Creemos vivir en la sociedad de la Información, pero en realidad vivimos en la sociedad de los datos. Para que esos millones de datos con los que convivimos se transformen en información, debe mediar el conocimiento y el esfuerzo que los unifique con criterio. Y si esa información se puede producir como un bien social, entonces estaremos ante la construcción de ciudadanía.

La DEMOCRACIA requiere esfuerzo y aprendizaje, ciudadanos capaces de elaborar información libremente, que les permita ELEGIR con un criterio propio y perspectiva de futuro.

En contraposición a lo anterior, el populismo es el “llame ya” de la política. Requiere de una sociedad “light”, donde los valores sean difusos o débiles, efímeros Y vinculables con el dinero. Esta sociedad “liviana”, donde prevalece el tener, se sostiene con clientes y el consumo no durable.

Es cierto que existen muchas deudas pendientes con la sociedad desde 1983 hasta el presente, pero la DEMOCRACIA que debemos reconstruir, a partir de la igualdad de posibilidades, es la que nos permitirá ingresar realmente en la noción de PROGRESO (humano, social y económico). Por el contrario, este modelo de ficción en el que vivimos, solo nos lleva a otro fracaso y frustración.

El subsidio a los jóvenes que NI trabajan NI estudian (generación NI NI), es un parche sin solución estructural. Si bien es cierto que la ayuda social es necesaria, el Estado debe incluir otros incentivos no monetarios para incentivar a los jóvenes a cumplimentar la formalidad de un sistema educativo que disminuye su nivel en forma constante.

Una sociedad construida con “placebos” o anestésicos, tiene un inexorable final trágico. El placer inmediato, la satisfacción de nuestras pulsiones más básicas, nos lleva a un estado de adormecimiento o de nirvana social, que sostenido en el tiempo, amenazan nuestras posibilidades de desarrollo y crecimiento frente a las demandas reales.

El narcotráfico en nuestro país es una realidad tangible, el triple crimen de Moreno, la efedrina, cocaína, las acusaciones a las obras sociales sindicales, las sospechas de lavado y los crímenes en las calles cada día más habituales, son los efectos de la fábrica de zombies programada e incentivada, cuyos resultados veremos en 10 años si no nos atrevemos a despertar ahora.

La DEMOCRACIA del siglo XXI debe ser la forma de vida de la sociedad de la información. Con valores que hagan del ciudadano un participe activo de los cambios, un individuo que valga por aquello que “es” y no por lo que “tiene”.

Es necesario construir oportunidades, de creatividad, trabajo y esfuerzo. Es decir, generar la capacidad de proyección en nuestros jóvenes, desde los valores y las políticas reales de inclusión.

Como siempre, el final que elijamos depende del principio, de lo que seamos capaces de soñar, decidir y realizar, juntos.

Damián González Farah es convencional del Comité Capital de la UCR