La fiebre de las encuestas está a la orden del día, en el marco del dilatado cronograma electoral del presente año. No hay candidato que no las consulte, por más que sobren los que juren y perjuren que no les prestan atención, “para no volverse locos”.

Son un elemento clave para afrontar una campaña y es indispensable contar con ellas para saber dónde está parado uno y, sobre todo, sus rivales.

Los que más se ocupan de estudiarlas a fondo son los operadores de cada partido, que consumen las encuestas con el mismo interés que le dan a la lectura de diarios. Ellos mismos son los que las encargan y las utilizan luego como lo que -hay que decirlo- hoy se han convertido: un elemento más de la campaña.

En efecto, está claro que muchas de las encuestas que se difunden forman parte de la estrategia electoral que cada candidato desarrolla, de ahí que siempre convenga saber para quién trabaja la consultora que las hizo, de modo tal de intuir la veracidad de esos datos. Los que se supone que deben saber la verdad son los propios candidatos, pero no necesariamente es así. Suele pasar que el trabajo se hace “al gusto del cliente”.

Volvemos a los operadores: ellos son los que sí o sí deben saber con precisión cuánto de verdad tiene cada sondeo que encargan, como así también los que llegan a sus manos. De todos modos, nada es absolutamente certero, más allá del porcentaje probabilístico que se sugiere al pie de cada sondeo. Puede fallar… Los errores no se dan solo en la Argentina; sucedió recientemente en las elecciones de Gran Bretaña, donde los encuestadores coincidieron en no prever la amplia victoria de David Cameron.

Un dato clave para tener en cuenta en este contexto es el que aporta uno de los principales operadores de uno de los candidatos que pelearán este año la presidencia de la Nación. Según aseguró a este medio, entre el 65 y el 70 por ciento aún no definió su voto.

¿De dónde surgen entonces los datos que se manejan? No son inventados, pero corresponden a una segunda pregunta de parte de los encuestadores. La primera, cuando se interroga al encuestado “¿a quién va a votar?”, recibe mayoritariamente como respuesta un “todavía no lo definí”.

La contestación que lleva a los datos que circulan en la actualidad surge de la pregunta siguiente, cuando al entrevistado se le ofrece una grilla de nombres entre los cuales elegir.

La confirmación de este dato se puede encontrar, sin ir más lejos, en el precandidato que marcha según todas las encuestas en primer lugar y que tendrá que enfrentar la que en principio aparece como la interna más atractiva. Hablamos de Daniel Scioli, que confrontará con Florencio Randazzo en las PASO de agosto. Las encuestas suelen mostrar al gobernador bonaerense rondando el 30 por ciento, más arriba o más abajo. ¿No debería adjudicársele al ministro del Interior y Transporte una intención de voto superior al 10 por ciento? ¿Quiere decir eso que el Frente para la Victoria estaría superando el 40 por ciento? No, precisamente por lo que decíamos: ese 30 por ciento, más o menos, incluye a todos los precandidatos del FpV, ahora y también antes, cuando eran siete, antes del “baño de humildad” que bajó a los otros cinco.

El mismo operador consultado advirtió que un 25 por ciento de la ciudadanía llega a la última semana de campaña sin haber definido a quién votará, y de ese porcentaje una parte importante se define dentro del mismo cuarto oscuro.

Por eso el manual de campaña establece que no se deben quemar todos los cartuchos de entrada, recomendándose guardar un buen resto para el último tramo.

“Algo de eso le ocurrió a Gabriela Michetti en su campaña: arrancó bien alto, arriba en las encuestas, y llegó desinflada al final, cansada y casi sin hacer nada más en la última semana”, especificó precisamente un dirigente del PRO que tuvo activa participación en esa campaña, del lado del ganador.

Otro dato digno de tener en cuenta es el manejo “arbitrario” de las encuestas. Sobre eso advierten desde el massismo, convencidos de que la baja que marcan los sondeos para su candidato es “ficticia”, y es deliberadamente difundida por el kirchnerismo y el macrismo para horadar las posibilidades de Sergio Massa. “Nos quieren bajar el precio”, se quejó un dirigente renovador.

Algo de eso puede haber, pero también es cierto que el acelerado goteo que sufrió el exintendente de Tigre no es inventado, sino que obedece a lo que advierten dirigentes que se van al mirar precisamente las encuestas.

Atento a las mismas y a lo que diagnostican los consultores, un operador del PRO confió a este medio el siguiente dato: “Massa llegará a las PASO en 15 puntos, y para octubre estará en 8”. Se verá.