Por José Angel Di Mauro. A Cristina la aguardan temas clave que necesitan su decisión para avanzar. La cuestión de las reservas es la primera. La imagen presidencial crece en su ausencia.
En ausencia de su principal figura comunicadora, el gobierno necesitó al menos cinco funcionarios hablando casi en cadena por los medios para enfrentar el iceberg de la semana. El jefe de Gabinete, los ministros Agustín Rossi y Arturo Puricelli, el secretario Sergio Berni y hasta la procuradora general Alejandra Gils Carbó, tuvieron que multiplicar sus apariciones en los medios -aun los críticos- para dar múltiples explicaciones sobre el accionar creciente del narcotráfico en el país.
Se sumó también el “todoterreno” Aníbal Fernández, que reiteró su cerrada negativa a la aprobación de una ley de derribo para combatir el ingreso aéreo de la droga al país. Usó un argumento al que ya echó mano hace tiempo -pues su oposición a esa norma data de cuando el área de la seguridad estaba en sus manos-, diciendo que sería como aplicar la pena de muerte, y repitieron lo mismo Rossi y Puricelli. Curiosa explicación para un tema que en otros países no despierta semejantes reparos. De hecho, que no se tenga noticia de su aplicación en esos sitios no es sino una prueba de su eficacia como elemento disuasivo.
En el Parlamento algo más de una decena de proyectos de ley de derribo fue presentada durante los últimos cuatro años. Uno incluso fue elaborado por diputados del FpV en 2009. Quienes los presentaron ya no están más en el Congreso y su proyecto perdió estado parlamentario. En general, el protocolo en todos los casos es muy similar, y la sugerencia de disparos de advertencia figura no antes del séptimo lugar en la serie de medidas aplicables. Recién después se sugiere proceder al derribo, que debe ser autorizado por el presidente de la Nación, o la autoridad más alta designada a tal fin.
Está dicho que en este debate estuvo ausente la palabra presidencial, pues los médicos sugirieron al darle de alta que se tomara una semana más de reposo. Este lunes podrá volver, gradualmente, al ruedo. Los interrogantes, como hace una semana, siguen girando en torno a qué tipo de reaparición tendrá la Presidenta; qué día volverá a ser vista y cuándo regresará con sus discursos. Llamó la atención que durante este período no se difundieran imágenes de la mandataria en plena recuperación, alentando con el silencio el halo de misterio al que también suele ser afecto el kirchnerismo.
Pero tratándose de la salud presidencial, el ocultamiento extremo puede resultar perjudicial. Se comprobó esta semana, cuando crecieron los rumores más diversos que daban cuenta de una presidenta repuesta físicamente, pero anímicamente deprimida. Con versiones contrapuestas que la daban por un lado al tanto de todo lo que pasa y por otro ajena a las novedades. El lado bueno es que todos coinciden en que físicamente está muy bien.
Pareciera sin embargo que esas hipótesis tan variadas y extremas no son suficientes para alterar en el gobierno la rutina del secreto. No son pocos los que prefieren ver la parte del vaso lleno, al exhibir por ejemplo una encuesta realizada en la primera quincena de noviembre por Ricardo Rouvier, que da a Cristina con un 52,5% de imagen positiva, la más alta en varios meses. Viene creciendo desde las PASO, pero sobre todo a partir de que se conoció su enfermedad.
Lo más curioso es que las dudas sobre el estado de Cristina son incluso compartidas por funcionarios de altos cargos, aun algunos que públicamente hablan de su favorable evolución y una reaparición inminente. En general lo hacen a partir de comentarios de terceros y no siempre de primera fuente.
Se afirma que algunos funcionarios ya han podido verla y hablar de cuestiones de la gestión, habida cuenta del alta médica. Entre ellos Axel Kicilloff, uno de los encargados de ver de qué manera puede cerrarse el drenaje sin fin de las reservas. De eso habría hablado con Cristina, quien tendrá la última palabra sobre qué hacer con uno de los problemas más serios que enfrenta hoy su administración. Esta última semana se perforó el nivel de los 33.000 millones de dólares por primera vez en casi siete años, al reportarse 32.711 millones. En lo que va de 2013 se perdieron 10.579 millones, casi la misma cantidad de dólares que encontró Néstor Kirchner al asumir hace una década (11.045 millones). En enero de 2011, ya reelegida Cristina, las reservas sumaban 52.561 millones. Desde entonces y pese al cepo cambiario, se perdieron casi 20 mil millones de dólares.
El tema amerita medidas urgentes, pues a este paso la transición se avisora tempestuosa. Las soluciones podrían estar en acuerdos con organismos internacionales que permitan una asistencia financiera, pero en lo inmediato no hay que descartar la implementación de medidas con el dólar turístico, tema que los funcionarios se cansaron de descartar, pero que podría decidirse para diciembre.
Para entonces puede que esté aprobado el nuevo Código Civil y Comercial, cuyo tratamiento se apuró estos días y el kirchnerismo busca llevarlo al recinto del Senado la última semana de noviembre. Para que sea ley con la composición actual del Congreso debería debatirse un día después en Diputados, o convocarse a extraordinarias para tratarlo en la primera semana de diciembre. Semejante apuro genera resistencias en la oposición, que tiene bien presente que el año pasado el debate fue cajoneado como consecuencia del enojo oficial con la Corte por el fiasco del 7D.
De todos modos, más allá de la reticencia opositora a ser llevada una vez más de las narices por el oficialismo, las discrepancias con el predictamen exhibido por el kirchnerismo no son tan grandes. Los cambios al texto original no fueron tantos como se esperaba, ni tantas las concesiones a la Iglesia, como presumían. El radicalismo podría estar dispuesto a acompañar el tratamiento en el recinto.
Por cierto que no fue reposada la semana de la UCR en el Congreso. Allí se deben definir las presidencias de los bloques de ambas cámaras. En el Senado, ya está decidido que Gerardo Morales encabece; pero en Diputados la puja estaba entre dos cordobeses: Oscar Aguad, que ya presidió el bloque, y Mario Negri. El primero contaba con el apoyo del cobismo, pero el segundo sumaba el del alfonsinismo, más el acompañamiento de los diputados de provincias donde al radicalismo le fue bien en las pasadas elecciones. Mas sorpresivamente terció el propio Julio Cobos, a quien sus correligionarios reconocen como presidenciable, pero precisamente por eso lo mantenían al margen de esa discusión. Sin embargo el mendocino se convenció de que con Hermes Binner presidiendo el bloque socialista y Sergio Massa absteniéndose de todo brillo legislativo, él no debería desaprovechar esa vidriera, al menos el próximo año.
Pero se dio de bruces con la interna partidaria, pues Mario Negri le mostró el apoyo de 24 de los 37 miembros del bloque, y Cobos debió abstenerse de dar esa pelea. Acaba de comprobar que en su partido, más allá de que lo reconozcan como el candidato propio más fuerte para 2015, las cosas no le van tan bien como ante la sociedad.