la perfección, en cualquier dominio, implica necesariamente la promesa de los felices esfuerzos para no quedar a mitad de camino en las empresas que van a seguir.”
Esas palabras en estos días de mayo de 2010 nos hacen pensar la Argentina del siglo XXI con inevitable nostalgia, al observar que tantos intentos democráticos fallidos junto a tantas interrupciones al sistema democrático y gobiernos totalitarios que, no solo postergaron el imprescindible desarrollo de una sólida cultura cívica sino que también nos sumieron en un lamentable atraso que nos dejó a gran distancia de aquellas naciones que emergían a nuestra par, en los albores del siglo XX.
Cuando pensamos en lo mucho que nos falta, no podemos pasar por alto que fuimos primeros en educación en la región; que dimos el primer salto democrático en América latina para lograr la organización de la actividad académica con la Reforma Universitaria de 1918; que diplomamos a la dprimera médica, la doctora Cecilia Grierson en 1889, como años después , en 1913 siguiera sus pasos Alicia Moreau de Justo o los primeros Premios Nóbel de América Latina
Nuestra tradición de pioneros en las ciencias también nos distinguió en la concepción humanista de los hombres de la segunda década de 1800, como fueron aquellos miembros de la Asamblea del año XIII que decidieron la libertad de vientres ,el primer paso para darle fin a la esclavitud, varias décadas antes que otras naciones.
El gran desafío que nos impone el futuro es retomar el rumbo de aquellos sueños y utopías que desvelaron a esos grandes protagonistas de nuestra historia. Necesitamos comenzar por creer en nosotros mismos; por rescatar el valor de la unidad para el diseño de un modelo de país que se construya por un derrotero único y sea válido e irrenunciable para todos los gobernantes, cualquiera sea su signo político.
Hacer una patria justa y solidaria, en pleno desarrollo de sus potencialidades, es una deuda pendiente que nuestros jóvenes nos demandan y que los hombres de Mayo nos legaron con su obra. Retomar ese guión que marcó sus destinos seguramente nos permitirá rendir un homenaje sincero al autor de nuestro himno nacional, donde Vicente López y Planes, cuando desde la mística de su pluma patriótica nos enseñó a cantar”Al gran pueblo argentino salud .”

*Diputada de la ciudad de Buenos Aires, presidente de la Comisión de Comunicación Social