Por Juan Carlos Díaz Roig. El diputado sostiene que el Gobierno enfrenta la problemática económica argentina con políticas anticíclicas y pretende controlar o disminuir la inflación.
En el actual debate en el mundo y en nuestro país, claramente hay dos posiciones antagónicas. El neoliberalismo sostiene que hay que dejar al Dios mercado que regule la oferta, la demanda, y fije los precios. Para ellos, lo que genera riqueza es el capital.
Los países emergentes, que son los que en la última década sostuvieron el crecimiento de la economía mundial, en cambio hemos obtenido este resultado, construyendo una economía basada en la inclusión social y económica de grandes masas de consumidores, porque creemos que lo que genera riqueza es el trabajo, la producción y el consumo.
Los resultados están a la vista: Estados Unidos, con más de 20 años de déficit fiscal, acumula una deuda externa del 120 por ciento de su PBI, deuda que financia con emisión monetaria, sólo sostenible por ser la moneda de cambio internacional, no es sino un gigante con pies de barro.
Varios economistas "en serio", vaticinan el "BING BANG" del gigante financiero, que acarrearía seguramente, de producirse, más perjuicios a la economía mundial que la crisis de 1929/30.
Por lo pronto, antes de diciembre, Obama precisará que el Congreso estadounidense le autorice a aumentar el endeudamiento, y nuevamente los republicanos le condicionarán tal permiso.
Europa, que ensayó la receta de una economía de bienestar, vio cómo la misma cedía ante la presión monetarista, y pagó muy caro pretender combatir el dólar y sustituirlo por el Euro. Finalmente, tuvo que aplicar la receta monetarista del FMI, y prefirió, ante la crisis del 2008 y 2011, como Estados Unidos, salvar los bancos y abandonar a las personas y familias. Europa se derrumbó y, salvo Alemania, que actúa como gendarme del continente, todos sus países sufren recesión, desempleo, y aumento del endeudamiento.
En este marco, la economía mundial va a tener varios años de estancamiento o recesión, y el comercio mundial va a decrecer.
Tal como nos explicaba el agregado económico de la Embajada del país asiático, en una visita al congreso, China ha planificado disminuir su crecimiento de tasas del 10 por ciento anual, al 7 por ciento, porque prefiere generar la inclusión social de 50 o 60 millones de chinos que aún están fuera de su economía formal.
De cualquier forma, el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), seguirán remolcando el déficit de las economías del mundo.
Es en este marco, y amén del ataque de los fondos buitres, el Gobierno Nacional enfrenta la problemática económica argentina con políticas anticíclicas, y pretende controlar o disminuir la inflación.
Basta recordar la inclusión social de 500 mil nuevos jubilados, el estímulo a las cadenas de valor automotrices, y el plan de financiación de las tarjetas de crédito, a 12 meses sin intereses para la industria blanca, como prueba de lo primero.
Y en cuanto a la inflación, acabamos de sancionar el paquete de tres leyes, que agilizan la intervención del Estado en el mercado, cuando posiciones dominantes en el mismo alteren la competencia.
La formación de precios sobre todo en la cadena de valor del sector comestible y artículos de la canasta básica, tiene en la Argentina un alto componente oligopólico, que genera un doble efecto: el productor, recibe un precio muy bajo, pero el consumidor abona un precio muy alto.
En la cadena de valor, con la parte del león, se quedan los intermediarios, y sobre todo, las cinco cadenas de supermercados, y los oligopolios que controlan los mercados de lácteos, yerba, azúcar, harina, carne, etc., que manejan los precios nacionales, como muy sencillamente demostrara Alfredo Zaiat en su libro "La Economía a Contramano".
Nosotros entendemos que en Argentina, la inflación no se debe ni a la emisión monetaria, ni al aumento de salarios, ni al gasto social. Sabemos que se podría controlar, contrayendo deuda externa, pero también que este sería un remedio coyuntural, y cuando los gobiernos lo han utilizado, dejaron a generaciones de argentinos endeudados, y limitando sus posibilidades de crecimiento.
Para nosotros, la inflación en nuestro país, que, bueno es decirlo, es una inflación de demanda por efecto de la inclusión social, se ha potenciado por la conformación oligopólica de las cadenas de valor. Como no estamos de acuerdo con enfriar la economía, ni con reducir el gasto público, ni los beneficios sociales, ni congelar las jubilaciones, ni eliminar las convenciones colectivas, ni contraer deuda externa, creemos que la única forma de salir de la inflación es aumentar la productividad, y controlar el aumento salvaje de precios.
Los liberales sostienen que un país anda bien cuando tiene crédito exterior. Como me enseñó mi abuelo, y como también afirmaba el General Perón, nosotros creemos que el país, como la familia, anda bien cuando no debe; por ello hay que "repatriar la deuda", para alcanzar la independencia económica y la soberanía política necesarias para implementar la justicia social, es decir, la redistribución de la riqueza.
En definitiva, la sanción del paquete de leyes enviado por el ejecutivo, tiende a defender al productor y al consumidor, y a controlar, como en todos los países desarrollados, Estados Unidos y Alemania inclusive, los oligopolios que, desde una posición dominante en el mercado, atraen hacia sí mismos ganancias excesivas, en desmedro del conjunto de la población.
Evidentemente, como he sostenido en otro artículo, el hombre no ha podido desarrollar el criterio de ganancia razonable, que sucumbe ante el de la ambición desmedida. Es allí donde el Estado debe intervenir, para proteger el bien común.
Los argentinos nunca estuvimos más cerca de un porvenir venturoso -la proximidad del autoabastecimiento energético, las cosechas récords, en la medida que se comercialicen y no que se acopien con fines especulativos de provocar ganancias a través de devaluaciones monetarias que generarán mayor inflación y distancia en la carrera precios-salarios, la demanda internacional de alimentos y productos manufacturados que vendrá de los gigantes asiáticos, el fruto de la inversión en educación y ciencia y tecnología, el fortalecimiento de obras públicas de infraestructura que permita el reordenamiento del territorio y la población, son los elementos que anticipan tal optimismo.
Como dirían Eric Calcagno y Julián Domínguez, necesitamos mejorar nuestra competencia interna, para alcanzar la competitividad internacional.
Éste y no otro, es el camino para lograr el futuro del Proyecto Nacional.