Ahora el Gobierno le quita banderas a la oposición

Por José Angel Di Mauro.En su reaparición pública, la Presidenta prometió “profundizar el modelo”, pero las medidas anunciadas avanzan hacia una normalización impensada semanas atrás. El acuerdo con Repsol es clave. Otras medidas muestran un cambio de estilo y hasta de discurso.

Las expectativas positivas abiertas hace una semana cuando se anunció la designación de Jorge Capitanich al frente de la Jefatura de Gabinete tuvieron su contrapeso en el nombramiento de Axel Kicillof al frente de Economía. Así lo tomaron al menos los mercados, donde al día siguiente de la reaparición presidencial y de los anuncios, la Bolsa experimentó una drástica baja. Ese mismo día se anunció la salida de Guillermo Moreno y esta vez el veredicto de los mercados fue sumamente positivo.

Pero un día más tarde Cristina Kirchner volvió a la Casa de Gobierno para poner en funciones a sus nuevos ministros y cuando parecía que se marchaba para su casa obedeciendo prudentemente los consejos médicos, se entusiasmó en los balcones internos de la Rosada y en su discurso a los jóvenes militantes pronunció la frase que a la postre sería el título en los medios, al prometer “profundizar el modelo”. Los ciclotímicos mercados no siguieron con los corcoveos, pero la conclusión fue que Cristina volvería a duplicar la apuesta, inclinando la balanza hacia el lado de Kicillof, en materia económica.

No fueron pocas las voces que tomaron como una mala señal la elección del joven ministro de Economía, siendo él nada menos que la cara visible de lo que fue la expropiación de YPF. Quienes se ilusionaban con un retorno de Argentina a los mercados advirtieron que eso no sería factible con Kicillof como mascarón de proa. Pero súbitamente esta semana se anunció el preacuerdo con España y México para indemnizar a Repsol por la expropiación de YPF y fue nada menos que el ministro de Economía el encargado de anunciarlo, si bien buena parte de las negociaciones estuvieron a cargo de Miguel Galluccio.

Antes de las elecciones se había sabido del interés argentino por acordar un resarcimiento por la expropiación de un año y medio atrás, como así también se tomó conocimiento de la poca predisposición de la empresa española por acordar en esos términos. La negociación definitiva se llevó entonces de la manera más conveniente, entre los gobiernos involucrados, con la convicción de que una vez acordados los términos, la respuesta de la empresa no podría ser negativa, más allá de los deseos de Antonio Brufau, el CEO de Repsol que guarda un particular y previsible enojo definitivo con el gobierno argentino. En efecto, cuando el preacuerdo entre los países fue anunciado, fue cuestión de horas que la empresa lo aceptara.

La expropiación de YPF había marcado un quiebre en la relación argentina con el mundo de los negocios. De hecho, esa decisión no hizo más que agravar las consecuencias del cepo impuesto cinco meses antes. Y en modo alguno la recuperación de la compañía permitió recomponer la situación energética, más bien lo contrario. Argentina necesita dólares que aquí no hay, para invertir generosamente de modo tal que en no menos de tres o cuatro años comiencen a percibirse resultados. Vaca Muerta es en verdad un fabuloso negocio para el país, pero necesita ser asistido por fuertes inversiones de empresas que con Repsol en litigio estaban imposibilitadas de participar.

Dieran las vueltas que dieran, todos los caminos conducían al sitio alcanzado esta semana, como única alternativa posible. La jugada tiene otros componentes; imposible disociarla del acuerdo con cinco empresas por juicios que se disputan en el CIADI. Una concesión a Obama, con la intención de recomponer relaciones de modo tal que su gobierno nos de una mano ante la Justicia norteamericana por el juicio con los fondos buitre.

Ya no pueden disociarse estas decisiones de la intención de recomponer relaciones con el FMI, paso previo imprescindible para arreglar con el Club de París. El financiamiento externo parece ser la alternativa ante la fuga imparable de reservas, y la normalización de las relaciones con los organismos internacionales es el camino para alcanzarlo. Son las recetas que se presumía que Cristina implementaría allá al iniciar su segundo mandato, después de la arrolladora victoria electoral. Sin embargo las medidas tuvieron otra dirección y fueron condicionadas por el “vamos por todos”, frase esbozada por la presidenta durante un acto en Santa Fe.

Eran tiempos en los que se había comenzado a hablar de la eliminación de subsidios, bajo la denominación “sintonía fina”. Se hicieron listados y se publicaron los nombres de quienes iban sumándose voluntariamente. Como el principio de sinceramiento también alcanzaba a las tarifas de transporte -recordemos la puesta en marcha de la tarjeta SUBE y las colas por obtenerla bajo el tórrido sol del verano 2012-, el plan quedó en el camino tras la tragedia de Once. Ahora se ha vuelto a pensar en un paulatino abandono de ciertos subsidios, que en principio alcanzarían al gas y la electricidad. El primer paso apuntaría a las industrias; no se evalúa en lo inmediato desguarnecer de subsidios a los usuarios domiciliarios, que de momento bastante tienen con la inflación en general, y en particular el aumento de las naftas que se han ido reacomodando sin pausa en los últimos tiempos.

Si se quitaran los subsidios de los servicios domiciliarios, manteniéndolo sólo a los sectores más vulnerables, las tarifas deberían trepar a un promedio de 2.000 pesos mensuales. Impensable.

Capitanich ha hablado de la implementación de 200 medidas en los próximos dos años. De momento es poco lo que se ha anunciado, pero sustancial, como el arreglo por YPF. De lo demás, se van conociendo retazos a diario. Y correcciones, como la del tipo de cambio, en donde la brecha entre el oficial y el paralelo se ha achicado un 20 por ciento en las últimas semanas.

Lo cierto es que con las medidas y cambios implementados, el gobierno no solo ha ganado tiempo y recuperado el centro de la escena, sino que ha hecho a un lado a la oposición que lo venció hace apenas un mes. En el kirchnerismo está la convicción de que por el devenir de los hechos no solo lograron minimizar el resultado electoral, sino que también están dejando a la oposición sin elementos en los que hacer hincapié a la hora de las críticas. La salida de Moreno ya de por sí quitó de escena un blanco permanente; hasta la promesa de un cambio en la implementación y el estilo de Fútbol Para Todos tiene el doble objetivo de ahorrar divisas y quitarle argumentos a la oposición.

En el Congreso el oficialismo aprobó todo lo que se propuso, pero descomprimió en los temas más complejos, postergando para el año que viene definiciones sobre el Código y la ley de responsabilidad del Estado: demostración de fuerza y moderación en el estilo avasallante. Pero se propone aprobar en el Senado una serie de pliegos de conjueces de personas claramente ligadas al kirchnerismo, como así también ascender al general César Milani, decisión que meses atrás se había visto obligado a postergar por discrepancias en el propio seno oficialista que con la renovación parlamentaria habrá subsanado.

Y en ese caso podrá cualquiera preguntarse: ¿no era que el gobierno había perdido las elecciones?

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