Hubo un tiempo que los argentinos preferimos olvidar, en el que vivíamos pendientes del índice de riesgo país. Fue en 2001, cuando una suerte de cuenta regresiva se activaba cada día, y verificar el crecimiento de ese dato les ponía los pelos de punta a todos, aun a aquellos que no alcanzaban a discernir la razón por la que esos números debían preocuparlos.

Hoy los ojos están puestos en otra cifra que se conoce al caer la tarde de cada día hábil y que marca otro riesgo creciente, más fácil de medir: la cantidad de reservas, cuya difusión ha pasado a interesar aún más que el valor del propio dólar, en sus múltiples versiones. Por cierto, no es una preocupación exagerada; al contrario, marca un dramático deterioro que es la madre de todas las preocupaciones del gobierno.

El descenso de las reservas fue lo que llevó a la instalación del cepo, que lejos estuvo de contener el drenaje: sólo el año pasado la pérdida de reservas fue nada menos que de 12.691 millones de dólares. A duras penas logró cerrarse ese año por arriba de los 30.000 millones, pero ya en los primeros días de enero se perforó esa barrera psicológica.

El primer mes del año cerró el viernes con perspectivas aun peores, pues la disminución fue de casi 2.500 millones; 800 los últimos días. De esta manera, enero fue el peor mes en materia de reservas de la era K, sólo superado por enero de 2006, pero en esa oportunidad las perspectivas eran muy distintas y la razón diferente: esa vez se había pagado al contado la deuda de 9.400 millones de dólares al FMI. Salvando entonces esa oportunidad, no hay antecedentes tan negativos como el del mes que acaba de concluir.

La semana tuvo su jueves negro, cuando la baja fue nada menos que de 250 millones de dólares en un solo día. Y eso que el Central “pisó” el pago de importaciones… El jefe de Gabinete se refirió al tema puntualmente en su última conferencia de prensa matinal de la semana, al detallar el destino de ese dinero, para emprenderla luego contra los productores agropecuarios, que han vuelto a ser los malos de la película. Es que contrariamente a lo que había supuesto el presidente del Banco Central al promover la devaluación, siguen sin liquidar el remanente de la cosecha 2013. El ministro de Agricultura sugirió que cuentan todavía con 8 millones de toneladas de granos. Otras fuentes reducen esa cifra a un poco más de la mitad. Con todo, el dinero serviría para recomponer las exhaustas arcas del Central y podrían ser la señal que el equipo económico está esperando para revertir esta sucesión de malas noticias.

Las autoridades soñaban -todavía sueñan- con 4.000 millones de dólares en manos de los productores, más otros 2.000 que podría llegar a capitalizar el BCRA, con los cuales cambiaría la historia. Fue la razón de la embestida de Jorge Capitanich del viernes, pero la respuesta que encontró no fue en principio prometedora. El vicepresidente de CRA no le dio garantías, al señalar que los productores comercializarán cuando lo consideren oportuno. “Cada uno hace el ahorro que puede. Se ahorra en soja, ¿en qué se va a ahorrar? ¿En pesos?”, replicó Pedro Apaolaza. Parece que el valor de $8 en el que el gobierno ha instalado al dólar no termina de satisfacer a los productores que piensan que más adelante obtendrán más ganancia. Aunque no todo es especulación pura: los productores están haciendo “caja” para la próxima cosecha, ante la convicción del fuerte encarecimiento del crédito, o la ausencia de ellos. Y como dijo Apaolaza, ellos ahorran en soja.

Con todo, la clave de todos los males no está en la caída de reservas, sino en un dato de la realidad más tangible para la población: la inflación. Que se desató con mayor brío a partir de noviembre, pasadas las elecciones y vencidos los acuerdos de precios, y no podrá ser contenida por más que se cumpla el plan “Precios Cuidados” al que tanto tiempo le dedica el equipo económico. Son apenas 194 productos y ni siquiera alcanza a cumplirse con los mismos, tal cual dejó claro incluso un informe difundido por el programa oficialista 678 días pasados. A lo sumo servirá para justificar una moderada medición de la inflación en el nuevo sistema que se estrenará en los próximos días.

Más allá de lo que vaya a difundirse oficialmente, los economistas calculan para el mes de enero un índice de entre el 4 y 5%. Una estimación más moderada que la de consultoras que promediando la última semana habían dejado trascender un cálculo del 6%, con un arrastre del 1,9 para febrero. Lo malo es que enero no suele ser un mes de alta inflación, como lo es por ejemplo marzo. Las clases son un problema, porque habrá que ver qué tan cuidados pueden llegar a ser los precios del material escolar, y por los sueldos de los maestros, cuyas paritarias comienzan a negociarse este lunes. Y marcarán el tono de los porcentajes y características que tendrán las negociaciones venideras.

El sindicalista de SUTEBA Roberto Baradel admitió que podría plantear un “acuerdo corto”, de modo tal de volver a negociar en algunos meses otra recomposición, según evolucione la inflación. La difícil negociación entablada por el Ministerio de Trabajo con la UTA el viernes último, en la que recién a última hora se logró levantar el paro de micros en el cambio de temporada, marca las dificultades que habrá este año para llegar a acuerdos.

Hablamos de productores agropecuarios, economistas, gremios, pero no hemos mencionado a otro actor que no puede faltar en esta coyuntura: la oposición, ganadora de las elecciones en los principales centros urbanos, y virtualmente ausente en esta crisis, salvo expresiones aisladas y por supuesto críticas. Desde el propio gobierno buscaron azuzarla los últimos días. El jueves por la noche, uno de los tantos tuits de la Presidenta hizo una referencia a dirigentes políticos a los que “se los ve en playas todo el mes de enero, vacacionando”. A la mañana siguiente, el jefe de Gabinete salió a reclamarles que presenten propuestas, porque “lo único que hacen es sólo criticar”.

Más allá de alguna respuesta aislada, no hubo reacciones de parte de la dirigencia opositora, que en privado advierte que “la gravedad de la situación” los lleva a adoptar una posición de cautela. Que cuando pidieron ser convocados no lo fueron, y que cuando reclaman la presencia en el Congreso del jefe de Gabinete y el ministro de Economía para explicar las medidas que están tomando, no obtienen respuesta. O si las tienen, como es el caso de Capitanich, es a largo plazo: “El primer miércoles de abril voy a ir al Congreso”, anunció el jefe de Gabinete. Falta una eternidad.

En confianza, los dirigentes de la oposición aclaran que “no le haremos el juego al gobierno para que puedan mostrarse victimizados, que es lo que quieren”. “Que se cocinen en su propio fuego”, sugiere otro dirigente que tuvo un papel destacado en las últimas elecciones, y que ahora es partidario de “correrse” y dejar que el kirchnerismo y el modelo “se deshilachen”.

Bien directa, la diputada Patricia Bullrich advirtió: “Lo que el gobierno no propone, la realidad lo dispone”.