Sin lugar a dudas, la que pasó fue la semana política más frenética e importante del año. Más aún que la que pueda venir cuando se realicen los comicios, pues las definiciones de estos días tendrán trascendencia preponderante en los tiempos por venir.

Fue una larguísima semana que arrancó el domingo, con los comicios santafesinos, que terminaron con una insólita paridad no entre dos, sino entre las tres principales fuerzas en competencia. Y una victoria proclamada por el candidato socialista tan escasa que dio lugar a que aún no pueda proclamarse a Miguel Lifschitz gobernador, aunque no se estima probable que en el escrutinio definitivo se revierta el ganador.

Si bien el resultado fue totalmente cerrado, no pudo evitarse el clima de derrota que embargó a los macristas, que aguardaban con suma expectativa esta elección que si bien estimaban difícil, a partir del resultado de las primarias de abril no imaginaban otra cosa que ganar. Y aun si el escrutinio definitivo terminara revirtiendo el resultado, ya no sería lo mismo.

El esquema ideal que se habían trazado establecía la necesidad de un triunfo de Del Sel el domingo pasado, y una victoria contundente el 5 de julio en la Ciudad de Buenos Aires -más allá de que no alcanzara para evitar la segunda vuelta-, que compensara una derrota en Córdoba que esperan sea decorosa.

Pero los planetas parecen haberse desalineado para el PRO, tan bien que venía las últimas semanas. El festejo aguado en Santa Fe, la convicción de que deberán transpirar más de la cuenta en la Ciudad de Buenos Aires -un encuestador llegó a presagiar una victoria de Lousteau en segunda vuelta-, y hasta el temor a una elección deshilachada en Córdoba, fueron un combo negativo al que se sumaron los serios desacuerdos en la conformación de las listas.

Hasta último momento demoraron el acuerdo en la provincia, desoyendo el reclamo radical de poner al número 2 del binomio para la gobernación. Los armadores del PRO especulaban con un eventual acuerdo postrero con parte del Frente Renovador que no llegó, y María Eugenia Vidal terminó eligiendo a su amigo Cristian Ritondo, quien ya venía colaborando en el armado del Conurbano. Esa decisión que marcaba una profundización de la “pureza” promovida por la línea Durán Barba-Marcos Peña terminó desatando la ira radical. El viernes, tras una reunión de Mauricio Macri con Ernesto Sanz, en la que algunos sostienen que el jefe de Gobierno le ofreció al radical la vicepresidencia que luego concedió a Gabriela Michetti, se acordó finalmente alterar la propuesta provincial. Cristian Ritondo no puso reparos, y tampoco pidió volver a la lista de candidatos a diputados nacionales por la Ciudad que iba a encabezar, pues su deseo era y es ser ministro de Seguridad de Rodríguez Larreta o de Macri, si gana la presidencia.

Si bien arreglaron con los radicales, con los que no llegaron a acordar fue con los exmassistas, que encabezados por Jesús Cariglino terminaron dando un portazo para retornar al redil del Frente Renovador, que hasta último momento demoró la definición de sus cargos principales, más por falta de respuestas positivas que por apostar al factor sorpresa.

Fue, por lejos, el cierre de listas más desprolijo que se recuerde. Más por el lado de la oposición, que por el oficialismo, donde se innovó, revelando anticipadamente muchas de las sorpresas que se solían guardar para último momento.

La mayor expectativa estaba puesta en la participación o no de Cristina Fernández de Kirchner como candidata legislativa. Pero la que terminó siendo la noticia principal se dio el martes, cuando el propio gobernador Daniel Scioli anunció que su compañero de fórmula sería Carlos Zannini. Fue una noticia conmocionante hacia afuera y hacia adentro del oficialismo, pues hizo descarrilar a Florencio Randazzo. No le quedaba otra que bajarse, pues el secretario de Legal y Técnica había sido el principal sostén de su candidatura.

La segunda noticia bomba se dio al día siguiente, cuando el ministro le dijo no al pedido de Cristina de que compitiera en la provincia de Buenos Aires. Si bien sorprendió a propios y extraños la decisión de Randazzo de cumplir su palabra -se cansó de repetir durante la campaña que sería candidato presidencial o nada-, tiene sentido. Sin dudas su candidatura le hubiera dado gran potencia a la lista oficialista en el principal distrito del país, pero el ministro del Interior y Transporte fue muy crítico con el gobernador bonaerense y hubiera sido curioso que se convirtiera en el puente de Scioli hacia la presidencia.

Cuando el viernes, también por el canal de Cristóbal López -el mismo donde Scioli dio la primicia de Zannini-, se anunció que “Wado” de Pedro sería el primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, se develó uno de los misterios del cierre de listas. Ni Cristina ni su hijo Máximo serían candidatos por la provincia de Buenos Aires. Quedaba para la Presidenta la alternativa del Parlasur, misterio que se mantuvo hasta el final, cuando se conocieron los nombres oficialistas para ese cargo.

Y en el caso de su hijo, la incógnita se develó el sábado temprano, al dejar trascender voceros de La Cámpora que sería candidato a diputado por Santa Cruz. No para arrastrar votos, como se especulaba en la provincia de Buenos Aires, donde hace pocos días se difundió una encuesta que lo daba muy bien ubicado. Pareció parte de una operación de instalación, como la que se hizo postulándolo como eventual vice de Scioli o Randazzo. Muchos observadores lo interpretaron como el intento de suavizar la irrupción en escena de Carlos Zannini.

A la postre, el hijo presidencial no fue candidato a intendente de Río Gallegos, donde 28 años atrás su padre arrancó la carrera que terminó en Blcarce 50, pues las posibilidades de ganar no eran altas. Competirá donde no tiene riesgos, y el objetivo es otorgarle fueros por si la causa Hotesur no puede ser frenada.

El cierre de listas mostró a muchos funcionarios con un futuro legislativo, precisamente por ese mismo resguardo. La conformación de las mismas, con letra de Zannini y dictado de Cristina, mostró también una clara intención del kirchnerismo de mantenerse en el poder. También de manejar los hilos del mismo.

Los que al cabo se sorprendieron por la ausencia de Cristina como candidata, no deberían hacerlo. La Presidenta está omnipresente en el armado de las nóminas oficialistas, previéndose la presencia de hombres de su absoluta confianza en lugares estratégicos: Carlos Zannini, su alter ego jurídico, manejará el Senado; Eduardo “Wado” de Pedro, se descuenta que hará lo propio en Diputados, con la anuencia ambos de Daniel Scioli.

Claro está, si el FpV gana las elecciones. De no ser así, Cristina ha llenado los principales casilleros con leales del riñón cristinista, a la espera de que sean su resguardo y ariete, de cara al futuro.