“Esa es la ventaja de tener una agenda internacional. Ningún candidato tiene el nivel de la agenda internacional que yo tengo”, presumió el candidato presidencial Daniel Scioli al ser entrevistado por quien escribe cuatro días antes de las PASO, infiriendo la importancia que le asigna el gobernador bonaerense a codearse con figuras internacionales.

Fue por eso que inmediatamente después de las elecciones partió hacia Europa en el viaje que tanto disgusto causó, y del que no termina de arrepentirse. Sin atender a la magnitud que por esos días alcanzaban las inundaciones bonaerenses, desde su entorno se informó al partir Scioli que arrancaba esa semana “una cargada agenda internacional”, en la previa a las generales de octubre. Se informaba entonces sobre la entrevista que mantendría en Italia con el primer ministro Matteo Renzi, y “una serie de reuniones con empresarios y eventuales inversionistas”, y se anunciaba que luego haría pie en España y México, para reunirse con empresarios y el presidente azteca, Enrique Peña Nieto.

Ya se sabe que ese periplo fue abortado abruptamente, pero sigue en pie un calendario que incluye visitas a la Federación Rusa y China, “para ratificar acuerdos estratégicos forjados durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner”, tal la información oficial.

En tren de retomar esa agenda internacional, días pasados el candidato se reunió con el expremier francés Nicolás Sarkozy, y el miércoles y jueves de esta semana se encontrará con el expresidente Lula. La semana siguiente, su “baño de latinoamericanidad” continuará con Evo Morales, y están negociando un encuentro con Tabaré Vázquez.

Esa remozada agenda internacional es parte principal de la campaña presidencial sciolista que está en pleno rediseño, y que tuvo ayer una instancia clave en el encuentro celebrado por el PJ bonaerense en Mar del Plata, con el objeto de “unificar la estrategia electoral y consolidar el respaldo” a los candidatos oficialistas. El encuentro tuvo aires de “relanzamiento” de campaña, lo que da pie a pensar en una suerte de confirmación de que los resultados no son los esperados. Como un analista agudo observó, “cuando las campañas van bien, no se relanzan”.

En el entorno del candidato oficialista reconocen que el mismo aparece estancado, como si la marca alcanzada en las PASO hubiera establecido su techo. Es lo que muestran las primeras encuestas, donde cada participante conserva más o menos su cosecha de agosto. En el caso de Scioli, sus allegados terminaron conformándose con que no haya bajado; todo un mérito después de la sucesión de hechos negativos en los que quedó envuelto: inundaciones, viaje a Italia, pelea con tuiteros, escándalo tucumano… Pero está claro que a diferencia de anteriores elecciones primarias, el ganador del 9 de agosto no pudo dar un salto posterior de al menos tres puntos, que es lo que se esperaba pudiera suceder con el efecto del triunfo.

Mauricio Macri también aparece estacionado apenas por arriba de los 30 puntos. Y como cada uno tiene aquí algo de qué conformarse, en el caso del líder del PRO, su parte del vaso lleno es que estaría reteniendo los votos de sus socios de Cambiemos.

El tercero en este podio, Sergio Massa, es claramente el que más parece haber subido luego de las PASO, puesto que arranca desde más abajo, con el 14% y estaría arañando los 20 puntos, conservando así prácticamente la totalidad de los votos de su socio José Manuel de la Sota. Y es quien estaría haciendo la campaña más hábil, que lo llevó la última semana a salir de su reducto bonaerense para dedicarse a recorrer las provincias del norte del país -donde le fue bastante bien en agosto-, llevando un discurso contra “los señores feudales”, aprovechando el efecto negativo de las denuncias tucumanas.

Pero volvamos al candidato oficialista, del que muchos presagiaban que tras las primarias iría en busca del voto independiente, despegándose un poco de la Presidenta. Por ahora eso no ha sucedido. Sí buscó respaldarse con los gobernadores peronistas, pero luego de que tres de ellos quedaran muy expuestos ante la sociedad -Alperovich, Fellner e Insfrán, los dos primeros bien cercanos a Scioli-, se optó por darles aire a gobernadores más presentables para ese electorado independiente. Juan Manuel Urtubey, Maurice Closs, José Luis Gioja y Sergio Urribarri pusieron la cara, diciendo cosas más distantes del discurso cristinista y que el gobernador bonaerense no podría pronunciar sin hacer ruido puertas adentro. La muestra personal de independencia la dio Scioli yendo al programa de Fantino acompañado por Miguel Bein -quien tiene muchas posturas bien distintas de las de Axel Kicillof-, definido a partir de ahora como su principal referente económico.

Pero las encuestas no están tan inmóviles como se desprende de aquellas que hasta ahora plantean un escenario seguro de balotaje. Hay algunos datos que generaron inquietud en el seno del sciolismo. De un sondeo que no se conocerá públicamente -elaborado por Aresco- trascendió la imagen positiva del candidato del Frente para la Victoria habría bajado las últimas semanas, superándola por primera vez la imagen negativa. El trabajo fue realizado en la provincia de Buenos Aires.

Se supo también que las encuestas para la gobernación dan primera a María Eugenia Vidal, aunque esos datos son relativizados tanto por el FpV, como por el PRO, pues se sabe que el corte de boleta en la provincia de Buenos Aires es mínimo, así que difícilmente la vicejefa del Gobierno porteño pueda dar semejante batacazo. Lo que sí puede hacer es favorecer las aspiraciones de Mauricio Macri, reforzando su intención de voto en la provincia. Dicho sea de paso, el líder del PRO se daría por conforme en el distrito bonaerense con los resultados obtenidos allí en agosto, por lo que por recomendación de su equipo de campaña se ocuparía por reforzar sus recorridas por los distritos donde la cosecha fue inferior a la esperada.

Por eso la última semana Macri estuvo en Santa Fe, donde esperaba ganar y en agosto lo aventajó Scioli, y en Entre Ríos, donde se espera que mejore su porcentaje en octubre.

En cuanto a la provincia de Buenos Aires, la idea tanto de Macri como de Sergio Massa es apuntar los cañones contra Aníbal Fernández, con la intención de dañar a Scioli sin necesidad de pegarle a él. Lo curioso es que el jefe de Gabinete puede convertirse en gobernador el 25 de octubre, y así y todo afectar a Scioli, enviándolo al impredecible balotaje.

Los votos que Macri y Massa miran con atención son los que cosechó Julián Domínguez en las PASO. Son 1.400.000 voluntades que no necesariamente se volcarán a Aníbal. Una encuesta conocida esta semana dice que el jefe de Gabinete retendría el 43% de los votos que acompañaron en agosto al presidente de la Cámara de Diputados; un 22% se inclinaría por Vidal, y un 11 lo haría por Felipe Solá. De suceder así y retener cada uno los votos obtenidos en agosto, festejaría la dirigente del PRO. Pero volvemos a la larga sábana bonaerense, que tiene 80 centímetros y nueve rubros… y allí encontraremos la gran razón por la que el oficialismo rechaza desde 2006 usar la boleta única.